El tratamiento antidótico tiene por objeto evitar que el tóxico actúe. Para conseguirlo, los antídotos pueden actuar de dos formas: neutralizando químicamente al tóxico por quelación (antidotismo químico) o contrarrestando sus efectos tóxicos sobre el organismo sin ponerse en contacto con él, bien por antagonismo, o aportando el metabolito en déficit (antidotismo fisiológico).