Estando en
Noruega invité a mis amigos Trond y Tone a una paella. Ahí, Trond me
propuso asistir a un viaje que había organizado a Stavanger para un
grupo de gente que conocía porque estaban con él en una especie de curso
para estudiantes de medicina en el hospital de Haukeland. A este curso
asistía gente de varios países de Europa, África y América. |
Tras pensarlo
unos días, al final me animé, así que llegó el día y nos juntamos de
izquierda a derecha yo, Elina y Velina de Helsinki (Finlandia), Charleen
de Kalkara (Malta), Abe de London (Ontario, Canadá), Andrea de Mosta
(Malta), Núria de Vilanova i la Geltrú, Trond (Noruega), Fernando de Sao
Paulo (Brasil), Abubaker de Jartum (Sudán), Marcelo de Sao Paulo
(Brasil) y falta Anna de Barcelona que está haciendo la foto. |
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Trond vino sólo a despedirnos porque se iba Oslo
ese mismo día. Nos subimos al autobús en la terminal de Bergen a las
cinco de la tarde y tras cinco horas llegaríamos a Stavanger a las diez
de la “noche”. En realidad, Bergen no está muy lejos de Stavanger. La
razón de tardar tanto es que la accidentada costa de Noruega obliga a
hacer varios transbordos en barco y menos mal que recientemente han
eliminado varios de estos transbordos mediante túneles submarinos y
algún puente. |
En Stavanger nos fuimos al albergue juvenil, donde
se quedaron la mayoría. Sin embargo Abubaker y yo nos quedamos en el
camping que había al lado. Para Abubaker era la primera vez que dormiría
en tienda de campaña, pero tenía que surgir alguna dificultad:
¡¡Faltaban las piquetas!! Así que buscamos unas ramas y así fijamos la
tienda de campaña. Por lo demás todo perfecto y no tardamos mucho en
dormir porque estábamos muy cansados. |
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Al día siguiente íbamos a hacer la mayor excursión
del viaje: subir a Preikestolen (el Púlpito), que es un punto famoso
enclavado en un fiordo cercano llamado Lysefjord, consistente en un
precipicio de más de 600 metros de altura que cae hasta el fiordo. Para
ello nos levantamos temprano para llegar con tiempo al puerto, donde
llegamos a las ocho y media para coger un barco a las nueve. Entramos en
una sala de espera donde había muy poco movimiento. De hecho estábamos
prácticamente solos. Tampoco se indicaba la salida de ningún barco a las
nueve en los monitores. Pero cuando llegó la hora salimos fuera y vimos
que al lado estaba el barco que acababa de salir del puerto y se
alejaba. El traspiés no fue muy grave porque había otro a las diez de la
mañana. |
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Por fin nos subimos al barco con dirección a Tau,
donde cogimos un autobús que nos llevaría al punto de partida de la
vereda hacia Preikestolen.
Entramos en una tienda que había, donde encontramos
a un grupo de gente de Canarias, cogimos algo de información y
comenzamos la subida. |
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En Noruega tienen una forma bastante peculiar de
hacer veredas colocando piedras bastante grandes, de forma que tienes
que ir casi saltando de piedra en piedra. Afortunadamente también hay
trozos fáciles consistentes en pasarelas de madera que cruzan prados
húmedos. |
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La humedad se notaba por todo el camino, la
vegetación era exuberante, no hacía demasiado calor y el esfuerzo de
subir las pendientes no se hacía tan pesado. |
Llegamos a un lago y nos detuvimos en parte para
descansar y en parte para darnos un baño los que tuvimos ganas. Nos
metimos en el agua Abe, Fernando y yo. Estaba bastante más caliente que
el agua del mar y seguro que pasaba de los 20 ºC. |
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Decidimos continuar y a medida que avanzábamos el
paisaje se nos presentaba más grandioso. Ya se veía el Lysefjord (el
fiordo). También disfrutamos de la vista y el sonido de un torrente que
bajaba con furia desde dos lagos y que se precipitaba hacia el fiordo. |
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Cuando nos acercamos más al fiordo comenzaron los
paisajes de vértigo. La vereda pasaba a escasos uno o dos metros del
precipicio y en seguida llegamos a Preikestolen. |
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Más que vértigo propio, la sensación era de vértigo
ajeno, porque veías a la gente justo al borde de los más de 600 metros
de caída libre, con los niños jugando y corriendo junto al barranco.
Aparte de la sensación, lo mejor era la vista
privilegiada que el lugar ofrecía del fiordo, pudiendo contemplar
kilómetros y kilómetros del antiguo valle glaciar. |
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Abe se hizo esta foto en la que parece que está tocando el vacío. Se ven
sus piernas como flotando en el aire sobre el tremendo abismo. Tuvo
valor para hacerse esta foto. |
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Después de estar un rato en Preikestolen, decidí
subir un poco más para tomar unas fotos del mismo desde un punto más
alto. Abubaker, Marcelo y Fernando me acompañaron un poco, pero yo seguí
después más arriba. |
Lo peor de todo es que me despisté por las veredas
y me metí en un pequeño valle del que me costó encontrar la salida por
la verticalidad del terreno y eso me costó bajar más tarde de lo
previsto. La consecuencia fue que estaban los demás esperando para
regresar al autobús. |
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En la tienda junto a la parada del autobús nos
enteramos que el próximo salía dentro de unas cuatro horas, así que
pedimos dos taxis que nos llevaron al puerto. La verdad es que salieron
más o menos al mismo precio que el autobús. |
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Llegamos a Stavanger, compramos comida y nos fuimos
al albergue. Estábamos cansados, unos más que otros, pero algunos
teníamos aún ganas de fiesta.
En principio Anna y yo queríamos salir de marcha
por la ciudad, pero al final decidimos quedarnos jugando a las cartas.
Al principio al “mentiroso” y después a “policía y asesino”. La verdad
es que nos lo pasamos genial y aguantamos hasta las dos de la madrugada
los dos brasileños, Abubaker, Anna, Velina y yo. No se me olvidará la
infalibilidad de Velina matando a todos cuando le tocaba ser asesina.
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Al día siguiente nos dimos una vuelta por la
ciudad. Visitamos una iglesia, el puerto antiguo y la ciudad histórica
entre otras cosas. Al final terminamos en una pizzería antes de coger el
autobús de regreso a Bergen. |
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Ya en Bergen nos hicimos la
última foto en la que salimos todos juntos. |
No sé si en el futuro volveré a ver a mis
compañeros de viaje, pero a pesar de que las despedidas siempre son
momentos un poco tristes, después piensas en las experiencias que has
vivido y compartido junto a ellos y te das cuenta que sin duda ha
merecido la pena conocerlos y hacer amistad con ellos. Una experiencia
fabulosa y enriquecedora que la vida nos regala de vez en cuando y que
no hay que dejar pasar. |