José Torrubia (1698-1761): viajero, naturalista y paleontólogo


Portada de la edición de 1754
Imprenta de los herederos de
D. Agustín Gordejuela, Madrid
por Leandro Sequeiros

ABSTRACT

José Torrubia was born at Granada, in 1698, traveler and naturalist, author of the "Aparato para la Historia Natural Española", published in 1754, he is considered as one of the first palaeontologist in Spain. Torrubia described and figured the first fossils from Spain, Ammonites, Bivalves, Brachiopods, Trilobites, and others. Nevertheless, his interpretation about fossil origin was always Diluvist. José Torrubia argumented about the existence of gigant men and accepted their existence before the Biblical Deluge. The "Aparato" was well known during the XVIIIth century, in Europe; e. g., a German traslation was published in 1773.

Galeria


ÍNDICE

Datos biográficos
Aparato para la Historia Natural Española
Las ideas geológicas y paleontológicas en tiempo de Torrubia
Torrubia y el Método Científico de las Ciencias Naturales
Eco de las ideas del franciscano José Torrubia entre los naturalistas
Obras paleontológicas de José Torrubia
Bibliografía sobre José Torrubia


Un franciscano inquieto y viajero
Fray José Torrubia (1698-1761) profesó como franciscano a la edad de 15 años. Su biografía revela (Pérez, 1933; Gómez Parente, 1944; Vernet, 1976; Capel, 1985, Pelayo, 1994, 1996) que fue un ser humano vigoroso y apasionado, un espíritu inquieto y con frecuencia rebelde. Sabemos que en 1719 estaba destinado en Jerez y al año siguiente inicia su trabajo misionero en el Pacífico. Nombrado Procurador de la Orden Franciscana, recibe la misión de recorrer la Provincia franciscana de San Gregorio, la de las lejanas islas Filipinas. Entre 1721 y 1733 realiza un primer viaje al archipiélago filipino. El mismo Torrubia narra en sus cartas y en el Aparato los duros recorridos a pie por las islas de Mindanao y Luzón que le permitieron, entre otras cosas, observar, anotar e interpretar muchos fenómenos naturales. En el Aparato describe y figura las conchas, cangrejos y piedras curiosas encontradas por él mismo en Filipinas.
Por causas un tanto turbias no suficientemente aclaradas hasta ahora, se le ordena volver a la metrópoli. En el año 1733 embarca en Manila rumbo a España. Pero este viaje de vuelta estuvo plagado de incidentes por lo que se prolongó más de lo previsto. La primera etapa de su viaje de regreso culmina en la ciudad de Acapulco. De aquí pasa a la ciudad de México. Se dirige después a Veracruz, pero un temporal hizo embarrancar al navío en la arena. Después de muchas aventuras, a comienzo de 1735, Torrubia navega hacia Cuba, fondeando en La Habana. En julio del año 1735 desembarca, al fín, en el puerto de Cádiz (Gómez Parente, 1944; Capel, 1983, 1985; Pelayo, 1994, 1996).
Los años que transcurren entre 1735 y 1745 en que permanece en la metrópoli son conflictivos para Torrubia. Incluso estuvo bajo sospecha de malversación de fondos de su Orden franciscana: parece ser que los utilizó sin permiso para publicar sus propios libros y para dotar a sus hermanas para que pudieran acceder a un buen casamiento. En 1745 está otra vez en Nueva España recorriendo Guatemala, Honduras y México. Tras diversos problemas con la Orden, que le llevaron incluso a estar preso en la fortaleza del Morro en 1748, regresa en 1749 a España.
Desde Cádiz continúa su viaje a Roma, y luego a Rímini y a Padua y por fin llega a París. Estos viajes por Europa permiten a Torrubia visitar y discutir con naturalistas prestigiosos de la época y conocer algunos de los mejores Museos de Ciencias Naturales. Algunos de estos Museos, que fueron visitados por Torrubia, eran populares en el siglo XVIII (Ellenberger, 1994). Destacaban entre otros: la famosa Metallotheca Vaticana, fundado en 1574 bajo los auspicios del
Papa Sixto V; el Musaeum Kircherianum, fundado por el jesuita Athanasius Kircher (1601-1680) en Roma, y continuado su trabajo por el también jesuita Filippo Bonanni (1638-1735) y cuyo Catálogo consultó Torrubia; el Musaeum Metallicum de Ulise Aldrovandi en Bolonia fundado hacia 1600.

Lámina II del "Aparato"
Torrubia regresa desde París a Madrid en 1750 al ser nombrado Archivero y Cronista General de la Orden franciscana. Durante ese viaje de París a Madrid se desarrollan los acontecimientos narrados en el Aparato: el encuentro con las "petrificaciones" de Molina de Aragón. Cuenta el mismo Torrubia (1754, p. 4) que en 1750, cuando viaja en mula hacia Madrid desde Francia, hizo un alto para almorzar en la villa de Anchuela, en el señorío de Molina. Es allí donde una niña le mostró las "petrificaciones" que le llamaron extraordinariamente la atención. Fue conducido a la Sierra donde recogió mucho material. Su estudio le llevó a proponer sus hipótesis diluvistas sobre el origen de las "piedras figuradas". Estos años de estancia española del franciscano es la época en que sale con frecuencia al campo para recoger fósiles y rocas para sus colecciones y que sirvieron de base para sus escritos.
Tras volver a Roma en torno a 1756, Torrubia publicó en Italia, ya al final de su vida, un par de trabajos científicos. Uno de ellos se conoce como La Gigantologia Spagnola vendicata (Torrubia, 1760) de la que se habla más adelante. Torrubia falleció un año después en Roma el 17 de abril de 1761, cuando contaba 63 años de edad.


El Aparato para la Historia Natural Española de José Torrubia
Los objetos curiosos (piedras, minerales, fósiles, plantas... ) recogidos durante sus viajes alrededor del mundo, acompañados por sus numerosas observaciones personales y por la erudita lectura de todo el saber de entonces sobre paleontología, permiten a Torrubia escribir la obra titulada Aparato para la Historia Natural Española. Tomo Primero. Contiene muchas Dissertaciones Physicas, especialmente sobre el Diluvio. Resuelve el gran problema de la Transmigración de Cuerpos Marinos, y su Petrificación en los más altos montes de España, donde recientemente se han descubierto (Madrid, 1754).
Se considera como el primer tratado de paleontología escrito en España (Pelayo, 1994, 1996), tanto por las descripciones y figuraciones como por las interpretaciones entonces progresistas del origen de las petrificaciones. Llama la atención el hecho de que el libro va precedido por dos aprobaciones, una censura y tres licencias religiosas. Esto da una idea del interés de Torrubia porque el libro se ajustara a la ortodoxia católica, pero también para buscarse apoyo entre los miembros de su Orden.

Lámina X
La primera mitad del "Aparato", que abarca los primeros quince capítulos (pp. 1-99), la dedica Torrubia a comentar el hallazgo de fósiles, tanto en España como en Filipinas y América del sur, y en sostener el carácter orgánico de las petrificaciones. En la segunda mitad del Aparato (pp. 99-202), Torrubia discute acerca de las petrificaciones españolas, rebatiendo las diferentes hipótesis que habían sido recogidas en España por Feijoo, y postula y defiende el origen diluviano de los restos fósiles (Pelayo y Gomis, 1981; Capel, 1983, 1985; Sequeiros, Berjillos et al., 1996; Gutiérrez Marco et al., 1997). En esta opinión se desmarca claramente de los geólogos "protestantes" de la época -fustigados en el Aparato - que opinaban que el Diluvio se podía explicar acudiendo a razones puramente "científicas". Torrubia aprovecha para intercalar un capítulo, que fue muy criticado entonces, afirmando la existencia pasada y actual de los gigantes.
Evidentemente, la figura de Torrubia debe situarse dentro del contexto cultural y científico de la Europa del XVIII, y de su permeabilidad a las ideas de modernidad emergentes. Sus interpretaciones de los fósiles denotan un conocimiento nada superficial de las corrientes más avanzadas entonces.


Las ideas geológicas y paleontológicas en tiempo de Torrubia
Torrubia tuvo la fortuna de vivir en una época especialmente creativa del pensamiento filosófico, teológico y científico. Los historiadores de la Geología (Ellenberger, 1994) postulan que el centenar de años que discurren entre la publicación de los Principia Mathematica Philosophiae Naturalis (1687) de
Sir Isaac Newton y la Crítica de la Razón Pura (1781) de Inmanuel Kant coinciden en el desarrollo de las Ciencias de la Tierra con lo que algunos denominan el período "preparadigmático" de la Geología (Sequeiros et al., 1997). Esta denominación se justifica por el hecho de que no se disponía en ese momento, ni en ninguno anterior, de una teoría fundamentada y universalmente aceptada. Históricamente, es la época de las primeras "Teorías de la Tierra" o intentos de explicar la constitución, origen y cambios en el planeta. En las Ciencias Naturales, Torrubia coincide en el tiempo con el danés Nicolás Stensen (Stenon) (1638-1689), el sueco Karl Linneo (1707-1778) y sobre todo el francés Jean Louis Leclerc conde de Buffon (1707-1788) (García Guardia, 1981). Todos ellos son citados en el Aparato, lo que demuestra la erudición del franciscano que recoge las tradiciones precientíficas de su tiempo. En el siglo XVIII se desarrollan algunas ideas geológicas que coinciden en afirmar la decadencia del mundo como herencia del pecado original (Capel, 1983). Para estos naturalistas, influidos por ideas teológicas, la existencia de la erosión de las montañas es un signo indudable de que este mundo, nacido perfecto de las manos de Dios al comienzo de los tiempos, está sometido a un desgaste que le llevarán con el tiempo al total arrasamiento, a la desaparición de las montañas y, por ello, de los ríos (Capel, 1985).

Torrubia y el Método Científico de las Ciencias Naturales
Un aspecto de gran interés en Torrubia es el de su particular visión del método científico que debe utilizarse en las Ciencias Naturales. Torrubia apuesta decididamente por el método experimental que está presente a lo largo de todo su escrito, llegando a afirmar que el Aparato está probado "en el crisol de Bacon", como alusión al creador del método empírico.
En el mismo prólogo del Aparato, Torrubia afirma que los dos problemas a los que se habían enfrentado los autores que hasta la fecha habían publicado sobre Ciencias Naturales eran, primero "no haber dado con el método, lo que proviene, a mi parecer, de no haberse hasta ahora descubierto aquella cadena, con cuyos precisos eslabones, o anillos, dicen, debe unirse la prodigiosa diversidad de efectos, y producciones de la Naturaleza debajo de unas verdades universales e incontestables" (Torrubia, 1754, prólogo).
El segundo problema metododológico que Torrubia detectaba en los autores de Ciencias Naturales era el del método de observación. Frente a los autores que llama "sistemáticos", Torrubia oponía los "experimentales", entre los que él se sitúa. Y define así su posición: "Treinta años he estudiado la Naturaleza en buenos autores, y principalmente en las obras que tienen impresas, no solo en nuestra España, sino en las remotísimas Filipinas, y en las regiones de México, Michoacán, Xalisco, Zacatecas, Guatemala, Tabasco, Campeche, Habana, etc., cuyas distancias he andado por tierra...." (Torrubia, 1754, prólogo).

Eco de las ideas del franciscano José Torrubia entre los naturalistas
No hay duda de que el Aparato tuvo amplio eco en los cenáculos ilustrados de la Europa del XVIII. Prueba de ello es que, tras su aparición en Madrid en 1754, fue pronto comentado, si bien con críticas despiadadas, en cuatro revistas científicas de la época, francesas e inglesas, entre 1755 y 1760 (Pelayo, 1996, pp. 212-213). Fue principalmente la disertación sobre los gigantes la que tuvo más eco, ya que era un debate enconado en la Europa del XVIII. Algunas traducciones del capítulo dedicado a los gigantes fueron publicadas en francés en 1760.
En Nápoles, las ideas de Torrubia sobre los gigantes fueron ferozmente contradichas por un autor anónimo. La polémica la recoge Torrubia en una obra publicada poco antes de su fallecimiento: La Gigantología spagnola vendicata (Torrubia, 1760). Posteriormente se descubriría que el autor anónimo era un compañero franciscano que creía hacer un buen servicio a la Iglesia atacando las ideas de Torrubia sobre la existencia de tales gigantes. La contestación de Torrubia a su anónimo oponente, al que designa como N.N., fundamenta sus afirmaciones en diversos argumentos "experimentales" como le gustaba hacer a Torrubia: la interpretación de los grandes huesos encontrados en América por los navegantes, las leyendas de los indígenas americanos sobre tales hombres gigantes, las descripciones de gigantes patagones realizadas por ingleses, holandeses, flamencos, genoveses y españoles.
Otro argumento que prueba la difusión del Aparato de Torrubia es que existe una traducción al alemán realizada en 1773 (menos de treinta años más tarde, lo cual es importante dada la lentitud de la difusión de las ideas y lo premioso del trabajo de las imprentas). Esta traducción incluye solo los dieciséis primeros capítulos, aquéllos que recogen las diferentes petrificaciones españolas y americanas, así como las excelentes láminas de la edición alemana.


 


Leandro Sequeiros

Prof. Leandro Sequeiros

Catedrático de Paleontología
(en situación de excedencia).
Presidente de la Sociedad Española de Paleontología (1994- 1997)
Miembro de INHIGEO (Comisión de la UNESCO
para la Historia de la Geología).


Paseo de Cartuja 35, 3o
E-18012 GRANADA

E-mail: Leandro Sequeiros


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Editor: Marcos A. Lamolda


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