Existe un país donde los cisnes cantan tan bien y con tanto placer que si se toca el arpa a su lado, modulan con ella su voz, igual que el tambor se acopla al flautín, y esto ocurre sobre todo el año en el que morirá el cisne. Por eso se dice cuando se oye a uno que canta bien: «morirá este año». Y también se dice de los niños que demuestran una gran inteligencia: «no vivirá mucho tiempo».
    Y por eso, a causa del miedo que he sentido de morir como el cisne, cuando mejor cantaba, o de morir como el grillo, cuando cantaba más a gusto, he abandonado el canto para componer esta retaguardia, que os envío como sustituto de ese canto. No podía hacer otra cosa, pues perdí la voz desde el momento en que el lobo me vio primero, es decir cuando supe que os amaba, antes de imaginarme cuál podría ser el final de esta aventura. Pero, ¡ay!, cuántas veces me he arrepentido de haber enviado mis súplicas enamoradas, porque me han hecho perder vuestra dulce compañía.

Richard de Fournival, Bestiario de Amor