Fragmentos de la obra:
CAPÍTULO 2
(...)
Yo estaba
impresionado. Por fin entendía por qué mi abuelo había decidido estudiar
siendo tan viejo, y me fastidió que la conversación acabase tan
bruscamente.
-Sigue,
abuelo.
Hacía tanto tiempo
que no le llamaba así, que hasta sentí vergüenza y me sonrojé un poco. El
granate de las mejillas me delató. Él sonrió.
-Tal
vez otro día. Ahora es tarde y debes irte a la cama. Mañana tienes que
madrugar. ¿ Para qué me habías llamado
antes? ¿No querías que te explicara por qué Juana heredó el
trono si no era la primogénita?
-Sí
-Pues
escúchame un poquito, luego te duermes y mañana seguimos ¿De acuerdo?
-Vale.
-Sabemos que los Reyes Católicos tuvieron cuatro hijas: Isabel, Juana,
María y Catalina; y un hijo: Juan, el príncipe heredero. Bien, pues, el
azar hizo que el camino de la sucesión tomara rumbos imprevistos que
desembocaron en la coronación de Juana como heredera del reino.
>>En
primer lugar, muere su hermano Juan, heredero legítimo. A éste le
sucedería su primogénito, pero murió nada más nacer. En aquella época, ya
lo sabes, la mortandad infantil era altísima. El título de soberanía pasa
a Isabel, la primera de las hermanas. Sin embargo, ella también muere al
dar a luz a su hijo Miguel, pasando éste al cuidado de sus abuelos, los
Reyes Católicos; él sería, tras la muerte de su madre, el sucesor del
reino, convirtiéndose así en heredero de las tres grandes coronas:
Portugal, como hijo de Manuel O Venturoso, y de Castilla y Aragón, como
nieto de los Reyes Católicos. Todo por derecho de primogenitura; sin
embargo, estando en Granada la Corte, Miguel muere también y el camino de
sucesión queda completamente abierto para ser ocupado por Juana.
-¡Vaya
suerte! Abuelo, sigue contándome... anda.
-No, que
es muy tarde. Mañana.
-¿Y si
te lo pido por favor?
Él
sonrió.
-Eso estaría muy bien, pero ahora debes de irte a la cama. Venga, hasta
mañana. Que
descanses,
hijo.
Yo estaba enfadado y no le contesté. ¡Grrrrr! ¡Me había dejado con la miel
en los labios!
CAPÍTULO 4
Al levantarme no vi al abuelo. Me extrañó, pero no pregunté porque si lo
hubiera hecho seguro que mi madre me hubiera llevado al médico pensando
que estaba enfermo.
Durante
todo el día no volví a acordarme de él ni de su trabajo, pero al llegar a
casa sentí la curiosidad de saber cómo continuaba y me encerré en su
cuarto para que mi madre no supiera que estaba holgazaneando, sin hacer
los deberes, y me puse a leer.
“Juana
nace en 1479, como ya sabemos, justo en un momento importantísimo para los
proyectos políticos de sus padres, ya que tenían prevista una reforma muy
especial: establecer una nueva Inquisición. Su misión sería reforzar el
poder de la Corona, haciéndolos más fuertes tanto en lo político como en
lo religioso. Su verdadera meta, ahora, era la conquista del reino nazarí
de Granada, con la expulsión de los últimos musulmanes que quedaban en la
Península. Con esto terminarían la Reconquista”.
Llevaba apenas leído un folio cuando oí al abuelo hablar con mamá.
Rápidamente cerré la carpeta del trabajo y, sin que nadie se diera cuenta,
me metí en mi cuarto fingiendo que venía del baño. No tenía ganas de tener
otra bronca con ellos.
El abuelo abrió la puerta y me preguntó si después tendría tiempo para
continuar con su trabajo. Le dije que sí. Por supuesto que sí. ¿Cómo no
iba a tener ganas si aquel trabajo era lo más interesante entre toda la
montaña de deberes, temas para estudiar y demás obligaciones?
-Bien,
pues entonces espero a que termines. ¿De acuerdo? Estaré en el salón. Tú
me avisas
-Vale,
abuelo, pero si quieres lo vemos antes. Tengo toda la tarde para estudiar.
-Álvaro... ya sabes lo que dice el refrán: «Antes que la devoción...
está...
-Si,...
la obligación». Pero... abuelo...
-Nada.
Te espero. No tengo prisa alguna.
(...)
Diciembre, 2003
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