UN EJEMPLO DE DIFUSIÓN ARQUEOLÓGICA: EL MUSEO ARQUEOLÓGICO DE MARTOS (JAÉN). PROPUESTA DE UN DISCURSO EXPOSITIVO ITINERANTE

AN EXAMPLE OF ARCHAEOLOGICAL DIFFUSION: THE ARCHAEOLOGICAL MUSEUM OF MARTOS (JAÉN): A MOVING MUSEOLOGY

Carlos GARRIDO CASTELLANO

Resumen
Este ensayo se centra en el análisis de un caso de difusión del patrimonio arqueológico local, el Museo Arqueológico de Martos (Jaén). En concreto, examinaremos algunas cuestiones relativas a la puesta en valor de la arqueología en el marco del museo local, proponiendo un modelo de discurso expositivo capaz de desplazarse al ámbito del aula escolar y de conectar, así, enseñanza y arqueología.

Palabras Clave
Patrimonio; Difusión; Museología; Martos (Jaén); Didáctica de la Arqueología.

Abstract
The present paper focuses on analysing a case of archaeological heritage diffusion, that of Archaeological Museum of Martos (Jaén). We will examine some questions related to the enhancement strategy of archaeology in the framework of local museums, proposing an expositive discourse able to be shown in the space of the classroom, and connecting archaeological teaching and heritage management.

Keywords
Heritage; Diffusion; Museum Studies; Martos (Jaén); Archaeology Didactics.


Introducción. Cuestiones preliminares

El presente trabajo pretende analizar de manera resumida el proyecto de puesta en valor y difusión llevado a cabo en el Museo Arqueológico de Martos (Jaén) a lo largo de los últimos tres años. Dicha propuesta, que viene complementada por la catalogación de parte del material incluido en la exposición museográfica, está encaminada a generar un modelo de gestión institucional dominado por la necesidad de encontrar un acuerdo entre investigación, difusión y musealización, algo especialmente urgente en lo que respecta al patrimonio arqueológico local.

El reciente interés por poner en valor los bienes patrimoniales ligados a la actividad arqueológica ha implicado una profunda renovación en lo que respecta a la figura del arqueólogo y a su relación con los discursos y representaciones que aluden al Pasado, renovación no exenta de ciertas contradicciones (JUNYENT 1999).

En ese sentido, son muchos los interrogantes que surgen a la hora de conceptualizar lo que se entiende por difusión arqueológica en el marco de una sociedad que tiende cada vez más a consumir cultura. ¿Cómo armonizar los requisitos de la difusión con la entrada en escena de nuevos registros y nuevas problemáticas, tales como la que atañe al ámbito de lo virtual? ¿Es posible generar un discurso adaptado a públicos heterogéneos sin caer en lo que J. Terell ha denominado la Disnealización de la cultura (TERELL 1991)? ¿Qué papel, en fin, habrá de jugar lo identitario en la representación de culturas pretéritas?

Todo ello obliga a replantear la relación del profesional de la arqueología con la sociedad, al tiempo que plantea nuevos retos a la hora de concebir la finalidad última del discurso expositivo del patrimonio musealizado (SANMARTI y SANTACANA 1989). La finalidad última del museo, podría argumentarse, no es otra que el transmitir una serie de conocimientos a un determinado público. Ahora bien; cabría preguntar, ¿quién es ese público? ¿Cuál es la composición de ese grupo homogéneamente presentado? ¿Qué características tiene? El auge del ocio y del turismo en un modelo de sociedad regido por el consumo de bienes y experiencias ha derivado en una mayor heterogeneidad en la caracterización y en las motivaciones del público que disfruta el patrimonio.

Se ha escogido para llevar a cabo este proyecto un caso real: el del Museo Arqueológico de Martos, institución que ha mostrado desde su creación en los años noventa una fuerte implicación tanto con la didáctica de la arqueología como con la participación en el ambiente cultural del municipio. Sin embargo, diversas circunstancias han hecho que desde hace unos cuatro años la actividad del museo quedara interrumpida. Nuestro proyecto se plantea, pues, no sólo como un ejercicio de imaginación basado en una problemática teórica, sino como una alternativa de futuro diseñada para ser llevada a la práctica, como parte, en definitiva, de un proyecto de rehabilitación mucho más amplio del que venimos ocupándonos desde hace dos años.

De este modo, el planteamiento del presente trabajo quedará dividido en tres apartados. El siguiente epígrafe esbozará algunas consideraciones en torno a la didáctica de la arqueología en España, así como a la problemática relativa a la falta de acuerdo entre los diferentes sectores relacionados con la difusión arqueológica. En un tercer capítulo presentaremos de manera esquemática la problemática específica del caso estudiado: el del Museo Arqueológico de Martos (Jaén); finalmente, expondremos lo que consideramos una posible solución a algunos de los problemas concernientes al museo local.


DIDÁCTICA DE LA ARQUEOLOGÍA. PROBLEMAS Y PERSPECTIVAS

Y. Hamilakis ha puesto de manifiesto cómo existe un profundo desnivel en lo que respecta a la teorización sobre arqueología y a la elaboración de una base teórica en torno a la didáctica arqueológica. Frente al carácter independiente de las teorías metodológicas y epistemológicas, la reflexión sobre el cómo hacer accesible lo que el arqueólogo ha producido aduce una falta de profundidad notablemente acusada (HAMILAKIS 2004: 302).

Pese a los notables avances en los últimos veinte años, la situación dibujada por Hamilakis resulta difícilmente rechazable. Todavía domina en lo referente a la didáctica un obstinado pragmatismo que minimiza la importancia de la fase de explicación del conocimiento a favor de otros momentos del proceso. Sin embargo, narrar se convierte en un elemento imprescindible, desde el momento en que lo que se expone no resulta evidente al conjunto del público receptor del patrimonio arqueológico (PLUCIENNIK, 1999; MESKELL, 2000).

Esa falta de correspondencia entre el mensaje que se busca exponer y la manera de hacerlo viene determinada por varios factores. Por un lado, el público visitante de los centros patrimoniales de arqueología se ha visto sustancialmente ampliado, incluyendo a sectores sociales no necesariamente conocedores de lo que se les está contando. Además, las atribuciones del museo se han visto incrementadas debido a los cambios que marcan la gestión cultural en el momento actual.

Siendo así, la vinculación entre el arqueólogo y la sociedad ha pasado a depender en gran medida de la adecuada exposición del resultado del trabajo investigador. Ya no cabe la idea del arqueólogo como científico alejado de la sociedad, recluido en el periodo histórico que estudia (REYNAUD 1990); por el contrario, la implicación en los procesos de puesta en valor supone una necesidad básica, como será expuesto a lo largo del trabajo.

De este modo, cabría preguntarse, ¿es necesario interpretar el patrimonio? ¿Qué motivaciones determinan dicha interpretación? ¿Qué se entiende por ello? ¿Quién ha de estar implicado? Responder a estas cuestiones pasa por establecer una unidad de base entre investigación y difusión (MOURE 1994; PADRÓ 1996), así como en considerar obligatoria la actuación del arqueólogo en la generación de representaciones del Pasado.

Paralelamente a los debates planteados en el seno de la comunidad arqueológica, la aparición de la Didáctica de las Ciencias Sociales en tanto disciplina ha añadido una nueva perspectiva a la manera en que son explicadas la Historia y la Arqueología. Saber cómo transmitir el conocimiento histórico supone, pues, un reto de no escaso interés (SMITH 1993). Aunque todavía falta una reflexión profunda sobre los objetivos y la definición de la Didáctica de las Ciencias Sociales (BENEJAM 1993; HERNÁNDEZ CARDONA 1998), puede afirmarse que su constitución como disciplina ha propiciado una amplia reflexión sobre la relación entre arqueología y didáctica.

X. Hernández vincula la Didáctica de las Ciencias Sociales a las áreas de conocimiento de las Ciencias de la Educación, la Psicología, las Ciencias de la Comunicación y, por supuesto, la Historia y la Geografía (HERNÁNDEZ CARDONA 1998.: 140), definiendo sus objetivos en los siguientes términos: “La Didáctica de las Ciencias Sociales es una disciplina científico-tecnológica y su objeto es analizar e investigar sobre técnicas de didáctica/divulgación/difusión y comunicación, así como sobre los procesos de comprensión y conocimiento con respecto a la Historia, la Geografía y la sociedad, y respecto a los saberes que las ciencias (Geografía, Historia,…)aportan a su conocimiento.” (IBID.: 140)

En conclusión, cabría preguntar si el momento de efervescencia al que asistimos en la actualidad, que ha generado los primeros textos sobre el tema a partir de las experiencias puestas en práctica en las décadas anteriores, podrá dar lugar a un acuerdo entre los sectores implicados, a un reconocimiento mutuo que permita la configuración de un marco teórico utilizable en casos concretos. Falta, pues, una sistematización completa de las relaciones entre enseñanza y arqueología, si bien son ya varias las iniciativas que han tratado de sistematizar dichos contenidos (SANTACANA Y HERNÁNDEZ CARDONA 1999)


EL MUSEO ARQUEOLÓGICO DE MARTOS (JAÉN)

Contexto arqueológico de la localidad

La colección del museo Arqueológico de Martos, a partir de la cual surge la iniciativa de difusión que aquí se presenta, ofrece un amplio muestrario de la evolución arqueológica de la región. El municipio de Martos ocupa una posición privilegiada en la Campiña Sur jiennense, situación que vincula al enclave con dos medios geográficos diferentes: por un lado, el de la propia Campiña; por otro, el de la Cordillera Subbética.

De esta ubicación se deriva un papel de enlace entre las dos áreas mencionadas, elemento que fue aprovechado por los pobladores de la localidad. Si bien desde los noventa se han venido produciendo hallazgos ocasionales relativos al Paleolítico (QUESADA GARCÍA et al, 1990), lo cierto es que dicha etapa permanece desconocida en el momento actual.

Por el contrario, la fase Neolítica ha suscitado el interés de la comunidad científica gracias a los descubrimientos producidos en el yacimiento de El Polideportivo de Martos a partir de 1991 (LIZCANO 1999). La complejidad del asentamiento, especialmente evidente en lo que se refiere a su economía de producción y a su riqueza simbólica (CÁMARA 1996), hacen del yacimiento un referente para los estudios de la sedentarización en la región.

La introducción del cobre y del bronce marca algunos cambios significativos en el control del territorio en lo que al caso estudiado respecta. Por un lado, se ocupan ahora nuevos enclaves, tales como La Nava o La Atalaya de Martos, cuya función estará relacionada con la captación de nuevos recursos. La irrupción de la Cultura del Argar repercutirá en la jerarquización social de los asentamientos de la zona, como se ha podido observar a partir de los ajuares obtenidos de varios enterramientos (SERRANO 1987).

Tras un hiato ocupacional, que coincide con una falta de información notable, el asentamiento ibero se situará en una nueva ubicación, perdiendo relevancia la zona anteriormente ocupada. El emplazamiento del Oppidum en las faldas de la Peña, principal accidente geográfico de la zona, responde a una doble necesidad defensiva y económica (LÓPEZ 1983). Asimismo, surgen ahora asentamientos satélites que gestionan la producción agrícola de las fértiles tierras de campiña, garantizando al mismo tiempo el paso a la región minera de Cástulo (SERRANO 1987). La consolidación de una elite vinculada a la tierra vendrá de la mano de la explotación de nuevos cultivos, como el olivo, explotación que requiere de una organización del trabajo compleja (RECIO 1996). La necrópolis ibera, situada en la actual Cruz del Lloro, ha proporcionado abundante información sobre este proceso de jerarquización social (RECIO 1960, 1998).

Existe cierta controversia en torno a la posibilidad de que la futura Colonia Augusta Gemella tenga un origen republicano, relacionado con las guerras entre Pompeyo y César (RECIO 1969). Sea como fuere, el municipio conocerá su mayor expansión coincidiendo con la ocupación del poder imperial por parte de la dinastía Julia, como pone de manifiesto la abundante documentación epigráfica correspondiente a este momento (CABEZÓN 1964). Tras un periodo de crisis que coincide con la coyuntura general del siglo III, la instauración del obispado en la localidad provocará un resurgimiento de lo urbano (RECIO 1989).

Formación de la colección

La constitución de la colección arqueológica que contiene el Museo Arqueológico de Martos aparece estrechamente vinculada a la persona de A. Recio Veganzones, verdadero impulsor de la arqueología en la región desde los años cincuenta.

Nacido en Pesquera de Duero en 1923, Recio ingresará en la Orden Franciscana, compaginando su actividad en la Orden con los estudios de Historia y lenguas clásicas. Tras doctorarse en Arqueología Cristiana e Historia del Arte marcha a Roma, donde ejercerá como docente en la Universidad Pontificia.

A su vuelta a España, avalado por una extensa trayectoria docente e investigadora, Recio residirá en Martos. Es entonces cuando comienza a constituir, bajo el amparo y la colaboración con diversas instituciones académicas, la colección arqueológica que dará lugar al museo local. De esa época data la creación de los primeros lazos entre el museo y los centros educativos locales, configurando grupos de interés dedicados a la paleontología, la filatelia, la numismática y la historia provincial.

También durante los cincuenta surgen las primeras publicaciones vinculadas al museo, actividad auspiciada por la estrecha vinculación de Recio con el recién creado Instituto de Estudios Giennenses. Así, en 1956 publicó en el Boletín de dicha institución una relación de las piezas que formaban la todavía pequeña colección arqueológica. La iniciativa fue seguida de un aumento en las donaciones de material arqueológico procedente de hallazgos a la colección de Recio, que siguió participando en los principales foros de debate sobre arqueología del momento, destacando su colaboración en las primeras ediciones del Congreso Nacional de Arqueología.

La labor de Recio se sitúa en el cruce de caminos que viene determinado por el tener que compaginar dos concepciones de la museología y de la arqueología: la de una incipiente ciencia arqueológica con el modelo que prima criterios propios de la Historia del Arte, que veían en el monumento de gran proyección artística de época Clásica el principal y casi único objeto de interés para conservar, Recio desarrolla su tarea en conexión con las novedades que venían apareciendo en Italia, en Inglaterra, donde mantuvo una conexión permanente con los principales centros académicos. Surge así el caso extraño de una colección local estudiada y reunida con una metodología mucho más avanzada que la de algunas instituciones arqueólogas provinciales e incluso regionales de la época.

De este modo, mientras Recio alterna su actividad como docente en Roma con múltiples tareas, que van desde la dirección de trabajos de investigación sobre iconografía y arqueología a la participación y dirección de excavaciones en Oriente Próximo, la colección se iba configurando a partir de las intervenciones de prospección y excavación en varios sectores de ocupación del municipio.

Finalmente, el museo queda inaugurado en 1992, estando dirigido por el propio Recio hasta su muerte.

El museo: características y funcionamiento

El museo nace marcado por una doble idea: por un lado, pretende ser un centro donde se dé respuesta al patrimonio arqueológico de la localidad, recogiendo materiales procedentes de los distintos momentos históricos que conforman una explicación de la evolución de los centros de ocupación de la localidad. Por otro, el proceso de formación de la institución responde al de una colección privada, al de un museo de anticuario.

Compaginar ambas facetas no será tarea fácil. Así, si la biblioteca, ordenada temáticamente, pone de manifiesto el intento de abrir el espacio del museo a la investigación—casi inexistente, por otra parte, en el ámbito del municipio—y a la formación del colegio adyacente, los criterios de exposición muestran esa dualidad, como puede advertirse en los criterios de exposición seguidos.

La especificidad que determinó la formación del museo marcará, en cierto modo, su funcionamiento desde su creación. Compuesto por una biblioteca arqueológica y dos salas que representan las etapas arqueológicas de ocupación de la región, el museo surge como una institución que pretende conectar la investigación arqueológica y la difusión, especialmente en lo que respecta a los centros escolares del municipio.

Pese a ello, las limitaciones espaciales y económicas de la institución incidirán en la escasa o nula renovación del discurso museográfico expuesto, así como en la inadecuación del contenido del museo y la función difusora que marca sus comienzos. El fallecimiento del fundador del museo agrava más, si cabe, la situación de éste. La exposición queda clausurada, así como la biblioteca, de lo cual resultará la interrupción del sistema de préstamo bibliográfico y de las actividades de consulta y estudio.

También se pierde la conexión con la institución docente, así como la actividad que durante los años anteriores había desempeñado el museo en relación con los centros educativos y asociaciones del municipio. Se siguen recibiendo algunas donaciones, aunque la falta de un proyecto museográfico hace que éstas queden almacenadas en cajas, derivando en ocasiones en una ausencia total de documentación. La suscripción a las publicaciones periódicas especializadas caduca, por lo que colecciones que tenían varias décadas de antigüedad se interrumpen.

A ello hemos de añadir la total ausencia de actividades de restauración y mantenimiento del material arqueológico, lo cual, unido a la existencia de deficiencias en el inmueble, causará un deterioro notable, especialmente en el material metálico que, debido a la humedad, comenzará a oxidarse.

En septiembre de 2007 nos hacemos cargo de la gestión de dicha institución, teniendo como prioridades inmediatas la reapertura del espacio museístico y la recuperación del vínculo que tradicionalmente había unido a éste con el municipio y con los centros educativos. Es por ello que ya desde entonces pusimos en funcionamiento una serie de actividades encaminadas a servir de base de futuras iniciativas de difusión, entre las que se cuenta la reanudación de las visitas guiadas, la creación de talleres con la participación del alumnado local, la renovación y modificación de algunos textos e imágenes que configuraban el discurso museográfico,…

Conscientes de la necesidad de mantener un diálogo abierto con la sociedad local, y también del interés que para el desarrollo cultural del municipio puede tener una institución como la presente siempre y cuando sea capaz de adaptarse a las nuevas prerrogativas que definen la conservación, difusión e investigación del patrimonio arqueológico, consideramos que nuestra labor debía de tener como punto de partida el conseguir que el museo recuperara su papel de foco cultural de primer orden, habida cuenta del hecho de que buena parte de los alumnos de colegios e institutos no conocían la existencia del mismo.


LA ARQUEOLOGÍA EN EL AULA: PROPUESTA DE UN MUSEO ITINERANTE

Dadas las condiciones anteriormente descritas, que en gran parte coinciden con la problemática habitual de los museos de arqueología locales, surge la necesidad de articular un modelo de intervención y difusión que introduzca al museo en el aula, que conecte el ámbito del centro escolar y el de la institución museística. La creación de un discurso museográfico móvil resultará, así, eficaz a la hora de dar respuesta al creciente interés por conectar las distintas fases del proceso de producción de conocimiento arqueológico, así como a la demanda por parte de la sociedad de que la enseñanza y el desempeño de la arqueología se impliquen de manera más activa en aquellas cuestiones que tienen que ver con la difusión y la comprensión de las imágenes del Pasado que la arqueología produce.

Así, el motivo principal de esta propuesta tiene que ver con la voluntad de superar las limitaciones y los conflictos existentes en el espacio del museo tradicional, así como con dar solución a aquellos aspectos escasamente desarrollados. Hemos de preguntarnos, pues, en primer lugar para qué sirve un museo itinerante.

Quizá uno de los elementos más notables del proceso aparezca a partir del reforzamiento de la relación entre el docente y el arqueólogo, así como entre el museo y el centro educativo. De la colaboración entre ambas instancias pueden surgir nuevas posibilidades que den lugar a un cambio en la tradicional concepción de los recursos didácticos del museo, basados en la visita general a la colección museográfica.

El museo, ahora, se desplaza al aula, solucionando en gran medida los problemas de espacio y de la posible inadecuación de éste para fines didácticos (F. Hernández Hernández habla, en un sentido similar, de cómo el museo ha de salir “fuera de sus muros” (HERNÁNDEZ HERNÁNDEZ 2000).

Asimismo, el planteamiento de una propuesta itinerante, con posibilidad de ser renovada, resignificada y fragmentada cuantas veces resulte necesario, incentiva al alumnado a realizar la visita completa al museo, situación que será reforzada a través de los talleres realizados (SANTACANA 2008). Éstos motivarán la interacción constante con el museo, garantizando un aprendizaje más directo. En todo caso, hemos de señalar la necesidad de que el arqueólogo esté presente en todo el proceso.

El traslado del discurso museográfico al aula da respuesta, además, a la posible apatía por parte del alumnado, especialmente evidente en aquellos casos en los que no exista una propuesta didáctica articulada. Concebir el museo como un espacio educativo capaz de interpelar a la totalidad de la sociedad constituye uno de los principales retos de la museología actual; la renovación del discurso museográfico consigue, en ocasiones, paliar esa necesidad.

Precisamente, el poder configurar una exposición de manera expresa, sin las limitaciones derivadas de la falta de instalaciones o el carácter inadecuado de éstas, permitirá al arqueólogo organizar con menores restricciones el discurso museográfico; de este modo quedarían solucionadas las deficiencias de la exposición general, en caso de que las hubiere; el museo itinerante puede funcionar, así, como un ejercicio experimental de puesta en práctica de nuevos criterios museográficos cuya implantación definitiva en el museo resultaría más compleja. Ante la imposibilidad presente en muchos casos para renovar tanto el edificio del museo como los medios discursivos, la propuesta de museo itinerante se erige en posible solución.


CONCLUSIONES

El desarrollo de una propuesta de museo itinerante viene a completar las posibilidades difusoras y gestoras de la institución museística local, cumpliendo a un tiempo dos objetivos. Por un lado, permite enlazar de manera directa con uno de los sectores más olvidado en los proyectos de difusión: el público infantil y adolescente (DUFRENSNE-TASSÉ 2006; POL Y ASENSIO 2006). Por otro, soluciona una cuestión presente en todo debate acerca de la museología local: ésta no es otra que la necesidad de que el centro local deje de ser un almacén y “salga fuera de sus muros” (HERNÁNDEZ HERNÁNDEZ 2000).

En el caso del museo local, la necesidad de renovación choca en muchas ocasiones con problemas económicos y estructurales. Dichos centros responden, pues, a una problemática específica. Los problemas en estos casos son mayores; la articulación de proyectos patrimoniales a nivel regional convierte, sin embargo, al museo local en uno de los agentes culturales más decisivos, pues de él depende en muchas ocasiones el desarrollo de comunidades enteras.

El Museo Arqueológico de Martos ha ofrecido un caso idóneo para poner en práctica y revisar las cuestiones anteriormente citadas. La historia de la Colección, su evolución a lo largo de casi medio siglo, su vinculación con centros escolares y su fuerte implantación en la localidad, sitúan los temas relativos a la museología y la difusión en un puesto central, posición que se ha tratado de mantener a lo largo de los últimos años y a la que esperamos pueda contribuir el presente estudio.

El proyecto de museo itinerante, en fin, puede solucionar algunos aspectos de la problemática del museo local, como ha sido comentado con anterioridad. La búsqueda de salidas a los conflictos que plantea el museo pasa, pues, por tratar de establecer un punto de encuentro entre los distintos sectores implicados en los procesos de transmisión de conocimiento, de encontrar una posición desde la que la labor del arqueólogo pueda revertir eficazmente en la comunidad.


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