A veces llegan
a nuestras manos textos llenos de ternura, de nostalgia, de experiencias
plenas de vida, de esperanza y a veces, de muerte; textos que nos
arrancan sentimientos intensos que dejan un denso sabor en los labios
difícil de olvidar, por la propia intensidad de sus líneas; textos que
exaltan los más altos valores del hombre, dibujando con acertada
nitidez un horizonte, en su nacimientos perdido. La Casa del Corazón es
uno de estos textos.
Nos encontramos ante una bellísima novela llena de sabiduría, de
sucesos perfectamente encadenados a través de sus "XV viñetas"
que hacen componer al lector, paso a paso, el mundo real de un niño
provinciano nacido a primeros de siglo XX en el regazo de una humilde
familia y cuya suerte sale al paso personificada en el tercero de sus
hermanos, David, arrebatado por la mina en plena juventud, y que logra
imprimir en él todo un mundo de serenidad, una visión del mundo muy
distinta al entorno que les rodea,
una esperanza de futuro con inconmensurables inquietudes y con la
constante de unos valores internos que harán de faro en su andar
cotidiano; un filósofo nato que guiará
por siempre sus pasos, aún después de su muerte.
Manuel
Villar Raso, su autor, hace de La Casa del Corazón un libro donde cada
personaje adquiere suma relevancia por la acertada precisión en sus
descripciones, generando así, claros y concretos rasgos psicológicos
que logran envolver al lector en las ideas y vivencias de la época en
la que se desarrolla la novela desde la visión peculiar de su
protagonista.
Octubre,
2002
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El
autor en esta obra acomete la difícil tarea de abordar una nueva biografía
de Pedro Antonio de Alarcón pretendiendo aportar una visión diferente de
las realizadas hasta el momento, ya que “Alcofre”, como era conocido
Pedro Antonio en la sociedad granadina de “la Cuerda”, había sido
estudiado desde una perspectiva muy personal, pero casi nunca desde el
contexto familiar, social, político e ideológico donde se desenvuelve la
vida de este personaje llevado a la posteridad gracias a su aportación en
la España del siglo XIX.
Antonio Lara nos adentra en
un Pedro Antonio que no deja
indiferente a quien se aproximaba a él, como tampoco dejó impasibles a
sus coetáneos. Un Pedro Antonio, hijo de escribano, cuyas
posibilidades se ven alimentadas por nacer en una ciudad mecida a la
sombra de la iglesia ya que al ser sede de obispado y estar en continuo
contacto con el clero, obviamente, se veían favorecidas. De ahí su
marcado fervor religioso que
dejó patente en las líneas de su obra; un individuo cuya vida aparece
impregnada de constantes como son, por una parte, su gran debilidad e
inseguridad a pesar de la facilidad con que tomaba decisiones; y por otra,
como bien refleja su propia obra en la que se puede apreciar amplios
rasgos autobiográficos, el deseo casi obsesivo de que su vida se
conociese a toda costa y de que su recuerdo llegara a la posteridad.
Así
pues Antonio Lara nos presenta a un accitano que levantó admiración y
displicencia, atracción y rechazo, amistad y rivalidad a lo largo de toda
su vida y que ha permanecido vivo hasta nuestros días por sus múltiples
facetas de periodista adelantado, literato de prestigio y político de
enjundia
Julio, 2001 |