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Cuaderno de Bitácora
Reflexiones sobre nuestro tiempo
Vivimos una época de cambios agitados. Un lánguido declinar se cierne sobre todo lo que conocemos y el advenir se torna inquietante. Pero el lenguaje nos salva de un naufragio. Nos concentra para irradiar, al tiempo que logra extraernos excéntricamente de nosotros mismos. Pensar el ocaso de nuestro mundo requiere este ocaso personal en favor de la palabra y de las luces de aurora que ella quisiera congregar.
 

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Desastre ecológico (I). El acontecimiento-"Greta"
26 / 09 / 2019


¿Qué ocurre con "Greta", el fenómeno que ha generado Thunberg?

Greta atrae y convence, levanta pasiones. Greta no atrae y no convence, levanta pasiones contrarias. ¿Esto qué es?

"Greta" no designa a una activista "auténtica"; tampoco a todo lo contrario: a una ilusión de activismo tras el cual se ocultarían intereses, gestos equivocados, intenciones distorsionadas o cualquier otra instancia desacreditadora. No designa ni a una ni a otra. Y no lo hace porque "Greta" no designa a una persona; designa, más bien, al lugar de un "acontecimiento impersonal". Es el acontecimiento en el que la totalidad de una sociedad, opinando y operando respecto a la Greta-persona, se refleja a sí misma. El acontecimiento "Greta" cualifica, no a la persona Greta, sino a la comunidad que pronuncia ese nombre.

Es, dando esto por supuesto, el acontecimiento de una contradicción auto-destructiva o de una paradoja perversa. El acontecimiento de la contradicción entre el impulso al cambio real del mundo, por un lado, y la necesidad de no cambiar nada, por otro. Es esa contradicción general, pero especificada en la forma concreta de una contradicción entre el impulso, por un lado, a descoyuntar el rumbo que conduce a la destrucción del planeta y, la absoluta necesidad, por otro lado y en sentido inverso, de que ese deseo transformador no tenga lugar. De que no tenga lugar, porque ello -la posibilidad fehaciente e inminente de que tuviera lugar- significaría que el ser humano se reconoce inserto en una lucha que no es imaginaria, en una lucha en la que se juega lo que él es, en una lucha en la que pone en obra la prueba efectiva de su propio "ser". Tal posibilidad de auto-transfiguración y de transfiguración del mundo verdaderamente reales es temida por el ser humano actual como teme un alma piadosa al diablo.

Es asunto de una investigación compleja el de averiguar a fondo de dónde surge ese pavor, y eso no se puede despachar en unos párrafos. En cualquier caso, un buen observador constata con el tiempo que el "terror a lo real" forma parte de nuestra época y que determina que todos los procesos humanos tendentes a la regeneración de las cosas mismas terminen adoptando la forma de una "ficcionalización del mundo". La ficcionalización del mundo es, precisamente, la ilusión según la cual se está en movimiento, pues el movimiento, el devenir, es toda una obra de prestidigitación del imaginario colectivo presente. La sociedad actual se agita con una intensidad febril, se desasosiega sin pausa en un ajetreo de conmociones continuas. Pero tal agitación, tal desasosegante trasiego de la sociedad, tiene un sentido del que es preciso tomar buena nota, pues es escurridizo y tiende a resbalar de las manos tan pronto se toma en ellas: el sentido de ocultar la pétrea inmovilidad en la que se encuentra.

Una inmovilidad, una detención del devenir, del tiempo, del decurso de la vida, es insoportable para cualquier ser humano. Es insoportable porque el ser humano es excéntrico, siempre una extradición respecto a lo que lo fija y lo paraliza. El ser humano es, en un alto y noble sentido, un "ser errático", un ser que está lanzado desde sí hacia su "fuera de sí", hacia una exterioridad capaz de autotrascenderlo creativamente, de enriquecerlo al coste de alterarlo. Y bien, es debido a que resulta para él insoportable ahogar esa heroica y hermosa gesta de su erraticidad autoalterante por lo que se ahorra la angustia moviéndose concéntricamente, simulando, pues, el movimiento que transforma de hecho. Arruina así su movimiento ex-céntrico, sometiéndolo a uno vertiginoso pero con-céntrico; deforma su erraticidad auto-generativa, que pone siempre rumbo al franqueamiento de lo posible, y la rebaja a la abyecta forma de un "andar sin rumbo": de "errático" pasa a ser "errabundo". La ficcionalización del mundo es ese autoengaño esencial por el cual un individuo, un grupo, una entera colectividad, fingen su movimiento de devenir a través de una multitud de procesos, al mismo tiempo que no devienen nada. O, mejor: al mismo tiempo que devienen una "nada"; la ficcionalización del mundo es el carácter subjetivo de la organización objetiva del vacío.

"Greta" no es, en efecto, una persona. Es el lugar de este acontecimiento central en nuestra época. No importa si la persona Greta es así o asá. Poner cerrilmente la mirada exclusivamente en esa existencia singular es evadir el problema. Y los seres humanos somos tentados continuamente a este error, a considerar, bien lo concreto singular, bien lo universal abstracto. No, "Greta" no designa una persona; es un universal singular; designa al acontecimiento por el cual una sociedad se ve atenazada continuamente en la paradoja de anhelar transformar el mundo y de tener que simular hacerlo. Es esa síntesis de opuestos. Y, como tal, ese acontecimiento es, al mismo tiempo, su contra-acontecimiento: haz y envés de lo mismo.

Acontecimiento que es su propio contra-acontecimiento. Porque la enfermedad de Occidente tiene este nombre: "génesis autófaga", generación que se devora a sí misma en su propio proceder. El acontecimiento/contra-acontecimiento "Greta", entonces, es la expresión de la impotencia para crear-se, para alterar-se, "agenesia", y se repite de mil maneras: cuando los seres humanos de esta época quieren y no quieren, al unísono, transformar sus procesos educativos, sus sistemas de distribución de la riqueza, sus métodos de cuidado del otro, sus formas de relacionarse con el extranjero y con todo lo extraño...

El acontecimiento autófágo "Greta" es un virtual que se efectúa o realiza en una miríada de ficcionalizaciones, de "procesos-y-contra-procesos", en los que se cifran las miserias e iniquidades de esta sociedad, sociedad estacionaria, detenida en su propio zarandeo. Es, mirado psicológicamente, el acontecimiento de la hipocresía esencial de la colectividad presente, su huida de lo real hacia un reino de fantasmagoría, de ficcionalización presuntuosa persistente.

Tan persistente y tan esencial que integra en él a este mismo gesto crítico, este que aquí se cumple y sella, en estos melancólicos párrafos que quisieran transformar algo y que, casi con toda seguridad, sólo cumplen la función de engañar y consolar al que los escribe y firma.