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TEMA 11: ALTERACIÓN EN
AMBIENTES CONTAMINADOS
Aceleración del deterioro
de obras monumentales en ambientes contaminados
Las modificaciones del medio
ambiente atmosférico introducidas en los últimos decenios por la
actividad humana, esencialmente debidas a la combustión de carburantes
naturales, es una de las razones del rápido deterioro observado en el
patrimonio monumental de los países industrializados. En numerosos
monumentos de estos países han sido observados fuertes deterioros de los
materiales pétreos desde principios de siglo, lo cual es indicativo de
que el grado de alteración se ha incrementado exponencialmente (Figuras
1 y 2).

Figura 1.- Deterioro
acelerado en ambientes contaminados. Escultura de arenisca del Castillo
de Herten, Recklinghausen, localizado en la cuenca del Rhin (Alemania) y
construido en 1702. Aspecto del motivo en 1908, mostrando deterioro
moderado, y en 1969, prácticamente destruido. (de Winkler, 1973, Fig.
72).

Figura 2.- Estimación
visual de la tasa de deterioro de la escultura de la Figura 1 (de
Winkler, 1973, Fig. 72c).
Aunque existen explicaciones
teóricas para justificar este aumento tan drástico de los procesos de
alteración, todavía no existen modelizaciones cuantitativas que permitan
prever el comportamiento real de los materiales. En cualquier caso, es
reconocido que los materiales más susceptibles a alterarse por la acción
de los agentes contaminantes son los carbonatados (calizas, mármoles,
morteros de cal, ...). Estos materiales están constituidos por minerales
carbonatados (calcita y/o dolomita), cuya solubilidad aumenta
fuertemente en soluciones ácidas. Esto permite explicar el rápido
deterioro de los carbonatos por reacción con ácidos de C, S y N
dispersos en la atmósfera en forma de aerosoles, cuyo efecto sobre estos
materiales no implica exclusivamente su disolución en soluciones
acuosas, sino que también inducen el crecimiento de sales solubles. Los
materiales silicatados soportan mejor los efectos químicos de la
contaminación, aunque bajo condiciones de elevada acidez del medio
pueden formarse costras silíceas poco solubles, y en cualquier caso
pueden verse afectados indirectamente por la formación de sales solubles
procedentes de materiales carbonatados, ya sea por transporte en
disoluciones acuosas presentes en los sistemas porosos o por transporte
a través del aire en forma de aerosoles.
Sin embargo, existe otro tipo
de deterioro que afecta a todo tipo de material localizado en áreas
urbanas e industrializadas, no relacionado con procesos de disolución
sino con la deposición de materia en suspensión sobre las superficies
pétreas expuestas a la atmósfera. La formación de estas costras negras
supone un indudable deterioro estético, con ennegrecimiento generalizado
de las fachadas, detalles ornamentales, superficies policromadas, etc.,
que por sí solos justificarían su limpieza. No obstante, estas costras
disparan procesos de deterioro adicionales de carácter químico y
mecánico, por lo que es totalmente ilusorio pensar que la formación de
estas costras es beneficiosa para los materiales al protegerlas de
ataque ulteriores.
Controles ambientales de la
contaminación
La cantidad y calidad de los
agentes contaminantes en una zona determinada depende tanto de las
fuentes de emisión como de sus características topográficas,
meteorológicas y microclimáticas. De hecho, estas características
controlan la dispersión y transporte de los agentes contaminantes, lo
cual es de gran importancia para favorecer o no los procesos de
deterioro inducidos por los mismos.
Es fácil entender que las
características del viento (dirección y grado de turbulencia)
condicionan el grado de contaminación ya que el viento implica un
transporte horizontal del aire, y por lo tanto de los agentes
contaminantes. Si las fuentes de emisión son externas a la zona
considerada, la dirección de viento condicionará que los agentes
contaminantes sean o no transportados fuera de la misma. Si las fuentes
de emisión son internas (e.g., calefacciones domésticas, coches,...) el
viento permitirá, por lo general, el transporte de los agentes
contaminantes fuera de la misma.
Otro control muy importante es
la distribución de la temperatura atmosférica en la vertical, ya que
condiciona el movimiento del aire en esta dirección. En general, la
temperatura disminuye con la altura (Figura 3). Para gradientes de más
de 1ºC/100 m, se favorece el movimiento ascendente del aire, y por lo
tanto la dispersión de los contaminantes desde las zonas cercanas al
suelo. Si, por el contrario, la temperatura del aire permanece constante
(isotermia), o aumenta con la altura (inversión térmica), el movimiento
ascendente del aire no es posible, manteniendo los contaminantes en las
zonas inferiores de la atmósfera. Ejemplos clásicos del efecto de las
condiciones climáticas y topográficas particulares son Venecia y la
Acrópolis de Atenas (Figura 4). Variaciones del gradiente de temperatura
del aire con la altura se verifican a escala diurna, lo cual supone
variaciones diarias en la concentración de los contaminantes. Durante la
mañana y al anochecer, la temperatura del aire cercano al suelo cambia
más rápidamente que la del aire de capas más altas, permitiendo
inversiones térmicas que impiden su movimiento ascendente (Figura 5).

Figura 3.- Variación de la
temperatura del aire en función de la altura, con formación de un
estrato de inversión térmica. (de Lazzarini y Tabasso, 1986, Fig. 34).

Figura 4.- Representación
esquemática de las condiciones geo-climáticas que favorecen la
acumulación de los contaminantes atmosféricos en Venecia y Atenas, en
una noche invernal. (de Lazzarini y Tabasso, 1986, Fig. 35).

Figura 5.- Variación de la
concentración de SO2 en la atmósfera durante un día completo
(media de 20 días), medida en la Columna Antonina de Roma por el I.C.R.
(de Lazzarini y Tabasso, 1986, Fig. 36).
Estas consideraciones son
importantes dado que los criterios de restauración y conservación son
aplicables no sólo a los materiales, sino también al medio ambiente.
Hasta ahora las intervenciones se han efectuado, sobre todo, sobre los
materiales. Pero dado que no existe un material de restauración
milagroso que evite ulteriores daños, es fundamental planificar el
territorio para permitir mejorar la calidad de los ambientes a los que
están sometidos los materiales (así como los seres vivos). Dada la
importancia que actualmente han adquirido los criterios de conservación
del medio ambiente y planificación del territorio, es necesario incluir
en estos planes una visión relacionada con la conservación del
patrimonio artístico y monumental (e.g., localización de áreas
industrializadas, protección del tráfico de ciertas áreas, creación de
microclimas en monumentos expuestos de especial interés, etc.). Hay que
tener en cuenta que los niveles permisibles para la salud humana no
tienen porque coincidir con los aplicables a los materiales, que cuando
menos, deberían "sufrir" una atmósfera de tipo rural.
Procesos de deterioro en
ambientes contaminados
Ataque acido
El ataque ácido sobre los
materiales pétreos proviene de la presencia en cantidades importantes de
gases (generalmente óxidos) contaminantes en la atmósfera. Estos gases
se oxidan, reaccionan con el agua atmosférica y se forman ácidos que se
encuentran dispersos en forma de aerosoles. Estos aerosoles son la causa
del ataque ácido.
Los ácidos más importantes a
considerar en relación con el deterioro de los materiales pétreos son el
ácido carbónico (H2CO3), formado cuando el CO2
atmosférico se disuelve en agua, el ácido sulfuroso (H2SO3),
formado cuando el SO2 se disuelve en agua, el ácido sulfúrico
(H2SO4), formado por oxidación del ácido sulfuroso
y de SO2, y el ácido nítrico (HNO3), formado por
oxidación de óxidos de nitrógeno como NO y NO2. Como veremos
a continuación, aún en el caso de existir elevadas concentraciones de
gases en la atmósfera, la producción de ácidos en cantidades
significativas depende de la presencia de oxidantes y catalizadores
efectivos. De hecho, la importancia del ácido nítrico en los procesos de
alteración de monumentos no está clara, ya que no existe una relación
clara entre las sales de nitrato encontrados en los materiales y los
niveles de concentración de óxidos de N en el ambiente. Al menos en
parte, esto puede deberse a la existencia o no de catalizadores
apropiados.
Otros compuestos polucionantes
que pueden adquirir importancia local son los ácidos clorhídrico,
fluorhídrico y amónico, presentes en áreas con actividad industrial
particular.
Estos compuestos agresivos son
los que actualmente se consideran como más importantes a la hora de
interpretar los mecanismos de alteración de los materiales pétreos.
Evidentemente quedan otros (metales pesados, hidrocarburos, óxidos de
Fe...), cuyo efecto aplica más a la formación de costras negras o es
esencialmente catalítico en las reacciones de formación de ácidos.
Dióxido de carbono
El dióxido de carbono se
encuentra de forma natural en las capas inferiores de la atmósfera en
una concentración media de 0.033-0.034 % en volumen. En los últimos
decenios el aumento del CO2 en la atmósfera de áreas urbanas
ha sido importante (Figura 6), debido a dos causas principales: el ciclo
biosférico, como parte de la desintegración orgánica, y la actividad
industrial. Esta última causa es la más importante, ya que la combustión
del carbón, petróleo y derivados y gas natural para obtener energía
libera grandes cantidades de CO2. Entre las distintas fuentes
de CO2 industrial, puede destacarse la combustión de gasolina
por los coches, que llega a generar el 60 % del total del CO2
emitido de origen industrial (Figura 7).

Figura 6.- Incremento
mundial de CO2 debido a la combustión de carburantes fósiles
(de Winkler, 1973, Fig. 75).
La combustión de la gasolina
produce grandes cantidades de CO2 y NO y NO2 si la
combustión es buena, esto es, si la relación aire/gasolina es alta. Si,
por el contrario, la combustión no es buena y por lo tanto completa,
pueden liberarse cantidades apreciables de CO (monóxido de carbono) y de
hidrocarburos no descompuestos (Figura 7). En este último caso, común en
ciudades con alto índice de tráfico, la actividad fotoquímica del sol
produce la llamada niebla fotoquímica, que consiste en que los
hidrocarburos se oxidan, generando óxidos de C y N, y éstos últimos a su
vez en ácido carbónico y el altamente corrosivo ácido nítrico.

Figura 7.- Cantidades de
CO, CO2 y óxidos de N emitidos por la combustión de gasolina (de
Winkler, 1973, Fig. 76).
Monóxido de Carbono
La combustión incompleta de
carburantes fósiles produce importantes cantidades de monóxido de
carbono (CO) anualmente (Figura 7). Es un gas muy tóxico para la vida
animal, aunque su acción no es directamente corrosiva sobre el material
pétreo. Sin embargo, sirve de catalizador en la oxidación de SO2
a SO3, que sí es nocivo dada su tendencia a oxidarse y formar
ácido sulfúrico.
Compuestos de Azufre
La combustión de carburantes
naturales, especialmente el carbón, y procesos industriales como el
tratamiento de minerales de Fe y Cu como pirita, calcopirita, etc.,
liberan a la atmósfera grandes cantidades de azufre en forma de
anhídrido sulfuroso (SO2). En la atmósfera, el SO2
tiende a oxidarse mediante diversos mecanismos, como reacción en fase
gaseosa o líquida, acción catalítica del CO o vapor de agua atmosférico,
o mediante la acción fotolítica de la radiación solar. El SO3
por su parte permanece escaso tiempo como tal, debido a su alta
higroscopicidad, reaccionando con el agua y transformándose en el ácido
sulfúrico (H2SO4), que puede mantenerse en
suspensión en la atmósfera bajo la forma de aerosol como gotas de
solución acuosa más o menos concentrada.
Es fácil entender que la
producción de ácido sulfúrico a partir de SO3 se ve
extremadamente condicionada por la humedad del aire. Así por ejemplo, la
quema de una tonelada de carbón con 1.5 % de azufre (común en los países
industrializados como medida de consumo por persona y año) libera 0.6 kg
de ácido sulfúrico concentrado en condiciones atmosféricas de 50 % de
humedad relativa; este valor aumenta hasta 4.5 kg bajo humedades
relativas del 98 %, y aún más bajo en condiciones de niebla (100 % de
humedad relativa) (Figura 8). El efecto nocivo de este ácido, tanto para
la vida en general como para los materiales, es conocido como "lluvia
ácida".

Figura 8.- Conversión de SO2
en ácido sulfúrico en la atmósfera bajo distintas condiciones de humedad
relativa (de Winkler, 1973, Fig. 77).
La oxidación del SO2
se realiza mediante diversas y complejas reacciones químicas. Las más
importantes cuantitativamente se producen en fase líquida en solución o
en finas películas acuosas (e.g., agua adherida a superficies),
generando finalmente ácido sulfúrico:
SO2 + H2O = H2SO3
H2SO3 + 1/2O2 =
H2SO4
SO2 + 1/2O2 = SO3
SO3 + H2O = H2SO4
SO2 + H2O2 = H2SO4
SO2 + O3 + H2O
= H2SO4 + O2
SO2 + 1/2O2
+ H2O = H2SO4 (Fe+3, Mn+2,
C como cataliz)
SO2 + NO2
+ H2O = H2SO4 + NO2 (con
cataliz)
La oxidación directa del SO2
por el oxígeno atmosférico es muy lenta, aunque la presencia de
catalizadores como Fe+3 o Mn+2 puede acelerarla,
especialmente en presencia de agua. Además, puede observarse como
algunas reacciones involucran al ozono y peróxido de hidrógeno (agua
oxigenada). Estos compuestos son especialmente importantes en la
generación de ácidos, aunque su pequeña concentración en la atmósfera
(en torno a las partes por billón) excluye que tengan un papel
predominante. En ambientes con importantes concentraciones de óxidos de
N, la última de las reacciones puede ser significativa.
Existen sin embargo en la
atmósfera agentes neutralizantes como amoniaco (procedente de procesos
naturales de fermentación y ciertas operaciones industriales) y polvo en
suspensión (e.g. carbonatos alcalinotérreos). En estas condiciones se
forman sulfatos de amonio ((NH)2SO4) y cálcico
(CaSO4, CaSO4·2H2O) que permanecen como
aerosoles de tipo sólido, lo cual disminuye la acidez del medio, incluso
hasta hacerla neutra, según las distintas emisiones a la atmósfera. Así,
se ha detectado que en las ciudades polucionadas, la acidez del ambiente
presenta un ciclo estacional, siendo ácida en invierno y tendiendo a la
neutralidad en verano. Este ciclo puede explicarse por la mayor
combustión de carbón en invierno (calefacciones), con el consiguiente
aumento del azufre emitido, y la disminución de la actividad biológica a
temperaturas más bajas, que reduce la emisión de amoniaco durante la
estación fría.
El ataque del ácido sulfúrico
a los materiales pétreos de tipo carbonatado (calizas, mármoles)
comprende su disolución y la formación de sulfatos y/o sulfitos de Ca y
Mg hidratados o no, que por otra parte pueden ser muy solubles en agua.
Este proceso sintetiza el grave daño que la lluvia ácida produce a los
materiales pétreos carbonatados. El ataque a los materiales silicatados
no está muy claro, pero parece ser que realza el proceso de
caolinitización (mineral de la arcilla) de los feldespatos.
Una parte del azufre
atmosférico se encuentra en el estado gaseoso bajo la forma de ácido
sulfhídrico (H2S). Se sabe poco del papel de este ácido,
tanto sobre sus posibles procesos de oxidación como de sus variaciones
de concentraciones; puede olerse en las cercanías de aguas salmueras
contaminadas y con déficit de oxígeno, y se sospecha que puede
convertirse en ácido sulfúrico y sulfatos.
En resumen, el azufre
atmosférico se encuentra repartido entre componentes gaseosos (SO2,
H2S), líquidos (SO4H2) y sólidos
(sulfatos de Ca y amoniaco), sin contar con la posible presencia de
combinaciones de azufre orgánico o azufre y nitrógeno.
Cloruros
El cloro es un componente
importante de la atmósfera. Sus fuentes son naturales (mares, lagos
salados) e industriales. En general, los efectos más importantes se
observan en las zonas cercanas a las costas, donde se suelen encontrar
como productos de alteración de materiales pétreos diferentes cloruros,
entre los que destaca el cloruro sódico (halita). El cloro puede
convertirse en ácido clorhídrico (HCl), altamente corrosivo sobre
materiales carbonatados y metales.
Compuestos de Nitrógeno
Aunque la mayor parte de las
sales de nitrógeno encontradas en los materiales pétreos parecen
proceder de un origen orgánico directo o por ascenso capilar de aguas
subterráneas con importante componente orgánico, no debe excluirse una
posible influencia del nitrógeno atmosférico.
El nitrógeno, generalmente
como NO2, se encuentra en la atmósfera uniformemente
distribuido, en torno a 2-4 microgramos por metro cúbico de aire, si
bien en zona industriales y urbanas alcanza valores mucho más altos
(e.g. más de 400 microgramos por metro cúbico en Los Ángeles). Como se
ha indicado más arriba, una de sus fuentes principales es la combustión
de gasolina por los automóviles (Figura 7). Los óxidos de nitrógeno
pueden convertirse a ácido nítrico (H2NO3),
presente como aerosol, a través de la acción fotolítica del sol,
constituyendo un ácido fuertemente corrosivo para los materiales
pétreos.
La costra negra
Es evidente que cualquier
superficie expuesta al medio ambiente es susceptible de ser afectada por
recubrimientos de las partículas sólidas adherentes presentes en
suspensión en el aire. Las superficies toman entonces tonos y
coloraciones distintas de las originales, que en general sufrirán un
oscurecimiento.
La ubicación de estos
depósitos son lugares generalmente protegidos de la acción erosiva del
agua de lluvia, aunque pueden también encontrarse en superficies
expuestas a la escorrentía del agua. La causa de esta distribución
aleatoria no es conocida, pero se supone que en parte puede deberse a la
resistencia y fuerte adhesión al sustrato que algunas costras
desarrollan, así como las características de "rugosidad" del material,
lo cual les permite crecer incluso en contra de los agentes erosivos.
Los depósitos y costras pueden
presentar grosor, grado de adherencia y morfología muy variadas. En el
caso de las costras propiamente dichas, esto es, de depósitos
homogéneos, endurecidos, compactos y poco porosos, los grosores oscilan
entre 0.5 y 2-3 mm, aunque en algunos casos puede llegar a más de 1 cm.
La adherencia al sustrato es alta y su morfología es de superficies
homogéneas más o menos lisas, que cubren uniformemente al material
respetando los relieves, superficies rugosas botroidales, acordonadas y,
a veces, dendríticas.
La presencia de costras puede
asociarse casi sistemáticamente con procesos de deterioro del material
pétreo, especialmente con exfoliaciones y desconchamientos, pérdidas de
cohesión y presencia de sales (especialmente yeso). Con el tiempo las
costras adquieren más dureza, lo cual incrementa las diferencias
fisicoquímicas entre la misma y el material pétreo, por lo que los
procesos de deterioro aumentan. Por ejemplo, las diferencias de
comportamiento térmico son muy acusadas, por lo que l costra tiende a
fracturarse y desconcharse, lo cual se acompaña de disgregación y
perdida de material pétreo.
Las costras están compuestas
por sustancias muy variadas, aunque en su mayor parte son compuestos
de carbono (hidrocarburos) producidos por la combustión de
carburantes sólidos y a los cuales debe su coloración negra. También se
encuentran sistemáticamente cristales de yeso con morfología y
tamaño variados, aunque en las costras bien desarrolladas son de tamaños
mayores tabulares, aciculares o con formas típicas macladas y en
agregados de tipo rosas del desierto. La presencia de estos cristales de
yeso da coherencia interna al material, permitiendo la sustentación de
las partículas de hidrocarburos. También se encuentran granos de
calcita secundarias (neoformadas) micro o criptocristalina,
óxidos y compuestos bituminosos de hierro, sales cloradas
como halita, granos de cuarzo y otros minerales de origen
generalmente eólico y esporas y polen. Generalmente aparecen también
oxalatos hidratados de Ca (weddellita, bihidrato, y más
comúnmente whewellita, monohidrato), derivados de la actividad
metabólica de líquenes y/o de la transformación de aceites o compuestos
orgánicos empleados en la antigüedad como protectores o enlucidos de las
superficies pétreas. En los casos en que la actividad de aves,
especialmente palomas, es importante, pueden encontrarse también
fosfatos hidratados de Ca y K. Además, existen cantidades variables
de distintos metales pesados (Pb, Mn, Zn, V, Cr, Ni, Cu,...) y
algunos compuestos orgánicos de origen dudoso, pero probablemente
relacionados con la actividad industrial. (Figura 8 y Tabla 1).
Generalmente las costras están
formadas por varias capas estratificadas (apreciables con microscopía
óptica en secciones transversales), lo que puede explicarse por acreción
de material en suspensión en la atmósfera. La costra no suele adherirse
directamente sobre el sustrato rocoso, sino sobre una película de yeso y
calcita microcristalina secundaria que corroe al material a lo largo de
fracturas y de poros. No es raro encontrar en estas estratigrafías
restos mejor o peor conservados de películas pictóricas, enlucidos o de
tratamientos antiguos o modernos de protección, pátinas de oxalatos,
etc, que deben ser protegidas durante la limpieza del objeto. La
estructura de esta capa de puede ser compleja, presentando
estratificaciones con morfologías cristalinas variadas (al menos dos,
una criptocristalina y otra micocristalina). El grosor de las capas de
yeso puede ser muy elevado (varios mm), lo cual acelera el proceso de
deterioro al ser acompañada de importante disgregación del material.
Además, la eventual pérdida de esta capa por disoluciones ocasionales
permite el desconchamiento de la costra, llevándose consigo material y
acelerando el proceso al reiniciarse el mismo.
Aunque se conoce relativamente
bien la composición y la fuente de los materiales que forman las costras
negras, el mecanismo de formación no está muy claro. Parece sin embargo
muy probable que su desarrollo tenga mucha relación con su alto
contenido en yeso. El yeso de las costras negras puede formarse
directamente por ataque ácido sobre el material pétreo, particularmente
si éste es carbonatado (CaCO3 + H2SO4 +
H20 = CaSO4 2H2O + CO2),
puede depositarse sobre las superficies a partir de aerosoles (de hecho
se encuentra en las costras negras formadas sobre superficies de rocas
silicatadas), y también puede producirse por la acción de sulfobacterias
y tiobacterias. En cualquier caso, la costra actúa como reservorio de
yeso, cuya presencia acelera la alteración del material pétreo al
ejercer de material consolidante de las partículas que se
adhieren y favorecer el desarrollo de la costra, por lo que es necesario
eliminarla.
Pueden distinguirse dos formas
contrastadas de formación de costras negras:
Deposición húmeda:
1)
Aire húmedo, cálido y contaminado se
pone en contacto con la superficie pétrea, más fría, condensándose el
agua en la superficie.
2)
La película de agua adherida a la
superficie favorece la captura de partículas higroscópicas sólidas
dispersas en el aire. Esta captura depende, por tanto, de la diferencia
de temperatura entre el muro y el aire.
3)
La película de agua reacciona con el
SO2 o SO3 atmosféricos en presencia de los
oportunos catalizadores adheridos a la superficie y se produce una
solución de ácido sulfúrico en contacto con la piedra.
4)
La solución ácida reacciona con la
piedra y se forma una solución salina sulfatada.
5)
Se evapora la solución salina y
precipita yeso.
6)
La cristalización de yeso consolida
las partículas sólidas adheridas, cuyo movimiento se bloquea, y se forma
una fina costra endurecida.
7)
Nuevo acceso de aire húmedo y
contaminado en contacto con la piedra y el ciclo comienza de nuevo.
Deposición seca:
1)
Adhesión de partículas dispersas en
la atmósfera a la superficie pétrea por atracción electrostática entre
cargas no compensadas en las superficies de ambas sustancias.
2)
Los enlaces electrostáticos, aun
siendo débiles, dan cohesión a la costra.
Mientras las costras formadas
por deposición seca crecen en zonas protegidas de la erosión, aquellas
formadas por deposición húmeda pueden crecer incluso en zonas sometidas
a erosión por escorrentía de agua. Su distribución en las superficies de
los edificios es, por tanto, relativamente aleatoria, dependiendo de la
conductividad térmica, porosidad, grado de saturación en agua, etc. de
los materiales pétreos expuestos. Por ejemplo, algunas partes del
edificio pueden conducir más la temperatura que otras, por lo que
durante la noche se enfriarán más y más rápidamente, desarrollándose
sobre ellas las costras a pesar de estar expuestas a la acción de lavado
del agua.
Para prevenir el desarrollo de
costras negras endurecidas debe intervenirse sobre el medio ambiente, ya
sea evitando el enfriamiento de las superficies expuestas (efecto
parabrisas) ya sea eliminando los niveles de contaminación de los
centros históricos.

Vista de la fachada de la catedral de La Habana,
con costras negras en la parte interior de las columnas, los capiteles y las cornisas
(2011). Cortesía de Ivette Ravelo (Instituto de Ciencia y Tecnología de
Materiales, Universidad de La Habana).

Costra negra en la catedral de La Habana con
abundante yeso (2011). Cortesía de Ivette Ravelo (Instituto de Ciencia y Tecnología de
Materiales, Universidad de La Habana).

El material pétreo de la catedral de La Habana es
una caliza coralina de la Formación Jaimanitas, del Pleiostoceno, que
aflora en terrazas marinas. Es una caliza muy porosa, con abundantes
macroporos como se aprecia en la fotografía, si bien es muy resistente
mecánicamente. Cortesía de Ivette Ravelo (Instituto de Ciencia y Tecnología de
Materiales, Universidad de La Habana).
Vea:
I. Ravelo, L. Moreira, M. Arronte, L. Ponce (2011). Estudio de las
costras negras presentes en la fachada de la catedral de La Habana
mediante Espectroscopía de Plasma Inducido por Láser (LIBS). Revista
Cubana de Física 28(2), 92-95
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