La naturaleza del lobo es tal que si un hombre le ve antes que él vea al hombre, el lobo pierde toda su fuerza y su audacia; y si el lobo ve al hombre primero, éste pierde su voz y no puede articular palabra alguna.
    Esta naturaleza se encuentra en el amor de hombre y mujer: cuando hay amor entre ellos, si el hombre puede descubrir por la actitud de la mujer que ella le ama, y es lo bastante hábil para hacérselo reconocer, ella pierde la fuerza de rehusar su amor. Pero como no he podido evitar el revelaros el fondo de mi corazón antes de conocer el vuestro, os habéis librado de mi, y así lo he oído decir algunas veces.
    Y si he sido visto el primero, conforme a la naturaleza del lobo, debo perder la voz. Esta es una de las razones por las que este escrito no es un canto, sino un relato.
    Y otra razón se encuentra en la naturaleza del Grillo, que he estudiado con mucha atención.

R. de Fournival, Bestiario de Amor


Un lobo

Furtivo y gris en la penumbra última,
va dejando sus rastros en la margen
de este río sin nombre que ha saciado
la sed de su garganta y cuyas aguas
no repiten estrellas. Esta noche,
el lobo es una sombra que está sola
y que busca a la hembra y siente frío.
Es el último lobo de Inglaterra.
Odín y Thor lo saben. En su alta
casa de piedra un rey ha decidido
acabar con los lobos. Ya forjado
ha sido el fuerte hierro de tu muerte.
Lobo sajón, has engendrado en vano.
No basta ser cruel. Eres el último.
Mil años pasarán y un hombre viejo
te soñará en América. De nada
puede servirte ese futuro sueño.
Hoy te cercan los hombres que siguieeron
por la selva los rastros que dejaste,
furtivo y gris en la penumbra última.

J.L. Borges, «Los conjurados»