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El tópico cotidie morimur en Quevedo (Encarna Bosch)


Quevedo, tal y como nos enseña Blüher en su libro Séneca en España (1983: 427-479), recoge las enseñanzas senequistas contra la muerte y lo demuestra en su primera etapa estoica con la terapéutica que lleva a cabo contra la muerte. En lo que respecta a esta idea, presenta la misma concepción que Séneca en el concepto de miseria hominis, es decir, la depreciación del cuerpo, que afecta a ambos autores. También el paso Miseria-Dignitas, que es la ínfima trabazón que une la vida y la muerte. Asimismo, presentan la misma concepción en el topos cotidie morimur,  que marca el lúgubre desmoronarse en la muerte día a día. Esta idea está acompañada por la de que la muerte es inseparable compañera de la vida, puesto que es inherente a ella.

otra idea que ambos autores interpretan a la par, es la de concebir la vida como una preparación para la muerte; unida a este, viene la de considerar la muerte como ley natural y la realización de una devaluación pesimista de la vida. Aunque estas ideas en la obra quevediana se ven matizadas por la óptica cristiana en la consideración de la inmortalidad del alma, porque morir es renacer, por ello la muerte se espera con expectación y deseo y el miedo a morir es únicamente intramundano. De igual manera, hay una resignación pesimista, pues Quevedo acaba poniendo la suerte del hombre en manos de Dios, sometiéndose a la voluntad divina cristiana. Analizaremos el poema “Que la vida es siempre breve y fugitiva” para contemplar cómo Quevedo emplea el tópico cotidie morimur.


Todo tras sí lo lleva el año breve
de la vida mortal, burlando el brío,
al acero valiente, al mármol frío,
que contra el Tiempo su dureza atreve.
Antes que sepa andar el pie, se mueve
camino de la muerte, donde envío
mi vida oscura; pobre y turbio río,
que negro mar con altas ondas bebe.
Todo corto momento es paso largo
que doy a mi pesar en tal jornada,
pues, parado y durmiendo, siempre aguijo.  
Breve suspiro y último y amargo

es la muerte, forzosa y heredada;
mas si es ley y no pena, ¿qué me aflijo?

(Quevedo, Poesía esencial, 2013, pág. 57)


En el primer cuarteto se afirma sentenciosamente que todo se lo lleva la muerte, incluso aquello que parece eterno como la valentía y la fama. En el segundo cuarteto, se hace hincapié en la idea de la fugacidad de la vida a través del tópico del cotidie morimur y de dos símiles: la vida como camino hacia la muerte, porque nacer es empezar a morir; y la vida como río que ineludiblemente desemboca en el negro y absorbente mar de la muerte.
Seguidamente, se da una implicación del yo lírico, quien se aflige de la brevedad y fragilidad de la vida, la cual pasa hasta cuando no se es consciente, es decir, cuando se duerme, sin que podamos hacer nada para evitarlo.


Con la interrogación retórica final, formulada en primera persona, se pone en duda la sentencia pseudosenequista: Lex est, non poena perire a partir del sentimiento de la aflicción ante la muerte. En ese último verso podemos apreciar unos sentimientos ambivalentes en Quevedo. por un lado debe aceptar la muerte como una ley natural, pero por otro la lamenta con sentimiento cristiano, sin poder salir de esa tesitura.


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