2 El conocimiento científico y su instrumentalización en el debate social

2.1 Asimetría en la evolución del consenso científico y el debate social

El consenso científico es el resultado del debate abierto en la comunidad científica sobre temas sujetos a controversia y la revisión por pares de las contribuciones de referencia en revistas otros cauces formales de comunicación científica.

Aunque no es inmune al sesgo epistémico, al conflicto de intereses y al efecto de la ideología o de la mala praxis, una característica del consenso científico es su dependencia de la evidencia empírica y del razonamiento lógico, junto con la disposición a poner a prueba las hipótesis extravagantes y a someter las más comunes a procesos de falsación y corrección, como parte de una actitud de escepticismo metodológico cuando la nueva evidencia o propuestas teóricas contradicen el conocimiento consolidado o determinados enunciados de las fuentes de referencia.

El conocimiento científico se diferencia de la opinión pública por ser sistemático, organizado, objetivo y autocorrectivo. Aunque refleje la posición, acuerdo o valoración compartida de la comunidad científica en un ámbito de estudio, no necesariamente es sinónimo de unanimidad sobre las teorías, los hechos, los métodos y los valores que explican y orientan la investigación científica.

Las fuentes son los documentos o medios que contienen información relevante y verificable sobre un tema de investigación. Las fuentes pueden ser primarias, secundarias o terciarias, según el grado de proximidad o elaboración respecto al objeto de estudio. Las fuentes primarias son las que ofrecen información directa y original sobre el tema, como por ejemplo los artículos científicos, las tesis doctorales, los informes técnicos o las bases de datos. Las fuentes secundarias son las que analizan, interpretan o sintetizan la información de las fuentes primarias, como por ejemplo los libros, las revistas académicas, las reseñas o las enciclopedias.

La articulación del consenso científico obliga a recurrir a las fuentes más rigurosas y confiables, que cumplan con ciertos requisitos de calidad, pertinencia, actualidad y objetividad. El contenido de las fuentes primarias se supone publicado en medios reconocidos y previa revisión de personas expertas en el campo. Además, deben estar relacionadas con el tema de investigación, ser recientes o vigentes y presentar evidencia empírica y argumentos lógicos que respalden sus afirmaciones.

El debate social es el intercambio de opiniones, argumentos y críticas entre los diferentes actores sociales que participan en la esfera pública sobre temas de interés común. El debate social implica una diversidad de perspectivas, aunque no necesariamente informadas y razonadas, sobre los problemas, las causas, las soluciones y las consecuencias que afectan a la sociedad. Su objetivo fluctúa entre fomentar el diálogo y la deliberación democrática sobre temas relevantes sujetos a controversia y la articulación de cauces participativos orientados a lograr un consenso lo más amplio posible al respecto. El debate social se basa en la información mediática y política, y se somete a un proceso de influencia y persuasión mutua que pueden manipular con éxito grupos de presión y otros actores poco interesados en la verdad.1

La asimetría entre la evolución del consenso científico y el debate social se manifiesta en varios aspectos:

  1. La velocidad: el consenso científico evoluciona de manera lenta y gradual, mientras que el debate social evoluciona de manera rápida y cambiante. Esto se debe a que el consenso científico requiere de un rigor metodológico y una validación intersubjetiva que demandan tiempo y recursos, mientras que el debate social responde a las demandas coyunturales y emocionales que generan los acontecimientos sociales.
  2. La autoridad: el consenso científico se basa en la autoridad epistémica de personal experto con un conocimiento especializado y reconocido sobre el tema objeto de estudio, mientras que el debate social se basa en la autoridad política o popularidad mediática de los líderes de opinión que poseen un poder de influencia y persuasión sobre el público. El consenso científico implica una jerarquía de credibilidad y competencia que se establece por medio de criterios objetivos y prácticamente universales, mientras que el debate social implica una pluralidad de intereses y valores que se establece por medio de criterios subjetivos y contextuales.
  3. La comunicación: el consenso científico se comunica de manera técnica y especializada, mientras que para el debate social se recurre a formatos y canales o plataformas accesibles al gran público. Esto se debe a que el consenso científico utiliza un lenguaje preciso y riguroso que busca transmitir el conocimiento con claridad y exactitud, mientras que el debate social utiliza un lenguaje simplificado y persuasivo que busca transmitir el conocimiento con eficacia e impacto entre un público no especializado.

La brecha entre el consenso científico y el debate social dificulta la comprensión mutua y la colaboración entre actores a menudo concernidos por los mismos problemas, de cuya actuación coordinada dependen las soluciones eficaces, en la escala adecuada de recursos e intervalo temporal disponible. Esta brecha o asimetría puede tener consecuencias negativas para todos los colectivos en un determinado contexto social:

  1. Desinformación: si en el debate social se ignora o distorsiona el consenso científico, se genera un contexto de desinformación que puede inducir al error o al engaño a los ciudadanos. Ocurre, por ejemplo, cuando se niega o se minimiza el impacto del cambio climático o se cuestiona su amenaza para la biodiversidad, obstaculizando la toma de conciencia y la eficacia de la acción colectiva sobre estos problemas.
  2. Desconfianza: si el consenso científico no es transparente ni accesible al debate social, se produce una desconfianza que puede generar rechazo o resistencia a los avances científicos. Puede ocurrir cuando se ocultan los riesgos y beneficios reales de ciertas tecnologías (vacunas, transgénicos, tecnologías reproductivas, etc.), lo que contribuye a consolidar actitudes de sospecha y oposición a estas tecnologías.
  3. Polarización: cuando el consenso científico y el debate social se enfrentan o menosprecian porque evolucionan a diferente ritmo, se incrementa el riesgo de polarización y conflicto violento entre grupos sociales con intereses no necesariamente opuestos. Hay muchos ejemplos a propósito de las reacciones de grupos con ciertas creencias religiosas o ideológicas ante el aborto, la eutanasia o las tecnologías reproductivas.

Cualquier tema que pueda servir de pretexto para agudizar la división y la intolerancia entre colectivos o sectores sociales puede ser utilizado por actores sin escrúpulos para desencadenar dinámicas incontrolables bajo determinadas circunstancias. No debe extrañar que los mismos sectores ideológicos que promueven el negacionismo climático extiendan su estrategia de distorsión a otras cuestiones de salud pública como la utilidad de las vacunas, la integración de minorías o las estadísticas de violencia de género.
M. Moreno, Negacionismo y conflicto social (GA 2021, 37 (3) 09, aptdo. 2).

El único modo de superar esta asimetría y sus consecuencias es una estrategia sostenida de diálogo y cooperación entre asociaciones o personas destacadas de la comunidad científica y actores con capacidad de liderazgo social, orientada a reforzar los cauces de difusión aptos para la comunicación de opiniones informadas y cualificadas sobre temas complejos y sujetos a controversia. Los aspectos esenciales en esta estrategia son:

  1. Información: cuando el debate social se desarrolla con contribuciones informadas y ajustadas al consenso científico, se genera un entorno propicio para la educación y la participación ciudadana en temas como el cambio climático y otros desafíos complejos.
  2. Confianza: cuando el consenso científico es abierto y sensible al debate social, se amplía el margen de confianza que puede favorecer la aceptación y la innovación de los avances científicos. Cuando se debate con criterio experto sobre los riesgos y los beneficios de las vacunas o los transgénicos, se estimula la confianza y la adopción de estas tecnologías, al menos entre quienes están abiertos a nueva información y valoran las mejoras y posibilidades inéditas que el conocimiento aplicado puede aportar.
  3. Integración: cuando el consenso científico y el debate social se complementan, la integración puede mejorar la convivencia pacífica entre grupos sociales heterogéneos.2

Las creencias subyacentes a la opinión pública sobre determinados temas van ligadas a las actitudes e intereses compartidos por un sector significativo de la población, elementos fácilmente influenciables por medios de comunicación, líderes de opinión, experiencias personales, tradiciones y otros factores. El papel de la evidencia en la conformación de la opinión pública difiere notablemente del peso o valor que le reconoce la comunidad científica. La opinión pública puede ser manipulada dando difusión a puntos de vista e información no verificada, si la estrategia es útil para otorgar protagonismo a actores más interesados en ganar popularidad y acceder a ciertos ámbitos de toma de decisiones que en contribuir a una deliberación equilibrada y racional.

Mientras la dinámica científica es autocorrectiva -y crítica, pero flexible, ante la nueva evidencia- las creencias que sustentan opiniones públicas pueden ser mucho más resistentes al cambio, incluso refractarias al nuevo conocimiento y a la evidencia que lo avala. Medios de comunicación y redes sociales no son plataformas diseñadas para la evitación se sesgos, sino más bien para amplificar y viralizar puntos de vista subjetivos o carentes de contraste, si con ello se incrementa el flujo publicitario y los ingresos corporativos.3

Sobre tecnofilia y tecnofobia: ambivalencia de la tecnología
Obviamente, hay tecnologías beneficiosas, como las utilizadas en la fabricación de utensilios de cocina y de fármacos eficientes. Es igualmente obvio que hay tecnologías perniciosas, como las que se utilizan para el asesinato en masa y la manipulación de la opinión pública. Y hay, también, tecnologías de dos filos, como las que se emplean en la fabricación de televisores, la organización de empresas, el diseño de códigos legales o políticas públicas. En efecto, la televisión puede entretener y educar, o puede acostumbrar a la violencia, la vulgaridad y la pasividad. La administración de empresas puede aumentar la satisfacción del consumidor y el trabajador, o puede tener como objetivo la maximización de la utilidad a costa de la calidad del producto o del bienestar de los trabajadores. La pericia legal puede defender o condenar a un inocente, y puede reforzar o debilitar una ley injusta. Y una disposición de carácter público puede beneficiar a los ricos o a los pobres, a todos o a ninguno.
M. Bunge, Crisis y reconstrucción… (2021, cap. 1.3)

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Debido a que la tecnología, a diferencia de la ciencia básica, rara vez es neutral, es natural que la mayoría de las personas sean o tecnófilas o tecnófobas. Sin embargo, la mayoría de los tecnófobos no tienen empacho en utilizar artefactos de alta tecnología y algunos tecnófilos adoran productos tecnológicos que no comprenden. Un ejemplo de tecnofobia incoherente es el del irracionalista que escribe sus insensateces empleando un procesador de texto; Y un caso de ciega tecnofilia es el del beduino saudí a quien mi amigo Dan A. Seni encontró arrodillado e inclinado ante una computadora, la última potente e inescrutable deidad de los occidentales.
La tecnología de la información es ambivalente porque sólo se refiere al procesamiento y transmisión de mensajes, no a su contenido o significado. Una red de información puede difundir conocimiento o propaganda, poemas o insultos, llamamientos a la compasión o a la violencia. Debido a esta ambivalencia, los humanistas tienen algo que hacer y algo que decir acerca de la revolución de la información; debemos averiguar qué es lo bueno y qué lo malo de esta revolución, así como qué es verdad y qué es falso en la estridente «infomanía».

Análisis de casos

Véase la selección de recursos y el listado de temas para analizar (incluye Oreskes-Conway).

Notas y referencias del aptdo.
  1. Oreskes, N. (2004). Beyond the ivory tower. The scientific consensus on climate change. Science, 306(5702), 1686.
    Oreskes, N. (2004). “Consensus in science: How do we know we’re not wrong,” presented at the AAAS meeting on 13 February 2004.
    Moreno, M. (2021). Negacionismo y conflicto social. Gazeta de antropología, 37(3)-09.
  2. Sobre el proceso de transformación política de la función de la publicidad y la distorsión de la opinión pública en las sociedades liberales, véase J. Habermas (1994). Historia y crítica de la opinion pública. Editorial Gustavo Gili.
  3. Véase M. Cinelli et al. (2021). “The echo chamber effect on social media”, Proceedings of the National Academy of Sciences, nº 118 (9): e2023301118. https://doi.org/10.1073/pnas.2023301118.

2.2 Gestión política de resultados controvertidos de la investigación científica

Una perspectiva interesante para entender la deriva irracional en ciertos aspectos del debate público, si se compara con el curso del debate académico o especializado sobre la misma temática, consiste en clarificar las fortalezas y debilidades del conocimiento científico, en tanto que actividad institucionalizada orientada menos a la consecución de la verdad que al consenso de la comunidad experta.4

Los colectivos sociales caracterizados por buscar la armonía o la conformidad interna sirven de base para amplificar un fenómeno psicosocial —la mentalidad de grupo— útil para minimizar el conflicto interno y alcanzar consensos sin una evaluación crítica adecuada a la complejidad de los problemas acerca de los cuales quieren mostrar creencias firmes, lo que puede dar como resultado una toma de decisiones irracional o disfuncional.

Por el contrario, la indagación y el debate científico evoluciona por lo general muy dependiente de la evidencia, los datos empíricos y las observaciones, buscando conclusiones o resultados replicables por otros equipos de investigadores para verificar hallazgos controvertidos. Si la nueva evidencia resiste los intentos de falsación, es frecuente una dinámica autocorrectiva, pese a los casos de disidencia o resistencia a nuevas hipótesis, enfoques y metodologías de trabajo.

A veces en intervalos muy cortos de tiempo, la comunidad científica se adapta y modifica sus postulados, métodos o protocolos de trabajo, para ajustarlos al nuevo conocimiento y desarrollos tecnológicos. Esta dinámica adquiere un carácter prácticamente universal desde que existe acceso generalizado a internet, en cualquier lugar y contexto cultural.

Aspectos del debate público sobre los que no cabe aportar evidencia y resultados sujetos a control experimental condicionan gran parte de las preguntas y preocupaciones sobre los que la comunidad experta no puede aportar respuestas convincentes ni más cualificadas que las del individuo común. Cautelas de tipo profesional para evitar sesgos o excluir errores pueden ser interpretadas como aval a puntos de vista pseudocientíficos o a tecnologías y tratamientos ineficaces. Incluso la reticencia metodológica profesionalmente justificada a dar por sentados ciertos hechos, fenómenos o procesos puede ser manipulada para promover reacciones absurdas e irracionales en escenarios complejos o ante problemas inéditos.5

Resulta preocupante que la negación de la ciencia se haya vuelto una posición predominante en el Partido Republicano de Estados Unidos y entre grupos de extrema derecha con capacidad para condicionar el debate parlamentario sobre temas acuciantes en muchos países. Si cuestionar el consenso científico solía ser una estrategia asociada a la izquierda política que cuestionaba la alianza entre actores políticos, financieros y tecnológicos, desde la década de 1990 la derecha adoptó y radicalizó argumentos posmodernos sobre el relativismo de los hechos para negar la evidencia incómoda sobre problemas como el cambio climático o los efectos de la contaminación ambiental. El gobierno de Bush hijo promovió una estrategia similar y ahora parece condición de entrada al grupo republicano con aspiraciones presidenciales. J. Warner, Fact-Free Science, 2011.

La revalorización de la ciencia como bien público no partidista no obedece a un afán de otorgar privilegios a sus actores, sino a la necesidad de informar las decisiones políticas con hechos empíricos, estudios rigurosos de problemas complejos y análisis prospectivo para el beneficio de todos. Degradar los elementos y fuentes de evidencia científica a componentes ideológicos negociables puede derivar en despilfarro, sucesión de absurdos y autodestrucción. Por su parte, la innovación científica no debería desconectarse de las necesidades comunes que constituyen problemas apremiantes por su gravedad y alcance.6

Notas y referencias del aptdo.
4. Sobre las distorsiones que puede generar la mentalidad de grupo (groupthink), véase Lee C. McIntyre (2015). Respecting truth: Willful Ignorance in the Internet Age. New York: Routledge.  
5. N. Ceballos (2021). El pensamiento conspiranoico. Barcelona, Arpa.  
6. J. Warner (2011). "Fact-Free Science". The New York Times. https://www.nytimes.com/2011/02/27/magazine/27FOB-WWLN-t.html; y R.E. Dunlap et al. (2016). "The political divide on climate change: Partisan polarization widens in the U.S." Environment: Science and Policy for Sustainable Development, 58(5), pp.4-23. https://www.tandfonline.com/doi/abs/10.1080/00139157.2016.1208995.

2.3 El uso tóxico de la epistemología: dinámicas de poder y concepción mercantil del conocimiento

Los intentos de politizar la ciencia son siempre éticamente problemáticos y obstaculizan la adopción de soluciones basadas en conocimiento riguroso a problemas reales. El núcleo de compromisos políticos que subyace a las constituciones de las democracias liberales queda afectado si no se reconoce la autoridad epistémica de la comunidad científica para determinar la validez del conocimiento, sin intromisión de agendas políticas o económicas. Incluso en contextos muy apremiantes de dificultades económicas y amenazas externas, cualquier representante elegido democráticamente debería ceñirse en sus responsabilidades a cursos de acción compatibles con la mejor evidencia disponible, por más que hacerlo suponga contradecir creencias populares.

Esto no excluye procesos de participación informada para conciliar ciencia e intereses en conflicto, ni la obligación de contribuir a un debate público transparente y respetuoso, en el formato adecuado para no llegar a conclusiones precipitadas ni forzar consensos prematuros.7

La gestión política no puede quedar paralizada por la falta de acuerdo o apoyo entre la comunidad científica. Pero el rechazo de conocimiento o evidencia incómoda tiene graves consecuencias, restando eficacia o derrochando recursos escasos cuando la inacción se prolonga y se afrontan demasiado tarde los efectos de determinadas sustancias dañinas para la salud -como ocurrió durante décadas con la exposición al humo del tabaco- o la adopción de medidas preventivas y mitigadoras de los efectos de la crisis climática.

Sin información y cautela reflexiva no es posible ejercer un liderazgo responsable y ético, con la honestidad y el valor cívico necesarios para tomar decisiones basadas en hechos y orientadas al bien común, por impopulares que resulten bajo criterios electorales.
S. Lewandowsky y J. Cook, The Conspiracy Theory Handbook, 2020.8

El riesgo de promover la investigación científica solo cuando va ligada a expectativas muy concretas de rentabilidad económica y uso comercial dejaría en segundo plano múltiples líneas de investigación básica y aplicada que necesitan apoyo sostenido para dar frutos y, eventualmente, contribuir de manera decisiva a cambios revolucionarios en la solución de problemas complejos y a nuevas oportunidades en sectores cruciales de actividad.

La epistemología filosófica, en tanto que disciplina centrada en el estudio de la naturaleza, el origen y los límites del conocimiento humano, aporta perspectiva crítica y resultados que pueden incorporarse de buena fe al debate académico; pero también ser utilizados para manipular, dominar o excluir a otros en función de intereses particulares o ideológicos.

Las relaciones asimétricas entre sujetos, instituciones y grupos de poder a menudo derivan de oportunidades y medios diferenciados para producir, poseer o acceder al conocimiento. Cuando los resortes institucionales de producción y difusión del conocimiento dependen fuertemente de esquemas jerarquizados de autoridad, es difícil evitar las dinámicas asociadas de influencia, nepotismo, coerción o violencia, con sus efectos negativos previbles sobre la libertad, la diversidad y la justicia epistémica.9

En diverso grado, las dinámicas de poder operan y condicionan la investigación científica de múltiples formas:

  • Imponiendo un paradigma epistemológico dominante que niega o descalifica otras formas de conocimiento bien consolidadas.
  • Excluyendo o marginando a grupos sociales o culturales que no tienen acceso al conocimiento científico o académico, o que no cuentan con los recursos o las oportunidades para participar en su producción.
  • Apropiándose o explotando el conocimiento de otros sin reconocer su autoría, su contexto o su valor.
  • Censurando o controlando el conocimiento mediante actores políticos, religiosos o económicos que pretenden imponer una visión única o hegemónica de la realidad en las instituciones educativas o científicas.

La idea de que el conocimiento es una mercancía que se puede comprar, vender o intercambiar en el mercado conlleva una reducción del valor del conocimiento a su utilidad económica, y una pérdida de su sentido social, ético o estético. Incorporada en las políticas de ciencia y tecnología, esta idea puede llevar a la marginación de las líneas de investigación más costosas o menos rentables en el corto plazo, privando en el futuro al colectivo social de los beneficios derivados del conocimiento básico y aplicaciones rentables, pero no previstas con los criterios y prioridades del presente.

Otro efecto colateral es aproximar los criterios de gestión de la investigación y sus aplicaciones al esquema de países autoritarios, donde el reducido comité con capacidad de liderazgo condiciona toda la cadena de decisiones, objetivos y prioridades para el pesonal investigador y sus centros de trabajo. A largo plazo, las ineficicencias y simplificaciones de objetivos y problemas pueden ocasionar el declive de todo el sistema científico y del ecosistema tecnológico.

En contexto de libre mercado existen muchos incentivos para dinámicas de privatización del conocimiento generado con fondos públicos, comenzando por la restricción en el acceso a sus resultados y aplicaciones y generando dependencia o desigualdad entre países y regiones. Otro riesgo es reducir la actividad de difusión y comunicación científica a formatos meramente publicitarios, presionando a sus actores más destacados para que operen en modo constante de autopromoción y apelando a criterios dudosos o efímeros de calidad e impacto.

La reducción de la función crítica y reflexiva de los actores e instituciones involucrados activamente en la producción de conocimiento a funciones propias de departamentos de comercialización y mercadotecnia es una dinámica sutil pero letal para amplios sectores de la cultura como las humanidades. El ecosistema de incentivos para la calidad, la reflexión crítica y la colaboración interdisciplinar queda fácilmente contaminado y distorsionado por el efecto de las políticas que hacen del conocimiento y la creación cultural o artística productos de consumo masivo, despojados de originalidad, capacidad de sorpresa y lucidez crítica.10

Cuando el rendimiento del trabajo académico y la calidad de la actividad profesionalmente dedicada a la investigación se someten a criterios estrechos de rentabilidad, eficiencia o prestigio, es previsible que sus resultados se alejen de las necesidades, problemas e intereses genuinos de la sociedad.

Un nivel de degradación mayor se obtiene con la instrumentalización política o la manipulación mediática del conocimiento con fines propagandísticos, ideológicos o electorales, en una espiral de distorsión, ocultación o falseamiento imposible de evitar sin auditoría externa y controles independientes. En un sentido muy amplio, la calidad de la participación democrática en las instituciones va ligada al libre flujo de información y conocimiento riguroso donde —y cuando— resulta relevante. 11

Notas y referencias del aptdo.
7. Véase S. Jasanoff (2021). "The crisis of science advising". *Bulletin of the Atomic Scientists*, 77(2), 67-76. 
8. Véase S. Lewandowsky y J. Cook (2020). *The Conspiracy Theory Handbook*. Center for Climate Change Communication. <a href="https://www.climatechangecommunication.org/wp-content/uploads/2020/03/ConspiracyTheoryHandbook.pdf" target="_blank">https://www.climatechangecommunication.org/wp-content/uploads/2020/03/ConspiracyTheoryHandbook.pdf.
9. Miranda Fricker (2009). *Epistemic Injustice: Power and the Ethics of Knowing*. Oxford: Oxford University Press.
10. Al respecto, veánse J. E. Stiglitz (2006). *Making Globalization Work*. New York: W. W. Norton & Company; y E. Morin (2001). *Los siete saberes necesarios para la educación del futuro*.París: UNESCO. <a href="https://unesdoc.unesco.org/ark:/48223/pf0000117740_spa" target="_blank">https://unesdoc.unesco.org/ark:/48223/pf0000117740_spa</a>.
11. Veáse N. Chomsky (2005). *Los guardianes de la libertad. Propaganda, desinformación y consenso en los medios de comunicación de masas*. Barcelona, Crítica; (2002). "El control de los medios de comunicación", en Noam Chomsky e Ignacio Ramonet, *Cómo nos venden la moto*. Barcelona, Icaria.

2.4 La ciencia como actividad institucionalizada orientada al consenso de los expertos

La ciencia no se desarrolla como una actividad aislada o individual, sino en el seno de una comunidad científica, integrada por personas e instituciones que se dedican a la investigación, la enseñanza, la difusión y la aplicación del conocimiento científico. Aunque no es infrecuente que investigadores particulares expresen su opinión personal sobre ciertos temas a través de cauces informales, lo que se espera de su contribución en tanto que actores profesionalmente acreditados para la investigación científica es seguir los cauces formales de comunicación (revistas indexadas, congresos, simposios, etc.) a través de los cuales sus colegas expertos pueden contrastar, responder, comentar y valorar la calidad de su trabajo individual o como integrantes de grupos y nodos de investigación.

Ocasionalmente, la comunidad científica interviene a través de sus asociaciones y representantes institucionales para orientar sobre temas controvertidos, en los que resulta importante disponer de una guía compatible con el consenso científico (es decir, la posición cualificada que predomina entre la comunidad experta en un campo de estudio particular).

La posición de consenso sirve para clarificar en qué aspectos existe acuerdo general —si bien no necesariamente unánime— sobre las teorías, los hechos, los métodos y los valores que explican y orientan la investigación científica. Su base es la evidencia empírica y el razonamiento lógico-matemático, sujetos a procesos de puesta a prueba y corrección constante.

Aparte de la dimensión epistémica (referida al grado y tipo de conocimiento que produce y comparte la comunidad científica, que se supone interesada en generar conocimiento novedoso y relevante para el avance de la ciencia), es preciso considerar los aspectos culturales y los usos en el modo de evaluar y validar el conocimiento producido, el fomento de la coordinación interdisciplinar y el compromiso para comunicar y difundir los resultados en el dominio público.

Esta dimensión social no es ajena al tipo de incentivos existentes para fomentar la cooperación y la colaboración entre investigadores sin comprometer su autonomía e integridad, y a los mecanismos institucionalizados para prevenir o resolver conflictos de intereses que menoscaban la ética de los investigadores. La creciente influencia de la ciencia y la tecnología en casi todos los asuntos de interés público obliga a la comunidad científica a interaccionar con otros actores sociales o políticos sin comprometer su independencia e integridad, aunque a menudo sea para conseguir recursos y apoyo a líneas de investigación minoritarias, con el fin de defender y proteger los derechos e intereses del personal investigador en todas sus ramas y sectores de actividad.

No está garantizado en absoluto que el dinero público destinado a investigación termine siempre contribuyendo al bienestar y el progreso de la sociedad que lo genera. Para que tal cosa ocurra se requieren marcos reguladores, culturas de trabajo, cauces abiertos y controles independientes que faciliten la respuesta a demandas genuinas de la ciudadanía.

Con este fin, el acceso abierto al conocimiento científico, a sus fuentes, resultados y aplicaciones, es una forma de garantizar la deliberación informada y la participación democrática en la toma de decisiones. Este proceso abierto puede incluir a un número amplio de actores en todas las fases relevantes (producción, evaluación, comunicación y aplicación del conocimiento científico, si se adoptan las metodologías oportunas). La imparcialidad y objetividad en la evaluación de la producción científica requiere mecanismos transparentes y eficaces de rendición de cuentas, incluyendo arbitraje experto en situación de conflicto.12

Notas y referencias del aptdo.
12. Ziman, J. (2000). Real Science: What it is, and what it means. Cambridge: Cambridge University Press.  
Lom, Petr (2001). The limits of doubt: The moral and political implications of skepticism. Albany, NY. State University of New York Press. 

2.5 Casos a estudiar

Véase la selección de recursos.