EL TRABAJO DE LAS MUJERES DURANTE LA ÉPOCA HELENÍSTICA EN EL ÁGORA DE ATENAS HASTA AUGUSTO (S. III a.C.–I). ECONOMÍA MONETARIA, COMERCIO Y NUEVOS ESPACIOS

THE WORK OF WOMEN DURING THE HELLENISTIC PERIOD IN THE ATHENIAN AGORA UNTIL AUGUST (3TH CENTURY BC-1ST CENTURY AD). MONETARY ECONOMY, TRADES, AND NEW SPACES

Daniel MERINO CABALLERO *

Resumen
Con la extensión de las monarquías macedonias por el terreno heleno y hasta la llegada de Roma, la ciudad de Atenas sufrió una serie de modificaciones en su tejido urbano y social que afectaron de una forma especial a las mujeres, específicamente con respecto a su papel económico y su protagonismo en los entornos urbanos. En este trabajo se utiliza la arqueología de género para someter a examen la renovada relación entre la economía comercial de la urbe, los trabajos de las mujeres fuera de su unidad doméstica y su relación con los nuevos espacios que se conforman en el ágora y sus alrededores.

Palabras clave
Arqueología de género, Atenas, Periodo helenístico, trabajos de las mujeres, espacios urbanos.

Abstract
With the expansion of the Macedonian monarchies across the Hellenic territory, until the arrival of Rome, the city of Athens underwent a series of modifications in its urban and social fabric that had a particular impact on women, specifically in terms of their economic role and their prominence in urban environments. This work employs gender archaeology to examine the renewed relationship between the commercial economy of the city, the work of women outside their domestic sphere, and their connection to the new spaces that take shape in the agora and its surroundings.

Key Words
Gender Archaeology, Athens, Hellenistic age, Women Occupations, Urban Spaces.

INTRODUCCIÓN

Las mujeres en las comunidades antiguas rara vez han sido reconocidas más allá que por el cumplimiento de sus papeles asignados por otros. En lo que se refiere a los trabajos, hasta hace muy poco no han comenzado a valorarse sus acciones, e incluso ahora su rango de acción parece concebirse constreñido al oikos más íntimo. Durante las siguientes páginas proponemos, a través de la arqueología feminista y de género, así como histórica, un estudio sobre la participación femenina y sus características en el comercio urbano de la ciudad de Atenas en época helenística hasta Augusto. La segregación por parte de la ciudadanía masculina no es un pilar suficiente para explicar la vida y las funciones de las mujeres en el desarrollo diacrónico de la Hélade (ni de ningún lugar o tiempo).

Las actividades concretas de producción y venta, los trabajos en su sentido más amplio se asimilan ahora bajo la firme convicción de que fueron estructurados bajo unos criterios de estatus y género que debemos dirimir (cómo, cuándo, por qué), así como debemos posicionarlos en un espacio tangible (dónde) que nos ayude a comprender la relación entre la ciudad antigua y sus habitantes. Los espacios urbanos se conjugan con sus funciones y se resignifican con sus valores sociales; por esto es importante indagar en cómo funcionaban realmente, dejando atrás las categóricas etiquetas de público o privado como si fueran la panacea de las justificaciones históricas y buscar nuevos horizontes.

Con la firme convicción de que la realidad material influye y se ve influida de forma permanente por el género (BERROCAL 2009: 26-30), a través del estudio de diversos restos materiales profundizaremos en las condiciones socioculturales de las mujeres helenísticas y las relacionaremos íntimamente con unos exámenes funcionales y simbólicos del espacio urbano de la ciudad de Atenas y su relación con el género, especialmente del ágora y sus espacios dependientes.

Para sintetizar, nuestras hipótesis son demostrar que una parte del ágora ateniense recibe cierta especialización con respecto a los asuntos económicos y que las mujeres participaron activamente en el comercio de Atenas durante la época helenística y romana como continuación (y ampliación) de la dinámica clásica. Además, queremos demostrar de qué manera compartieron con los hombres los espacios comerciales de la ciudad y de qué forma dispusieron de cierto control sobre sus transacciones económicas.

ECONOMÍA MONETARIA Y MUJERES HELENÍSTICAS

La situación de las mujeres a partir de la época postclásica cambia de forma sorprendente, razón que nos ha inducido a pensar que estas tuvieran oportunidades genuinas de participar en el comercio ateniense de la época. Sin embargo, antes de estudiar sus espacios, vamos a realizar una síntesis en las condiciones socioculturales de las mujeres, para que así podamos comprender mejor su lugar y la posibilidad de habitar los espacios que proponemos. En definitiva, nuestras hipótesis de que las mujeres podían participar en sus círculos del mercado coge fuerza mediante varios argumentos.

En primer lugar, las mujeres griegas en época helenística tienen, por lo general, una mayor capacidad para administrar sus propios bienes, como se ha demostrado mediante elementos epigráficos (CALERO 2004: 150-155), especialmente como arrendatarias y prestamistas. Desde hace unas décadas, autores ya han afirmado que no había ningún lugar en Grecia en el que la mujer se viese forzada a no tener ninguna cantidad de dinero en absoluto (SCHAMPS 1979: 13). La información de transacciones económicas que nos han llegado son aquellas se refieren a un evento legal de cierta entidad más que a la realidad de la venta al por menor, razón por la cual necesitaría documentarse. Pero el hecho de que algunas mujeres pudiesen realizar transacciones con mayor facilidad que en época clásica ya es esclarecedor.

De hecho, sí tenemos algunos testimonios sobre una más que probable posesión y/o participación por parte de mujeres de locales, e incluso de talleres, una situación que se ha estudiado mucho, por ejemplo, en la Bética romana, pero también gracias a los nombres femeninos (algunas posiblemente metecas) que se han obtenido de sellos anfóricos de Rodas (GARCÍA 2012: 109 y 119-121). Las condiciones más comunes para esta tesitura son que pudieran ser mujeres ciudadanas viudas o con herencias las que dispusieran de diversas propiedades, o metecas y esclavas que trabajaran en ella por necesidad pero que, sin embargo, estampaban sus nombres en sus producciones.

Esta condición se ve sustentada por dos características más de la época. Por una parte, la flexibilización de la institución del matrimonio, elemento de control por excelencia. Los registros escritos nos indican que se facilitaron los procesos de divorcio, y la concesión de dotes supone una cuestión menos jerarquizada (RAMSEY 2016: 731), algo que acaba por facilitar las decisiones familiares sobre la participación en la economía urbana. Por otra parte, el ideal ciudadano, antaño sostenido por la tenencia de tierras y el deber a su ciudad, se resquebraja en parte; ahora existen más formas de obtener una sanción social a través de conseguir riqueza, y facilita las oportunidades a los enormes sectores de la población que eran pobres para realizar sus trabajos (BIELMAN 2001: 35-38; CHANIOTIS 2018: 335).

En segundo lugar, la participación en los flujos mercantiles de la ciudad sería una extensión más de la reconocida sanción femenina de gestionar el oikos. Son abundantes las referencias de los autores clásicos sobre la aceptación de que las unidades domésticas se encuentran a cargo, o deberían, de las mujeres, y cuya mayor expresión se encuentra en Jenofonte (Económico, 7.35-43). Si ejemplificamos el caso tradicional de los hombres ciudadanos dedicados al ocio y a la política, cabría la posibilidad de que gran parte del aspecto económico productivo del hogar (sin contar riquezas previas, patrimonio, usos legales, etc.) quedase en manos de las mujeres de la casa y de los hombres de menor estatus que el ciudadano.

El propio funcionamiento del oikos conlleva una dificultosa distinción entre el dinero privado y el de la economía familiar. Las actividades de las mujeres se engloban en las de su unidad familiar y viceversa, son simbióticas, lo que produce que la educación, la profesionalización, el aprendizaje de un oficio o saber se encuentre de un ámbito familiar, y haya espacio para que el conjunto participe en un negocio o en una tienda (IG II2 1561, en CALERO 2014: 160-166).

En tercer lugar, la ley ateniense sí que reconoce en muchas ocasiones directamente el derecho de las mujeres a tener propiedades y ofrecer intercambios económicos (COHEN 2016: 717), aún más en época helenística cuando la figura del tutor legal, o kyrios, reduce su importancia simbólica y jurídica, lo cual hace que los medios tradicionales de obtención de riqueza para mujeres se faciliten en gran medida, esencialmente viudedad, herencias y otras concesiones económicas de carácter familiar, así como su propia gestión de bienes muebles e inmuebles (CALERO 2004: 15-18).

De hecho, la era helenística es un momento histórico en el que las mujeres, primero de la corte (s. IV-III a.C.) y luego aristocráticas (a partir de finales del siglo III a.C.) obtienen una visibilidad pública y una participación en la comunidad a través de su dinero personal sin precedentes. Esto se hace notar en la evergesía cívica, como el caso de Ártemis del Pireo, que paga hasta 70 dracmas de su riqueza personal para labores de reconstrucción (IG II2 1672). La acumulación de la riqueza en manos de las mujeres, aunque haya que ser coherentes con su situación social, no es precisamente algo poco usual en el mundo helenístico, ni tampoco en el romano imperial.

El propio contexto histórico de estos siglos es particularmente favorecedor para que las mujeres no aristocráticas tengan mayor acceso a los intercambios económicos: con la concesión de Delos a la órbita de Atenas, convirtiéndose esta en uno de los centros del mercado interterritorial, la acuñación de moneda se vuelve estable (“Estilo Nuevo”) y los valores se fragmentan, haciendo más asequibles las transacciones locales en pequeños negocios (BRESSON 2016: 260-265). Por otra parte, la enorme emigración produce una necesidad alta de mano de obra a la par que existe un nutrido grupo de personas en situaciones desfavorecidas, sin tierras y con un trabajo asalariado irregular o inexistente; esto podría justificar la gran cantidad de metecos (y metecas), personas antaño en condición de esclavitud, que se vislumbran en las fuentes (D’ERCOLE 2013). Para aquellos que no recibían ningún pago de la polis, trabajaban en el campo y deseaban vender mercancías (ANDREAU 2002: 116), y también quienes se veían conducidos a Atenas por la pujanza del comercio interterritorial, era una oportunidad, si puede que no de riqueza, de beneficio económico, algo que sin embargo se vio siempre como tendencioso y perjudicial para el hombre ciudadano en particular (MIRÓN 2014: 64-66).

En cuarto lugar, no encontramos referencias directas a que estos espacios públicos estuviese vetados para las mujeres, aunque siempre existía la posibilidad de que las personas que lo frecuentasen, especialmente en sus alrededores, sufriesen una violencia simbólica (juicios sociales, humor agresivo, etc.) por el desapego del ideal griego a la compraventa como actividad laboral. De hecho, en el discurso Contra Eubúlides, Demóstenes nos ofrece una ilustrativa situación en la que menciona leyes y normas en contra de esta situación de violencia, y en la que hace particular mención tanto a ciudadanos como a ciudadanas como participantes del mercado. De hecho, ha habido opiniones de que las mujeres, si no tenían el monopolio, al menos tenían una situación privilegiada en los mercados (COHEN 2016: 717).

Las mujeres optan a una mayor variedad de opciones para generar y gestionar cierta riqueza, sea destinada donde fuera. Como antaño, que no se valoraba el enorme peso de los trabajos domésticos, quizá ahora queda replantear una valoración en profundidad de la influencia femenina en la economía urbana desde los aspectos comerciales. Las limitaciones económicas de las mujeres existieron, y de manera bastante privativa, pero se ha generalizado una imagen de segregación económica que no se ha ajustado bien a las implicaciones de la Antigüedad, sin que ello exima la cruda realidad de que el patriarcado, la opresión, la violencia y la invisibilización hayan sido un continuum en la vida social antigua. Por eso vamos a profundizar en ello a través del ágora ateniense y, más concretamente, las estoas y sus espacios codependientes, y de qué manera se pueden relacionar con estas renovadas capacidades sociales y económicas de las mujeres. Para ello, estudiaremos el desarrollo urbanístico.

ESTOAS HELENÍSTICAS Y EL ÁGORA ROMANA: ¿HACIA UNA PLAZA ECONÓMICA DE MUJERES COMERCIANTES?

Desarrollo urbanístico

El mercado no se encontraba consagrado al ideal aristocrático, por lo que la extensión de unos lugares públicos “mixtos” (no relacionados con los deberes ciudadanos directamente) podrían conllevar una mayor flexibilidad en la sanción de la comunidad, y por ende un aumento en la presencia continuada de las mujeres en estos ámbitos (de diversos estatus, así como hombres ciudadanos pobres, no ciudadanos, etc.). La ampliación monumental y productiva de estas condiciones espaciales no harían sino incrementar las posibilidades de trabajo, comercio y socialización para el nutrido grupo social que no pertenecía al corpus de ciudadanos ricos varones, como menciona Demóstenes (Contra Eubúlides, 35-36)

En el tiempo diacrónico que en este artículo nos atañe, podemos contemplar cómo los espacios se especializan cada vez más según su funcionalidad, especialmente a partir del siglo II a.C., cuando Atenas se estabiliza en el contexto interterritorial y comienza a construir de nuevo monumentos cívicos en la plaza pública (Fig. 1). Aunque el carácter comercial del ágora se ha señalado con anterioridad, ahora expondremos brevemente el cómo el desarrollo de las nuevas estoas promovieron dicha especialización y cómo su naturaleza comulga bien con las posibilidades socioeconómicas de las mujeres que hemos explicado en el punto anterior. Para defender estas ideas realizaremos una breve caracterización funcional, más que tipológica o técnica, de los nuevos espacios; más específicamente, nos centraremos en el desarrollo de las tiendas, talleres y oficinas de carácter fijo de las estoas y lugares comunes (ergasteria), y cuya presencia femenina seguiremos argumentando en el siguiente punto. Nos referimos a las siguientes construcciones.

Fig. 1. Mapa del ágora y alrededores en época helenística con la identificación de depósitos coetáneos y de época romana. Fuente: Escuela americana de Atenas.

Estoa Media

Primera estoa construida en el ágora en época helenística (180 a.C.) gracias a la evergesía de Farnaces del Ponto según una inscripción (GRACE 1985: 20). Con una longitud de 147 metros y una columnata sin interrupción que recorre su perímetro, se ha hipotetizado como un lugar para guardar grano (en una posible segunda planta). De esta manera, el centro neurálgico de la construcción es de base económica, y que conecta el almacenaje con la venta (también exportaciones) a través de lo que parecían salas cerradas donde se encontraron materiales efímeros a modo de muebles; es decir, tiendas u oficinas (CAMP 2001: 180).

Estoa Sur II

Construida en el 150 a.C., se construyó sobre el trazado del edificio previo, la Estoa Sur I, pero su orientación tornó para hacerse más horizontal con respecto a la plaza y, por ende, a la Estoa Media, que se situaba al norte de esta. Dicha disposición conlleva la creación de un espacio interior que es el origen del complejo sur del ágora económico, una repetición y reinterpretación de la gran plaza tradicional. La estoa sur II medía casi 100 metros y, entre la disposición de su columnata central alberga cinco tiendas dobles que se suceden ininterrumpidamente (LAWALL 2021: 252).

La aparición de tiendas o habitáculos dedicados al comercio (bien sea la transacción, bien sea la ordenación jurídica) es resultado de un aumento en el interés por los mismos, aunque tenemos precedentes de dicho uso económico desde época postclásica, como en Corinto, Sidón o Tasos (DICKENSON 2017: 78-82), en el que las estoas ordenan el terreno en formas generalmente cuadrangulares. Mediante estas acciones arquitectónicas, que siguen un plan urbanístico deliberado, las estoas de carácter económico van nutriendo el nuevo panorama urbano helenístico.

Edificio Este

Una edificación posterior cierra por el este el espacio creado entre la Estoa Media y la Estoa Sur II, y que contaba hasta con cuatro tiendas en su haber, además de restos materiales de mesas y muebles que conformaban lo que denominamos skenai, de los que luego hablaremos. Este edificio, en caliza en vez de en mármol como suelen ser las estoas, se complementa con una construcción cuadrangular en su lado sur que hacía las veces de ceca (THOMPSON y WYCHERLEY 1972: 79-80), cerrando por completo su lado.

Heliaia o Aiakeion

Este edificio se construyó en el lado opuesto del Edificio Este, y, por tanto, cerraba completamente el espacio entre el complejo Sur de estoas y edificios adyacentes. De disposición cuadrangular, también disponía de varios espacios cerrados adheridos a su pared oeste, de la misma tipología que las tiendas. Estaba destinada a la ordenación legal de la economía local, puede que sobre los precios y las transacciones, y cuyo mayor exponente coetáneo es un decreto ateniense del siglo II a. C. en el que se habla en extenso de la estandarización de pesos y medidas de un sinfín de mercancías del mercado (IG II2.1013).

Estoa de Atalo

Esta estoa, hoy reconstruida por el Ministerio de Cultura de Grecia, fue construida en el año 150 a.C. para cerrar el lado Este del ágora tradicional con sus 116 metros de longitud, contribuyendo a la imagen teatral y racionalizada que buscaba la arquitectura helenística. Pagada por el rey de Pérgamo Atalo II, cuenta con dos columnatas separadas (fachada y espacio central) que soportaban dos pisos y hasta 42 tiendas (oficinas/talleres) entre las dos. Algunos autores (CAMP 2001: 172-174) asevera que eran alquiladas por la ciudad, una práctica repetida en el caso de las unidades domésticas.

Dickenson (2017: 188) piensa que sus establecimientos tendrían que ver más con la venta de elementos valiosos, ya no solo económica, sino socialmente: objetos de lujo, perfumes o coronas de flores, que generalmente elaboraban las mujeres (CISNEROS 2021: 352). Esta situación va arrojando más datos sobre las cada vez más aparentes relaciones entre las mujeres y los locales, también por su papel en la producción de las mercancías. Esta participación podría encontrarse mediada por la familia, a modo de negocio familiar, o bajo una estructura de trabajo cooperativo, como vimos en el epígrafe anterior.

Ágora romana

La presencia romana en la ciudad de Atenas supuso una ruptura y, al mismo tiempo, una continuación. Por ejemplo, en el famoso saqueo de Sila (86 a.C.), se destruyeron muchas propiedades, así como la Estoa Sur II y el edificio Este, que pasarían a formar parte del tejido productivo, en metal, del sitio (DICKENSON 2017: 329). No obstante, con la llegada de Julio César y Octavio Augusto se construyó un ágora romana, algo que deliberadamente buscaba una extensión de la dinámica económica de la zona. Incluso el modelo edilicio es una tipología conocida en Grecia y Asia Menor (Corinto, Cirene) fuertemente inspirada en modelos helenísticos tardíos.

Se basa en una plaza cuadrangular y columnada en un peristilo de columnas de mármol de orden jónico (Fig. 2); el norte apenas se conserva, con los lados este y oeste bien conservados, han sido suficientes para recrearla fehacientemente. En el este se han hallado hasta 15 habitaciones, en espacios ininterrumpidos que se han interpretado como tiendas especializadas en la preparación y venta de comida, así como espacios de almacenaje en el lado oeste; se ha pensado así tanto por algunas (eso sí, ambiguas) alusiones en tres epígrafes (no publicados), como por el futuro decreto de Adriano sobre el comercio de aceite de oliva (DICKENSON 2017: 247).

Fig. 2. Plano del ágora romana, con los edificios asociados, también relacionados con el comercio, como el agoraneion.
Fuente: Dickenson 2016: 238.

Un ágora comercial

La erección del ágora en tiempos de Julio César y Augusto supuso la culminación en el proceso de elaborar una diferenciación espacial bien delimitada mediante la materialidad, y que hoy reconocemos gracias a la arqueología: la zona central y norte de la plaza queda adscrita a los asuntos políticos -varoniles-, para las ocupaciones que las ideologías más conservadoras reservaban a los deberes ciudadanos masculinos. La zona sur y este, aun con las reservas que nos ofrecen algunos autores como Dickenson (2017), queda sin duda separada material y simbólicamente de los lugares del otro lado de la plaza. Por lo tanto, el sur y el este de la plaza se encuentran relacionados con la administración y la justicia (destaca el Metroón y el Akaieion), así como con los lugares de actividad económica. Por otra parte, la Estoa de Atalo conecta el aparato monumental del sur del ágora con el ágora romana a través de caminos y soportales, finalizando la resignificación del territorio (PARIGI 2012: 450).

Hay que destacar que la conexión también puede es física y material: se confirmaron la existencia de diversos soportales que acompañaban los caminos que entrelazaban estoas, especialmente desde el sur, y la unión con el ágora romana (THOMPSON y WYCHERLEY 1972: 79). Esto produciría aún más espacio porticado en el que poder llevar a cabo las transacciones comerciales con mayor asiduidad, quizá por resultar menos ‘oficial’ que el terreno sacrosanto de los templos y los lugares de exhibición del conjunto masculino, y por tanto más flexible a las condiciones sociales segregadoras.

La creación de este conjunto es una prueba de la estandarización de las operaciones mercantiles, algo que sostiene sobradamente la importancia social que se le otorgan a estos asuntos en esta época. Con respecto al análisis bajo el género, ya hemos mencionado que los espacios de compraventa coetáneos tienen la potencialidad de ser lugares de menor tensión social en el que las mujeres, quizá, tendrían más oportunidades (así como los hombres no ciudadanos) de participar en la vida de la ciudad.

Para justificar de una forma más material estas pretensiones, hemos de estudiar los materiales que se hayan podido recuperar de las tiendas y oficinas. Cabe decir que sus campañas arqueológicas fueron a mitad del siglo XX, por lo que nunca se sometieron a un análisis del género; a continuación, estudiaremos múltiples depósitos hallados en las estoas, que si bien debemos ser cautos a la hora de sacar conclusiones, pueden empezar a iluminar los primeros registros de actividades femeninas en las ergasteria.

DEPÓSITOS DE LAS ESTOAS

Para nuestra (des)información, aún no disponemos de la suficiente evidencia como para conocer a ciencia cierta qué tipo de intercambios comerciales se daban en las tiendas mencionadas, pero disponemos de algunas pruebas. Autoras como Tsakirgis (2016) han reproducido en sus estudios las dificultades que ha de enfrentar la arqueología a la hora de identificar un espacio y su dependencia directa con la materialidad que aparece en el terreno; su relación con el género es una complicación metodológica añadida y poco documentada, pero lo complejo no resta lo necesario.

Siendo las estoas helenísticas y romana un lugar de intercambio y no de concesión pública (en el sentido exclusivamente varonil de este concepto) y política, ¿sería tan transgresor que las mujeres manifestasen su presencia en las tiendas físicas de estoas y soportales monumentales? No consideramos tal cosa; al menos, no para mujeres de ciertos estratos sociales bajos. Se mostraría, así, como la externalización de una práctica registrada en las tiendas de las unidades domésticas, otra forma de aportar a la economía familiar y otro lugar de socialización sancionada por su trabajo, como ir a buscar agua a las fuentes de la ciudad.

Para confirmar estas hipótesis, hemos buscado evidencias in situ, es decir, en los depósitos de las estoas, una investigación que ha combinado cuadernos de trabajo de campo, mapas (MPA o Mapping Ancient Athens) y bases de datos de la asociación ASCSA (American School of Classical Studies at Athens; de aquí proviene la nomenclatura que utilizamos para referirnos a los depósitos y sus objetos) e informes de arqueología urbana y de riesgo (MPA). Hemos centrado nuestra atención en los depósitos de época helenística principalmente, y se han buscado elementos cerámicos que de alguna manera se relacionen con la presencia femenina, ya sea por la tipología (venta de productos asociados a la feminidad) o por la iconografía.

Estoa Media

En la Estoa Media, en la zona norte destaca el depósito ‘H-K 12-14’, datado entre los siglos IV a.n.e. a I. Los restos cerámicos, fragmentados, recogen hasta 1500 fragmentos de ánfora, 57 monedas y numerosas muestras de una iconografía asociada al mundo femenino (en mayor número que las representaciones masculinas).

Disponemos numerosos fragmentos, de los que ahora vamos a mencionar tan solo algunos. Por ejemplo, dos lebes (P 1445; P 22912), forma dedicada a la preparación de comida (¿y posterior venta?), donde aparecen mujeres ricamente ataviadas y que portan dos cajas, cuyo contenido es desconocido: ¿materiales de venta? También tenemos constancia de fragmentos de loutrophoros (P 23088; P 23297), una de las formas cerámicas asociadas a la feminidad debido a su uso para recoger agua en la fuente, espacio femenino de socialización por excelencia. De nuevo aparecen mujeres con cajas puede simbolizar una escena de socialización femenina, incluso una hipotética situación de compraventa.

Hay otros fragmentos cuya iconografía es interesante. Por ejemplo, el P 22933, con figuras femeninas adornadas y realistas en situaciones asociadas al matrimonio, o la T 431, una figura de terracota rota en su mayor parte representa la cabeza de una mujer con un recipiente sobre su cabeza y comida en su interior (Fig. 3). Este conjunto de alimentos (frutas, trigo, tortas) se han interpretado como una ofrenda, mas no disponemos de suficiente evidencia para afirmarlo, ni tampoco para desmentirlo; cabe la posibilidad de que sean mercancías, de acuerdo con que la Estoa Media y la zona Este hasta el Ágora romana están relacionadas con el comercio de bienes agrícolas procedentes de la chora o por importación, y las mujeres podían participar en la transformación y compraventa agrícola (MIRÓN 2014: 17). Cisneros (2021: 266-270) expone coherentemente la función en términos sociales de las vendedoras de pan debido a la importancia simbólica que tenía este alimento, aunque su término en las fuentes, ἀρτόπωλις, es bastante poco frecuente en epigrafía (IG I3, 546) y fuentes (especialmente Aristófanes). Es esta misma autora la que también habla de la existencia en la Atenas clásica y postclásica de vendedoras de vino (καπηλίς), muy relacionado con las trabajadoras en posadas (πανδοκεύτρια).

Fig.3. Fragmento T 431 de una mujer transportando/ofreciendo comida. Fuente: ASCSA (https://agora.ascsa.net/id/agora/object/t%20431?q=T%20431&t=object&v=icons&sort=&s=1).

Estoa Sur II

La Estoa Sur II, de la que disponemos tres depósitos de este periodo: O 16: 1-2, de finales del 400 a.n.e., como relleno de construcción, N 16:2, datado del 350-290 a.n.e. hallado en una trinchera de un muro, y M-N 15:1, alrededor del 140 a.n.e., que se encontró como un relleno de construcción. En los dos primeros contamos con interesantes fragmentos y hasta monedas, pero en esta ocasión hablaremos del último, M-N 15:1, durante la etapa helenística plena, y ya con Roma en buenas relaciones con Atenas.

Sugerentes los hallazgos de múltiples ungüentarios (como P 22950) y pequeños envases de contenido medicinal (P 31955), algunos de importación (Cnido, Rodas). Ambos mantienen una relación con el mundo femenino, ya sea por la cosmética D’Ercole (2013: 69) señala la existencia de mujeres unguentaria; SEG 25.180.34) o por el conocimiento medicinal que albergan otro tipo de trabajos de mujer que tienen que ver con las actividades de mantenimiento, así como funciones de nodriza, que también solían ser asalariadas. Cohen (2016: 719) nos muestra cómo autores antiguos consideraban prácticamente inverosímil que hombres regentasen la venta de ungüentarios y cosméticos. El epígrafe IG II2 11688, perteneciente a la región del ática a inicios del siglo IV a.n.e. menciona directamente, en una afortunada unión de tan solo dos palabras, a una vendedora de perfumes: ‘Θρᾶιττα / Μύρεψος’. Por otro lado, disponemos de un epígrafe (IG II2 1576.17) que menciona a mujeres que venden incienso, una mercancía que podría encontrarse en pequeños recipientes como estos.

Los recipientes pequeños se han interpretado como un síntoma de la sistematización de los recipientes en la época (LAWALL 2021: 255-257), igual que con la fragmentación en los valores de la economía o los decretos mencionados anteriormente, y que familiarizó a los compradores/as con las medidas, y generaban confianza como para obtener los envases directamente de las tiendas.

También se han encontrado algunas estatuas de pequeño tamaño hechas en terracota, de nuevo representando siempre mujeres, muchas de ellas veladas (como en T 3553; Fig. 4). Uno de los estudiosos en tiempos de las primeras excavaciones, Thompson (1954: 13-14) ya destacaba la tendencia de la época helenística hacia el naturalismo y la cotidianeidad. Otras representaciones, esta vez en cerámica, han aparecido (por ejemplo, P 22936) mostrando a varias mujeres sosteniendo elementos textiles, un trabajo muy asociado a la feminidad. Una de ellas (P 23053), que además es otro loutrophoros, se muestra con el textil colgado en la pared siguiendo la iconografía clásica: ¿podría ser considerada como mercancía? (Fig. 5).

Fig. 4. Objeto T 3553. Representación de mujer velada al sur de la Estoa Sur II. Fuente: ASCSA (https://agora.ascsa.net/id/agora/object/t%203553?q=Objeto%20T%203553&t=object&v=icons&sort=&s=1).

Fig. 5. Fragmento P 23053. Mujer representada en un loustrophoro, con objetos (¿mercancías?) textiles en mano y pared (ASCSA: https://agora.ascsa.net/id/agora/object/p%2023053?q=P%2023053&t=object&v=icons&sort=&s=1). Esta imagen se encuentra en la página 14 del artículo.

Estoa de Atalo

Sus depósitos son algo más tardíos, no disponiendo información sobre época helenística temprana, sino a partir del siglo I a.C. hasta el siglo I. No obstante, es preciso mencionar que, aunque con Roma hay una relación profunda desde el comienzo del siglo II a.n.e., no se encuentran producciones ‘típicamente’ romanas/itálicas hasta después de la destrucción de Sila (86 a.C.). Se puede ver en el depósito R 10: 1, donde destaca la acumulación de cerámica romana sin iconografía, encontrado en un depósito al lado del muro de la tienda 11, posiblemente augusteo. De la misma forma ocurre con el depósito Q: 13: 1, correspondiente a un conducto de canalización, con restos de diversos materiales y una difusa representación de una mujer en una lucerna (L2343).

Destaca de entre los nombrados el depósito R 13:1, en la esquina sur de la estoa, con materiales que hacen pensar en un derrumbe de una tienda. Se repiten los ungüentarios (P 7519) y lucernas (L 2492) y varias escenas figurativas con mujeres. Entre ellas destacan una de ellas no aparece el rostro, y se sujeta el himation con una mano (P 9192); en otra (P 7947), aparece con un personaje semejante a una divinidad, con un águila en vuelo (¿Zeus?); un fondo de un plato ha sido decorado con un medallón de una mujer de perfil con vegetales a su espalda (P 2452); un pequeño fragmento (P 9198) nos enseña a una mujer sosteniendo una caja/cofre, como vimos en el complejo sur.

Puede que el ejemplo más representativo lo encontremos en P 7817, un fragmento que ha conservado toda la figura de una mujer con himation y quitón que porta en su mano un espejo, elemento en ocasiones relacionado con la prostitución, una actividad económica bien reconocida por la historiografía. Es el fragmento de un ungüentario, una tipología cerámica dedicada a los cosméticos como hemos visto. Los motivos y la tipología se correlacionan con el mundo femenino, así como la evidencia de locales que venden dichos contenedores y las condiciones socioculturales que permitirían dichas situaciones. ¿Sería impensable hipotetizar de que una o varias mujeres se encontrasen en el establecimiento realizando su venta, exposición o manufactura? Es del todo lógico que fueran las propias consumidoras las que conociesen mejor los productos, así como la cercanía a los posibles compradores y compradoras.

Es arriesgado sacar conclusiones contundentes y unilaterales, habida cuenta que los depósitos tienen un carácter artificial en su formación, de carácter secundario, y son solo representativos de un momento concreto y específico. No disponemos de inscripciones o similares que especifiquen claramente a quién pertenecía cada tienda o qué se vendía allí, pero queríamos presentar unas evidencias que no solo dejan entrever al mundo femenino en un espacio teóricamente no apropiado para él, sino que además aparece en muchas más ocasiones que materiales asociados tradicionalmente con lo masculino. Esto, de alguna manera, nos hace reflexionar en que, si no podemos aseverar que en estos lugares solo trabajaban mujeres, tampoco deberíamos hacerlo en el caso de los hombres.

De esta manera, hemos ido acumulando algunas evidencias de cierta flexibilidad en los asuntos económicos de las mujeres, así como la necesidad de obtener beneficios e incluso obtener sanción social debido al enriquecimiento. Hemos intentado constatar que la ciudad de Atenas dedica muchos esfuerzos en construir un lugar económico que, al estar alejado del ideal ciudadano, podría aportar más oportunidades para la presencia femenina en ellos. Finalmente, hemos visto que, efectivamente, hay una potente huella de evidencia material relacionado con el mundo femenino en estos lugares. Sin embargo, vamos a terminar explorando algunos espacios de compraventa complementarios, y son aquellos que se salen de los límites monumentales, de las tiendas y oficinas de las estoas, para hacer de todo el ágora un enorme mercado al aire libre.

LUGARES DE VENTA FUERA DE (Y ENTRE) LAS ESTOAS. LAS SKENAI Y LA DISTRIBUCIÓN DEL MERCADO

El escritor Lisias (Discursos Políticos II, XXIV, 20) habla con naturalidad de cómo los ciudadanos frecuentan las tiendas y talleres en su día a día, y de cómo es mucho más común hacerlo en los establecimientos más cercanos al ágora. Teniendo en cuenta que hace referencia a que esta rutina la llevan a cabo los ciudadanos atenienses (que valoraban poco lo artesanal y comercial), sería difícil negar que personas con menor estatus realizasen dichas actividades igualmente, ya que era un componente básico en la vida en comunidad. Este mismo autor (LISIAS, Discursos Políticos III, XXV, 52). Hace referencia a que las personas que no frecuentan barberías, perfumerías, talleres, etc. son tachadas de antisociales.

Sin embargo, las transacciones comerciales no se limitaban a las tiendas físicas de las estoas de las estoas que ya hemos mencionado. El ambiente comercial sobrepasaba los límites privilegiados del mármol y la piedra y se adaptaba al terreno de una forma orgánica y ordenada, ofreciendo una miríada de lugares de intercambio: en los espacios porticados de las estoas (esencialmente el complejo sur, estoa de Atalo, ágora romana), así como en los soportales adyacentes a los mercados, y en los patios centrales del ágora helenística y romana.

La forma en la que se materializaban estos encuentros de la vida ateniense era la de pequeñas tiendas desmontables o incluso parvas parcelas de suelo en el que se extendían las mercancías a ofrecer. Se denominaban skenai y quienes participaban de ello, skenités (nundinae en su similar latino), no sin una carga peyorativa en el término. Desgraciadamente, disponemos de escasas evidencias arqueológicas con respecto a su fisonomía y estructura, debido a que en esta ciudad se construían de materiales perecederos, como demuestra Lisias cuando exora a los ciudadanos a que, si la ciudad cae ante un saqueo o incursión, quemen las skenai. Aunque este autor no da detalles tampoco ni de su composición ni materiales, todo induce a pensar que serían puestos principalmente hechos de madera y tela.

No obstante, existen dos testimonios que nos ayudan a corroborar la existencia de estos lugares de venta. En primer lugar, objetos tallados en mármol que hacen las veces de mostradores de venta en otras ágoras griegas, especialmente en Priene (THOMPSON 1954: 10), y que, por su disposición sobre el terreno, todo induce a concluir que son skenai. Por otra parte, en los suelos del Ágora romana y el Edificio Este se han encontrado fijaciones a muebles (CAMP 2001: 182), que ofrecería opciones de venta similares, como también se han encontrado en las unidades domésticas (MIRÓN 2014).

Ante la falta de evidencias concretas que nos muestren la fisonomía de estas tiendas, sí se han identificado distribuciones según la venta del producto, o al menos, así lo han recalcado las fuentes clásicas, quienes se refieren a estos lugares, simplemente, llamándolos por el nombre de las mercancías que se vendían: “donde el perfume”, “donde las coronas”, “donde las especias”, “donde los quesos”, “donde los libros”, “donde los pescados” etc. (CISNEROS 2021: 238). Resulta interesante hacer notar el paralelismo con las ergasteria de las estoas, donde hemos podido reconocer lugares de almacenaje de grano (Estoa Media), productos agropecuarios (Ágora romana) o productos de lujo (Estoa de Atalo). Además, las personas que hacían las veces de intermediarias comerciales solían ser las que lo manufacturaban (autopolés), participando en todo el circuito económico (D’ERCOLE 2013).

A pesar de lo “poco estable” que parecen estos lugares, todo parece indicar que hay un orden pautado y un conocimiento por parte de la comunidad de quiénes trabajan dónde y con qué materiales. Demóstenes nos habla en su discurso Contra Eubúlides (34) de una vendedora de cintas “conocida por todos en sus labores […] muchos que la conociesen dieran fe de quién es, y no solo de oídas” (traducción de José Colubi, 1983). Este pasaje parece evidenciar en las actividades económicas una continuidad que permite el conocimiento y la confianza de la comunidad en un negocio personal o familiar y que le reconoce como tal; es un caso conocido, por ejemplo, la especial dedicación de las mujeres vendedoras de coronas o stephanopolides, una manufactura de mucho prestigio en ceremonias religiosas vinculadas a la feminidad (CISNEROS 2021: 235-236).

Sea como fuere, las agrupaciones de mercancías o kykloi, se han solido diferenciar como productos agrícolas, de artesanía o de preventa (los menos usuales). Cabe decir que la diferenciación de lugares se hacía más por estos grupos que por una separación de mercados según el género (D’ERCOLE 2013). Esta especificidad tan pronunciada comulga bien con la manera de nombrar las funciones de vendedoras y productoras, según las cuales se mencionan por el producto que se fabrica o vende, más que nombrar un conjunto de mercancías o funciones que sin duda se fundirían en cualquier proceso económico o productivo, o hablar del rol concreto que tienen en el proceso de producción. No obstante, una misma persona podría compartir varias denominaciones, o al menos, cumplir varias funciones, por lo que una mención concreta puede albergar una actividad más amplia aún de la documentada.

La construcción de nuevos locales comerciales no parece evidenciar una desaparición de estas estructuras no formales, sino más bien una expansión; la convivencia entre estoas y ergasteria se halla también fuera de Atenas desde el siglo V a.C. en lugares como Aiane, en Macedonia (DICKENSON 2017: 72), y la época helenística apuntala y extiende su funcionamiento simbiótico, vista la preocupación por potenciar este comercio: aumentó el número y fluctuación de lugares de comercio ‘sobre el terreno’ (skenai) en conjunto a las tiendas estables de las estoas (ergasteria, hechas de piedra y ladrillos). Por lo que hemos desgranado de su funcionamiento, esto se traduciría en un mayor número de posibilidades de comercio al pormenor por parte de mujeres y hombres ciudadanos pobres y no ciudadanos.

CONCLUSIONES

El examen pormenorizado de las condiciones materiales de la Atenas helenística hasta Augusto nos han ofrecido resultados ambivalentes, pero fructíferos. La monumentalización y las nuevas ideas estéticas de la época helenística dotan a la plaza pública (quizá más pública que nunca) de una entidad renovada, más estandarizada y racional, más segmentada por ámbitos de la vida urbana, y todo ello gracias mayormente a las concesiones reales e individuales. La existencia de un ágora económica que se extiende por el centro, sur y este del lugar se hace cada vez más palpable, y los elementos asociados a sus estoas revelan unos lugares de encuentro para comerciar y socializar en los que, muy probablemente, se hallasen muchas mujeres de diferente estatus interviniendo en los circuitos monetarios (en relación con su familia mayormente, pero cabe la posibilidad de una entidad propia).

Las evidencias constatadas parecen indicar cómo las mujeres, como parte de la comunidad, participan de las dinámicas de las tiendas de las estoas (ergasteria), así como encuentran espacios en los lugares de mercado menos formal (skenai) y en los soportales. Contrariamente a las grandes historias, es muy probable que las razones que lo indujeran a ello fuera la pobreza familiar y la necesidad de mano de obra, pero ahora el enriquecimiento (sin las tierras) ofrece nuevas posibilidades de promoción social. Las referencias literarias, epigráficas y materiales se conjugan para confeccionar una primera imagen social mucho más heterogénea de lo que podía parecer a priori, y presentar un primer acercamiento a demostrar la presencia femenina en los espacios comerciales.

Este trabajo ha sido concebido como una adaptación de un Trabajo de Fin de Máster (TFM), por lo que, debido a la brevedad del formato de artículo, se han tomado una serie de decisiones en la selección de evidencias que aportar. Debido a esto, creemos en la efectiva potencialidad y profundidad de la temática, que aún alberga múltiples elementos de diversa índole que podrían aportar una información valiosísima sobre la situación de las mujeres helenísticas y sus trabajos en la ciudad. No solo en lo estrictamente material; perfilar bien el trabajo y los espacios económicos desde el género, la búsqueda de paralelismos en el mundo helenístico o la relación entre los lugares de venta y los tejidos productivos urbanos son vías de investigación más que plausibles y ricas, como se pudo vislumbrar durante la realización del TFM que inspiró este artículo. La historia de las mujeres helenísticas aún está por escribir.

BIBLIOGRAFÍA

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Recursos web

Mapa interactivo de la ciudad antigua de Atenas: https://map.mappingancientathens.org/. [Visitado el 15 de octubre de 2023].

Base de datos del ágora de Atenas: https://agora.ascsa.net/research?v=list [Visitado el 17 de octubre de 2023].

* Universidad de Granada. danielmerinocaballero@gmail.com. https://orcid.org/0009-0008-8017-7055