La psicología cognitiva no es sólo la tendencia
más destacada y extendida hoy en psicología.
Es también un paradigma ontológico y antropológico,
una forma de comprender la relación entre el mundo
y el ser humano, así como una interpretación
de la condición humana. A juicio del que escribe, el cognitivismo expresa en psicología
al paradigma sapiencial del presente, un paradigma representado
por dos rasgos fundamentales: el cientificismo (según
el cual el método de las ciencias naturales y exactas
ha de regir en todos los ámbitos del conocimiento)
y el nihilismo (consistente en el vaciamiento de la realidad
en general y de la vida humana en particular).
Para
comprender los fundamentos de la psicología cognitivista
es necesario remontarse a los del conductismo, sobre los cuales
ha surgido.
A) ORIGEN CONDUCTISTA
1. Reacción contra el mentalismo
La psicología cognitiva procede de la conductista. Toda
la génesis e historia del conductismo, cuya efervescencia
se desarrolla después de la segunda guerra mundial, en
los años 50, está marcada por el impulso de una
superación de lo que se ha llamado «mentalismo».
Y se puede decir, prácticamente, que es éste el
impulso fundamental que determinó la forma radical de conductismo
de esta época.
El objetivo antimentalista se cifra en el intento de eliminar
de la psicología cualquier afirmación de entidades
inobservables y reducirlas a entidades observables. Sólo
de esa manera podría cumplirse el programa de un saber
científico sobre el psiquismo.
Filosóficamente, el impulso antimentalista arraiga en el
desarrollo de la filosofía así llamada analítica,
en una de sus concepciones más iniciales sobre lo mental.
De acuerdo con el neopositivismo lógico del Círculo
de Viena, que se encuentra en la base de la filosofía analítica,
es necesario entender los términos que se refieren a supuestas
entidades mentales (creencia, esperanza, temor, dolor, etc.) como
«disposiciones de conducta». Atribuir, por ejemplo,
un estado mental de sed a un organismo coincide
con afirmar que dicho organismo está dispuesto a comportarse de una manera determinada (en este caso, a beber agua si la hubiese).
En este contexto influyó de manera determinante The
Concept of Mind, obra de G. Ryle, publicado en 1949. Emblemáticamente,
se trata de eliminar la hipótesis que llamó «el
fantasma en la máquina»: la de que habría,
alojada en el cuerpo (entendido éste como una máquina)
un alma que opera en su interior.
Un problema fundamental que surge en la crítica al mentalismo
atañe al cocepto de aquello a lo que se reducen los fenómenos
mentales internos. En este caso han sido reducidos a rasgos objetivables
de la conducta, es decir, a características conductuales
observables empíricamente o explicables mediante la ciencia.
Esta es una clave esencial del neopositivismo lógico. Según
ello no sólo se reduce lo mental a lo conductual, sino
que se entiende a esta base práctica en términos cientificistas, es decir, desde la óptica que
extiende el paradigma de las ciencias naturales y exactas a las
ciencias humanas. Esto es lo esencial.
Desde otro punto de vista bastante más profundo trató
Wittgenstein el problema en sus Investigaciones Filosóficas (§§ 580-693). De un modo, además, que no conduce
inexorablemente al conductivismo. "Recordar", "pensar",
"tener intención", etc., no son «procesos
internos» -nos dice Wittgenstein- de un supuesto sujeto,
sino formas de acción en el marco de juegos lingüísticos,
formas que pertenecen a una situación en la que se está.
Así, por ejemplo, una “espera” (sea la de una
explosión) «está incrustada en una situación,
de la que surge. La espera de una explosión puede surgir
de una situación en la que es de esperar una explosión»
(Inv. Fil., § 581).
Esta
otra crítica al mentalismo se aproxima a la posición
fenomenológico-existencial continental. Pues "juego
lingüístico" es, para Wittgenstein, algo más
que la mera conducta práctica observable de los individuos
o de la colectividad. Es el substrato de vida sin el cual no podría
ser entendida la conducta, un suelo que es cualitativo:
está constituido por una "forma de vida" y una
"visión del mundo". Cuando J. P. Sartre y Heidegger
afirman que la esencia es la existencia están
situándose en una perspectiva muy parecida. No hay una
esencia a priori en el sujeto, un ser interno radicalmente distinto
del que se pone de manifiesto en el existir. El ser del sujeto
es ese afuera mismo de su ec-sistencia.
No es esto último lo que la psicología cognitiva
quiere decir. No comprende a la conducta como la existencia, con
esa densidad, sino que la reduce a la acción observable
y compuesta por "hechos"
2. Panorama en los años 50
Los
autores clásicos de los años 30 y 40 en psicología
conductista son Hull y Tolman, que entendieron la conducta, de
forma expresa, como un proceso de aprendizaje adaptativo.
La "conducta" humana tendría, según esto,
el mismo sentido que la de cualquier otro animal: dinamismo de
adptación al medio. Y el medio humano es la cultura. ¿Qué
sería entonces una "conducta patológica"
sino una "conducta desviada" respecto a la "normalidad"
social? En los años 50, tras la segunda guerra mundial,
la nueva generación desea aplicar de modo estricto los
parámetros del positivismo lógico y del operacionalismo,
que consideran no satisfechos en sus antecesores. Y ello implica
proyectar a lo cultural la óptica del darwinismo. En esta
generación destaca, fundamentalmente, Sigmund Koch. Pronto
Skinner radicaliza el conductismo e implanta un modelo que ha
sido paradigmático.
3.
Skinner: el conductismo radical
Burrhus
Frederick Skinner (1904-1990) presenta un modelo conductista que
se ofrece como alternativa a toda la tradición intelectual
en psicología y en filosofía. He aquí los
principales rasgos de su modelo.
3.1.
Contra el mentalismo
Es necesario explicar la conducta, contra el mentalismo, como correlación
entre estímulos y respuestas. Pretende una psicología
científica que renuncia a la suposición de que hay
«procesos internos», buscando en el exterior las causas
de la conducta. Los seres humanos no actúan conforme a
principios, valores o creencias; no hay un “debe”
o un “es preciso”, ni una intencionalidad que organice
desde el interior del sujeto su comportamiento. El ambiente controla
la conducta. Tal es la tesis.
Esta dirección coloca a Skinner frente al psicoanálisis.
El gran descubrimiento de Freud habría sido el de mostrar
que el comportamiento humano posee causas inconscientes. Pero
su error consistió (según Skinner) en la invención
de un aparato psíquico con instancias internas (yo, superyo,
ello) y sus procesos mentales concomitantes.
Lo esencial de su modelo se cifra en la explicación del
comportamiento como conducta operante, controlado por
la relación directa entre estímulo y respuesta.
La conducta operante es aquella que parece poseer intencionalidad,
voluntad o conciencia, pero que, en realidad, está dirigida
por lo que llama «contingencias de reforzamiento»
en una «situación de aprendizaje operante».
En tal situación es el enlace estímulo-respuesta
el que, en el fondo, determina la situación. El que parezca
«voluntaria» se reduce a la circunstancia de que ha
sido reforzada en presencia de determinados estímulos.
La ocurrencia de una conducta es más probable si está
seguida o acompañada por un elemento reforzador. De esta
manera, las contingencias de reforzamiento se componen siempre
de tres elementos: un lugar en el que acontece la conducta, una
respuesta (que ha sido reforzada) y un reforzador. Un estímulo
determinado, en una situación determinada, permite al organismo
discriminar una situación de reforzamiento de otra de ausencia
de reforzamiento. El estímulo es, así, «discriminativo».
Toda conducta es producto de la historia de reforzamiento de un
individuo, pero nunca es producto de la intención o de
la voluntad. Y esta historia de reforzamiento, en suma, explica
que el comportamiento se sujete, en el fondo, al esquema «estímulo-respuesta».
Una expresión muy intensa de este programa se encuentra
en su aplicación al lenguaje (Verbal Behavior,
1957). De un modo parecido a como una madre «tiene un bebé»
sin hacer una contribución positiva a su creación,
la creación de lenguaje es explicable como una colección
de elementos de conducta verbal que han sido seleccionados en
la historia de reforzamiento para su emisión.
3.2.
Asunción del darwinismo
El darwinismo está supuesto en la teoría de Skinner.
Un individuo, argumenta, está produciendo continuamente
"variantes de conducta", algunas de las cuales son reforzadas
por el medio, mientras otras decaen. Las conductas que son fortalecidas
son las que contribuyen a la supervivencia del organismo.
3.3.
«Tecnología de la conducta»
El
modelo explicativo implica que el saber de la psicología
proporciona «control» de la conducta. En efecto, para
que la explicación sea científica no basta con que
permita hacer predicciones. Se pueden hacer predicciones considerando
variables que están correlacionadas que no dependen la
una de la otra, sino que dependen, ambas, de una tercera. Por
ejemplo, el tamaño del pie y el peso de un niño
guardan una correlación y esa correlación permite
hacer derivaciones, suponer una ocurrencia a partir de la otra.
Pero eso no significa que una sea causa de la otra. Una genuina
explicación psicológica, por tanto, ha de conseguir,
no sólo una predicción de la conducta, sino influir
en ella a través de la manipulación de variables.
De este modo, el análisis experimental del comportamiento
implica una tecnología de la conducta, por medio de la
cual se pueden perseguir objetivos concretos (por ejemplo, en
la educación).
3.4.
Ideal de construcción de una sociedad utópica
Ligado
a lo anterior se entiende el ideal que, en toda la trayectoria
de Skinner, adopta la forma de la construcción de una sociedad
utópica organizada mediante las operaciones posibles que
se derivan de un saber conductista. La primera y prototípica
formulación de este ideal apareció en su novela
Walden II. Walden II es la «comunidad utópica experimental».
Se trataría de una sociedad en la que no existiría
el fracaso, el aburrimiento, la duplicación de esfuerzos,
etc. La idea: se puede controlar a un ser humano para ser feliz,
sentirse libre, etc.
B) SURGIMIENTO DE LA TEORÍA CONGNITIVISTA
Tras el fulgor del conductismo radical aparecieron críticas,
sobre todo en los años sesenta, respecto a las cuales se
puede decir que el nuevo paradigma, el cognitivista, vino a dar
ofrecer una solución, de manera tal que transformó
al conductismo sin negar sus bases filosóficas. Veamos
estas críticas
1.
Conductismo «mediacional»
La
resistencia al conductismo radical aparece cada vez con mayor
fuerza tras la década de los 50. La intuición de
que los seres humanos, después de todo, son capaces de
«procesos simbólicos» se hace valer. Un conductismo
más moderado prefirió admitir que hay «procesos
internos». Ahora bien, dichos procesos, de pensamiento o
volición, son «internos», piensa el cognitivismo,
en cuanto que constituyen procesos ocultos, no observables, no
en cuanto que escapan a una explicación conductista en
sí mismos. En realidad son pares ocultos estímulo--respuesta que tienen lugar dentro del organismo, de manera invisible. El
concepto de «mediación» sirvió para
encuadrar este tipo de procesos. Aunque se admiten, pues, procesos
internos, en realidad la teoría es coherente con los principios
del conductismo, en la medida en que todas las partes de la conducta,
incluida la mental «mediadora» posee la forma de lazos
causales (estímulo-respuesta).
Autores fundamentales en la introducción de este "giro"
(que no cambia las cosas desde el punto de vista filosófico)
entre finales de los cincuenta y durante los sesenta fueron C.
E. Osgood, Irving Maltzman, Albert Goss y Neal Millar.
2. Psicología social: teoría de la disonancia cognitiva
Durante
los 50 y los 60 la psicología social siguió empleando
conceptos mentales de sentido común en la línea
mencionada. En este contexto es importante destacar la teoría
de la disonancia cognitiva, que es acogida en la psicología
cognitiva. Fue elaborada inicialmente por Leon Festinguer (1919-1989).
En un contexto social la persona desarrolla creencias en relación
con su contexto intersubjetivo. Y esas creencias organizan un
espacio «interno» de juego en la medida en que pueden
ser o no coherentes entre sí. Cuando las creencias de un
individuo chocan entre sí se produce una disonancia
cognitiva que se intenta eliminar y que explica muchos procesos
sociales. Un fumador que llega a saber que el tabaco produce cáncer
entra en disonancia cognitiva, pues su saberse fumador choca con
dicha nueva creencia. En consecuencia, actúa reequilibrando
el conjunto, bien dejando de fumar, bien evitando en su contexto
social toda información anti-tabaco.
3. Consolidación del paradigma cognitivo
El
desarrollo del ordenador serial durante la Segunda Guerra Mundial
dio lugar al despliegue de la IA (Inteligencia Artificial).
Este proyecto constituyó la fuente de inspiración
para el surgimiento de los principios cognitivistas, que habrían
de afrontar el cuestionamiento mencionado del modelo conductista.
Introduciremos, muy sucintamente, consideraciones clave en esta
«génesis» del proyecto de la ciencia cognitiva.
3.1)
Horizonte general: identificar el comportamiento con
dispositivos de computación, es decir, de procesamiento
de información
Los
sistemas computacionales son, esencialmente, programas que procesan
información. La nueva psicología, inspirada en este
modelo, empezó a trabajar con la hipótesis de que
los eventos mentales de los seres humanos se pueden describir
como dispositivos que procesan información. Las nociones
de «estímulo» y «respuesta» son
ahora sustituidos por los de «entrada de información»
(input) y «salida de información» (output).
Las cadenas mediacionales (ese exigido «interior»
del sujeto) se explican ahora como estados computacionales en
un sistema complejo. Supuestamente, los seres humanos se comportan
como si portasen cierto hardware y fuesen programados
por la experiencia externa.
Un
primer impulso lo ofrece la investigación sobre los procesos
de «retroalimentación». En 1943, tres investigadores
describieron el concepto de retroalimentación informativa:
Rosenblueth, Wiener y Bigelow. Este concepto parecía conciliar
la afirmación del mecanicismo y la idea del «propósito»
intencional. Un ejemplo: un sistema de calefacción dotado
de un termostato. Al determinar una temperatura para la habitación
es como si le planteásemos un objetivo al termostato. Un
termómetro mide la temperatura y apaga el aparato cuando
se alcanza el grado deseado. Lo que aquí se procesa es
«información». Y ello se hace en un bucle de
retroalimentación. Si quisiéramos proyectar este
proceso sobre el comportamiento humano podríamos decir
que el termostato y la calefacción constituyen un organismo
intencional, cuya meta o fin es mantener una temperatura
constante.
En general, este modelo prometía explicar toda la conducta
intencional como casos de retroalimentación. El organismo
tiene alguna meta, es capaz de medir su distancia hacia ella y
se comporta reduciendo dicha distancia. Sobre este modelo computcional
de la mente se desarrolla la psicología congnitiva. Profundicémoslo
un poco.
En
el ámbito de la inteligencia artificial, A. M. Turing (1912-1954)
dio el impulso definitivo en 1950. La cuestión que surge
es la de si las máquinas y las mentes funcionan de la misma
manera. Una máquina, que realiza un proceso computacional,
es capaz de realizar operaciones que se asemejan a las de la mente
humana. ¿Hasta qué punto? M áquinas y mentes
funcionan de una misma manera o si, de un modo menos pretencioso,
las máquinas pueden «simular» procesos mentales
humanos. En cualquier caso, el reto está planteado en lo
que se ha llamado «prueba de Turing». Propuso el autor
que imaginásemos un juego de imitación, consistente
en hacer preguntas diseñadas de tal modo que intentasen
determinar quién está contestando, si un hombre
o una máquina. Pensó que podemos calificar como
inteligente a un ordenador si fuese capaz de engañar al
interrogador y hacerle creer que es un ser humano. "Ingeligencia",
pues, es un proceso comparable al de una máquina y deberíamos
tomar a una máquina como inteligente cuando, observando
sus respuestas a ciertas cuestiones (estímulos) y desde
"fuera" (perspectiva de la tercera persona) no pudiésemos
distinguir si se trata de un ser humano o no.
|
Sáez Rueda, Luis, El conflicto entre continentales y analíticos, Barcelona, Crítica, 2002.
En este libro describo el desarrollo de la filosofía analítica hasta su culminación en una filosofía de la mente. El paradigma predominante es el reductivo-computacional, según el cual lo mental no existe más que de modo aparente, porque es producido por una estructura del cerebro que posee un carácter computacional. V., sobre todo, capítulo 6. |
Este planteamiento, que procede de la matemática y de la
ingeniería, fue asimilado en psicología. El psicólogo
E. G. Boeing llegó a plantear algo parecido para su campo.
Un robot, afirmó, al que no pudiésemos distinguir,
en su conducta externa (en sus respuestas, en sus operaciones),
de una persona, constituiría una demostración palpable
de la naturaleza mecánica del hombre y de la unidad de
la ciencia. Pues bien, las esperanzas de Boeing parecen haberse
convertido en las expectativas de la nueva psicología fundada
como ciencia cognitiva.
Una primera oleada de esta tendencia se produjo durante el final
de los 50 y los 60. Se buscaba, en esta dirección, un paralelismo
entre la estructura del cerebro humano y la estructura de los
ordenadores electrónicos. Un gran «paso» lo
ofrecieron Allan Newell, J.C. Shaw y Herbert Simon. Desde los
50 habían estado investigando sobre programas que solucionarían
problemas determinados. Después profundizaron este intento
mediante el desarrollo de un Solucionador General de Problemas (GPS: General Problem Solver). Se proponían una teoría
completamente operacional de la resolución humana de problemas.
Desde los 70 la teoría del procesamiento computacional
de información fue implantándose más radicalmente
en esa línea.
J.
Lachman, R. Lachman y E. Butterfield, finalmente, en Cognitive
psychology and information processing (1979), calificaron
a la psicología cognitiva como un nuevo paradigma que profundiza
y revoluciona al conductismo icorporando el modelo computacionalista
para la explicación de los procesos mentales internos al
sujeto. Herbert Simon continuó el programa, convirtiéndose
en uno de los fundadores de la moderna psicología.
3.2. ¿Cómo opera la terapia cognitiva?
La forma hoy más generalizada de terapia cognitiva arranca
de los principios de la Terapia Racional Emotiva Conductual de Albert Ellis. Su acrónimo inglés es REBT; el
acrónimo español es TREC. Lo que se dice a continuación
es fundamentalmente referido a este modelo (este modelo fue ampliado
y desarrollado por Aaron T. Beck, que lo extendió a partir
de mitad de los sesenta con el nombre de Terapia Cognitiva)
Los
fundamentos principales del modelo terapéutico son los
siguientes
3.2.1. Modelo A-B-C (Acontecimientos-Creencia o pensamiento
y consecuencias emocionales)
Los
acontecimientos nos producen creencias o pensamientos. Y éstos
son los que generan una respuesta. El principio de fondo es el
siguiente: «no son los hechos, sino lo que pensamos sobre
los hechos, lo que nos perturba». El aserto, que forma parte
del ideario cognitivista, se remonta a Epicteto, siglo I. La idea
es que, frente al prejuicio de que las emociones negativas o no
adaptativas son producto de las circunstancias, en realidad son
consecuencia de pensamientos, de interpretaciones sobre la situación.
3.2.2.
El objetivo de la terapia es el de una «reestructuración
cognitiva», que trabaja sobre «distorsiones cognitivas»
La
idea central está en que los problemas (depresión,
trastornos de ansiedad, fobias, etc.) son expresión de
un pensamiento distorsionado, de una «distorsión
cognitiva» respecto a la situación de partida. El
sujeto elabora unas creencias que distorsionan el sentido de lo
acontecido. La terapia ha de lograr educar a reemplazar dicho
«pensamiento erróneo» o «distorsión
cognitiva» con ideas distintas más realistas (este principio ya no lo encontramos en Epicteto; en ningún
autor de la Grecia clásica; el estoico no habla de distorsiones
mentales, sino condicionamientos sociales a los que es necesario
poner un límite -que es otra cosa-).
3.2.3.
Tríada cognitiva (pensamientos erróneos sobre mí
mismo, sobre la realidad y sobre el futuro)
Fue Ellis el que agrupó los «pensamientos erróneos»
en estos tres tipos, una taxonomía que sigue siendo utilizada
con mucha frecuencia. El primer grupo es el de la visión
negativa del paciente sobre sí mismo, cuando es proclive
a ligar sus experiencias desagradables con deficiencias suyas.
El segundo grupo es el de pensamientos erróneos sobre el
mundo, sobre la realidad. Al paciente le parece, por ejemplo,
que la situación le presenta «demandas» excesivas
que es incapaz de satisfacer, lo que provoca, a priori, su frustación.
El tercer grupo es el de los pensamientos erróneos que
son pensamientos negativos sobre el futuro (anticipaciones de
implicaciones que poseen ciertas tareas y que le parecen al paciente,
por ejemplo, excesivamente exigentes o no susceptibles de ser
satisfechas, lo que lo encierra también en la impotencia).
3.2.4.
Procedimiento clínico
En
el tratamiento, en consulta, se suelen seguir cuatro pasos metódicos.
En primer lugar, se realiza una descripción de la situación
que provoca malestar al paciente, se determinan los acontecimientos observables. En segundo lugar, se realiza un análisis
de los pensamientos que surgen en el paciente asociados a tal
situación, es decir, las creencias que posee y que constituyen
su pensamiento sobre la situación o realidad problemática.
En tercer lugar, se analizan las consecuencias de las creencias
o pensamientos anteriores sobre la conducta: consecuencias emocionales
deseadas, consecuencias emocionales indeseables, consecuencias
conductuales deseadas, consecuencias conductuales indeseables.
Finalmente, comienza un debate, un diálogo o proceso de
cuestionamiento racional, mediante el cual se buscan nuevas estrategias
cognitivas y conductuales.
* * *
Hay dos grandes defectos en la psicología cognitiva, a
mi juicio
1) En primer lugar, la teoría computacionalista de la mente
es el paradigma actual más vigente y extendido. Proviene
de una discusión comenzada en la segunda mitad del siglo
XX. A principios del XXI tal discusión fue paralizada y
la obsesión computacionalista se impuso. Según ello
la mente es una máquina (muy compleja, pero una máquina).
Este paradigma se remonta (aunque sus defensores no suelan hacerse
cargo de lo viejo que es su programa) al proyecto moderno de una Mathesis Universalis. Descartes concibió dicho
proyecto como el de una cuantificación de lo real. Mathesis
Universalis es una matemática profunda y extensible a la
totalidad de lo real y del coportamiento del sujeto. Es la ciencia
del "orden y la medida". Este viejo proyecto ha sido
profusamente rebatido por la filosofía continental del
siglo XX. El paradigma actual no toma nota de ninguna de estas
críticas. Es un dogma, una fe. Es una religión.
He expuesto una buena parte de las críticas mencionadas,
especialmente las que provienen del naturalismo no reductivista continental (M. Merleau-Ponty) en el capítulo 6 del ya señalado El conflicto entre continentales y analíticos (Barcelona, Crítica, 2002).
|
Sáez Rueda, Luis, El ocaso de Occidente, Barcelona, Herder, 2015.
En este libro he intentado mostrar que el concepto de "patología" debe ser ampliado de forma que pueda hablarse de "patologías de civilización", de nuestra época, que son colectivas. Psicología, filosofía y psiquiatría deben, según mi propuesta, trabajar conjuntamente en el estudio de los problemas de conducta a nivel colectivo y haciendo frente a nuevas enfermedades que se extienden en nuestro presente tan problemático. |
2) La terapia cognitiva tiene como base, tal y como se ha mostrado,
una noción darwinista de la conducta humana según
la cual el comportamiento humano es, fundamentalmente, adaptativo
(respecto a las circunstancias). ¿Dónde queda el
comportamiento capaz de transformar críticamente las circunstancias?
No lo hay, no se toma en cuenta. Así de simple.
La terapia cognitiva enseña a adaptarse a la realidad social,
sea ésta injusta o no. En una "distorsión cognitiva"
el equivocado es el paciente, no el mundo o el futuro previsible.
Se trata de adaptar al ser humano a las circunstancias, sin que
éstas sean criticables. El objetivo de fondo no cuestionado
es el de conseguir conductas «funcionales», es decir,
exitosas en el medio en el que se desenvuelve el sujeto. Pero
esto se podía ya inferir de la vocación misma de
«cientificidad» del modelo. Un propósito «científico»
tiene, lógicamente, que abstenerse de «valorar».
Juzgue
usted por sí mismo.
|
Sáez Rueda, Luis, Ser errático. Una ontología crítica de la sociedad, Madrid, Trotta, 2009.
En este libro analizo las formas de sumisión que gobiernan nuestra época y presento una concepción del ser humano que no es reductible a un estudio cognitivista. |
Otros libros sobre la relación entre psicología, psiquiatría y filosofía
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