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La fama de Bahamut llegó a los desiertos de
Arabia, donde los hombres alteraron y magnificaron su imagen. De hipopótamo
o elefante lo hicieron pez que se mantiene sobre un
agua sin fondo y sobre el pez imaginaron un toro y sobre el toro una montaña
hecha de rubí y sobre la montaña un ángel y sobre el ángel seis infiernos y
sobre los infiernos la tierra y sobre la tierra los siete cielos. Leemos en una
tradición recogida por Lane:
«Dios creó la tierra, pero la tierra no tenía sostén y así bajo la tierra creó un ángel. Pero el ángel no tenía sostén y así bajo los pies del ángel creó un peñasco hecho de rubí. Pero el peñasco no tenía sostén y así bajo el peñasco creó un toro con cuatro mil ojos, orejas, narices, bocas, lenguas y pies. Pero el toro no tenía sostén y así bajo el toro creó un pez llamado Bahamut, y bajo el pez puso agua, y bajo el agua puso oscuridad, y la ciencia humana no ve más allá de ese punto.»
Otros declaran que la tierra tiene su fundamento en el agua;
el agua en el peñasco; el peñasco, en la cerviz del toro; el toro, en un lecho
de arena; la arena, en Bahamut; Bahamut, en un viento sofocante; el viento
sofocante, en una neblina. La base de la neblina se ignora.
Tan inmenso y tan resplandeciente es Bahamut que los ojos
humanos no pueden sufrir su visión. Todos los mares de la tierra, puestos en
una de sus fosas nasales, serían como un grano de mostaza en mitad del
desierto. En la noche 496 de libro de Las
Mil y Una Noches, se refiere que a Isa
(Jesús) le fue concedido ver a Bahamut y que, lograda esa merced, rodó por el
suelo y tardó tres días en recobrar el conocimiento. Se añade que bajo el
desaforado pez hay un mar, y bajo el mar un abismo de aire, y bajo el aire,
fuego, y bajo el fuego, una serpiente que se llama Falak, en cuya boca están
los infiernos.
La ficción del peñasco sobre el toro y del toro sobre
Bahamut y de Bahamut sobre cualquier otra cosa parece ilustrar la prueba
cosmológica de que hay Dios, en la que se argumenta que toda causa requiere una
causa anterior y se proclama la necesidad de afirmar una causa primera, para no
proceder en infinito.
J.L.Borges, El libro de los seres imaginarios
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