LA CIUDAD BETICA TARDOANTIGUA. PERSISTENCIAS Y MUTACIONES EN RELACIÓN CON LA REALIDAD URBANA DE LAS REGIONES DEL MEDITERRÁNEO Y DEL ATLÁNTICO

THE BAETIC CITY IN THE LATE ANTIQUITY. LOCAL PERSISTENCES AND MUTATIONS IN CONNECTION WITH THE URBAN REALITY OF MEDITERRANEAN AND ATLANTIC REGIONS

El Housin HELAL OURIACHEN

Resumen
Este artículo reproduce la defensa de mi tesis y, en particular, las conclusiones obtenidas tras seis años de investigación, transcurso en el cual se fue desarrollando la imagen arqueológica de la ciudad bética tardo-antigua, constatándose la continuidad de lo urbano bajo nuevas apariencias, de modo que fueron definidas con el fin de superar décadas de silencio, negación y renuncia dentro de la literatura historiográfica.

Palabras Clave
Ciudad, Baetica, Antigüedad Tardía, percepción arqueológica, procesos, modelos urbanos.

Abstract
This article reproduces the defence of my thesis and, in particular, the conclusions reached after six years of research, in the course which was developing the archaeological image of the civitas late ancient beti-ca, confirming the continuity of the urban under new appearances, which were defined in order to overco-me decades of silence, denial and waiver within the historiographical literature.

Key Words
City, Town, Baetica, Late Antiquity, archaeological perception, process, urban models.


Hace cuatro años, se planteó una tesis que fuera capaz de asumir el sucinto pero profuso bagaje de los dos primeros años de doctorado, de ahí que destaque la tesina, no sólo como una aproximación útil sobre la topografía urbana y rural en la Bética tardorromana y altomedieval, sino como un ineludible punto de partida en este trabajo de investigación, centrado en la ciudad tardoantigua, es decir, en una de las cuestiones capitales de la historiografía durante las últimas décadas; elección genérica, en principio, que comportaba una mayor complejidad temática, dadas las diversas posibilidades analíticas y logísticas que permitieron investigar el panorama urbano de la Bética tardoantigua. Dicho proyecto resultaba viable, a la par que atrayente, siempre que se revisase de manera exhaustiva la bibliografía local e internacional. Con esto, se logró el acopio de una ingente cantidad de información bajo las siguientes directrices:

La primera trataba de superar una traba fundamental, o sea, la elevada dispersión de los datos arqueo-lógicos, la cual obligaba a aglutinar de una manera coherente el material re-cuperado en las excavaciones urbanas y no urbanas que fueron realizadas en las provincias de Cádiz, Sevilla y Málaga, en la mayor parte de Huelva y Córdoba, en las áreas occidentales de Jaén, Granada y Almería, y en la franja meridional de Badajoz durante los postreros decenios.

La segunda y última exigía acometer un trabajo interdisciplinario, donde la documentación literaria es especialmente necesaria, no para elaborar un relato de los acontecimientos históricos de la Bética durante la Antigüedad Tardía, sino para completar la parcial y limitada realidad arqueológica, cuando los testimonios aportados fueran estériles o poco fructíferos para la investigación.

Evidentemente, esas premisas iniciales resultaban imprescindibles para efectuar una sólida y eficiente investigación sobre la ciudad bética tardoantigua. A continuación, pues, citaré las conclusiones sobre la diversa problemática metodológica.


Problemática metodoloógica. Primera conclusión

El profundo desconocimiento conceptual de la ciudad tardoantigua, suscitado por el uso y abuso de unos parámetros mentales y analíticos que incapacitaron de manera general a la arqueología tradicional a la hora de detectar distintas formas urbanas que nada tenían que ver con la ciudad clásica de tradición altoimperial. A raíz de ello, se fijó la decadencia de la ciudad clásica, renunciado así a la definición de otras dimensiones urbanas co-mo potenciales realidades históricas.

Frente a la estricta, estática y global estandarización del urbanismo clásico, se llega a la conclusión de que es un imperativo la reconstrucción de una ciudad en transición, de tipo provincial o regional, de la cual dimanan múltiples variantes entre los s. III y VII, periodo en el que se reconocen y analizan los específicos elementos léxicos, topográficos, institucionales y socioeconómicos del panorama urbano de la Bética, a consecuencia de ello, se detectan unas nuevas entidades con un concreto aspecto físico y con unas determinadas funciones, de ahí que fuera necesario distinguirlas mediante una serie de modelos urbanísticos, tales como:

• Ciudad Cristiana

• Ciudad Comercial

• Ciudad Administrativa de Tradición Clásica

• Ciudad Ruralizada/Semiurbana

• Ciudad Desclasada

• Ciudad Abandonada

• Ciudad Monacal

Por ahora, los paradigmas del cambio son incipientes propuestas de trabajo que se están desarrollando en algunos círculos académicos, de ahí que esta tesis establezca la necesidad de unas líneas teóricas y metodológicas que permitan validar y afianzar una serie de criterios con los que se perciba la diversidad urbanística tardoantigua. Con esto, es posible lograr lo que la historiografía alemana denomina como Städtbild; esto es, la percepción de la imagen urbana en un sentido plural. Por lo tanto, este trabajo de investigación acepta, define y aporta una serie de modelos urbanos que tendrán posiblemente una importancia vital para las futuras investigaciones que versen sobre el urbanismo bético, hecho que debería impedir las siguientes conductas:

Una tesis examina la realidad urbana de Sexi (RUIZ FERNÁNDEZ 1990), centrándose demasiado en la existencia de galerías, cuevas y piletas para salazones. De todo lo cual, el autor deduce que no era una ciudad clásica, pese a la presencia arqueológica de un foro, un teatro y un acueducto, sino un conjunto de dependencias de una gran factoría de salazones. Por cierto, esa dimensión se repite en otros núcleos del litoral bético y, por lo general, del mediterráneo; además de ello, encaja con uno de los modelos urbanos de la transición; es decir, la CIUDAD COMERCIAL.

El medievalismo andalusí parte de una hipérbole petulante, cuando asevera que los mu-dun fueron quienes restablecieron la urbanitas tras varios siglos de desurbanización, en los cuales las diferencias físicas y funcionales no se observan entre asentamientos urba-nos y rurales hasta después del s. IX, de modo que la islamización reurbanizó y refundo el ruralizado urbanismo de la Bética tardoantigua (VVAA 2002). Por citar algún ejem-plo, Ulisi, la actual Loja, ha sido considerada un poblado rural hasta el s. IX, cuando se creó un hisn y a partir de él se fue trazando el espacio urbanizado de la ciudad islámica. A esto, hay que contraponer la percepción urbanística del cambio, en la cual Ulisi se do-cumenta como un municipio romano que acabó por transformarse en una entidad urbana tardoantigua (RIPOLL 1998), seguramente, en un castellum o en una civitas ruralis, tal y como constatan los datos literarios y arqueológicos.

Por tanto, no podemos juzgar a un asentamiento por su imagen, si no se conocen los cri-terios que permitan percibirlo en un contexto de transición.


Problemática metodológica. Segunda conclusión

La ciudad tardoantigua todavía es pronto para definirla, porque los paradigmas aún son incompletos desde la perspectiva arqueológica, por esto, se han de superar las carencias y los excesos de la metodología tradicional y tradicionalista, no cabe duda de ello, puesto que han sido y son la causa de los siguientes problemas metodológicos:

• La validez de los indicadores altoimperiales.

• La falta de contrastación entre las fuentes escritas y las evidencias materiales.

• El apego a las fuentes literarias.

• La lealtad escolástica de los ámbitos académicos.

• La ausencia de sistémicas estratigrafías.

• Los dispersos y alterados contextos tardoantiguos ofrecen testimonios de escasa entidad y sin monumentalidad.

• Las excavaciones preventivas albergan dos elementos deficitarios: la parcialidad del registro arqueológico y la parquedad de la información resultante.

• La tendencia a sacar conclusiones globales e informaciones tajantes de una intervención arqueológica en un solar edificable de escasos m2.

• Los fósiles guía provocan una fuerte dependencia hasta el punto de que su desaparición genera graves problemas de datación.

En fin, si se tienen en cuenta todos estos problemas, no hará falta decir que esta métodología no sólo refleja una falsa impresión del concepto urbano, sino también una crisis de la arqueología, de hecho, urge una nueva estrategia científica, especializada en el periodo tardoantiguo; de esta manera, es posible que la ciudad sea un espacio desprejuiciado con enormes posibilidades investigadoras. Hoy por hoy, si bien no se puede conferir una imagen detallada de cada ciudad de la Bética tardía, salvo en algunos casos, aún así, sólo se pueden atisbar algunos rasgos urbanos, fruto de una tímida reacción por superar las lagunas históricas del urbanismo tardoantiguo, tal y como refrenda la labor científica de algunos arqueólogos.

Ahora, citaré las conclusiones teóricas derivadas de la investigación sobre el urbanismo bético tardoantiguo.


Urbanismo bético tardoantiguo. Primera conclusión

Los procesos historiográficos, que fueron predispuestos con el propósito de fijar de distintos modos una crisis global, no son válidos para explicar el complejo devenir urbano entre los s. III y VII. Desgranaré, pues, esta afirmación:

Las invasiones, la regresión económica, la ruralización, la despoblación, la desaparición de las curias y la pesimista literatura tardoantigua fueron sobredimensionadas en demasía hasta el punto de que se han exagerado sus argumentos, tergiversando así la realidad urbana; si bien, todos estos procesos parten de una cierta constatación que se alteró en función de unos indicadores decadentistas que eran incapaces de detectar e interpretar la transformación bajo un nuevo contexto histórico. Partiendo de esto, he llegado a una serie de conclusiones:

• La Bética fue un territorio de tránsito hacia África, de ahí que las descontroladas migraciones germanas comportaran un exiguo impacto destructivo y una contribución superficial en términos culturales.

• Muchas ciudades renovaron su visión económica entre el Bajo Imperio y el Alto Medievo, con el propósito de pervivir bajo la transición.

• La ruralización fue, por lo general, un fenómeno de integración suburbana de villas, huertos y otros elementos del hábitat rural, aunque no de fagocitación de lo urbano.

• Las ciudades béticas no se deshabitaron y, sí algunas lo hicieron fue en beneficio de otras, pero no hubo una despoblación generada por las catástrofes ni un éxodo desmedido hacia el campo y las montañas, prueba de ello, son los vertederos urbanos y suburbanos, cuya proliferación sugiere una alta densidad demográfica incluso en las superficies contraídas.

• La revisión del Libro XVI del Código Teodosiano revela que no hubo un éxodo de los decuriones hacia el campo, al menos para la Bética y el resto de provincias hispanas (CURCHIN 1990), Aunque es probable el traslado de ciertos nobles a las principales núcleos urbanos. Por otra parte, las ciudades béticas siempre se definieron por la riqueza de sus élites urbanas y por su operatividad institucional, bajo la combinación de la emergente administración clerical y de algunos elementos administrativos de origen romano que se fueron simplificando durante el periodo visigodo, cuando la administración militar goda se fue estableciendo en los gobiernos locales.

• La literatura tardopagana y cristiana filoclásica sólo confiere un espléndido ideal urbano y una gradatio municipal que había quedado fosilizada en el Principado; mientras que la mayoría de las fuentes cristianas ofrecían una imagen despectiva de la civitas; es decir, apocalípticamente antiurbana. Todo esto no sólo ha creado una tergiversación historiográfica, sino también una problemática conceptual que había intentado solventar la literatura de los siglos V y VI, dada la existencia de una antinomia entre reputación y realidad material.


Urbanismo bético tardoantiguo. Segunda conclusión

La decadencia no es el problema, si se es capaz de superar los argumentos clásicos y la influencia de la metodología tradicional. Para ello, hay que empezar evitando las generalizaciones historiográficas. Por esto, hace seis años, en una clase magistral, Francesc Tuset dijo: “la crisis urbana sólo es aceptable de forma específica, eso sí, siempre que se pueda detectar, por eso, uno está obligado a responder a una triple pregunta: ¿Dónde, cuándo y cómo?” Sólo así, es posible constatarla en un lugar y en un momento de la historia urbana de la Bética tardoantigua. Por ello, evalué cada ciudad de la región bética, siempre que hubiese la suficiente información literaria y arqueológica sobre los contextos tardorromanos y altomedievales, llegando a las siguientes conclusiones:

El s. III no supone el fin general de la ciudad clásica o el inicio agónico del urbanismo durante la romanidad tardía, sino un siglo de rupturas y continuidades, que es heredero directo de los procesos iniciados en el s. II, y, continuador de esos procesos en los siglos posteriores, de ahí que no se pueda percibir la imagen altoimperial de la civitas, por lo que utilizo dos conceptos definitorios en términos de evolución: la CIUDAD TARDOCLÁSICA y la CIUDAD EN TRANSICIÓN. Tales nociones no son incompatibles en una concreta dimensión urbanística, ya que armonizan tanto la pervivencia de lo clásico como los cambios espaciales de tono religioso o militar.

Hay ciudades que entran de manera puntual en crisis por motivos de diversa índole que, en realidad, se deben a su falta de adaptación a las nuevas circunstancias históricas o a su resistencia a asimilar los cambios inmediatos y futuros. Si bien, unas cuantas superaran ese declinar, aunque saldrán totalmente transformadas entre los s. V y VII, lo contrario, significará caer en un estado de abandono o de perduración sin grandes cambios. Este último, sin embargo, podía conducir a la extinción del asentamiento entre los s. VII y IX; o, en el mejor de los casos, a la recuperación de la vitalidad bajo nuevas formas físicas rurales y semiurbanas a partir del s. X.

No se puede aceptar la tesis de la crisis urbana en aquellas ciudades de las que no se sabe gran cosa o de las que su cultura material no sobrepasa el s. III. Cabe señalar la existencia de memorias, informes y trabajos inéditos, e incluso de material arqueológico que ha sido ignorado por falta de recursos o por no resultar interesante. Por cierto, todo esto complica cualquier investigación y, al mismo tiempo, impide conocer de forma profunda el pasado tardoantiguo de las ciudades mejor estudiadas, ante lo cual me planteé analizar los contextos béticos tardoantiguos en relación con la documentación material que ofrecían las restantes ciudades hispanas y, a su vez, en correspondencia con la información arqueológica de las regiones del Mediterráneo y del Atlántico. Este estudio comparativo confirma lo siguiente:

La crisis y la continuidad operaron como dos realidades posibles en la evolución particular de cada ciudad, pero el desarrollo de una u otra dependió de las condiciones locales y de las posibilidades externas que existían en cada asentamiento; al mismo tiempo, la crisis y la continuidad operaron como dos modalidades de transformación compatibles en la Bética y en todas las regiones. Pese a ese comportamiento común, dichas tendencias presentan, según las especifidades locales existentes, unos tiempos distintos y una mayor o menor acentuación, no sólo entre una región y otra, sino entre las mismas ciudades de un territorio concreto. A raíz de todo esto, los urbanismos regionales se volvieron dispersos y restringidos y, en algunos casos, mantuvieron una relativa concentración de asentamientos en los principales focos de la romanización, o sea, las franjas costeras y los valles fluviales. La Bética corresponde a ese último panorama.

En fin, la crisis y la continuidad son dos realidades compatibles en el urbanismo local y regional, descartándose toda inclinación teórica y metodológica hacia una de esas posturas historiográficas. Lo contrario, hubiera derivado hacia una argumentación obcecada y pretenciosa, de la cual hay que alejarse, por un lado, porque no hay datos arqueológicos suficientes que permitan asegurar de modo integral la continuidad urbana entre el Principado y el Alto Medievo, y, por otro, porque la crisis es un hecho inevitable que trajo consigo nuevas oportunidades evolutivas que, en general, fueron abruptas en sus formas de transformación.


Urbanismo bético tardoantiguo. Tercera conclusión

El cambio urbano no es un eufemismo de crisis, ni se trata de un estado involutivo, ni se reduce a una pérdida paulatina de los caracteres cívicos, ni responde a la incapacidad de la gestión municipal, ni opera de manera pseudomorfa e indetectable desde el punto de vista arqueológico, sino un complejo proceso de transición que afecta a la ciudad clásica, forjando así distintos modelos urbanos y semiurbanos, de los cuales la ciudad cristiana aparece como el modelo dominante.

En este sentido, el cambio urbano ha de entenderse en términos evolutivos, de hecho, en la Bética se revela en algunas ciudades desde el s. II y en la mayoría del panorama urbano durante el s. III. Si bien, esta precoz desestructuración era incipiente y no se basaba en ningún discurso, por lo que los motivos de ruptura con el modelo altoimperial sólo se producirán a partir del s. IV, cuando empiecen a surgir nuevos procesos ideológicos, como la cristianización y la militarización, con capacidad para instrumentalizar las nociones descompositivas y reestructuradoras de la transformación en función de sus propios intereses económicos, políticos y religiosos.

La resultante es una nueva imagen arqueológica que se cristaliza de manera plural y tardía, aunque muchas ciudades no se beneficiaron de esos procesos, por lo que su imagen urbana no tardo en desactualizarse como efecto de una evolución sin grandes cambios, de ahí que las transiciones superficiales e inconclusas deriven hacia el abandono y la degradación del asentamiento. En definitiva, el cambio urbano permite visionar de manera neutral los procesos y, en particular, su mecánica isostásica y generatriz entre los s. II y VII, periodo en el cual se fue estableciendo una nueva fórmula urbana, porque para perdurar, las ciudades debían de transformarse.


Urbanismo bético tardoantiguo. Cuarta conclusión

Pese a la actual documentación arqueológica, era necesario reconstruir el siguiente proceso: la descomposición. Esta es una dinámica de larga duración que proyecta múltiples síntomas en la ciudad clásica, entre ellos:

• Privatización del suelo público.

• Aparición de vertederos intra moenia.

• Supresión de calles y de plazas porticadas por cierre o por abandono.

• Creación de espacios abiertos y cultivados.

• Ocupaciones, desviaciones e interrupciones de vías y calzadas.

• Azarosas sepulturas in urbe.

• Abandono de edificios públicos, barrios residenciales y suburbios altoimperiales.

• Desuso sistémico del alcantarillado y de los colectores públicos.

• Fosas y zonas de escombros (reutilización edilicia).

Cabe denunciar que todos esos indicadores han sido exagerados, con el fin de que la desestructuración confiriese una imagen dramática de la ciudad clásica, en la cual abundaban los espacios vacios y los espacios desmembrados; si bien, esa devertebración no fue total y uniforme, lo demuestran los siguientes puntos:

• Esa sintomatología se registra entre los s. II y V, acentuándose en los siglos alto-medievales; además, la comparten los diversos urbanismos regionales.

• Los contextos urbanos se debatían entre elementos perdurables y elementos discontinuos que coexistían en un plano físico y funcional.

• Los entramados urbanísticos no sufrieron grandes traumas, porque las operaciones edilicias habían sido escasas, específicas y ordenadas hasta después del s. V, tras el cual se volvieron complejas, pese a ello, no se produjo una desestructuración integral de la civitas, al menos hasta la creación de la ciudad islámica.

• Cada ciudad de la Bética tardoantigua presenta una desarticulación material con sus propias especifidades espaciales y cronológicas.

Todos estos procederes permiten cambiar de manera eficiente y diversa el foro o los barrios de espectáculos entre los s. IV y VII, de ahí que cada ciudad bética pueda presentar transformaciones cultuales, funerarias, industriales, agrícolas, residenciales y militares, que, en muchos casos, parecen formar parte de una coherente reestructuración paisajística de larga gestación y de crecimiento vertical. No obstante, la Bética fue una región de descomposición media, sólo así se puede entender la pervivencia estructural de la ciudad clásica, hecho atípico en algunas regiones del Atlántico o del Mediterráneo oriental, que estaban caracterizadas por un alto nivel desestructurador.


Urbanismo bético tardoantiguo. Quinta conclusión

La cristianización es el principal proceso urbanístico de la Antigüedad Tardía, esto es, el discurso ideológico que prevaleció entre el segundo cuarto del s. IV y los momentos finales del s. VII, periodo en el cual se conciben los fundamentos simbólicos y físicos de la civitas christiana, pero lo importante no es tanto la imagen resultante, sino las variables de las que dependió la constitución urbanística, por lo que indicaré alguna de ellas, a modo de pinceladas:

• El localismo cristiano.

• El peso social y económico de los cristianos en cada ciudad.

• El liderazgo urbano del obispo.

• La evangelización social de tipo cualitativo.

• La presencia del obispo.

• La debilidad del tejido clásico.

• La disponibilidad espacial dentro de la ciudad.

• El suburbio.

• El desarrollo del hábitat doméstico.

• La evolución espacial que sobrevendrá a la muerte del mártir.

• La creación suburbana e intraurbana de una compleja dimensión funeraria.

• La institucionalización de la caridad.

• La supervivencia de las iglesias locales béticas frente a las contingencias.

• El carácter conservador de la Iglesia bética.

• La inversión en edilicia de la élite visigoda.

Dependiendo de las condiciones locales y de la existencia de dichas variables, cada ciudad podía presentar una específica cristianización y una concreta escala del cambio que estaba en consonancia con uno de los paradigmas arqueológicos que he mencionado con anterioridad. Parece evidente que la cristianización de las sedes episcopales y de algunas civitates minores es la que mejor define el modelo de CIUDAD CRISTIANA. Detallaré, pues, su imagen física y funcional:

La ciudad cristiana no tiene sentido sin la ciudad clásica, puesto que es un concepto de adhesión a uno de los sectores suburbanos, aglomeración que fue generando estructuras espontáneas y planificadas bajo nuevos fundamentos urbanísticos que se ampliaron a las áreas intraurbanas. El resultado fue:

Una nueva conceptualización de los espacios públicos y privados que fueron recolocados en diversas posiciones suburbanas e intramuros, creando una visión polinuclear de carácter cultual, funerario, monacal, residencial, económico, asistencial y administrativo, de manera que había varios puntos fuertes que se pueden reducir a la bipolaridad existente entre el suburbio y el complejo episcopal. De hecho, el mártir y la iglesia fueron los elementos dinamizadores que condicionaron la nueva morfología urbana y su articulación física y simbólica.

Esta imagen se percibe en las fuentes literarias y, sobre todo, en los testimonios arqueológicos de los s. VI y VII, centurias en las cuales la cristianización respondió a una estrategia aristocrática que aglutinaba los intereses del episcopado y los de la nobleza visigoda, los cuales se cristalizaron en la edificación de una nueva topografía política y simbólica, esto es, el espacio de representación de la civitas christiana. Por tanto, la Iglesia bética consiguió una de sus pretensiones, la otra fue crear una realidad urbana que aspirase a un efecto de unidad, en la cual los espacios diferentes fuesen objeto de erradicación o de apropiación, con el fin de crear lugares similares que respondiesen a la homogeneidad religiosa de la catholicitas. Pero esta ortodoxia del espacio no llegó a lograrse como demuestran los barrios sinagogales.

En cualquier caso, la cristianización de la ciudad bética asumió una monumentalización media y tardía en comparación con otras regiones. Probablemente, muchos de los recursos financieros de la Iglesia bética fueron desviados hacia la evangelización del campo, sobre todo, a lo largo del s. VII, lo cual se hizo en detrimento de la ciudad.


Urbanismo bético tardoantiguo. Sexta conclusión

La militarización fue un proceso que supuso la barbarización estética de la sociedad bética y la implantación del amurallamiento como parte del desarrollo urbano de algunas ciudades entre los s. IV y V, periodo en el que el modelo de CIUDAD DESCLASADA pasó de un estado de degradación a otro de gestación de nuevas formas que tendrán sentido cuando visigodos y bizantinos apuesten militarmente por esos asentamientos reducidos y fortificados que aún mantenían una cierta organización urbanística. Estos se conocerán como castella et castra.


Urbanismo bético tardoantiguo. Séptima conclusión

Antes de hablar del proceso de bizantinización, cabe apuntar que el hecho de que ciertas ciudades presentan una cultura material de influencia bizantina, no permite esgrimir su adscripción a la Spania imperial, ya que resulta arriesgado tomar esta correlación mecánica, puesto que los mismos materiales bizantinos se dan en las zonas visigodas, incluso fuera del Sur hispano. Además, el limes grecogótico es difuso y variable, excepto en la franja costera, por lo que me resultó más interesante analizar la bizantinización.

Los testimonios arqueológicos revelan una revitalización económica, fruto de los mercaderes griegos y sirios, y, a su vez, una notable influencia cultural que fue canalizada por la aristocracia autóctona, dado que no hubo patrocinio alguno de la administración bizantina.

En las ciudades béticas de dominio bizantino, que se conocen gracias a las fuentes literarias, ese proceso no fue la panacea esperada para las cuestiones urbanísticas de la ciudad tardoclásica y en transición, pese a ello, dotó de una cierta continuidad de asentamiento que, en muchas ocasiones, resultó ser contraproducente por su elevado carácter desestructurador. En efecto, esta descomposición se hizo bajo unas concretas directrices militares y económicas que invalidaban ciertas partes urbanas para centrarse en un espacio privilegiado o reducido hacia el mar; de ahí que se edificasen varios fortines, un barrio residencial y comercial y, quizás, algún establecimiento eclesiástico.

Por consiguiente, esa imagen arqueológica de la ciudad bizantina rompe con el ideal del pristinum decus, sin duda, es el reflejo de una región que fue una zona de contención y una plataforma de aprovisionamiento, por lo que recibió un trato marginal o secundario dentro de la renovatio imperii, tal y como constata el silencio de la legislación justiniana y bizantina.


Urbanismo bético tardoantiguo. Octava conclusión

La visigotización es otro proceso que se plantea la ciudad como un medio político para conseguir el control económico y religioso de la sociedad, para ello, presenta un doble comportamiento en las principales ciudades béticas: por una parte, en las fases iniciales, no hubo un impacto gotizante en el paisaje, donde los escasos grupos visigodos no realizaron grandes cambios urbanísticos, ocupando un área pública intramuros, un sector residencial semiurbano y varias villas suburbanas; por otra, en las fases medias y tardías, la católica aristocracia goda y el episcopado germanizado construirán un establecimiento administrativo de tipo clásico en un sector extramuros o intraurbano, donde se levantara de manera planificada y coherente el complejo episcopal. De hecho, esto se apunta para Corduba, Hispalis e Iliberri. Esta dimensión administrativa, en la que se aglutinan poderes fácticos y lugares de prestigio, sustituye los aspectos seculares y religiosos de los foros, pero, para esto, fue necesaria la presencia de un centralizador Estado monárquico, como era el visigodo.


Urbanismo bético tardoantiguo. Novena conclusión

Frente a todos esos procesos, no hay que subestimar la pervivencia de la ciudad clásica

en la Bética durante la Antigüedad Tardía, por varias razones:

• La Bética era una provincia profundamente romanizada, lo cual conllevaba una mayor resistencia a la hora de realizar el cambio urbano.

• La transición de la ciudad pagana a la cristiana requiere de una cierta secularización que, en ocasiones, facilitó la continuidad funcional.

• El estado específico de cada ciudad indica diferentes grados de descomposición y reestructuración que no son tan significativos, salvo a largo plazo y de manera global.

• La iglesia contribuye a perpetuar ciertos espacios edificados, con nula inversión edilicia y con un simple interés patrimonial.

• Las residencias y la infraestructura cívica sobrevivieron física y funcionalmente hasta el s. XI. Otras pervivencias estructurales siguieron ocupando el paisaje, sin operatividad alguna, aunque los anfiteatros y otros edificios monumentales condicionaron la actuación de las transformaciones paisajísticas del cristianismo

• El clasicismo godo fue una corriente de conservación y restauración de lo clásico que se materializo en las principales ciudades béticas durante los s. VI y VII. Aunque los tejidos clásicos nunca fueron objeto de una renovación total.

En definitiva, la ciudad clásica redujo sus funciones urbanísticas, sobre todo, las que resultaban contradictorias con la ideología cristiana, lo cual niega que su permanencia sólo fuera física, como se ha dicho en multitud de ocasiones, por la sencilla razón de que la ciudad tardoclásica y la ciudad en transición coexistieron como dos realidades vivas, por lo que se descarta la idea de una ciudad en coma.


Conclusión final

Esta tesis no persigue aferrarse al ideal de ciudad clásica que transcribieron los escritores tardoantiguos, ni tampoco reincidir en la idea que la historiografía española desarrolló a partir de la posguerra franquista; de hecho, lo que realmente pretende, es concebir un organigrama de paradigmas urbanos con base en la imagen arqueológica del proceso de metamorfosis de cada ciudad de la Bética. Por lo tanto, con este trabajo de investigación, se ha creado un marco que establece una percepción polimorfa, heterogénea y dinámica de la realidad urbana tardoantigua, que abre enormes posibilidades investigadoras, cuyo fin no es otro que perfeccionar la imagen arqueológica de la civitas tardía en un futuro inmediato.


BIBLIOGRAFÍA

CURCHIN, L. A. (1990): The Local Magistrates of Roman Spain, Toronto.

RIPOLL, G. (1998): Toréutica de la Bética, ss. V-VII. Barcelona.

RUIZ FERNÁNDEZ, A. (1990): Urbanismo antiguo de Almuñécar. Tesis doctoral, Universidad de Granada, Granada.

VVAA, (2002): II Congreso Internacional sobre la ciudad en Al-Andalus y en el Magreb (Algeciras, 1999). Granada.