Antonio García Casco

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Restauración de Materiales Pétreos

Fallos Estructurales

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Prácticas

San Salvador, Albaycín, Granada

[Proyecto de Restauración San Salvador, 1991]

[Informe de Restauración San Salvador, 1994]

Patio de la Capilla, Hospital Real, Granada

 [Patio de la Capilla 1: Estado de Conservación y Propuesta de Restauración, 1994]

[Patio de la Capilla 2: Restauración 1997]

[Patio de la Capilla 3: Informe comparativo columnas intervenidas y no intervenidas, 1998]

Otros

[Mihrab, Almería, 1999]

[Puerta de las Granadas, Granada, 1999]


 

TEMA 8: FALLOS EN LA ESTRUCTURA

Sistemas de fuerzas y esfuerzos

Una fuerza puede definirse como todo aquello que causa una modificación el estado de quietud o movimiento de un cuerpo. Los cuerpos en la superficie terrestre están sujetos a la gravitación terrestre que, junto con la masa del cuerpo, determina su peso. Por tanto, en ausencia de otras fuerzas, un cuerpo está sujeto a la fuerza de su  propio peso, llamada peso-fuerza.

Cuando un cuerpo se superpone a otro, le transfiere su peso. Así, mientras el cuerpo suprayacente está sujeto a su propio peso, los cuerpos infrayacentes reciben la suma de todos los pesos-fuerza de los cuerpos superiores.

Si un cuerpo descansa sobre un área relativamente pequeña del cuerpo subyacente, la carga se denomina concentrada. En caso contrario, si el área es relativamente amplia, la carga se denomina repartida.

Cada cuerpo reacciona a la fuerza transferida por el cuerpo suprayacente con una fuerza de reacción igual y de sentido contrario, que resulta de la resistencia mecánica del cuerpo que sufre el peso. Si esta fuerza no existiese, sería imposible que un apilamiento de cuerpos fuese estable estructuralmente.

El peso de un cuerpo es representado por un vector aplicado a su baricentro, que como todos los vectores se caracteriza por un módulo, una dirección y un sentido. Los vectores se representan por flechas orientadas en el espacio. El módulo es la magnitud del vector, y viene definido por la longitud de la flecha. La dirección es la orientación del vector en el espacio, y viene definida por la ecuación de la recta directora a lo largo de la cual se aplica el vector, esto es, en la que está contenida la flecha. El sentido es la orientación del vector dentro de la recta directora en la que está contenida. Cuando un vector se localiza en un punto determinado, o punto de aplicación, se dice que es un vector aplicado, y la recta sobre la que yace (dirección) es la recta de aplicación. En ausencia de punto de aplicación, la dirección del vector puede ser cualquiera de las infinitas rectas paralelas a la flecha.

Un vector puede expresarse como la resultante de la suma de dos o más vectores, teniendo en cuenta que la suma de vectores incluye no solo sus módulos sino también las direcciones y los sentidos. En el caso más simple, i.e., cuando los vectores no son aplicados o tienen el mismo punto de aplicación, la resultante (R) también tiene el mismo punto de aplicación. Geométricamente, esto se ilustra en la Figura 1 para la suma de dos vectores (f1 y f2), donde puede apreciarse que el resultado final no depende del orden en que se sumen los vectores.

 

Figura 1.- Resultante (R) de dos vectores.

 

Cuando los vectores son aplicados y no tienen el mismo punto de aplicación, la suma de vectores implica conocer un punto de aplicación nuevo para la resultante. Este es el caso que aplica a los pesos-fuerza de cuerpos superpuestos. Supongamos dos cuerpos prismáticos de materiales homogéneos superpuestos (e.g., sillares) como los de la Figura 2. Dado que las fuerzas que actúan sobre ellos son exclusivamente las debidas a sus pesos (f1 y f2), éstas tienen la misma dirección y sentido, aunque tienen puntos de aplicación distintos que se localizan en los respectivos centros de gravedad de los prismas. Esta situación es por tanto bidimensional, ya que ambas fuerzas (i.e., vectores) se localizan en un mismo plano, correspondiente a la sección de los cuerpos prismáticos, lo cual hace el análisis más sencillo que en el caso tridimensional.

 

Figura 2.- Resultante de dos esfuerzos verticales (pesos) con puntos de aplicación distintos.

 

Puesto que los dos vectores de pesos-fuerza tienen la misma dirección y el mismo sentido, la resultante (R) tendrá la misma dirección y el mismo sentido que ellos, y su módulo será la suma algebraica de los módulos de los dos vectores de peso-fuerza. El punto de aplicación de la fuerza resultante está contenido en la recta que une los orígenes de ambos pesos-fuerza, y su localización puede determinarse geométricamente de la siguiente manera. Se unen los dos los vectores de pesos-fuerza secuencialmente, haciendo coincidir la flecha del primero con el origen del segundo (el vector que resulta de unir el origen del primero con la flecha del segundo es el vector resultante de la suma de ambos). Se toma a continuación un punto P cualquiera, con el que se unen los orígenes y las flechas de los vectores, definiéndose así tres rectas (0-P, 1-P y 2-P en la Figura 2). A continuación, se traza una paralela a la primera recta (0-P) que pase por cualquier punto de la recta directora del primer vector. Por ese mismo punto se traza una paralela a la segunda recta (1-P). Por el punto de corte de esta última con la recta directora del segundo vector se traza una nueva paralela a la tercera recta (2-P). El punto de corte entre las paralelas a la primera (0-P) y última (2-P) rectas es el punto por donde pasa la resultante. El punto de aplicación se encuentra en la intersección entre la recta que uno los orígenes de ambos vectores y la recta directora de la resultante.

Cuando existen más de dos fuerzas con puntos de aplicación variados, el cálculo de la resultante y su punto de aplicación es similar al anterior. Esto se representa en la Figura 3 para cuatro vectores (f1, f2, f3 y f4). El módulo del vector resultante R no es la suma algebraica de los módulos de los vectores ya que sus direcciones no coinciden. Para calcular el punto de aplicación se recurre a obtener resultantes parciales (R1 y R2) mediante sumas de pares de vectores, que se suman a su vez de la misma manera hasta obtener la resultante final.

 

Figura 3.- Resultante de más de dos vectores de magnitud, dirección, sentido y puntos de aplicación diversos.

 

Elementos constructivos

 Muros

Los muros están constituidos por la yuxtaposición de elementos naturales (piedras) y/o artificiales (ladrillos, hormigones) con elevada resistencia mecánica. Cuando los elementos son discretos (piedras y ladrillos) están unidos generalmente por morteros que cumplen la función de unión entre los mismos. No obstante, cuando los elementos discretos son de grandes dimensiones, pueden colocarse en obra sin morteros de unión, i.e., a hueso, siempre y cuando presenten una buena calidad de labra. Esto es posible debido al elevado peso de los elementos, que se transfiere a lo largo de los muros y confiriendo estabilidad estructural a los mismos. No obstante, la construcción a hueso se realiza generalmente con la ayuda de anclajes entre los elementos constructivos, introduciendo piezas de metal, madera, piedra, etc. entre los mismos (a veces la función de anclaje la ejercen los encajes entre partes rehundidas y sobresalientes de los propios elementos constructivos).

Las características mecánicas de un muro son distintas de las de los elementos constructivos aislados (ladrillos o piedras), ya que estas características dependen del funcionamiento de las conexiones difusas en todo el cuerpo de la estructura. En los muros con morteros de unión, el comportamiento mecánico del muro depende esencialmente de las características mecánicas (resistencia y deformabilidad) del mortero, que generalmente representa el elemento con menor competencia (i.e., resistencia) mecánica. En los muros a hueso la transmisión de los esfuerzos se verifica a través de un número elevado, pero limitado, de puntos de contacto entre los elementos constructivos. Por esto, deviene importante el desarrollo de aplastamiento locales y la posibilidad de transmitir esfuerzos a través de planos inclinados respecto de las direcciones de los esfuerzos.

Las principales características mecánicas de los muros son:

·      Resistencia a la compresión alta

·      Resistencia a la tracción muy baja (prácticamente nula)

·      Resistencia al flujo modesta (aunque no desdeñable).

·      Rigidez elevada (poca deformabilidad bajo carga).

De estas características dependen los esquemas estáticos de las construcciones con muros, cuya concepción se basa esencialmente sobre dos prestaciones técnicas fundamentales:

·      Posibilidad de soportar cargas verticales de compresión elevadas (paredes, pilastras, columnas,...).

·      Imposibilidad de realizar cubrimientos horizontales resistentes a la flexo-tracción (placas, vigas,...).

Por lo que se refiere al segundo punto, las soluciones técnicas implican la utilización de otros materiales resistentes a la flexo-tracción (e.g., maderas) o la construcción de arcos y bóvedas, típico de las estructuras murales.

 Arcos y bóvedas

Arcos

El esquema más sencillo de un arco es el constituido por dos vigas (supuestas sin peso) apoyadas mútuamente (Figura 4). En este esquema, puede apreciarse que el peso (P en la Figura 4) se descompone en dos vectores oblicuos (R) que deben contrarrestarse por la reacción de la base. Esta reacción tiene en cada base una componente vertical de sentido opuesto al peso P y cuyo valor es la mitad del mismo (P/2), y una componente horizontal (S), necesaria para mantener el equilibrio. Por tanto, la estructura de un arco simple como el de la Figura 4, o de uno complejo, puede mantenerse estable bajo el efecto compresivo de cargas verticales siempre que se aseguren los correspondientes componentes de reacción horizontales (spinta). Estos componentes pueden ser, por ejemplo, el propio muro de carga donde se enmarca el arco aislado, u otros arcos adyacentes como en las estructuras porticadas. Clásicamente, los contrafuertes han ejercido esta función de contrarrestar los esfuerzos horizontales creados por arcos y bóvedas. Otros sistemas de estabilización de los arcos son de entibe, ya sea con tirantes metálicos o con soluciones más complejas y estéticamente más bellas como sistemas de arquería múltiple. Este es el caso de la doble arquería de la mezquita de Córdoba, donde el arco de herradura inferior ejerce de entibe para sostener unos arcos superiores de medio punto demasiado altos.

 

Figura 4.- Esquema simplificado de un arco. Se suponen dos elementos sin peso apoyados mutuamente que soportan y reparten el peso suprayacente (P). El peso se transmite hacia cada lado en dos esfuerzos oblicuos paralelos a las reacciones (R) que deben constar de una reacción vertical (P/2) y una horizontal (S) para permitir la estabilidad del arco.

 

El mantenimiento estable de un arco bajo compresión depende de la forma del arco en relación con la distribución de las cargas (Figura 5), ya sea el arco de un centro (de medio punto, rebajado o escarzano, peraltado, de herradora), de dos centros (apuntado a todo punto, alancetado, apuntado de centros interiores, de herradura apuntada) o de tres o más centros (apainelado o carpanel de tres o cinco centros, apainelado apuntado o tudor, conopial, en gola, lobulado, mixitilíneo). En general, puede decirse que allí donde las cargas sean más intensas, los arcos necesitarán mayores curvaturas (de la línea del intradós). Así, los arcos carpaneles soportan bien distribuciones las cargas en las que los esfuerzos más intensos se localizan hacia el salmer, mientras que los arcos agudos soportan bien las distribuciones de cargas en las que los esfuerzos más intensos se concentran en la clave.

 

Figura 5.- Distribución de esfuerzos que pueden resistir arcos de medio punto (un centro), apuntado (dos centros) y carpanel (de tres centros).

 

Si la curvatura del arco está mal diseñada, nace una excentricidad de la fuerza de compresión y a la compresión misma se une una solicitación de flexión. Estas dos solicitaciones pueden producir esfuerzos de tracción. Se comprende así que un arco es una estructura óptima para soportar cargas repartidas de manera regular (i.e., el peso de una cubierta más el suyo propio), pero no es apropiado para soportar cargas concentradas en un punto cualquiera no anguloso, ni cargas repartidas de manera asimétrica.

Bóvedas

El comportamiento de las bóvedas, aunque más complicado debido a su aspecto tridimensional, se basa en los mismos principios que el de los arcos. Así, el comportamiento de la bóveda de cañón es idéntico al de los arcos ya que puede considerarse como una serie continua de arcos unidos, y en consecuencia la reacción vertical y horizontal viene distribuida a lo largo de todo el muro de apoyo (Figura 6). Dependiendo del tipo de sección de la bóveda de cañón, esto es, si es de sección circular o de un centro (i.e., de cañón s.s.), de sección apuntada o de dos centros (i.e., de cañón apuntado), condicionará el tipo de distribución de cargas que puede soportar.

La bóveda de crucería, resultante de la intersección de dos bóvedas de cañón, está formada por cuatro bovedillas, cada una de las cuales puede conceptualizarse como una serie de arcos continuos que descargan en la línea de compluvio (Figura 7). Si la bóveda es de planta cuadrada, las componentes horizontales generadas por cada bovedilla son idénticas, mientras que si la planta es rectangular existirán componentes horizontales mayores resultantes del peso de las bovedillas mayores.

 

Figura 6.- Reacciones horizontales y verticales en una bóveda de cañón, conceptualizada como una serie de arcos de medio punto.

Figura 7.- Distribución de esfuerzos en una bóveda de crucería apuntada, con indicación de las componentes verticales y horizontales debidas al peso de dos de las bovedillas, y de las reacciones correspondientes que garantizan la estabilidad de la bóveda.

 

En el caso de un perfecto diseño de la bóveda, las componentes horizontales de dos bovedillas adyacentes son ortogonales, y se resuelven en una única componente cuya dirección es paralela a la línea de compluvio y su sentido hacia el exterior de la bóveda. Por tanto, a lo largo de las líneas de compluvio se disponen nervios que funcionan como arcos, descargando en definitiva toda la carga (vertical y horizontal) sobre cuatro puntos que constituyen el vínculo de unión de todo el sistema. Al igual que para los arcos, la existencia de estas componentes horizontales en las bóvedas hace que, ante la ausencia de elementos que las contrarreste (e.g., otras bóvedas, muros de carga, contrafuertes...), deban instalarse oportunos sistemas para estabilizar las bóvedas, como tirantes metálicos.

Las cúpulas presentan un funcionamiento basado en el de los arcos y bóvedas, aunque en este caso los esfuerzos horizontales no se concentran, sino que se disponen a todo lo largo del tambor de la cúpula.

 

Figura 8.- Distribución radial de esfuerzos en la base de una cúpula.

 

 Contrafuertes

Para poder equilibrar la componente horizontal de la fuerza transmitida por arcos y bóvedas, y ante la ausencia elementos como tirantes la eliminen, no es suficiente que el apoyo esté constituido por un simple pilar, columna o muro verticales. Por contra, es necesario que el apoyo sea más amplio en su base, para garantizar que la resultante de la fuerza transmitida, oblicua a la vertical, se proyecte sobre la misma. En estos casos, el muro o pilar funciona como contrafuerte. Hay que tener en cuenta que, además de la reacción transmitida por el arco o bóveda, las partes inferiores de los apoyos también soportan el peso de las partes suprayacentes del apoyo (contrafuerte) mismo. El resultado de esta situación es que la base del contrafuerte soporta más carga, pero esta resultante del peso del contrafuerte y de la carga transmitida por el arco o bóveda presentará una dirección más próxima a la vertical que si estuviese formada exclusivamente por la componente transmitida por el arco o bóveda. Dado que la excentricidad de la carga genera solicitaciones de flexión, su disminución es beneficiosa para la estabilidad estructura, ya que los muros son capaces de resistir fuertes solicitaciones de compresión, pero no tanto de flexión. Por tanto, el contrafuerte será más efectivo cuanto más pesado sea. Por este mismo motivo, la existencia de pináculos es beneficioso para la estabilidad de la estructura, al producir una reducción aún mayor de la excentricidad de la carga transmitida por los arcos o bóvedas. Sobre estos principios se concebía la arquitectura de las catedrales góticas, basada sobre el sistema de arcos rampantes y pináculos con los que se transmitía a tierra el peso de las cubiertas.

 Aperturas en muros

La apertura de ventanas y puertas en los muros introduce un problema que presenta dos aspectos. En primer lugar, deben usarse elementos localizados por encima de la apertura que desvíen la carga del muro suprayacente hacia los lados de la propia apertura. Estos elementos son arcos, eventualmente cegado en la misma pared, y arquitrabes de materiales que puedan soportar por flexión la carga del muro sobre la luz de la apertura (vigas de piedra, madera). El segundo aspecto del problema es que, en ambos casos, se genera una situación de esfuerzos concentrados en los lados de la apertura, que pueden llegar a ser mayores del doble de la carga soportada por el muro sin apertura. En estos flancos o jambas se disponen elementos de refuerzo, como largueros de piedra resistente de una sola pieza y tan altos como la luz del vano.

 Cimientos de muros

Mientras el comportamiento de una estructura puede abordarse mediante consideraciones derivadas sobre todo de la teoría de la elasticidad, el comportamiento del terreno de cimentación se aleja de un comportamiento elástico. Más bien, de hecho, su comportamiento es plástico, siendo importante parámetros como deformación plástica, flujo viscoso, etc.

De forma general, puede decirse que la capacidad sustentativa del terreno depende de su:

·      grado de compactación, ya sea original del terreno o debido a la presión ejercida en el pasado por otros pesos suprayacentes (i.e., otros edificios). En la generalidad de los casos, el peso de los edificios compacta el terreno y mejora sus propiedades mecánicas.

·      contenido en agua, que aumenta la plasticidad y la posibilidad de flujo viscoso. Si el terreno está muy húmedo, es necesario profundizar más para acceder a formaciones geológicas apropiadas.

·      acción lateral de contenimiento, derivada de la presión vertical del terreno circundante (cuando los cimientos se encuentran a una cierta profundidad). La eficacia de esta acción lateral se mejora profundizando los cimientos, contrarrestándose así posibles flujos viscosos.

Principales causas de fallos en la estructura

Las causas de fallos estructurales en los edificios son muy variadas y complejas. Abordaremos sólo consideraciones de tipo general, teniendo en cuenta que los aspectos singulares de cada caso tienen una importancia decisiva para una correcta interpretación de los fallos.

 Cesión de la cimentación

Esta es probablemente la causa más frecuente de fallos en las fábricas de todo tipo. Por lo dicho hasta ahora, puede comprenderse que, si una fábrica antigua presenta problemas de cimentación en la actualidad, es raro que se deban a circunstancias igualmente antiguas, sino más bien a modificaciones de las circunstancias que rodean al edificio. Se deberá así constatar estas circunstancias nuevas que puedan modificar el régimen estático del terreno de cimentación consolidado en el tiempo, y que, entre otras, pueden ser:

·      Obras de excavación cercanas (otras cimentaciones, galerías, cuevas,...).

·      Variaciones en la cantidad de agua del terreno (daños y pérdidas de conducciones de agua, acueductos, alcantarillado,...).

·      Explosiones cercanas u otras causas de fuertes vibraciones (terremotos, vehículos,...)

·      Labores realizadas en el edificio que hayan aumentado, o en todo caso modificado, el estado de solicitaciones precedente. Esta última circunstancia es importante en el caso de edificios viejos, ya que en pocos casos las obras nuevas profundizan sus cimientos.

Los fallos debidos a la cesión del terreno se manifiestan por:

·      hundimiento diferencial de una o varias partes del edificio

·      rotación al nivel de la base de la estructura, producida por condiciones de carga excéntrica.

 Degradación de los materiales

Los materiales que más fácilmente se degradan con el tiempo y que pueden causar problemas estructurales son las maderas, generalmente utilizadas en vigas de sustentación de cubiertas. A veces, la degradación de los morteros de unión puede ser causa de fallos estructurales, mientras que la degradación de la piedra de sillería es poco relevante como causa de este tipo de fallos, excepto en situaciones en que la piedra sea extremadamente porosa y mecánicamente débil. El deterioro de la piedra puede, no obstante, ser causa de caída de algunas partes de los edificios, particularmente las superficiales (e.g., frisos) y aquellas que no sufren carga (e.g., pináculos, merlones, decoración escultórica, etc).

 Obras de remodelación

No es difícil comprender que ésta sea una frecuente causa de fallos estructurales. Pueden presentarse situaciones numerosísimas, pudiéndose señalar las siguientes:

·      Ampliación de la construcción con elevación de pisos adicionales, con el consiguiente aumento de peso que puede no estar repartido uniformemente.

·      Adición/eliminación de tabiques de nuevos/viejos, que pueden crear situaciones de carga concentrada y hundimiento de suelos, respectivamente.

·      Eliminación arcos o bóvedas, cuando éstos ejercen una función de contrarresto mutuo con otros arcos o bóvedas

·      Aperturas de ventanas, pasajes, etc.

Análisis de los fallos estructurales y sus manifestaciones

Los fallos estructurales van acompañados de manifestaciones claramente visibles, aunque no siempre fácilmente encuadrables en un esquema interpretativo, que permiten evaluar la peligrosidad de la situación. Las manifestaciones principales pueden consistir en:

·      Lesiones o sistemas de lesiones (fracturas)

·      Fenómenos de aplastamiento

·      Desplazamientos relativos de partes

 Análisis de las lesiones

Las lesiones se manifiestan en los muros cuando a lo largo de una dirección determinada, se sobrepasa la resistencia a la tracción que, como se ha indicado, es muy baja para los materiales pétreos. Por tanto, las lesiones representan una especie de mapa de la distribución de esfuerzos de tracción que, en una estructura bien diseñada no deberían estar presentes.

La existencia de lesiones en una estructura mural antigua no es en general un índice de gran peligrosidad, excluyendo situaciones particulares. De hecho, aunque en algunos puntos se supere la resistencia a la tracción de los materiales, la estructura puede conservar de forma global su resistencia.

Por otra parte, la aparición de lesiones representa una advertencia de que las cosas no funcionan según lo previsto. En cada caso, el juicio sobre su grado de peligrosidad puede constituir un problema complejo, que puede ser resuelto por personal experto tras un profundo análisis de los hechos.

Apertura de las lesiones

Si se examina atentamente una lesión, se puede recoger bastante información útil para la interpretación del fallo. Puede registrarse la dirección según la cual se abre la lesión, identificando las irregularidades de la superficie de separación. Otro importante elemento de análisis es la variación de la anchura de la lesión y de la distriución areal de las lesiones. Un desplazamiento relativo de simple traslación produce un sistema de lesiones paralelas con la misma anchura, mientras que un desplazamiento debido a una rotación relativa de alguna parte del muro produce un cierto número de lesiones, a veces incluso una sola, no paralelas cuya traza es convergente y apunta hacia el centro de rotación, y donde se aprecia un aumento de la anchura a distancias mayores del centro de rotación.

Edad de las lesiones

De un examen atento de las condiciones de la superficie de apertura de una lesión es facil reconocer si el fallo se ha manifestado recientemente o no. Por ejemplo, la presencia de fragmentos sueltos, de fuerte irregularidad en los bordes y de color claro de la propia superficie, son indicativos de que el fallo es reciente.

Debe indicarse que, para control de la estática de un edificio en el que hayan aparecido lesiones importantes, es esencial que la valoración y la medida de las lesiones (largo, ancho, inclinación,...) se lleve a cabo a lo largo del tiempo. Sólo de esta manera se podrá asegurar si un determinado fallo tiende a estabilizarse, o si por el contrario tiende a aumentar con el tiempo, haciendo peligrar la estructura.

 Desplazamientos de los muros

El desplazamiento de partes de los muros se debe a situaciones en que se supera la resistencia a la compresión de los mismos. Esto representa un índice para considerar la situación peligrosa, por cuanto significa que la estructura está viniendo a menos desde el punto de vista de su principal prestación. Si las solicitaciones superan el límite de resistencia de los materiales, se produce inevitablemente el fallo catastrófico de la construcción o de una parte de la mismo.

Las razones por las que se producen los desplazamientos de los muros pueden ser individualizadas en una de las siguientes causas:

·      insuficiencia de la sección resistente en relación con la entidad de la solicitación aplicada.

·      reducción de la resistencia del material (fatiga) debida a fenómenos de deterioro

·      aumento de las solicitaciones como resultado de modificaciones efectuadas en el edificio

·      redistribución de las solicitaciones debidas a otros fallos en otras partes de la construcción, que pueden conducir a un aumento local de la compresión.

Fases progresivas de un fenómeno de desplazamiento

El desplazamiento de partes de los muros pasa generalmente a través de tres estadios principales.

En un primer estadio la deformación se concentra en los morteros (elementos menos resistentes), produciéndose un pequeñísimo acortamiento del muro que puede apreciarse por el desprendimiento de los revestimientos.

En un segundo estadio se desarrollan fracturas en el interior del muro, con dirección preferentemente vertical, que afectan a sillares, ladrillos y morteros.

En el tercer estadio la fracturación anterior se desarrolla, abriéndose grandes fracturas con desplazamiento de las paredes del muro hacia el exterior indicativo de importante deformación transversal. En este estadio pueden escucharse rumores, índice de peligrosidad elevada y premonitorios del fallo catastrófico.

La resistencia a la compresión de un muro puede aumentarse si, pudiéndose llevar a cabo las oportunas labores de contenimiento, se impide la deformación transversal característica del tercer estadio descrito anteriormente. Por tanto, el desplazamiento es una solicitación muy peligrosa en el caso de pilastras donde, si no existen elementos de cierre, no se pueden ejercer eficazmente acciones de contenimiento.

 Algunas situaciones típicas de fallos estructurales

Cesión de la cimentación

Si la cesión se concentra en una zona central del muro, se producen sistemas de lesiones como las indicadas en la Figura X, manifestándose la tendencia al desprendimiento de una parte del muro. Si la cesión se concentra en una parte lateral del muro, se produce un movimiento de rotación que genera lesiones más importantes hacia las partes superiores del muro.

Apertura de un vano

Pueden producirse lesiones de dos tipos. En el muro suprayacente se produce una situación similar a la de cedimiento de la cimentación. Más raro, aunque más peligroso, es el desplazamiento de las jambas, debido a la concentración de los esfuerzos compresivos discutida más arriba.

Apoyo de una viga o travesaño sobre un muro

La presencia del apoyo de un travesaño sobre un muro (e.g., viga de madera que sostiene un suelo) puede dar lugar a desplazamientos locales bajo el travesaño mismo debido a la concentración de la carga. Si se trata de vigas de madera, debe controlarse que la parte insertada en el muro no esté sujeta a fenómenos de empapamiento por infiltración de agua a través del propio muro.

Deformación de una portada con arco

Ante la ausencia de tirantes o de contrafuertes capaces de contrarrestar las componentes horizontales transmitidas del arco, puede producir un sistema de lesiones como el ilustrado en la Figura X

Una situación de este tipo puede verificarse en arquerías (que sustente por ejemplo un suelo o una cubierta), donde las componentes horizontales de los arcos se contrarrestan mutuamente, excepto las componentes horizontales de los arcos extremos apoyados en los muros, que pueden sufrir desplazamientos horizontales. Debe indicarse que, en este caso, la demolición de la parte suprayacente del edificio puede generar una situación de fallo catastrófico a eliminarse el peso del muro que desvía, y en parte contrarresta, la componente horizontal de los arcos extremos (efecto de pináculo sobre contrafuerte).

Solicitaciones sísmicas

La acción de un terremoto puede ser concebida como la aplicación de fuerzas horizontales que actúan en sentido contrario, generando una situación de cizalla. Esta situación es oscilante, de manera que el sentido de las fuerzas horizontales cambia con el tiempo (i.e., temblor).

En un esquema muy simplificado, se puede considerar que el muro es sometido a dos esfuerzos diagonales, uno de tracción y otro de compresión, con direcciones perpendiculares entre sí y ambos formando 45 º respecto de la vertical. La componente de tracción produce por tanto una fisuración perpendicular a la dirección de la tracción (paralela a la compresión) e inclinada aproximadamente a 45 º respecto de la vertical. Cuando se invierte el sentido de las fuerzas horizontales, las direcciones de los esfuerzos de compresión y tracción también cambian, por lo que se generan nuevas fracturas por tracción que presentan una traza ortonormal (i.e., perpendicular) respecto de la traza de las anteriores. Esto da lugar a sistemas de fracturas en cruz de San Andrés.

Este tipo de fracturas se encontrará preferentemente entre vanos en los muros, ya que es ahí donde se da una concentración de los esfuerzos de tracción.

Por desarrollar

Anisotropía en la distribución de esfuerzos

Elipsoide biáxico: Esfuerzos principales

Elipsoide triáxico: Esfuerzos principales

Deformación

Deformación elástica y plástica

Ley de Hook, límite de ruptura y módulo de Young

Deformación frágil y dúctil

Sistemas de fracturas

Elipsoides de esfuerzo biáxico y triáxico

Fracturas de tensión

Fracturas de cizalla

Plano de aplastamiento

Deformación de las rocas en los monumentos

 

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[Puerta de las Granadas, Granada, 1999]

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Última modificación: domingo, 05 de octubre de 2025 15:27 +0200