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Filosofía en presente
Reflexiones sobre nuestro tiempo |
Vivimos una época de cambios agitados. Un lánguido declinar se cierne sobre todo lo que conocemos y el advenir se torna inquietante. Pero el lenguaje nos salva de un naufragio.
Nos concentra para irradiar, al tiempo que logra extraernos excéntricamente de nosotros mismos. Pensar el ocaso de nuestro mundo requiere este ocaso personal en favor de la palabra y de las luces de aurora que ella quisiera congregar. |
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¿Sí-mismo personal o "Campo trascendental sin sujeto"? |
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| Viaje a la intimidad (2015). Osiris Gómez |
«Una piedra (al igual que un avión) no puede nunca elevarse jubilosa hacia el sol y moverse como la alondra, y, sin embargo, tampoco la alondra ve lo abierto». Estas palabras las escribe Heidegger , y afectan de lleno a un problema que es, en este momento de nuestro análisis, prácticamente ineludible: el de la especificidad de lo humano —y de lo cultural, por tanto— dentro del contexto general de ese estrato genésico que es la vida .
Heidegger, M., Parmenides, Gesamtausgabe, XLIV, Frankfurt a. M., Klostermann, 1993, pp. 237-238. Lo expresa Heidegger contra Rilke, que piensa todo lo contrario. En la octava elegía, dice que el animal ve lo abierto «con todos sus ojos». El hombre tiene, en cambio, los ojos como «vueltos hacia atrás», como si fuesen «trampas» y está en una situación de privación respecto al animal: está siempre «frente a» (gegenüber) y no accede al «puro espacio» del afuera, en lo abierto completamente, en un «en ninguna parte sin nada».
El problema lo aborda Agamben muy lúcidamente, aunque con una resolución distinta a la nuestra. V. Agamben, G., Lo abierto. El hombre y el animal, Pre-Textos, 2005 (orig.: 2004)
¿Qué quiere decir Heidegger, que lo físico es cerrado, lo biológico es abierto pero ciegamente, sin autoexperiencia de sí, y que el hombre posee el privilegio de estar en lo abierto sabiéndolo, teniendo noticia de ello? La autoconciencia es uno de los problemas que aquí se barajan. ¿Es suficiente esta explicación? p
| Ensimismamiento. Adela Casado (2022) |
P
El problema habría que remitirlo, en primer lugar, a Sein und Zeit , donde sostiene que la ontología de la vida presupone la ontología de la existencia y que a la primera sólo se llega por vía de una «privación» respecto a la segunda. Un curso de 1929-30 profundiza en ello . Utiliza allí categorías de Uexküll. A lo que éste llama «portador de significado» lo denomina Heidegger «desinhibidor» (das Enthemmende). El animal tiene una Fähigkeit zu, una capacidad-para, que se desinhibe cuando se encuentra con el desinhibidor (un estímulo) en su medio (Umwelt). Dado que está encerrado en el círculo de sus desinhibidores, no llega a actuar (Handeln), que es lo que hace el ser-humano, sino sólo a comportarse (sich benehmen). El animal, así, no es completamente un ser sin ningún tipo de mundo, como la piedra; posee un medio (Umwelt), pero éste no llega a ser un mundo iluminado como el humano (Welt), porque vive en él sin saberlo, sin tener clara experiencia de ello. El animal se encontraría en un estado de «aturdimiento» (Benommenheit), como tomado por lo abierto, en una sustracción esencial de toda percepción de algo en tanto que tal algo y, en consecuencia, se encuentra atrapado, absorbido en su apertura.A lo sumo, la alondra, en su oscuridad, experimenta un estado de agitación —por la circunstancia de estar siempre tomada por la multitud de desinhibidores que la rodean—, en virtud del cual se halla, por así decirlo, suspendida entre ella misma y el medio ambiente, sin poder experimentar en cuanto ente ni lo uno ni lo otro. La alondra es pobre de mundo.
Heidegger, M., El ser y el Tiempo, México, F.C.E, 1982 (orig.: 1927), §§ 10 y 12.
Heidegger, M., Die Grundbegriffe der Metaphysik. Welt-Endlichkeit-Einsamkeit (Curso del semestre 1929-30), Gesamtausgabe (Frankfurt a. M., Klostermann), XXIX-XXX, 1983.
n. |
| El bibliotecario, Giuseppe Arcimboldo, c.1566 |

L
La alondra no es un ser carencial. Es por mor de su riqueza interna: está inserta en un rizoma de intensidades en profundidad, que vincula a su vez, disyuntivamente, los dos rizomas, el que ella supone y el del medio ambiente. Pero a esto hay que añadir que un complejo rizomático de fuerzas —como se ha anunciado— tiende a desbordarse continuamente, por exceso, por sobreabundancia, creando una nueva tierra viviente, inexistente hasta entonces. Esto implica que la dimensión intensiva de la complejidad rizomática lleva en su seno la potencia excéntrica que impulsa a salir de su equilibrio relativo, ese equilibrio que mantiene, por un lapso en el curso del mundo, la centricidad de una estancia determinada, la de la alondra en su medio, tal y como la vemos hoy. Todo sucede, pues, como si en el devenir del rizoma intensivo existiese una tensión entre el impulso ex-céntrico a ex-ceder toda frontera dada y el contraimpulso céntrico a retener la sobreabundancia del anterior en una estructuración que limita su propensión al puro caos. La génesis caosmótica es tensional, como la de un corazón imbuido de locura cuya imperiosa diástole lo llevaría a la autodestrucción si no fuese porque la sístole lo atrae hace la cordura. La alondra palpita hoy en su cordura inconsciente y no en una pobreza de mundo. En ella no hay carencia, sino una riqueza contenida, expansiva pero remansada. Pues en un mañana imprevisible su diástole ya no se someterá a la sístole que amansa su salvaje ex-pedición hacia una alondra inédita, una alondra-otra en el devenir irrefrenable de los vivientes. Como un arco tendido, ella es tanto la tensión contenida como la flecha que será lanzada al viento. Y en esa medida, la excentricidad vibrátil de la flecha también la conmociona, vertiendo luz sobre la contención tensional en la que se encuentra.Por eso no está sólo aturdida, sino, a un tiempo, en la lucidez escondida por la que desea salir de sí y adivina esa aventura. Es, a nuestro juicio y por paradójico que parezca, un aturdimiento lúcido, un aturdimiento que se sabe a sí mismo desde la excentricidad que lo atraviesa. Y esto es quizás lo más enigmático de la vida: que el no saber se sepa a sí mismo, que la oscuridad esté iluminada en su interior, que el silencio incorpore una sonoridad.
Lo del topos. |
| Jackson Pollock - Convergence - 1952 |
N¿Y qué tiene el hombre sobre la alondra? ¿Puede ufanarse de estar lúcidamente en lo abierto, sin aturdimiento alguno? Ciertamente, la vida del hombre es una vida que se extraña respecto a sí y que por eso, se sabe lúcidamente. Es, no sólo bíos, vida, sino existencia, es decir, una vida en la que puede decir «la vida es». Por eso hemos propuesto comprender, en otro lugar, la expresión «vida» desde la de «bioexistencia» para asir el mundo humano . Ahora bien —y en este trance abordamos la segunda cuestión anunciada, la de la autoafección en la physis— ¿hasta dónde llega la lucidez humana en su apertura? Por poder volver sobre su vida extrañadamente, en un movimiento de autoexperiencia, de autoaprehensión, el ser humano es bio-existente. Pero ese «auto» más parece un comienzo que nunca llega a su culminación que un acto compacto y pleno. Me experimento con claridad aquí y ahora. Pero yo no soy este momentáneo habitar. Estoy, más allá de ese céntrico destello, expuesto a la excentricidad del devenir, que me hace diferir continuamente, salir de mí, ex-propiarme. Soy ya en el ad-venir, viniendo a él sin cese y sin certidumbre alguna. Por eso, cuando creo que me he alcanzado ya estoy fuera de alcance. Mi autoexperiencia siempre está comenzando, pero jamás llegará a ser pletórica. Que la vida es sueño no puede tomarse como una metáfora. Toda vigilia, en cualquier ser finito, es un sueño iluminado, lo que significa que la diferencia entre «vigilia» y «sueño» carece de sentido, es una oposición deconstruible infinitamente. Me encuentro incurso en una lucidez que nunca alcanzará su esplendor. Pero no porque exista algo así como «lucidez en su esplendor», hacia lo cual, como si siguiese la estela de una instancia ideal regulativa, me puedo aproximar asintóticamente, restándole oscuridad a mi desafortunada ceguera. Lo que ocurre es que la circunstancia de que no estoy conmigo jamás me constituye positivamente. No tiene el sentido de una carencia. La plena luz me convertiría en un ciego. Así que también vuelo con un aturdimiento inscrito en mis ojos.
Sáez Rueda, L., «Bioexistencia. Ontopolítica del vacío en occidente enfermo», en Mayrink Neiva, J. S. (ed.), Direito Constitucional e Biopolítica, Brasilia, Publicações da Escola da Agu, Escola da Advocacia-General da União, 2012, pp. 7-24.
z.
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| Ls. |

La última cena, Leonardo (1495-1498): simulación sin figuras |
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La piedra está hundida en el sueño de la physis, como el agua en el agua. La alondra se eleva hacia el sol y presiente lúcidamente la oscuridad de su sueño mientras vuela. El hombre también vuela en lo abierto, con una lucidez irrealizable, preñada de oscuridad: persigue incansablemente un despertar que, justamente, lo cegaría. En sus devenires heterogéneos, se encuentran recíprocamente, haciendo más problemático y bello el viaje a ninguna parte que es el devenir naciente, maravilloso porque no vale por un fin útil aspirado, sino por ese fin en sí mismo que es la exuberancia del viaje en la imponderable potencia de la naturaleza. |
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