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Cuaderno de Bitácora
Reflexiones sobre nuestro tiempo
Vivimos una época de cambios agitados. Un lánguido declinar se cierne sobre todo lo que conocemos y el advenir se torna inquietante. Pero el lenguaje nos salva de un naufragio. Nos concentra para irradiar, al tiempo que logra extraernos excéntricamente de nosotros mismos. Pensar el ocaso de nuestro mundo requiere este ocaso personal en favor de la palabra y de las luces de aurora que ella quisiera congregar.
 

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Crítica de la razón podemita
06 / 02 /2017

Las reflexiones que siguen no tienen -de ningún modo- el sentido de una recusación completa del partido político Podemos. Si es una crítica, ha de ser entendida como un intento de análisis de lo que ha fallado en él para que haya venido, con el tiempo, a caer en un proceso de problematización interna autodestructivo.

Realizar una crítica no es necesariamente desautorizar los aspectos positivos que pertenecen a lo criticado. En las críticas que Kant hizo a la razón no perseguía desmembrarla, descalificar o incapacitar a la razón humana; por el contrario, intentaba esclarecer y fortalecer las potencias inherentes a la razón, para lo cual era necesario conocer qué ingredientes (facultades) la componen, cómo se articulan entre sí y cuáles son sus límites en virtud de todo ello. De modo análogo, procuraré simplemente analizar los ingredientes (ideológicos) de Podemos, cómo se articulan y qué limites encuentra en tal articulación.
A mi juicio, el devenir de Podemos ha ido contra sí mismo. Comenzó haciendo acopio de ilusión de mucha gente, muchísima; comenzó elevando en la escena española nobles ideales surgidos del 15M; pero se encuentra ahora en una fase en la que mucha gente se siente desilusionada con lo que hace y propone, y asimismo en una fase en la que sus ideales están siendo puestos en tela de juicio por doquier.

¿Qué estructura interna posee este proceso? He llamado autofagia [1] a un tipo de devenir, propio de nuestro presente occidental en virtud del cual un proceso se devora a sí mismo. Y ello no a causa de agentes externos, sino por la dinamica inmanente misma a tal proceso. Creciendo, decrece. Pues bien, presentaré tres rostros o variantes de esta autofagia en Podemos. Pero antes, me gustaría describir los "ingredientes" (ideológicos) de la razón podemita, tal y como yo lo veo y lo he ido confirmando a través de varios años.


1. Ingredientes ideológicos de Podemos y su relación

De modo conciso, los ingredientes ideológicos de Podemos son fundamentalmente tres. A mi juicio, cada uno de ellos posee su valor independiente (que no voy a discutir aquí). Lo que interesa es la reunión de los tres, que transforma a cada uno de ellos y los convierte en otra cosa. La tríada es mayor que la suma de sus tres componentes.

1.1. Populismo

El primer componente es el populismo y su referente clave Laclau. El populismo (y ya se han escrito algunos libros sobre ello en España) posee muchos rasgos. Pero bastará con subrayar dos que son esenciales.

a) Poder soberano como receptor de demandas muy diversas

El populismo suele surgir en una situación de crisis. En una crisis de la democracia y en una situación en la que el neoliberalismo se expande es lógico que el malestar y la indignación del pueblo (o de la ciudadanía, como se quiera) se extienda también y que abarque a diversos estratos o "clases" sociales. Por tanto, primer rasgo a destacar: el populismo tiene que incorporar en su concepción de la soberanía la cuestión del malestar y, así, de las "demandas" que provienen de diversos ámbitos sociales en un abanico muy amplio. Y tiene que incorporar a esa concepción de soberanía la idea de que el "poder soberano" se comporta fundamentalmente como "receptor" de esas demandas. Como regueros de agua en tiempos de lluvia y vendaval, las "demandas" discurren por una multiplicidad de cauces y conducen el caudal a una riada más voluminosa, donde quedan reunidas las aguas y emparentadas. El "poder soberano" ha de hacerse cargo de esta riada general -transversalidad, en términos políticos- y procurar que llegue a su destino: al Gobierno.

b) Elemento afectivo del nexo social y carácter carismático del liderazgo

Estamos hablando de malestar. Las demandas se forjan sobre un suelo común de malestar. Aquí viene el componente "emocional". El populismo, y es lógico, no puede simplemente dar cauce a las demandas mediante fríos y rectos "principios"; va de suyo que, al mismo tiempo y de manera muy especial, acoja las emociones vinculadas a las demandas. Esto es fundamental: no se trata de encauzar sólo un "grupo de intereses", sino, más allá, de ofrecer una canalización a un "plexo emocional". Este elemento necesita un liderazgo sensible y capaz de incorporar inteligencia emotiva. Un líder así es, necesariamente, "carismático". "Carisma" viene del griego kharízesthai, "agradar", "hacer favores". El líder ha de "hacer favores", en el sentido de hacerse cargo de las demandas afectivas; y tiene que "agradar", al recogerlas y ofrecerles una forma simbólica que entusiasme a todas las diferencias más allá de ellas. El líder carismático, por un lado, se debe a las demandas; las modela, pues y por otro lado, como un artista, imprimiéndole símbolos en los que se reconozcan todos los diferentes entre sí.


1.2. Comprensión del inconsciente y de las emociones de tipo lacaniano

De modo también conciso. Es obvio que un pueblo reunido por demandas cuya síntesis es inseparable de lazos emocionales, tenga que disponer de una concepción del inconsciente colectivo y del mundo emocional humano. Sin esto, ¿cómo podría el liderazgo interpretar adecuadamente la pluralidad de demandas (con su carga afectiva) y vincularlas? ¿Cómo podría el pueblo reconocerse en un espejo ideológico, si éste no tuviese un componente "psico-político"? El primer elemento, el populismo, hace necesario al segundo. align="justify">Ha de ser esta teoría del psiquismo congruente (al menos) con los dos postulados mencionados del populismo (que hemos seleccionado como centrales). Por eso, el freudismo de sesgo lacaniano ha triunfado. Destaquemos de la teoría de Lacan dos elementos que la hacen congruente en este contexto.

a) Flujos de sentido o deseo

De acuerdo con Lacan, el psiquismo posee la forma de una estructura (tiene un origen estructuralista del que no puede prescindir). Es una estructura porque posee elementos fijos, supraculturales y suprahistóricos, aunque sus contenidos cambien cultural e históricamente (lo Real, lo Simbólico, lo Imaginario). Pero no nos metamos tan a fondo, que perderíamos el hilo. La estructura... ¿qué contiene? Contiene "significantes". Un significante, en el estructuralismo, es el portador de un sentido. Por ejemplo, un cuadro es un significante que porta el sentido (artístico, en este caso), o una palabra es un significante (que porta un sentido (lingüístico, en este caso). Los significantes del psiquismo, en el mundo lacaniano, y para simplificar, portan deseos (hay una diferencia entre "deseo" y "goce", pero introducirnos en esto nos desviaría de la cuestión central aquí). El deseo es un flujo. ¿En qué sentido? Veamos, vamos al estructuralismo en general. Vaya usted a un diccionario de español. El diccionario entero es la estructura, metafóricamente hablando. Cada palabra es un significante. Busque el significado de una palabra y verá que tal significado lo conduce a otras palabras; estas otras palabras lo conducirán, en su significación, a otras y éstas a otras y así sucesivamente. El significado, pues, no está "quieto", por decirlo así. Difiere respecto a sí mismo, es decir, es el estar lanzado o diferido de un signo a otro. "Flujo" quizás no sea el término más preciso en el lenguaje de Lacan, pero nos puede servir para entender esto. Tal y como en el caso del diccionario del ejemplo, el deseo no es algo "fijo" y "eterno", sino que fluye en la estructura.

b) La "falta" como receptora y organizadora de los flujos de deseo

Pero ¿qué pasa con la estructura entera? Una paradoja. La estructura, ella misma, no es un "significante". ¿Dónde está entonces, si lo que constituye al psiquismo es, estrictamente hablando, un conjunto de significantes? La estructura está "presente" en cuanto "ausente". Quiere decir que, como no es un significante, está, existe -claro-, pero no en la forma de signficante: está como el todo que no puede "ser visto", "ser objetivado". Pero está. Está como un fondo. Y ese fondo no es "trascendente", fuera de las relaciones entre significantes. Es inmanente (sólo puede estar en tales relaciones). Está, entonces, presente en todas las relaciones de deseo, pero no está como algo concreto, sino como un todo que se sustrae en cada una de sus presentaciones. A esto le llama Lacan "falta". La falta es, utilizando de nuevo la metáfora, la riada (invisible) a la que van a dar todos las relaciones de deseo como regueros. Paradójicamente, los recoge y es la que los sostiene en su relación.

Hasta ahora los elementos mencionados encajan, ¿verdad? Hay una analogía entre las "demandas" en el populismo y los "deseos" en el psiquismo lacaniano. Y hay una fuerte analogía entre el "líder" populista y la "falta" del inconsciente en este esquema, el lacaniano. Vamos al tercer ingrediente de la tríada.


1.3. Marxismo gramsciano


De modo también conciso. El marxismo no tiene un cuerpo doctrinal saturado. Significa esto que afirmar "soy marxista" implica prácticamente no decir nada. Y eso porque el marxismo es muy rico en sus variantes. Están, al menos, el marxismo clásico (Marx y Engels), el marxismo heterodoxo (Karl Korsch, G. Lukács) -en el que se basó la Escula de Frankfurt, transformándolo y rebasándolo- el marxismo leninista, el estalinista, el marxismo estructuralista (Althusser), el marxismo actual de Toni Negri (que asume gran parte de los postulados postestructuralistas, de Foucault y Deleuze, fundamentalmente)... Está también el marxismo de Gramsci. Este es el que ha triunfado en la ideología de Podemos. ¿Por qué? Porque es congruente con los dos elementos anteriores:

a) Introducción del elemento "cultural" en la noción de "clase social"

Para el marxismo clásico una "clase social" tiene (a) un lugar en las relaciones de producción y (b) una "ideología". La ideología es el conjunto de valores, ideas, convicciones, etc. que rigen la concepción de las cosas. La ideología, para el marxismo clásico, NO pertenece a la "infraestructura". La infraestructura es lo que mueve a una sociedad desde la profundidad y se compone de dos elementos: (a) los "medios de producción" (unos más artesanales y aislados en la edad feudal, por ejemplo, otros ya plenamente industriales y comerciales en el capitalismo) y (b) las "relaciones de producción", que son las relaciones sociales que vienen "determinadas" por los "medios de producción". En su totalidad, la "infraestructura" genera una "superestructura" en superficie, que es la ideología. Cambia la infraestructura, cambia la superestructura. Pues bien, Gramsci, entre otras cosas, introduce un cambio. Se puede comprender -a mi juicio- ajustadamente, si decimos que introduce parte o gran parte de la ideología (que antes era supra-estructural) en la "infraestructura". Quiere decir esto que lo que mueve, desde la profundidad, a una sociedad no son sólo sus "medios de producción" y las "relaciones sociales de producción", sino también la mayoría de los elementos "ideológicos". Lo ideológico no es simple expresión (pasiva) de la infraestructura, sino que forja rumbos y transforma las cosas (es activa). Por ejemplo, el poder, la clase dominante, emplea medios de comunicación para verter ideología. De este modo, hace de la ideología un factor de cambio invisible. Esto es, hablando en general, la "cultura" en términos gramscianos. Pues bien, la cultura, que es activa, tiene entonces que ser tomada muy en cuenta como elemento de transformación. Y la cultura posee en su interior una multiplicidad diferencial. Hay que extraer de ella lo "transversal" que une.

b) Soberanía como "hegemonía" política y cultural

De este primer elemento se deriva otro importante. Para el marxismo clásico, la clase oprimida ha de tomar el poder, en cuanto tal clase. Ahora se añade que, para tomar el poder, el liderazgo del partido ha de recoger también (y fundamentalmente) lo "cultural-ideológico", hacerse "receptor" suyo y, dado esto por supuesto, elevarlo al poder. De ese modo una comprensión de las cosas se hace "hegemónica".

Es obvio que estos dos elementos destacados del marxismo gramsciano encajan con los anteriores dos elementos. Es congruente con ellos.


- Encaje de los tres "ingredientes"

No pretendo aquí -insisto- enjuiciar, sino analizar. No enjuicio, pues, ninguno de estos tres elementos. Me limito a analizar la relación entre ellos. Porque en la relación dejan de ser "tal cual" y son en virtud de la relación misma.

El elemento populista se cruza con el marxista lacaniano. Las "demandas" han de ser recogidas por un receptor, el elemento de liderazgo. Este elemento de liderazgo ha de funcionar como funciona la "falta" en Lacan. Ha de estar presente en cuanto ausente. Ha de representar y organizar a la totalidad de demandas en sus relaciones, pero él mismo no puede ser un elemento de esas relaciones. Tiene que "sustraerse", invisibilizarse, actuar sólo como receptor que organiza demandas, estar en todos los lugares y en ninguno.


Estos elementos, populista y lacaniano, se cruzan, a su vez, con el marxista-gramsciano. Las demandas que organiza el liderazgo han de ser no sólo afectivas, lo cual ya está en el populismo, claro, pero ahora toma un color determinado. La ideología unida a las demandas tiene que ser considerada como "cultural". Las demandas, se entiende, son plexos mixtos: cultural-emocionales. Y ahora, la función receptiva del liderazgo debe hacerse muy activa: ha de elevar el "flujo de deseos / mundos micrológicos culturales / demandas" a "hegemonía política". Ha de entrar en escena política enérgicamente, es decir, tomando el poder (acuérdense ustedes de esa frase tan repetida en Podemos: "hay que tomar el cielo por asalto").

En general, los tres elementos se influyen recíprocamente y se refuerzan, dan cada uno de ellos un sello especial a los otros. El elemento gramsciano implica que la toma de poder utilice la ideología: si se toma el poder, es necesario que la cultura subyugada se haga valer, luego hay que expandirla en medios de comunicación y como sea. Para eso ya le da el elemento populista una herramienta clave: las pasiones; hay que "tocar fibra" en el corazón de la gente si la "cultura hegemónica" debe abrirse paso. El elemento lacaniano juega entonces su papel fundamental. Es el que responde a las preguntas: ¿cómo se hace esto, cómo se apela a las pasiones? Porque no se va a apelar así como así, hay que tener una teoría del psiquismo colectivo, de cómo funciona. Hay que decirle al pueblo qué es puramente imaginario, cuál es el lugar de la "falta" en la que convergen los deseos, etc...


2. Procesos de autofagia en Podemos

Hemos dicho que queríamos analizar el proceso auto-fagico del devenir de Podemos. Y que un proceso de autofagia es inmanente, que es un curso de acción (creativo, hay que añadir, y auto-organizado, auto-generador) que, en su propio discurrir, se devora a sí mismo (anula su potencia creadora, hay que añadir, su potencia auto-organizativa, su potencia auto-generadora).

Ofreceré tres formas de autofagia tal y como las interpreto.


a) Autofagia del liderazgo. Liderazgo "pasivo" versus liderazgo "activo"

Por un lado, merced sobre todo a los elementos populista y lacaniano, el liderazgo ha de ser "pasivo". No quiere decir esto que "no haga nada". Quiere decir que su esencial cometido es el de recoger demandas afectivas y representarlas, ya está. Esto implica una concepción "carencial" de la soberanía. La soberanía no tiene, ella misma, una "dirección ideológica determinada y precisa": su dirección ideológica no puede consistir en "producir, desde ella misma, una ideología". Ha de carecer de ideología "determinante" y limitarse a ser "receptáculo" que luego lleva lo recibido y lo defiende. Punto. Por otro lado, el elemento gramsciano pide un liderazgo fuerte, muy activo (y, de ese modo, gerador de una soberanía no meramente "carencial"). Pues ha de hacer hegemónica, ni más ni menos, a toda una "forma de cultura" a través de todos los medios a su alcance, salvo los violentos. Como los dos elementos van juntos, de la mano, forman una contradicción. Al principio encajan, pero conforme va avanzando el tiempo va saliendo a flote la aporía interna. En el devenir del tiempo, estos elementos se hacen ya claramente visibles y se enfrentan entre sí. Al enfrentarse, ya no funcionan como aliados (como al principio), sino como enemigos. Ergo un proceso auto-organizado y auto-creativo se devora a sí mismo y acaba auto-destruyéndose desde dentro. Esto puede ser comprobado en las luchas en torno a si la opción Iglesias o la opción Errejón. El problema está en que ninguna de las opciones, a mi juicio, tiene futuro. Venza la que venza, la contradicción está a la base de la tríada ideológica de Podemos (y lacanianamente, podría decirse, en el inconsciente). La que venza será tachada, a la larga, de altanera, de "activa" por la dimensión "pasiva-receptora". En particular, este proceso autofágico afecta al "pueblo" de una manera auto-destructiva. El pueblo, por el elemento "activo", quiere un líder fuerte y que haga cosas. El pueblo, por el elemento "pasivo" quiere un líder que se limite a escuchar las demandas y a defenderlas. Es decir, el pueblo quiere y no quiere, al mismo tiempo, un líder. Porque es imposible que un líder, llegado al Parlamento, sea simplemente pasivo. Se encuentra con problemas más generales y tiene que tomar decisiones. Y porque es imposible que un líder sea simplemente activo; tiene que no dejarse tentar por la desvinculación respecto a las bases, tiene que seguir escuchando. En tales circunstancias, salga quien salga en el partido como líder (uno más escorado a la dimensión pasiva, otro más escorado a la activa), será objeto de un "quiero y no quiero al mismo tiempo".

b) Autofagia de la demanda. Inclusión versus exclusión de demandas

Por un lado, la tríada ideológica de Podemos que se ha descrito está comprometida, por su propio sentido interno, a hacerse cargo de todas las demandas. Por otro lado, esto es imposible. No hay "transversalidad" universal, como no hay una "razón universal que gobierne todo". Lo que hay en la esfera social es una multitud de diferencias irreductibles, en último término, a una generalización. ¿Qué pasa si yo mismo, tengo una "demanda" que no encaja con la generalizable? ¿Es que no soy yo "pueblo"? Siempre, por tanto, la inclusión de demandas implicará exclusión de demandas. La única salida que le queda a esta aporía es, entonces, realizar una "transversalidad" muy pero que muy genérica y dúctil, tan genérica que tendría que reducirse a tres o cuatro tópicos (a la larga). Y aun así, sería una transversalidad que se impone como LA Transversalidad. ¿Y qué pasa con eso? Pues que lo transversalmente reunido pierde su "singularidad": es "subsumido" bajo una regla, como un "caso", y su "singularidad" queda injustamente eliminada. Se quiere, según ello, hacerse cargo del "pueblo". Pero, al realizar una transversalidad tan genérica se convierte al pueblo en algo que ha perdido sus relieves y sus singularidades, es decir, se lo convierte en una masa. Así que el grupo líder se encuentra, de raíz, en una aporía: "quiere y no quiere al mismo tiempo" algo así como "pueblo" (en vez de masa). Y, por su parte, el pueblo se encuentra, de raíz, en una aporía: "se quiere a sí mismo y no se quiere a sí mismo como pueblo (en vez de masa)". Ergo un proceso autogenerador y autocreativo, con el tiempo va devorándose. Al principio de la crisis es muy fácil reunir demandas. Todo el mundo está impactado, todos estamos afectados por los mismos golpes, repentinos y brutales, por parte del Estado y todos vemos con ilusión que nos veamos "juntos" (después de tantos años "sin mirarnos a la cara". Justificada así la ilusión. Y si algún extranjero no lo entiende es porque no ha estado aquí. Ahora bien, conforme va avanzando el tiempo ese "juntos" descubre su negatividad inherente e ineludible, es decir, que para ser "juntos" tienen que perder su "singularidad", sometiéndose a una transversalidad tan genérica que allana y convierte en masa a todo lo que toma en sí (a largo plazo).

c) Autofagia de la cultura. Cultura versus ideología


Por un lado, al introducirlo en la infraestructura, lo ideológico se convierte en "cultura", que ha de ser defendida y llevada a lugar hegemónico. Por otro lado, la "cultura", así entendida, sigue siendo reducida a "ideología" ¿Por qué? Porque no se trata de tomar por "cultura" cualquier cosa, sino precisamente la forma de ver el mundo de aquellos que presentan demandas, que son los que realmente constituyen al "pueblo vivo" y "presente". Una "demanda" social, en una crisis política y económica, siempre será una demanda muy cargada ideológicamente. Lo que se demanda, por ejemplo, no es "¡que no haya más recortes!". Eso está interpretado: ¿Cómo se hace para que no haya más recortes? Al final habrá que repartir presupuesto, ¿no? Habrá que llegar a especificar, no sólo lo que se pretende, sino el "cómo" se hace lo que se pretende. Y ahí lo presuntamente cultural resulta que se desvela ideológico, pues depende de qué visión se tenga del Estado, de sus funciones, de si se quiere un estado de bienestar así o de otra manera, de cómo ha de funcionar la economía... mil cosas más de este tipo. Ergo un proceso auto-generador y auto-creativo encuentra una aporía en sí que provoca su contra-generación y su contra-autocreación. Se quieren dos cosas contradictorias al mismo tiempo: elevar la cultura, sobre la que se basa el mundo de la vida de un pueblo, por un lado, y limitarla ideológicamente, por otro. Más claro. Una "cultura" no es una "ideología". A lo sumo, contiene "ideologías", como el mar contiene corrientes marinas. Pero contiene muchísimas cosas más: valores morales o éticos, una visión de lo que tomamos por "realidad", un modus vivendi (forma de vida), un modus operandi (modo de operar, de actuar), concepciones acerca de cosas como "progreso", "historia", "tradición"...., tomas de posición respecto a lo "importante" (escala de valores, jerarquía de valores), preguntas informulables que abren el campo de juego de preguntas formulables, etc. etc. ¡Un sinfín de elementos! ¿Y qué pasa con la cultura así concebida? Que es "indisponible". A ella pertenecemos todos y cada uno. Pero ella es cualitativamente mayor que la suma de individualidades. Cada uno influye en la cultura, cada uno es agente de la cultura. Pero la cultura se mueve más allá de la mera suma aritmética. Se mueve como un todo de fuerzas, deseos, anhelos, posiciones, valoraciones... entreverados y auto-organizándose creativamente más allá de cada voluntad consciente individual. La cultura, dicho de otro modo, no es un conjunto de "hechos" (este hábito, descriptible así; esta tradición, descriptible así) objetivos que se suman. Una cultura es un "acontecer". Su textura es la del "acontecimiento": ocurre que se mueve desde sí misma. Posee no sólo autonomía (en cuanto todo más allá de los individuos) sino también heautonomía: se auto-organiza desde sí. Seguramente, es a esta concepción de "cultura" a la que apuntaba el 15M. Y seguramente Podemos ha tomado "en espíritu" ese tipo de cultura. Ahora bien, la degrada en pura ideología y cae en aporía. Por lo que he dicho -porque reduce cultura a ideología- "quiere y no quiere" arraigarse en la cultura. Autofagia.

Por lo demás, este triángulo tiene su forma de auto-inmunización.

En efecto, para ello cuenta con un ingrediente fundamental del marxismo. El marxismo clásico había dividido la filosofía, y el pensamiento en general, en dos grupos: (1) El acertado (que es el de la filosofía o pensamiento marxista); (2) El resto de filosofías o tipos de pensamiento, que son desacertados y sumisos respecto al poder, "burgueses". Así que ante un marxista completamente puro y ortodoxo es imposible discutir: si lo que dices va en contra, entonces no vale a priori, eres un "burgués" y, sin darte cuenta, estás apoyando al poder establecido. A esto lo llama K. Popper "ser infalsable": no hay modo de encontrar un caso en el que la teoría pudiera revelarse como falsa.

Pero, en fin, el marxismo es un movimiento y van cambiando algunos postulados. Eso cambió mucho en el marxismo heterodoxo, por ejemplo. Pero vayamos al asunto. En Gramsci hay un resto todavía de esa escisión entre Verdad y Falsedad. Se trata de la teoría del intelectual. Hay, según ello, dos tipos de intelecutales. Uno: el "intelectual orgánico"; este intelectual está comprometido con el mundo social y colabora con el partido político. Dos: todos los otros, que forman parte de lo que llama "intelectual tradicional", supuestamente un intelectual que no se vincula a ningún partido político y que, por "ir a su aire", se descompromete y es un burgués. Seguramente el que escribe esto es, de acuerdo con este principio, un burgués, un descomprometido y un siervo del poder establecido. Que uno no está de acuerdo en tal cosa, pues se te dice que eres un intelectual tradicional y ya estás fuera de juego a priori. Eso, que conste, no me ha pasado con toda la gente de Podemos, porque hay en ellos una tendencia al "sentido común", pero también ha habido muchas ocasiones en las que, por opinar de forma diferente, algunos militantes de Podemos han venido a decir simplemente que soy un tipo de intelectual destinado a desaparecer. Este principio es un dogma al que no se le presta la suficiente atención y que funciona ciegamente, asumido sin reflexión.

3. Propuesta en positivo para Podemos


¿Qué tendría que hacer Podemos ante esta autofagia? ¿Desaparecer? ¡No necesariamente! ¿Por qué? Estamos en democracia, tenemos libertad para pensar y se pueden transformar las cosas. Se trata de que transforme sus supuestos y cómo los ha relacionado en esa tríada autofágica que hemos comentado.

1. Mi propuesta fundamental, pues, para Podemos es que se haga consciente de este proceso autófago.

2. Que reconsidere, en función de esta comprensión de su proceso autófago, tanto los elementos que introduce en esa tríada de su ideología, como la relación entre ellos.

3. Que elimine esa teoría del intelectual (tradicional versus orgánico) y se atreva a escuchar a cualquier crítico, sea así o sea asá. Y que lo escuche, no como quien escucha moscas a su alrededor, sino con la firme intención de pensar bien lo que se le dice y cambiar si lo que se le dice tiene visos de claridad y racionalidad.

4. Personalmente (muy personalmente) yo eliminaría varias cosas y pondría otras. Eliminaría, al menos, lo siguiente.

Eliminaría el elemento "populista", porque tuvo su sentido en el inicio de los movimientos de protesta, pero luego corre el riesgo de provocar lo contrario de lo que quiere. O bien, afinaría mucho el populismo, de forma, no sé cómo, que se protegiese de los peligros (aporías) que contiene y he descrito.

Eliminaría elementos gramscianos. El marxismo es un movimiento, no una escuela. Se puede eliminar ese elemento de "hegemonía cultural", que es engañoso. Porque si se va a quitar a una forma de poder que transmite "ideología" por los medios de comunicación y otros a su alcance por otra forma de gobierno que necesita propaganda para su propia ideología... apañados vamos. Se puede recurrir a otros pensadores del marxismo, que hay muchos. En particular, Lukács me cae mejor. Ese marxismo heterodoxo tenía esta idea clave: lo "ideológico" es aquello que se desarraiga del todo social y empieza a funcionar, él solito, de forma autónoma. Como, por ejemplo, que la autonomía de la universidad se transforme de autonomía en autarquía desarraigada de lo social. O que mi actividad, sea la que sea, pierda la noción de que forma parte de un mundo público y se autonomice y le de igual todo. Es un ejemplo. En general, aconsejaría tener en cuenta el carácter flexible del marxismo, reinterpretarlo creativamente sin ceñirse a un modelo dado, incrustarle nuevos elementos. Y ello de tal modo que, si es necesario, el marxismo se cruce con otras filosofías, que la izquierda no tiene por qué estar exclusivamente interpretada por el marxismo.

Exigiría al mundo lacaniano que saliese de su conservadurismo. Lacán fue, quizás, genial interpretando y expandiendo al freudismo, pero no fue un dios, como lo tienen algunos. En particular, Lacán no ofrece una teoría del inconsciente colectivo. Ofrece una teoría del inconsciente del individuo y lo hace colectivo sólo bajo el supuesto de que se repite de forma idéntica (sus elementos y modos generales de funcionar) en todos los individuos. No tiene en cuenta que una cultura es mayor que la suma de los individuos y, por eso, su concepción del psiquismo no vale para la cultura en su globlalidad. Pero ese escollo lo pueden salvar los pensadores de esa misma línea, convirtiéndose en creadores de una nueva forma de considerar al psiquismo y dejando de ser meros escolásticos. No es necesario que maten a Lacan como fuente doctrinal maleable y trascendible, pero sí que "maten al padre".

5. Pondría, fundamentalmente, una cosa: una noción de cultura de verdad, amplia y profunda. Cultura como lo he descrito y, por tanto, como nervadura no construible, no domeñable, no susceptible de dirección desde un "general" (y ni siquiera por el pueblo, porque el pueblo pertenece a la cultura y no al revés). Cultura como acontecimiento indisponible que hay que cuidar para que sus procesos auto-generativos y auto-creativos no sean determinados "desde fuera" de ella, a golpe de comando, sino desde sí misma. Cultura como Physis o natura naturans (sabiendo que es como una "segunda naturaleza"), siempre viva, siempre "salvaje" (no domesticable), siempre manantial de creación y de auto-renovación alteradora de los pueblos.

Con esa concepción de "cultura", por lo demás, va de suyo que los problemas políticos hoy ya no pueden limitarse a los "caseros" (este, "mi recorte"; esta, "mi" falta de representación democrática). Esos problemas son de necesaria atención. Pero la "cultura", así comprendida, apela a una Gran Política, encaminada a auscultar y transformar el espíritu entero de nuestra civilización occidental, que es la que manda en el fondo en todas partes y la que determina lo que un gobierno preciso del país tal o cual pueda o no hacer. align="justify">Al menos, eso interpreté yo como anhelo en el brillo de los jóvenes que se reunieron, como en ágora, en las plazas de tantas ciudades españolas, en aquel momento de posición interrogante, de pensamiento en estado naciente, de esperanza en una humanidad (entera) diferente.

[1] "Autofagia". He llamado así (en El ocaso de Occidente, Barcelona, Herder, 2015) al agente patógeno fundamental de nuestra cultura (como modo de ser y visión del mundo) de nuestra civilización occidental en el presente. La cultura se genera a sí misma, es auto-poiética, auto-organización creativa y tendente a la expansión en riqueza y potencia. Una génesis autógafa es aquella en la que, en su dinamismo inmanente, devora paradójicamente sus potencias. Tal es el significado. Esta no es producida por anomalías respecto a un estado supuesto de salud o normalidad. La enfermedad es el proceso aporético por el cual la vida, por mor de su propio movimiento, desfallece y se vuelve contra sí misma. Es autófaga y no autoinmune, pues no tiene su causa en la revuelta de sus defensas contra sí misma (la cultura no tiene un exterior y no se defiende de ningún agente patógeno), como algunos hoy sostienen. Su causa reside en una vuelta contra-genética de sus propias fuerzas dinamizadoras. Siendo la génesis autófaga el agente de la enfermedad occidental, da lugar a multitud de patologías de civilización en superficie, es decir, a procesos, también autófagos, por los cuales la comunidad occidental, en su dimensión socio-política y considerada de modo supra-individual (como un conjunto mayor que la suma de sus partes), ciega su crecimiento cualitativo en el mismo acto en que lo propulsa. La enfermedad de Occidente, así considerada, tiene como condición su crisis, que comprendemos como agenesia, incapacidad para engendrar o crear.