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Blog de Luis Sáez Rueda
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El límite de la IA: concebir

Abril 15, 2025

Podrás darle una idea a la IA y pedirle que la ilustre. Y lo hará con una eficacia y hasta con una belleza que nos deja conmovidos. Con esto, sin embargo, no nos roba nada, ni suplanta artificiosamente lo que se diría que es exclusivo de lo humano. Al contrario, nos despoja de lo que no es propiamente nuestro y va permitiendo descubrir qué cosas sí son, de verdad, humanas. Pone de manifiesto verdades incómodas, como que cierto estilo de escritura que se ha ido imponiendo en las últimas dos décadas, al menos, no merece tanta admiración como se le prodiga. Me refiero a este estilo dirigido a presentar una idea en dos renglones y, acto seguido, embellecerla de modo prolífico con las expresiones y reverberaciones que tiene en la literatura, en el cine, en la pintura o cualquier otro tipo de registro disciplinar.

Ese estilo se está imponiendo hasta el punto de que, a menudo, uno comienza a leer algo medianamente inteligente y se va desesperando conforme avanza, debido a la retícula de vericuetos por los que el argumento transita y se pierde, invistiéndose de ejemplos, de referencias a casos históricos divertidos o muy interesantes y, cómo no, mostrando ese juego de disfraces a través de los cuales lo que se quiere decir se engalana de proyecciones en la estética, en la ciencia o en lo que sea.

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La IA (a través, por ejemplo, del chat gpt) te puede traer a colación todo un abanico de colores de este tipo: referencias, conexiones, citas... Solo tienes que copiarlas y adaptarlas a tu lenguaje. Y no es esto tan nefasto como se piensa. No invalida, por supuesto, el esfuerzo consistente en ilustrar lo que se pretende considerar o analizar. No quiero decir eso. Digo que la IA pone al descubierto que la pretendida creatividad de estos procedimientos de escritura depende de una combinatoria quizás tan prosaica y mecánica como para que una máquina pueda llevarla a cabo incluso mejor que nosotros, con lo cual deja al descubierto qué es lo que realmente debe hacer el humano debido a que no hay otra "agencia" que pueda hacerlo.

Lo que no puede realizar, ni realizará (disculpen los especialmente crédulos) jamás es concebir una idea. "Concebir" significa dar a luz, hacer nacer. Eso lo hace la naturaleza; no se sabe cómo, pero lo hace ella a través de un humano o a través, algún día, de un implante biológico en un montón de chatarra e hilos de cobre. Una idea no está ahí, como un contenido más en un conjunto de informaciones dispuestas para ser utilizadas y reutilizadas. Una IA solo puede "operar sobre contenidos (por el momento, informacionales)". Léase a D. Dennett, por poner un ejemplo ilustre de pensador sobre la esencia de lo computacional.

Pero una idea no es un contenido, salvo después de haber sido concebida y objetivada. Una idea posee algo más sobre lo cual no se insistirá nunca lo suficiente: solo existe por medio de un "nacimiento".

H. Arendt puso mucho empeño en mostrar que la esperanza de la humanidad reside en el principio "nascendi": siempre podemos ser trascendidos y renovados por una generación que nace y que despunta en nuestra noche como una mañana luminosa. Por lo mismo, nuestras convenciones, nuestros prejuicios, nuestras formas de esclavitud, siempre podrán ser superadas por una idea en acto, es decir, en estado naciente. Al nacer, una idea introduce algo nuevo en el mundo y, por esa razón, puede cambiarlo realmente.

Giorgio Chirico. Pintura metafísica. Las musas inquietantes (1916-1918)

Uno de los efectos deseables de la IA consiste en abrirnos los ojos acerca de una verdad que se nos oculta en la selva de las palabras: que las ideas que podemos parir (si hay suerte) son realmente escasas y que en la muchedumbre de páginas que se publican cada año, cada mes, cada día, hay muy poco de ese poder que solo las ideas poseen.



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Sáez Rueda, L., El conflicto entre continentales y analíticos, Barcelona, Crítica, 2002. En el capítulo 6, dedicado a filosofía de la mente, presento las corrientes fundamentales en este campo de la filosofía. Defiendo la posición según la cual la mente humana posee un elemento que es imposible de reproducir de modo computacional. Se trata de la dimensión de "acto" o "acontecimiento" que posee la conciencia y, en un grado extremo, el pensamiento. La conciencia no es como una "caja" en la que hay contenidos (ideas, pensamientos, etc.), sino que es un conjunto de actos, actos (como decía Descartes) de reparar en ciertos contenidos. La conciencia no es, por ejemplo, la información X, sino el acto auto-reflexivo que "capta" X. El "pensar" es un acto que no es reductible a una operación. Lo computacional es siempre un conjunto de operaciones. Este es su límite infranqueabla.  

Por tener una sola idea clara y profunda acerca de lo que ocurre hoy en el mundo, por ejemplo, daría yo buena parte de mis bienes materiales (exceptuando la moto que me acompaña desde hace décadas, claro, porque es como un caballo contemporáneo sobre el que se puede galopar a solas). Y por tener una idea acerca de qué es la mente, así como qué relación posee con el cerebro, una idea acerca de si el cosmos es completamente legaliforme o si, por el contrario, puede surgir del caos... Por tener una idea sobre la relación entre el todo y las partes en un organismo vivo... Por tener una idea acerca de la relación entre individuo y colectividad... Por concebir, en fin, una idea, una sola idea, por ejemplo, en los dos próximos años, ¡qué daría yo, amigos y amigas!

Tengo la impresión de que cuanto más prolíficos nos volvemos en el arte de la teoría y el comentario, más nos alejamos de la posibilidad de tener una idea. Porque una idea, eso que solo puede existir naciendo, siendo concebido, y que es capaz de añadir al mundo un rayo de luz y de esperanza, es algo que tal vez necesite mucho más silencio del que esta sociedad de la información y de la comunicación está dispuesta a permitir. Tenía razón Nietzsche: los pensamientos caminan con patas de paloma.

Obvious y el arte generado por inteligencia artificial  

No es algo que no podamos lograr. La teoría del genio es demasiado romántica como para creer en ella a pie juntillas. En cada esquina hay una persona inteligente, lo digo con sinceridad. Y contemplo inteligencia a mi alrededor que me suscita verdadera admiración. No es eso. Ahí, en la capacidad y la inteligencia, no está el problema. Está en que no queremos (sin darnos cuenta de ello) sacrificar lo necesario para dejar que sean concebidas ideas en nosotros.



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Sáez Rueda, L., Tierra y destino, Barcelona, Herder, 2021.
En pp. 279-295 resumo mi modesta concepción sobre el paradigma de poder en el siglo XXI: el poder "gestionario". Propio de una crisis de la cultura occidental a la que podríamos calificar de "agenesia" (incapacidad para crear), este tipo de poder está orientado a suplantar los "actos de creación" por "procedimientos" regulables. Está compuesto por un conjunto de "gestotécnicas", técnicas para procedimentalizar la capacidad humana de gestar. Ver, en este blog:
- "Poder gestionario: paradigma actual del poder" 
- "Gestotecnia I: técnicas de heroísmo privado"  
- "Gestotecnia II: técnicas de privatización del malestar" 
- "Gestotecnia III: ingeniería de lo salvaje"