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Cuaderno de Bitácora
Reflexiones sobre nuestro tiempo
Vivimos una época de cambios agitados. Un lánguido declinar se cierne sobre todo lo que conocemos y el advenir se torna inquietante. Pero el lenguaje nos salva de un naufragio. Nos concentra para irradiar, al tiempo que logra extraernos excéntricamente de nosotros mismos. Pensar el ocaso de nuestro mundo requiere este ocaso personal en favor de la palabra y de las luces de aurora que ella quisiera congregar.
 

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Orden y Caosmos
10 / 10 / 2021


Este año, 2021, han recibido el Nobel de física tres teóricos de sistemas complejos (sistemas con propiedades emergentes que nacen de la interacción de muchos componentes): Syukuro Manabe, Klaus Hasselmann y Giorgio Parisi. Una de las aclaraciones filosóficas más importantes acerca de estos sistemas, desde la segunda década del siglo pasado hasta el presente, es aquella que comprende dichos dinamismos como un "orden caosmótico". Recupero aquí unos apuntes en esta página web, que datan de 2016 y que he retocado un poco. ¿Cómo aclarar este concepto tan sutil que utilizó el físico, químico, psicólogo y filósofo Gilbert Simondon en la década de los 50 del siglo pasado y que ha sido desarrollado, desde otros ángulos, por pensadores como Gilles Deleuze, Ilya Prigogine, Francisco Varela, Evan Thompson, Eleanor Rosch, Félix Guattari o Humberto Maturana? Quizás haya que hacerlo a través de algún ejemplo. No importa aquí el modo en que estas nociones se expresa en física, química o en otras disciplinas. Importa intentar expresar la idea misma.

Piense en alguna ocasión en la que haya salido con amigos a disfrutar de la noche. Ustedes son muchos, una pluralidad. Y son diferentes. ¿Son un conjunto de personas? El término "conjunto" está afectado por la metafísica tradicional esencialista. Hay que aclarar lo que se acaba de afirmar. Según ese concepto esencialista el conjunto contiene "partes" y es la suma de ellas. Todo es sustancia que contiene sustancia. Cuando usted sale con amigos, decíamos, ¿forma con ellos un "conjunto" (en sentido tradicional)? Si fuese así, resultaría que usted ha sido reducido a una "parte" de un "todo". ¿Le gusta esa idea? Al que escribe le parece repugnante y hasta terrorífica; equivale a no ser más que una porción, una cosa que encaja con otras, la parte de una sumatoria.

Un ser humano (y quizás cualquier ser, un electrón, por ejemplo) es una singularidad, no un elemento microscópico "dentro" de otro conjunto mayor. Pensar las cosas así, además, equivale a convertir a la interioridad en un eje absoluto del ser: cualquier elemento del cosmos, de lo real en su totalidad, sería siempre un "estar-dentro-de" algo que lo contiene. Pero concebir así las cosas proviene de una proyección imaginaria de la experiencia solipsista de sí mismo, que es una ilusión si se toma como principio exclusivo del ser. Es la irradiación hacia todo el universo de esa experiencia de volverse hacia sí y encerrar todo lo que existe en el mar-adentro. Es como "asomarse a un interior", como si se contemplase un pozo desde su apertura o un patio interno desde la ventana de una vivienda. En la modernidad, es decir, en la tradición que nos sustenta desde el Renacimiento, la subjetividad ha sido vivida así, como un "ego", que es una especie de entraña cerrada sobre sí, bien sea pensante (ego cogito) o deseante (ego volo); todo ocurriría en su fuero interno y como si contuviese un sagrado himeneo entre un cuerpo y un hálito. Ver el mundo como un conjunto compuesto proviene de la generalización de este sentimiento de intimidad: del sentirse a sí mismo como un espacio retraído hacia su centro, al que uno mira desde el ojo intelectivo o a partir de la intero-cepción.

Ahora bien, ¿a qué interior pertenece la relación entre dos individuos o dos seres cualquiera? Esta es una cuestión central. ¿Pertenece la relación al interior de otro ser más amplio? Por este camino solo podremos imaginar la totalidad de lo que existe como una caja rusa de muñecas. Pero, en ese caso, ¿qué sentido tendrían las "relaciones"? Carecerían de significado, pues todo estaría, en realidad, "junto a" otra cosa, en contacto con ella. La relación sería, ella misma, una cosa, esa capa delicada y fina que sirve de contacto. Y esto es, si se piensa bien, hacer absurda la idea de que hay nexos, conexiones, lazos o vínculos. Pues bien, este paradigma de pensamiento es puesto en cuestión por el pensamiento de la exterioridad, desde el cual podríamos decir que todo lo que existe es un conjunto de seres abiertos unos a otros, es decir, constituidos no solo por lo que son "desde sí", sino, al mismo tiempo, por lo que llegan a ser a través de la "relación de exterioridad" con un otro. La relación, para sintetizar, tiene carácter de ser. Es una herida en el ser, un "entre": los intersticios producen ser. Era esta perspectiva la que adoptábamos al rendir homenaje a J.-Luc Nancy a propósito de su reciente fallecimiento. Ahí tiene usted otra aproximación, entre las muchas posibles, a lo que se intenta pensar aquí.

Volviendo al ejemplo, cabría pensar al grupo que usted forma con sus amigos, entonces, como una multiplicidad relacional: usted, como los otros, existe vuelto hacia la exterioridad, es decir, lanzado a la relación, la cual no es simplemente un aditivo de su "interioridad", sino una condición de ella. La exterioridad en cuanto creadora de interioridad. Interioridad y exterioridad como dos caras que se hacen recíprocamente. Usted es inseparable, en esa situación que nos sirve de ejemplo, de la relación que mantiene con sus amigos. Esto quiere decir, dando un paso más, que se trata ahí de una relación de singularidades en la que cada una de ellas afecta a las otras y se ve afectada por ellas. La relación, pues, es siempre una potencia. Tiene la textura de una fuerza que es "intensio", intensidad, capacidad de afectar y de padecer afección. ¿Hay algo en lo existente que no esté en una relación de interafección? No encontrará usted ni un solo caso, querido lector. La relación de inter-afección tiene carácter de ser.



Añada que el "afectarse" no es una "cosa". No es una "cosa", pero "es". Es el "modo de ser" de una potencia, de un "poder-de". En la realidad no hay exclusivamente cosas y hechos, sino también potencia vinculante, poder de, relación inter-afectiva. Lo que la física llama "fuerza" es una concreción de esta idea filosófica. A esto lo llamaron los antiguos griegos "physis": naturaleza indefinida que se pliega en seres concretos, dándoles forma y vinculándolos, sin ser ella misma un ser concreto. Lo no-concreto como potencia: ápeiron, lo indefinido. En la actualidad: lo que precede a lo individual, es decir, lo pre-individual como campo problemático que se resuelve en individuos y que permanece aun en ellos, aunque pujando siempre por desbordar sus límites. Pero dejemos esto aquí, pues nos conduciría, como ve, excesivamente lejos.

"¿Dónde vamos?" -dice uno de los que forman ese grupo de insomnes o noctámbulos. Tras un tiempo de intercambios en el parecer, se toma un rumbo determinado, y esto lo hace el grupo en su totalidad. ¿Cree que lo que el grupo hace esa noche, su ruta por la ciudad, sus elecciones y decisiones, es el producto de la voluntad de uno en particular que ha impuesto su voluntad? En ese caso, no sería un grupo de amigos, sino un ejército que marcha a órdenes de comando. ¿Será, entonces, la acción el todo de las voluntades, el tan aclamado "consenso" de las opiniones? Excesivamente simple pensar eso: normalmente no se delibera y se sellan los argumentos con un pacto o acuerdo. Resulta, más bien, que ustedes van improvisando. Y es que no hay que olvidar que la relación afectante tiene carácter de ser. Hay muchas "afecciones recíprocas" que van siendo generadas en acto; y tales afecciones no son usted ni ninguno de sus amigos en particular. Usted, y cada uno de los demás, "se deja ser" en esas afecciones. Pensado con calma, se puede llegar a entender que la "red" de relaciones (no la suma de los relacionados) es lo que realmente va determinando el trayecto. Pero no pensemos esto de forma tan simple. Una red es un conjunto de hilos trenzados. Es una imagen que se utiliza demasiado, pero que posee poca fuerza significante. Usted no camina por los hilos de una red ni lo hará jamás.



Al decir "red" estamos, tácitamente, cosificando al conjunto de relaciones. Lo que hay, más bien, es un conjunto de intersticios que no son cosas, sino potencias, fuerzas relacionales. Digamos, para aproximarnos más, que ha habido en la horda humana, desde tiempos ancestrales, "encrucijada". Y que la encrucijada nace en cada instante. Es naciente. La encrucijada tiene carácter de ser. Si se sigue con este pensamiento, es fácil llegar a convencerse de algo que, expresado directamente, sin ejemplo, puede sonar a fábula o ciencia ficción. Resulta que el grupo se mueve sin una causa previa a todos ellos y determinante. El grupo es ordenado de un modo que es difícil de aprehender filosóficamente. Pero está claro que ese orden no es el que procede de una ley como la que mueve los planetas, de acuerdo con la ciencia más clásica. Ahora bien, si no es un orden legaliforme tan rígido, ocurre que tampoco es un Caos. Ustedes están organizados, eso está claro. Y lo están por un tipo de orden que se hace a sí mismo más allá de las voluntades concretas de cada uno, teniéndolas en cuenta pero desbordándolas. Es el orden de una auto-organización del conjunto como algo más que la suma de los individuos o elementos que lo componen y, sin embargo, sin tratarse de un "conjunto" que contiene partes. Por eso se tiene la sensación de haber estado "entregado" a un dinamismo fascinante que ha generado muchas sorpresas para todos y cada uno. Se trata de un Caosmos, ni Caos (desorden) ni Kosmos (orden inexorable).

El problema que entraña este tipo de ordenamiento es bastante complejo. Si no es caótica arbitrariedad ni un mecanismo determinado, ¿cuál es la "ley" de ese movimiento? No existe, hasta ahora, una noción de "ley" que pueda servir aquí. La ley implica, desde el comienzo de la modernidad, una relación fija y absoluta entre causa y efecto, estímulo y respuesta, imput y output. Pero este orden caosmótico en el que estamos pensando aquí posee una norma que va transformándose continuamente. Su "ley" surge a cada paso y circula entre las relaciones. Se diría: es una norma o ley que está incesantemente naciendo desde ella misma en otras figuras de sí, en otras formas de expresión, pero sin llegar a consumarse nunca en un orden esclerotizado y fijo. ¿Qué ley inspira a un grupo de jazz que improvisa? Es una norma naciente, in status nascendi. Pues bien, ese es el orden de la naturaleza como physis. Hoy la física emplea esta idea filosófica sin saberlo. Lo emplea la física cuántica. Y un día en España, el 15 M de un año del que no quiero acordarme, aconteció un orden de ese tipo: una reunión de personas que no están dispuestas a someterse a una ley inexorable y que, sin embargo, no se diluyen en el puro caos de lo arbitrario. Un 15 M que se auto-rganizaba en virtud de una oscura ley que nacía constantemente en los intersticios y que en la actualidad ha desaparecido por completo, siendo absorbido por leyes rígidas de la ideología.

Le invito a contemplar este vídeo (Cortesía de Jaime Lamas). Es breve, no se preocupe. Sugiere que la naturaleza posee un orden caosmótico