ESCRITURA Y ARQUITECTURA COMO ELEMENTOS DE REPRESENTACIÓN EN ESPACIOS FUNERARIOS. EL CASO DE QUBBET EL-HAWA (ASUÁN) DURANTE EL REINO ANTIGUO (c. 2592-2120 a.C.) – PRIMER PERÍODO INTERMEDIO (c. 2118-1980 a.C.)

WRITING AND ARCHITECTURE AS ELEMENTS OF REPRESENTATION IN FUNERARY SPACES. THE CASE OF QUBBET EL-HAWA (ASWAN) DURING THE OLD KINGDOM (c. 2592-2120 B.C.) – FIRST INTERMEDIATE PERIOD (c. 2118-1980 B.C.)

Marina GARCÍA LÓPEZ *

Resumen

El presente artículo pretende demostrar la relación existente entre arquitectura y epigrafía en contextos funerarios como elementos de propaganda de las élites provinciales egipcias. Para ello, se centrará en el caso de los títulos de segundo rango en la necrópolis de Qubbet el-Hawa (Elefantina) durante el Reino Antiguo y el Primer Período Intermedio, destacando el valor simbólico de ésta y la capacidad de las élites elefantinas para desarrollar valores diferentes a los de la corte faraónica, resaltando el carácter fronterizo de la región, pero teniendo también presente la autoridad real como elemento legitimador.

Palabras clave

Élites, representación, epigrafía, arquitectura, necrópolis.

Abstract

The present article intends to demonstrate the relationship between architecture and epigraphy in funerary contexts as propaganda elements of the Egyptian provincial elites. For it, it will be centered in the case of second rank titles in the necropolis of Qubbet el-Hawa (Elephantine) during the Ancient Kingdom and the First Intermediate Period, emphasizing the symbolic value of this one and the capacity of the elephantine elites to develop values different from those of the pharaonic court, highlighting the border character of the region, but also bearing in mind the real authority as legitimating element.

Key words

Elites, representation, epigraphy, architecture, necropolis.

INTRODUCCIÓN

Una de las carencias que se pueden atribuir tradicionalmente a la egiptología es que ha tendido a centrarse en los grandes individuos y los edificios singulares. De esta forma, el análisis de los grupos provinciales se ha visto relegado durante largo tiempo por una perspectiva que busca su homogeneización con las figuras del rey y la administración central, interpretándolos como reproducciones de los modelos menfitas, (VISCHAK 2015: 1-2) y dejando en un segundo plano los trabajos de enfoque global e integrador.

No obstante, las últimas décadas han supuesto la ruptura de esta tendencia. En ese sentido, el presente artículo busca aportar un punto de vista diferente, abordando el estudio de la necrópolis de Qubbet el-Hawa desde una perspectiva que se aleja de las minuciosas descripciones emprendidas desde finales del siglo XIX y se alinea en la línea de los trabajos de Alejandro Jiménez Serrano en la necrópolis (campañas 2008-2018). Así, se ofrece un enfoque interpretativo que trasciende la mera descripción del lugar, poniendo el foco en la capacidad de las élites provinciales para erigirse en elementos clave dentro de la idiosincrasia del enclave y sus pobladores, así como del propio estado egipcio; todo ello utilizando como hilo conductor la epigrafía y la arqueología espacial y teniendo como base la detallada obra de Elmar Edel (2008).

Desgraciadamente, la necrópolis no ha sido totalmente excavada, por lo que los datos y conclusiones a las que se lleguen aquí deben entenderse como sujetos a revisión en un futuro.

CONTEXTUALIZACIÓN

Marco geográfico

La necrópolis de Qubbet el-Hawa se localiza en la región de Asuán, junto a la isla de Elefantina, a unos 890 km. al sur de El Cairo (Fig. 1). Esta isla se considera gracias a su superficie de unas 46 hectáreas como la isla de mayor tamaño entre las que se sitúan a la altura de la Primera Catarata (JIMÉNEZ SERRANO 2012: 30-31; MÜLLER 2016: 214), lo que le granjea una relevancia especial. Esto se debe, ante todo, a que la Primera Catarata se corresponde tradicionalmente con el límite meridional del Egipto faraónico, ya que es la zona en la que la navegación del Nilo se hace prácticamente imposible y, además, a que la antigua población egipcia la identifica con el lugar de nacimiento del susodicho río (MORENZ 2012: 42-45).

Fig. 1. Mapa de Egipto con detalles de la localización de Elefantina y Qubbet el-Hawa (Elaboración propia a partir de imágenes de Google Maps).

Consecuentemente, la situación del poblamiento responde también a su posición estratégica como enclave fronterizo desde el que vigilar a la vecina Nubia y como punto de conexión entre las rutas comerciales con la Baja Nubia, los Desiertos Oriental y Occidental (SEIDLMAYER 1996: 108-111; JIMÉNEZ SERRANO 2012: 31; MÜLLER 2016: 214) y, la más obvia, con la capital mediante vía fluvial. A esto hay que añadir su proximidad a canteras de granito rosa, cuarzo porfírico y cuarzodiorita (BLOXAM et al. 2007; KELANY et al. 2009; HARREL Y STOREMYR 2009; JIMÉNEZ SERRANO 2012: 31), materiales muy demandados por las élites egipcias desde el Reino Antiguo, como atestiguan los hallazgos de numerosos vasos y elementos arquitectónicos funerarios realizados en estos materiales y asociados a las necrópolis reales del Reino Antiguo y en adelante (PIETRIE 1901; ASTON 1994).

Paulatinamente, la falta de espacio y probablemente el deseo de diferenciarse por parte de las élites llevan a la construcción de Qubbet el-Hawa en una colina próxima, en la orilla occidental del Nilo. Esta elevación, con una altura de 183 metros, pertenece al conjunto geológico conocido como Grupo Nubio (JIMÉNEZ SERRANO, e.p.), formado por areniscas. La elección de este espacio no es casual, ya que imita la localización al oeste del Nilo de las necrópolis reales de Abidos y Saqqara, siguiendo los preceptos teológicos sobre la muerte egipcios, y, al mismo tiempo, posee una visibilidad óptima que garantiza el ser vista tanto desde la isla como desde los barcos procedentes del norte, lo que la convierte en un evidente símbolo para las mencionadas élites y la propia ciudad.

Elefantina y Qubbet el-Hawa durante el Reino Antiguo (c. 2592-2120 a.C.) y el Primer Período Intermedio (c. 2118-1980 a.C.)

La comarca de Asuán representa desde los momentos más tempranos de la aparición del Estado egipcio un espacio esencial desde el punto de vista militar, administrativo y comercial por su proximidad a Nubia. Respecto a Elefantina, lugar que da origen a Qubbet el-Hawa, cabe decir que, si bien no existen pruebas fehacientes de que haya actuado como su capital, al menos no cabe duda de su enorme relevancia de acuerdo a las biografías de los difuntos enterrados en la mencionada necrópolis. Efectivamente, lo más seguro es que fuese desde allí desde donde se controlasen las relaciones con Nubia, ya que es el asentamiento de mayor entidad más próximo a la Baja Nubia.

En relación con ese papel, cabe cuestionarse cómo su perfil comercial y administrativo, la escasa extensión cultivable de Elefantina en comparación con el resto del valle del Nilo (VISCHAK 2015: 22) y su lejanía de la corte encajan en la reorganización administrativa impulsada por la corte durante la VI dinastía, basada en una red de centros reales de carácter agrícola (ḥwt) y dominios reales funerarios que funcionan en colaboración con las élites locales (MORENO GARCÍA 2013: 190-193). Debe entenderse que esta estructura se sustenta en las relaciones de clientelismo entre un rey que se garantiza el control de los recursos provinciales –sean cuales sean- apoyando a las élites locales y las susodichas élites, que consiguen prosperidad y legitimación mediante su incorporación formal e informal a las redes administrativas estatales. Por lo tanto, no existe ningún impedimento para que este sistema funcione en Elefantina, lo que de hecho se comprueba en Qubbet el-Hawa, donde se aprecian no sólo los lazos entre los reyes egipcios y la élite local, sino también la reproducción a menor escala de ese sistema en lo que se conoce como sistema de households o “casas”. Por otro lado, una actividad agrícola modesta implica abundancia de mano de obra disponible para otras empresas reales. Así, es razonable pensar que una de las principales funciones de las élites elefantinas, además de las típicamente administrativas, es la de reclutar trabajadores para las expediciones reales (EICHLER 1993: 265; VISCHAK 2015: 32).

En todo caso, los primeros indicios de poblamiento estable en Elefantina se localizan en el sureste de la isla durante la I dinastía (c. 2900-2730 a.C.) (VISCHAK 2015: 19; JIMÉNEZ SERRANO y SÁNCHEZ LEÓN 2019: 2). La ciudad crece rápido, alcanzando en torno a los 1.400 habitantes (EDEL 2008: LI-LII; MÜLLER 2016: 215). Destacan la construcción a finales de la III dinastía de una pequeña pirámide escalonada, que se relaciona con la representación del poder real, y un edificio administrativo, quizás la sede de los gobernadores del primer nomo (MORENO GARCÍA 2013: 192; MÜLLER 2016: 215; JIMÉNEZ SERRANO y SÁNCHEZ LEÓN 2019: 2). Durante la V dinastía, la pirámide se ve rodeada por una serie de mastabas de oficiales locales, representando así la fortaleza de las pujantes élites locales y su vinculación con el rey. La VI dinastía encumbra su posición dentro del aparato egipcio y es en estos momentos cuando la necrópolis de Qubbet el-Hawa, reflejo del esplendor de las élites elefantinas, alcanza su máximo apogeo. Empero, la decisión de las élites elefantinas de tomar partido durante el Primer Período Intermedio por el bando heracleopolitano en lugar del tebano es con cierta seguridad la causa de la desaparición del título de gobernador de Elefantina cuando Mentuhotep II (c. 2009-1959) reunifica Egipto, lo que no implica el menoscabo de Elefantina como punto fronterizo y simbólico.

Descripción general de Qubbet el-Hawa

La perfecta visibilidad desde Elefantina y el Nilo de la colina sobre la que se sitúa Qubbet el-Hawa la erige como un espacio de expresión ideal (Fig. 2). Asimismo, su carácter simbólico se refuerza con su localización en la orilla oeste del Nilo -espacio simbólico asociado a los muertos- y su forma, que, desde el norte, se asemeja a una mastaba y, desde el este, a una pirámide, las dos grandes estructuras funerarias del Reino Antiguo (JIMÉNEZ SERRANO e.p.). A esto se añade la idoneidad del material que la conforma, una roca arenisca en la que la mayoría de las tumbas del Reino Antiguo -núcleo inicial de Qubbet el-Hawa y objeto del presente estudio- se localizan en un estrato de arenisca fácilmente moldeable entre otros dos de mayor dureza debido a su alto contenido en hierro, que les sirven muchas veces de techo (MELLADO GARCÍA 2011; JIMÉNEZ SERRANO 2012: 32).

Fig. 2. Mapa de Qubbet el-Hawa (ANGUITA ORDÓÑEZ 2009: http://www.ujaen.es/investiga/qubbetelhawa/localizacion.php).

Respecto a su cronología, los hipogeos más antiguos conservados datan de la VI dinastía (c. 2305-2118 a.C.), concretamente de principios del reinado de Pepy II (c. 2216- 2153 a.C.), aunque Elmar Edel (2008: 874) defiende que la tumba QH 35f es de inicios del reinado de Pepy I (c. 2276-2228 a.C.), lo que adelanta unas décadas el límite inferior, siendo seguida en el tiempo por la QH 34n (EDEL 2008: XXXI). En ese sentido se expresa también Deborah Vischak (2015: 41), que sugiere la existencia de una serie de tumbas más antiguas que no se habrían conservado por motivos desconocidos. Por otra parte, su uso llega hasta el Reino Nuevo y época tardía, mezclándose la construcción de nuevas tumbas con la reutilización de las ya existentes desde el Reino Medio (JIMÉNEZ SERRANO, e.p.). Empero, cabe apuntar que es difícil establecer una cronología clara para muchas de ellas, por lo que la división en tres períodos realizada en el presente trabajo –principios del reinado de Pepi II, reinado de Pepi II y finales del Reino Antiguo/Primer Período Intermedio- es de carácter orientativo y necesitará una revisión en caso de que se lleven a cabo nuevas dataciones en el futuro.

En lo tocante a su tipología, sólo se ha localizado una mastaba (EL-DIN 1994: 31-34), pero se han documentado otros ejemplos de mastabas en las orillas del Nilo en el Alto Egipto (KLOSE et al. 2009: 13), por lo que es de esperar que en el futuro pudieran encontrarse restos de otras. Sobre su propietario, el parecido arquitectónico con las de la vecina Elefantina inclina a pensar que se trata de un oficial de bajo rango (EL-DIN 1994: 34). El resto de tumbas, 129 hipogeos en total, se dividen en tres terrazas a lo largo de las laderas sudeste y nordeste entre las cotas 125-155 m. sobre el nivel del mar, quedando las cotas medias (130-135 m.) –de una arenisca de mejor calidad- en manos de los nobles de mayor rango del Reino Antiguo, con las tumbas de sus subalternos a niveles inferiores (JIMÉNEZ SERRANO, 2012: 32-33 y Pendiente de publicación; JIMÉNEZ SERRANO Y SÁNCHEZ LEÓN 2019: 11): la primera abarca las tumbas de la QH 24 a la QH 36 (EDEL 2008: 1-967); la segunda, las tumbas de la QH 86 a la QH 110 (EDEL 2008: 969-1815), y la tercera, las tumbas de la QH 206 a la QH 210 (JIMÉNEZ SERRANO 2019: 11). Por lo tanto, las tumbas objeto de nuestro estudio se reparten entre las tres terrazas.

Por otra parte, todas las tumbas siguen un esquema similar (Fig. 3), aunque todas son diferentes entre sí porque adaptan ese esquema a las condiciones de la colina y al espacio que va quedando conforme se avanza en el tiempo, pudiendo mencionarse como ejemplo de ello el complejo generado en torno a la tumba de Pepy-Nakht Heqa-ib II (QH35d), divinizado poco después de morir. La estructura básica puede sintetizarse en un patio –al que en el caso de las tumbas de los más altos cargos se suele acceder desde unas escaleras que arrancan en la orilla del Nilo-, una fachada con una puerta que marca el eje del enterramiento principal, una capilla de culto perpendicular a éste y la cámara funeraria, cuya puerta falsa y entrada se sitúan en la pared oeste para seguir los preceptos religiosos egipcios. Junto a este enterramiento principal, se van añadiendo otros enterramientos de familiares y subordinados tanto en el exterior como en el interior del hipogeo, generalmente con la misma orientación. En un principio, el esfuerzo constructivo se dirige hacia la cámara funeraria, donde se distingue entre las simples tumbas de corredor sin fachada como la QH 96 y la QH 97 –que alcanzan una profundidad de entre 3,1 y 3,6 metros-, las aberturas en forma de ventana en las fachadas como las halladas en los complejos QH 35 y QH 90 y los pozos funerarios totalmente verticales y de una profundidad máxima de 1,5 metros como los encontrados en los atrios y caminos de tumbas como la QH 25 y la QH 26. Todas estas formas siguen presentes durante toda su etapa constructiva, pero con el paso del tiempo se aprecia una preferencia por la combinación de un pozo de entre 5,1 y 6 metros de profundidad y una o varias galerías que salen de él frente a las cámaras de corredor, ya sea por economizar espacio o por dificultar el saqueo de las tumbas. Además, la capilla funeraria va ganando importancia poco a poco, lo que hace que crezca en tamaño, haciéndose común el que cuenten con pilares para sostener el techo y, lo más relevante para el presente artículo, que aumente el espacio disponible para situar inscripciones. De igual forma, las fachadas incrementan su visibilidad y se cuida más su aspecto. No obstante, las tumbas de los gobernadores de Elefantina más antiguas ya presentan estos rasgos, por lo que hay que incidir en que el estatus es un factor que debe tenerse en cuenta a la hora de analizar esta evolución tipológica (Fig. 4).

Fig. 3. Ejemplo de hipogeo de la necrópolis de Qubbet el-Hawa (QH 34n) (GARCÍA LÓPEZ, Á.).

Fig. 4. Señalización de las tumbas de los gobernadores de Elefantina durante el Reino Antiguo y el Primer Período Intermedio. Se aprecia una clara preferencia por la ladera noreste. Esta elección es relevante porque está orientada hacia el solsticio de verano y el punto álgido de la inundación anual (JIMÉNEZ SERRANO, e.p.). La única excepción son las tumbas QH 25 y QH 26, lo que se explica porque el dueño de la QH 26, Sabni, es hijo del dueño de la QH 25, Mekhu, quien habría recibido el título de gobernador de forma póstuma, por lo que su tumba no está entre las demás. Ante esto, Sabni, en un acto de piedad filial, se entierra junto a él (EDEL 2008: 207-209 y JIMÉNEZ SERRANO, e.p.) (Elaboración propia a partir de EDEL 2008: Plano 1).

LOS TÍTULOS DE SEGUNDO RANGO EN LA NECRÓPOLIS DE QUBBET EL-HAWA DURANTE EL REINO ANTIGUO (c. 2592-2120 a.C.) Y EL PRIMER PERÍODO INTERMEDIO (c. 2118-1980 a.C.)

Como ya se ha explicado anteriormente, Elefantina goza desde época muy temprana de una notoria significación estratégica, situación que alcanzará una mayor relevancia durante la VI dinastía debido a la intensificación de las relaciones comerciales con la Baja Nubia (VISCHAK 2015: 23). Conjuntamente, se vienen produciendo en el cambio de la V a la VI dinastía una serie de transformaciones en la relación entre la administración central y las provincias cuyo fin es integrar a las élites locales en el aparato estatal para mejorar su capacidad de dominio y explotación del territorio egipcio. De esta forma, el número de títulos, tanto “honoríficos” como “funcionales”, se incrementa significativamente en estos momentos.

En Qubbet el-Hawa, estas circunstancias dan lugar a una situación peculiar, ya que mientras que en la mayor parte de Egipto los nuevos títulos se relacionan con la agricultura, las funciones judiciales y el control de los templos locales, las inscripciones de esta necrópolis ligan a sus propietarios con la supervisión de las misiones en la vecina Nubia. Por otra parte, entre ellos no se ha hallado el título de nomarca (VISCHAK 2015: 23 y 25). No obstante, esto no quiere decir que las élites elefantinas no formasen parte de las altas esferas egipcias. Por el contrario, doce de ellos exhiben títulos que los sitúan entre las élites de la administración estatal y, muy probablemente, el hecho de que su relación con la gestión del primer nomo no quede reflejada en ellos no implica que no estuviesen a su cargo (HELCK 1954; WILLEMS 2008: 59-65; JIMÉNEZ SERRANO 2012: 33). Sin embargo, hay quien defiende que la capital se localizaba en la vecina Kom Ombo (MARTIN-PARDEY 1976: 196; FRANKE 1994: 11). Ninguna de las posturas parece concluyente, haciendo evidente la necesidad de un estudio en mayor profundidad. El primer paso en ese sentido va de la mano de los análisis de los títulos de primer rango en Qubbet el-Hawa realizados por Alejandro Jiménez Serrano (2012) y, en cierta medida, por Deborah Vischak (2015). Por ende, esto justifica que estos títulos no formen parte del conjunto de títulos seleccionado en el presente artículo, que se corresponden con el escalafón inmediatamente inferior a ellos y que han permanecido en un discreto segundo plano en las investigaciones con alguna tímida mención en los trabajos de los mentados egiptólogos y de Andrés Diego Espinel (2016 y 2017).

Retomando el carácter expedicionario de las funciones de las élites elefantinas, de los dieciséis títulos seleccionados (Tab. 1), nueve están relacionados de una u otra forma con la organización de expediciones (imi-irti, imi-irti wi3i, imi-r ‘ 3w, imi-r ‘ 3w nb(w), imi-r mš ‘, imi-r 3swt, imi-r 3swt (nbt) n nb.f m i3m irṯt w3w3t, imi-r 3swt nb(wt) nt tp-rsi e imi-r sšw ‘ prw). Sin embargo, los restantes títulos son una prueba de que sí existe una influencia de la corte faraónica dentro de la administración elefantina, ya que hacen referencia a funciones comunes en el resto de administraciones provinciales: el título imi-r ḥm(w)-nṯr pertenece al ámbito religioso, mientras que los títulos imi-r sšw y sš se relacionan con el mundo de los escribas y los títulos šps niswt y s3b representan a las titulaturas honoríficas, aunque s3b también puede hacer referencia a una función judicial.

Tab. 1. Listado de títulos seleccionados (Elaboración propia).

Respecto a la distribución de los títulos, se observa por regla general un reparto homogéneo entre los individuos presentes en Qubbet el-Hawa.

Temporalmente, se concentran en la etapa que abarca el reinado de Pepy II (VI dinastía, c. 2216-2153 a.C.), lo que es natural si se tiene en cuenta que es la etapa en la que se construyen la mayoría de las tumbas estudiadas. Por otro lado, la aparición del título imi-r ‘3w a principios del reinado de Pepy II indica que la figura del supervisor de los mercenarios extranjeros se implanta con éxito de forma temprana en el Estado egipcio. Ya avanzado el reinado de Pepy II, se multiplica la variedad de títulos presentes, destacando la aparición del título femenino špst niswt, lo que indica la presencia de mujeres en la necrópolis. Finalmente, durante el último período de estudio, la desaparición de un estado egipcio unificado y de una autoridad real clara podría ser la explicación de que el título šps niswt, que se mantiene en su versión masculina a finales del Reino Antiguo pero decrece drásticamente en su versión femenina, desaparezca totalmente durante el Primer Período Intermedio. Llamativa es también la aparición durante esta fase del título imi-irti wi3.wi, ya que ofrece una pincelada de una faceta ceremonial que no parece haber estado especialmente representada entre los oficiales de segundo rango de Qubbet el-Hawa, a excepción del título imi-r ḥm(w)-nṯr.

Cuantitativamente hablando, la mayoría de los títulos registrados se relacionan con funciones específicas y no con títulos honoríficos y los títulos más comunes -incluidas sus variantes- son imi-r 3w y šps niswt. Consecuentemente, los títulos más frecuentes se refieren tanto a las funciones relacionadas con la organización de expediciones más allá de la frontera como a los lazos con el rey, lo que indica que debieron tener una valoración social similar en la región. Sin embargo, es curioso que títulos más extendidos por el territorio egipcio como imi-r mš ‘, o imi-r ḥm(w)-nṯr no estén apenas presentes. Estos datos pueden interpretarse de dos formas, bien como que son títulos poco apreciados y que, consecuentemente suelen obviarse, o bien que son títulos a los que sólo un pequeño grupo dentro de la élite elefantina puede acceder, ya que algunos de los poseedores de estos títulos disfrutan también de títulos de primer rango.

Respecto al soporte en el que aparecen, destaca por encima de todos el arquitectónico, aunque las ofrendas cerámicas con inscripciones son numerosas y algunas inscripciones se localizan también en unos pocos sarcófagos. Debe atenderse aquí a una diferencia clave: las inscripciones en la arquitectura funcionan como elementos que visibilizan a las élites elefantinas ante los visitantes de la necrópolis, rememorando sus vidas y su relación con el rey, por lo que es de esperar que se sitúen en lugares visibles como las fachadas y las capillas funerarias; sin embargo, la cerámica y los sarcófagos no están pensados para ser vistos por los visitantes, sino que remiten a espacios inaccesibles y a la relación que se establece entre oferente, difunto y, si acaso, los dioses a través de la realización de ofrendas y la propia necrópolis. Además, no deja de ser revelador el que la presencia de inscripciones en los recipientes en los que se especifica tanto el alimento o bebida ofrecidos como el nombre del oferente se considera una destacable costumbre de carácter local sin otros paralelismos en las necrópolis de las élites egipcias de esa época (EDEL 2008; MORENO GARCÍA 2010: 139; VISCHAK 2015: 3).

Análisis arqueo-espacial

En la descripción de la necrópolis ya se dieron algunas pinceladas sobre cómo las élites elefantinas supieron hacer suyo el espacio, jerarquizándolo y aprovechando su visibilidad. La disposición de los títulos no queda fuera de esta estrategia.

El patrón espacial más evidente que se encuentra en la necrópolis es la concentración de ofrendas cerámicas con inscripciones en los pozos funerarios.

Con respecto a patrones arqueo-espaciales (Fig. 5), se han detectado algunos tanto dentro como fuera de los hipogeos. En primer lugar, se revela una preferencia por situar las menciones a los títulos estudiados en las puertas de acceso, aunque también son comunes en las fachadas. Este hecho es fácilmente justificable si se tiene en cuenta que el visitante debe pasar inexorablemente por la puerta de acceso, por lo que se convierte en un lugar perfecto para recordarle la identidad y rango de la persona a la que pertenece la tumba. Además, se han detectado podios en algunos de los patios (EDEL 2008) que podrían indicar que se realizaban actividades en ellos, lo que explicaría el uso de las fachadas como elementos propagandísticos más allá de ser un complemento de la monumentalización de la necrópolis. En segundo lugar, la cara oriental de los pilares acapara también una considerable cantidad de títulos. Esto podría responder simplemente a una cuestión de practicidad, ya que, de acuerdo a la orientación de la necrópolis, la cara este de los pilares es lo primero que se ve al introducirse en la capilla funeraria; además, la luz entrante por la puerta y las escasas ventanas de las fachadas iluminaría las decoraciones del lado oriental, mientras que los demás lados permanecerían en la penumbra. En tercer lugar, numerosas inscripciones aparecen en las puertas falsas. Debe atenderse aquí a que las puertas falsas son hitos que marcan el límite entre la capilla funeraria y la cámara mortuoria, delante de los cuales se realizan las ofrendas al difunto, por lo que también son espacios idóneos para situar en ellos inscripciones destinadas a los oferentes. Por último, también son comunes en las paredes interiores, pero sin un patrón claro en su posición.

Fig. 5. Distribución de títulos de segundo rango en Qubbet el-Hawa por su posición en los elementos arquitectónicos y períodos (Elaboración propia a partir de EDEL 2008, ANGUITA ORDÓÑEZ 2009: http://www.ujaen.es/investiga/qubbetelhawa/localizacion.php y Google Maps).

Por otra parte, estos patrones no pueden ser confirmados en los momentos más tempranos de la necrópolis por falta de datos. Mejor suerte se tiene para el reinado de Pepy II y los momentos posteriores, ya que el número de tumbas permite establecer que, durante el reinado de Pepy II se exploran todas las posibilidades en las relaciones entre títulos y arquitectura halladas en Qubbet el-Hawa para el período de análisis, mientras que a finales del Reino Antiguo y durante el Primer Período Intermedio, se mantienen los patrones detectados a excepción del referente a las fachadas y, por ende, a la decoración de las puertas de acceso. Esto último podría relacionarse con una pérdida de utilidad de los patios, con que la inestabilidad inherente a la época haya generado que para evitar saqueos los exteriores de las tumbas sean más discretos o, lo que es más probable, con la falta de espacio –lo que es especialmente evidente en el complejo que se forma alrededor de la tumba del divinizado Pepy-Nakht Heqa-ib II (QH35d)-.

CONCLUSIONES

Durante la VI dinastía (c. 2306-2118 a.C.) se produce una reorganización administrativa que favorece el establecimiento permanente de los funcionarios en las provincias del Alto Egipto y el incremento de los permisos para acceder a objetos de prestigio y tumbas decoradas a las élites locales (MORENO GARCÍA 2010), de tal manera que las élites locales de todo Egipto comienzan a desarrollar unos valores alternativos a los de la corte (MORENO GARCÍA 2012: 7). En ese sentido, es un momento decisivo porque las necrópolis nobiliarias pasan de situarse alrededor de las pirámides y de los monumentos reales a la prolífica creación de cementerios provinciales destinados exclusivamente a ellas.

En el caso de Elefantina, ya existía con anterioridad una necrópolis nobiliaria (VISCHAK 2015: 39; MÜLLER 2016: 215; JIMÉNEZ SERRANO, e.p.), pero el que en esa misma zona se situaran una serie de talleres desvirtúa su posible carácter simbólico. Por lo tanto, la aparición de Qubbet el-Hawa supone la conformación de un auténtico símbolo físico para las élites elefantinas, un elemento de propaganda, pero también de cohesión para toda la comunidad no sólo por lo que representa en sí, sino también porque a su alrededor se generan una serie de cultos funerarios de carácter más público (MORENO GARCÍA 2010) y que sirven como elementos aglutinadores para su comunidad. Así, las élites locales elefantinas se convierten en un centro identitario a todos los niveles: por un lado, suplen la lejanía del rey, principal elemento representativo del Estado egipcio, porque actúan como el enlace entre ambos mundos; por otro, la población de Elefantina se sabe diferente tanto del resto de Egipto como de sus vecinos nubios, por lo que sus élites, como directoras de la actividad en la ciudad, se convierten también en signos identitarios de ésta (VISCHAK 2015: 36-37).

Este hecho ha quedado patente a lo largo del presente artículo a través de los títulos de segundo rango, demostrando que durante la VI dinastía estas élites desarrollan unos valores alternativos a los de la corte -representados en todos aquellos títulos relacionados con su labor fronteriza y comercial- a la vez que la mantienen presente como fuente de legitimación –lo que demuestran los títulos de carácter más general o simbólico-. Pero, ante todo, que son capaces de plasmar su compleja idiosincrasia físicamente mediante la configuración de una necrópolis propia en la que el espacio está jerarquizado a todos los niveles, desde la disposición de las tumbas en terrazas, hasta los patrones espaciales dentro de la decoración.

De este modo, la visibilidad en Qubbet el-Hawa lo es todo. Empezando por su localización en una colina visible desde el Nilo y Elefantina hasta su distribución jerárquica en terrazas y su monumentalización, y pasando por cómo se hace uso del espacio de la necrópolis para desarrollar todo un programa ideológico de ensalzamiento de las élites locales. Así, las decoraciones e inscripciones comienzan en la entrada, y al atravesar el intradós, igualmente decorado, el oferente se adentra en la capilla funeraria, donde se desarrolla con análoga prodigalidad ese programa propagandístico, recordando al oferente la identidad del difunto y de los que le acompañan en su hipogeo. En relación con esta sugerente descripción y volviendo a la razón de ser de este trabajo, ha quedado confirmada la existencia de patrones espaciales en la distribución de los títulos de segundo rango en la arquitectura de Qubbet el-Hawa, que se concentran principalmente en las puertas de acceso, las puertas falsas, los pilares y las paredes de las capillas funerarias, lugares esenciales en la relación que se establece entre el oferente y el difunto, mientras que aquellos destinados a la privacidad de éste, es decir, la cámara funeraria, permanecen anepígrafos porque no están destinados a ser visibles. Asimismo, estos patrones espaciales y la propia configuración de la necrópolis adquieren un valor más profundo al haberse establecido pautas que relacionan sus orientaciones con las costumbres funerarias egipcias, como puede ser la localización al oeste del Nilo o la localización de las puertas falsas en las paredes occidentales, marcando el límite entre vivos y muertos.

No menos importante es la presencia de ofrendas cerámicas, ya que la comprensión de la necrópolis no va sólo de la mano de la arquitectura, sino que la cultura material juega también un papel fundamental. En este caso en concreto, nos habla de la conexión entre el oferente y el difunto y proporciona indicios sobre los devenires históricos y las costumbres de Elefantina como, por ejemplo, la participación de mujeres en los cultos funerarios durante el reinado de Pepy II.

Empero, son muchas las cuestiones que quedan abiertas a futuras investigaciones, ya sea la necesidad de retomar el estudio de aquellas tumbas mal documentadas y de aquellas que aún permanecen inexploradas, la elaboración de una teoría general sobre la naturaleza, relación y evolución histórica de los títulos estudiados o la consecución de un estudio global que aúne los datos antropológicos aportados por Friedrich Rösing (1990) con el ímprobo esfuerzo descriptivo realizado por Elmar Edel (1967, 1970, 1971, 1975, 1980, 1981 y 2008) y las nuevas perspectivas aportadas en los últimos años por el equipo de Alejandro Jiménez Serrano (2011, 2012, 2015, e.p. JIMÉNEZ SERRANO y SÁNCHEZ LEÓN, 2019). Finalmente, quedaría llevar las observaciones sobre Qubbet el-Hawa durante el Reino Antiguo y el Primer Período Intermedio a un nuevo nivel a través de un estudio de los títulos que realizase una comparativa con el resto de Egipto, lo que ayudaría a definir mejor las relaciones entre esta región y la corte, profundizando en las diferencias y similitudes entre el corazón de Egipto y su área fronteriza.

AGRADECIMIENTOS

Este artículo no habría sido posible sin la supervisión y ayuda de Alejandro Jiménez Serrano y el apoyo de Félix García Mora, Álvaro García López y Stefano Chu Puga.

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* Universidad de Jaén magarcil@ujaen.es