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Cuaderno de Bitácora
Reflexiones sobre nuestro tiempo
Vivimos una época de cambios agitados. Un lánguido declinar se cierne sobre todo lo que conocemos y el advenir se torna inquietante. Pero el lenguaje nos salva de un naufragio. Nos concentra para irradiar, al tiempo que logra extraernos excéntricamente de nosotros mismos. Pensar el ocaso de nuestro mundo requiere este ocaso personal en favor de la palabra y de las luces de aurora que ella quisiera congregar.
 

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El falso "pensamiento crítico": "judicialización de la vida"
08 / 03 / 2020


No sé si tengo una impresión exagerada, pero estoy convencido de que, con las armas de la reivindicación (que son absolutamente necesarias) se está infiltrando, al mismo tiempo, un espíritu resentido al que se podría denominar "judicialización de la vida". Describiría el fenómeno como una perversión teologizante del "juicio crítico". Este último hace frente a la injusticia o a la incorrección de algo. La judicialización hace algo más. Añade un pathos de análisis exacerbado, un pathos de inspección de todo lo que ocurre o ha ocurrido en una vida, es decir, añade la necesidad de indagar en todos los recovecos de un alma (de esa que, tal vez, ha cometido algo incorrecto o injusto) para juzgarla en toda su amplitud y profundidad. Esta actitud no se siente satisfecha luchando contra la injusticia. Quiere más. Quiere tomar algo injusto o criticable como "síntoma" de la corrupción de un alma. Actos criticables se convierten en signos de la corruptio cordis, de la corrupción del corazón.

Convirtiendo a un acto reprobable en un "síntoma" -o en un "signo"- de la corruptio cordis, añade al "juicio crítico" una "inspección moral integral". No toma al acto por sí mismo. Lo toma como un índice de otra cosa, una vida, que debe ser respetada como algo tan sagrado que pide ser protegida si fuese necesario por la persona misma que realiza un "juicio crítico".

Este espíritu de judicialización conduce a un "poder pastoral", el poder del pastor que conoce a todas las ovejas que pastorea y las llama o las amonesta dirigiéndose a la "singularidad" integral de cada una. Este poder pastoral, muy ligado a ciertas épocas de la Iglesia, se renueva hoy a través de una religión civil que pide cuentas a cada vida humana, a ella entera, para que, a propósito de algún acto criticable, confiese y se exponga (esta vida) de par en par ante los ojos de todos. El poder pastoral busca la confesión de una vida para que esa vida sea expuesta a la vista de todos y, así, apercibida y recriminada "en cuanto tal" y "en sí misma". Es esencialista. Busca, no los pecados mismos, sino el acto de confesión del pecador, porque este acto de confesión es el de un alma descarriada. Persigue, no la corrección de una conducta, sino la conversión de un alma.

Hay un paso, entonces, del juicio crítico a la judicialización de la vida. Un paso enorme. Y cada uno debe ser analizado según su propia modalidad. El juicio crítico está interesado en la "generalidad de un acto", es decir, por aquello que convierte a un acto en caso de una regla general más amplia bajo la cual caen muchos otros casos y de otros seres humanos. Busca el juicio la "universalidad que hay en lo singular". La "judicialización de una vida" procede de modo inverso: busca lo "singular de un error universal". Parte de algo reprochable universalmente y desciende al alma singular para juzgarla a ella.

Tal y como en el conocido escrito de Kafka (Ante la ley), en el cual aparece una Ley destinada para cada uno, la judicialización persigue poner una Ley ante cada reo, para él en particular.

El espíritu crítico va, ante todo, a las estructuras que fundamentan lo criticado. La judicialización no va a las estructuras. Va al ser humano concreto, que suple a tales estructuras y es tomado por fundamento completo del "síntoma". El espíritu crítico se mueve en lo político, en lo sociológico y en lo filosófico. La judicialización se mueve en el nexo entre lo psicológico, lo judicial y la moralina.