ESTUDIO DE LAS ACTIVIDADES DE MANTENIMIENTO EN LOS YACIMIENTOS IBÉRICOS DEL PUNTAL DELS LLOPS (OLOCAU, VALÈNCIA) Y PUIG CASTELLET (LLORET DE MAR, GIRONA)

STUDY OF MAINTENANCE ACTIVITIES IN THE IBERIAN SITES OF EL PUNTAL DELS LLOPS (OLOCAU, VALÈNCIA) AND PUIG CASTELLET (LLORET DE MAR, GIRONA)

Clara BARTOLOMÉ GALLARDO*

Resumen
Los trabajos de las mujeres, relegados al ámbito doméstico, han sido invisibilizados y menospreciados en los estudios arqueológicos como promotores de cambios sociales, económicos o políticos. A partir de una visión feminista y del género he revisado los estudios publicados sobre dos yacimientos ibéricos, El Puntal dels Llops (Olocaum València) y Puig Castellet (Lloret de Mar, Girona), con el objetivo puesto en las actividades de mantenimiento. De este modo, poner en valor dichas actividades para la comprensión de las comunidades íberas y visibilizar el rol de las mujeres y sus trabajos.

Palabras clave
Arqueología feminista, Arqueología del género, Actividades de mantenimiento, Ámbitos domésticos, Poblamiento íbero.

Abstract
The work of women, relegated to the domestic sphere, has been neglected in archaeological studies as promoters of social, economic or political changes. In this paper, I attempt to review, from a feminist and gender perspective, the studies published on the Iberian sites of El Puntal dels Llops (Olocau, València) and Puig Castellet (Lloret de Mar, Girona). The objective is to draw attention to the importance of these activities for the understanding of the Iberian communities and to make visible the role of women and their work.

Key Words
Feminist Archeology, Gender Archeology, Maintenance Activities, Domestic Areas, Iberian Period.


INTRODUCCIÓN

Dentro de la considerable multiplicidad de perspectivas desarrolladas desde las que abordar el estudio del pasado, tanto en arqueología como en otras ciencias sociales, el género es una cuestión con creciente peso en el panorama actual. Dentro de esa multiplicidad, la arqueología feminista defiende la necesidad de evidenciar los prejuicios androcéntricos existentes en las ciencias y en el mundo académico en general (MASVIDAL FERNÁNDEZ 1997). Por tanto, engloba el conjunto de toda una nueva forma de pensar ese pasado y revisar los modelos interpretativos tradicionales que están basados en categorías y conceptos preestablecidos que hemos heredado sin cuestionarlos, como el género o la edad, que no son más que meras construcciones socioculturales (BERROCAL 2009). A partir de ahí, se han ido planteando nuevas perspectivas y enfoques con los que aproximarnos al conocimiento de las sociedades del pasado.

Una de ellas es la arqueología del género, que ha inaugurado una línea de investigación que desde hace relativamente poco tiempo trata de subsanar y acabar con la falta de planteamientos de género en las investigaciones, reivindicando la visibilización de las mujeres en las sociedades del pasado. Esto implica también la puesta en valor de los roles que desempeñaban y de los trabajos que se les han asociado tradicionalmente. Esto es, todas aquellas actividades englobadas en el ámbito de lo doméstico, como la cocina, el cuidado de los individuos infantiles, el tejido, etc. Pero no se trata únicamente de que sean cuestiones merecedoras de atención y estudio en sí mismas, sino de conseguir la imagen más completa que podamos del pasado, eliminando cualquier tipo de sesgo o desigualdad que pueda pesar en nuestro trabajo (HERRANZ et al. 2016).

De este modo, nos encontramos que hasta ahora la mayoría de los trabajos en arqueología del género se han centrado en los ámbitos funerarios, sobre todo porque a menudo permiten asociar cuerpos, objetos y espacios (SÁNCHEZ ROMERO 2014). En cambio, en los ámbitos domésticos no podemos establecer claramente una división de las actividades o de los espacios en base al género, hacerlo supone perpetuar los conceptos preestablecidos que queremos cuestionar. Por eso, se vuelve necesario aplicar otro tipo de análisis. No se trata de añadir de repente a las mujeres en los estudios, siempre hemos estado ahí, sino de encontrar la forma de plantear la interpretación sin caer en desigualdades y sesgos fruto de prejuicios androcéntricos.


MARCO TEÓRICO

Las actividades de mantenimiento y la esfera doméstica

Es en este punto que juegan un papel importante las actividades de mantenimiento, como un objeto de estudio que nos permite acercarnos al conocimiento de la vida diaria de las personas, en la que con toda seguridad, participaban las mujeres. Estas actividades se han definido como las prácticas cotidianas, llevadas a cabo en un contexto doméstico que son indispensables para el bienestar individual y la supervivencia del grupo. Esto es la cocina, la molienda, la elaboración de tejidos, el cuidado de los espacios, la salud e higiene públicas y las prácticas que aseguran el reemplazo generacional, es decir, el cuidado y la socialización de los individuos infantiles (MASVIDAL FERNÁNDEZ et al. 2000). Así, en vez de perseguir asociar unas tareas o espacios a un género específico, el estudio de las actividades de mantenimiento nos permite visibilizar a las mujeres a través de las prácticas diarias.

Estas actividades son el contexto en el que se crea el entramado de relaciones personales que garantiza los vínculos básicos que mantienen la cohesión del grupo (SÁNCHEZ ROMERO 2014). Además, es en esa esfera social de lo doméstico donde las relaciones de género se negocian diariamente y donde se transmiten los roles y la ideología de género a través, precisamente de procesos como la socialización (MASVIDAL FERNÁNDEZ 1997). De este modo revalorizamos un ámbito tradicionalmente poco atendido en los estudios arqueológicos como es el doméstico, del que a menudo resulta complicado encontrar publicaciones completas. Aunque las actividades diarias son precisamente las que más tiempo ocupan en la vida de las personas (MASVIDAL FERNÁNDEZ 1997). También las evidencias que nos dejan en el registro arqueológico son las más abundantes, desde la cerámica de mesa y de cocina hasta los hogares o los molinos. A pesar de todo ello no han sido valoradas como promotoras de cambios dentro de las dinámicas sociales, económicas o políticas de un grupo social.

Por otro lado, estas actividades requieren de habilidades y conocimientos técnicos lo mismo que muchas otras, así como conocer aspectos del sistema económico. Por ejemplo, las prácticas entorno a la alimentación engloban desde los mecanismos de aprovisionamiento, almacenamiento, el procesado de alimentos como la molienda, y la cocina. Ésta implica un amplio dominio técnico sobre los procesos y tiempos de cocción, la capacidad de adaptación a los recursos disponibles, etc. En resumen, habilidades, tiempo y energía que, como todas las tecnologías, producirán innovaciones y cambios que no siempre han sido valoradas (SÁNCHEZ ROMERO 2014).

En cuanto a la esfera de lo doméstico, entran en juego conceptos como los de casa/hogar más allá del espacio construido) y el de familia (o grupo doméstico) que han sido tratados en profundidad en antropología, sociología o etnografía. Dejamos a un lado los complejos debates que genera su estudio, ya que su complejidad da para varios trabajos y ése no es el objetivo actual. Pero sí nos interesa puntualizar alguna cuestión.

La primera es que el grupo doméstico no puede ser estudiado como una unidad social homogénea ni universal. Por ejemplo, la asociación directa entre casa (grupo doméstico) y familia (nuclear o no) no es aplicable a todas las sociedades y no puede ser asumida a priori. Lo mismo que la asunción de equivalencia entre unidad doméstico y unidad de producción o reproducción (MASVIDAL FERNÁNDEZ 1997).

Otra cuestión es sobre las dimensiones del espacio y del tiempo. En cuanto a la primera, consideramos necesario abandonar la habitual dicotomía público/privado que defiende la separación de dos ámbitos de actuación social opuestos y desiguales. Tradicionalmente se ha equiparado lo privado a lo doméstico, considerándose una esfera propia del ámbito femenino y de las actividades de reproducción biológica. Y en oposición, lo público como esfera de acción masculina, más valorada socialmente, y en la que tendría lugar las relaciones económicas y sociales (CURIÀ BARNÈS y MASVIDAL FERNÁNDEZ 1998). En esta dualidad, lo privado queda supeditado a lo público, hasta el punto de quedar invisibilizado en la historia escrita, que ha prescindido de lo doméstico –y de las mujeres- para explicar la configuración de los procesos sociales (MONTÓN SUBÍAS 2005).

El análisis basado en la yuxtaposición de estas dos esferas lleva a una visión sesgada de los grupos sociales, pues está asociada a una idea androcéntrica del trabajo productivo. Además, limita el espacio vivido del grupo doméstico a la casa, entendida en su sentido más estricto. Esto resulta incompleto, pues el espacio vivido abarca el conjunto de hábitos y rutinas de los miembros del grupo, que no vive aislado de la sociedad (CURIÀ BARNÈS y MASVIDAL FERNÁNDEZ 1998).

Por último, en cuanto al tiempo, las actividades de mantenimiento tienen un tiempo cíclico y flexible que no ha estado nunca utilizado para estudiar los procesos históricos por no considerarse un tiempo social (PICAZO GURINA 1997). Esto se debe a su asociación con el mundo natural, al cual también ha estado vinculada la mujer. Esta idea preconcebida de naturalizar el rol social de las mujeres implica su descarte como objeto de estudio por ser consideradas, junto con sus actividades, como “naturales”. Así, el tiempo propio de las actividades de mantenimiento es el cotidiano, habitual y rutinario (CURIÀ y MASVIDAL 1998).

La arqueología del género en el mundo ibérico

En lo que se refiere a la arqueología del género en la cultura ibérica, los estudios realizados han tratado sobre todo la imagen de la mujer íbera a través del registro funerario. La construcción de la identidad femenina a través de las representaciones que nos han llegado en reproducciones en figuritas de cerámica, exvotos, etc.

Pero el estudio en torno a la representación de la mujer íbera a menudo se ha visto estigmatizada bajo el imaginario masculino, así como la construcción de su identidad a partir de dichas representaciones. Como ocurre con las relaciones domésticas, también es corriente la simplificación de la cuestión mediante la reducción de “la mujer” objeto de estudio a un grupo homogéneo y no cambiante. Pero las identidades de las mujeres son fluidas y cambiantes, haciéndolas únicas y altamente informativas sobre las sociedades en la que viven (SÁNCHEZ ROMERO 2014).

Estos estudios en clave de género muestran mujeres polifacéticas de cuyas vidas tenemos mucho aún que descubrir. En definitiva, han sacado a la luz figuras que van mucho más allá del espacio doméstico; que desempeñaron importantes roles en los sistemas de poder y en el mundo simbólico ritual por sí mismas y no sólo por su asociación con figuras masculinas poderosas (RÍSQUEZ CUENCA 2007). Se ha aportado así información muy enriquecedora sobre la organización social en festividades y ceremonias (ritos de paso, etc.); así como las estrategias y dinámicas de transmisión y ostentación del poder, la creación de linajes y la herencia, o los procesos de jerarquización de la sociedad ibérica (ver trabajos de IZQUIERDO PERAILE y PRADOS TORREIRA 2004; IZQUIERDO PERAILE 2007; PRADOS TORREIRA e IZQUIERDO PERAILE 2002; PRADOS TORREIRA 2007; RUEDA GALÁN 2007: RÍSQUEZ CUENCA 2007; RÍSQUEZ CUENCA y GARCÍA LUQUE 2007, 2010).


EL POBLAMIENTO EN EL MUNDO ÍBERO

Como hemos visto, abordar el estudio de los ámbitos domésticos desde una perspectiva de género es un tema complejo, por la falta de planteamientos prácticos sobre la materia y por la escasez de publicaciones completas sobre estos contextos. Para el caso que nos ocupa, antes de hablar sobre los espacios de hábitat hagamos un inciso sobre el poblamiento o las formas de asentamiento.

A grandes rasgos, el hábitat organizado se caracteriza por una jerarquización de los tipos de asentamiento, en la que los núcleos más importantes (por su tamaño, densidad de población y su complejidad urbanística) ejercían un dominio sobre el territorio circundante y un control de la producción agrícola y artesanal. Dentro de esta clasificación, encontramos una estandarización en los tipos de asentamiento, desde los grandes oppida hasta los pequeños asentamientos rurales (BELARTE 2008).

Los asentamientos que analizaremos a continuación son dos núcleos fortificados, con un fuerte carácter defensivo. El motivo de haber escogido dos yacimientos de estas características y no un oppidum de gran tamaño, se debe a que la mayoría de los grandes oppida fueron excavados hace tiempo, con una metodología menos enfocada al registro completo y detallado. Por eso resulta mucho más difícil lograr la información publicada que necesitamos para realizar este tipo de revisiones. Así pues, se trata de dos asentamientos de importancia media, cuyas características están fuertemente ligadas a su función defensiva. Aunque tienen sus particularidades, comparten algunos rasgos como su localización estratégica en un lugar elevado con amplio control visual y adaptándose al terreno. Son recintos cerrados por una muralla, que sirve a la vez de muro de fondo para las edificaciones que se construyen en su interior. Éstas casas de organizan de forma ordenada en hileras, compartiendo muros medianeros y dejando un espacio o calle central en la que aparecen los pocos equipamientos comunitarios que se encuentran. Ésta organización del espacio interior es la que le concede la denominación de poblados de calle central.

En cuanto a la arquitectura doméstica, sin embargo, no encontramos grandes diferencias entre las edificaciones, dificultando la identificación de la funcionalidad de los espacios (BELARTE 2008). Tan sólo en algunos asentamientos de grandes dimensiones (como Castellet de Banyoles (Tivisa, Tarrgona) o Castellet de Bernabé (Liria, Valencia) se han documentado equipamientos o estructuras de carácter público y comunitario. El hecho de que no existan marcadas diferencias entre la arqueología doméstica y el resto de construcciones plantea que muchas de las actividades culturales, sociales e incluso políticas compartiesen espacio con las áreas de vivienda. Esto supone replantearnos la idea de que las actividades de mantenimiento se limitan al espacio doméstico definido por los muros de la casa.


EL PUNTAL DELS LLOPS

El primero de los yacimientos que hemos estudiado es el Puntal dels Llops (Olocau, Valencia), un fortín cuya ocupación se ha establecido entre el s. V y el II a.C. (Fig. 1). Su construcción responde a una planificación de la ocupación del territorio por parte de la ciudad de Edeta, que estaría basada en el control de la explotación de los recursos disponibles. Para ello, existiría una jerarquización de los asentamientos de la zona, controlada desde Edeta, y un sistema de vigilancia y defensa en el que se encuentra el Puntal. Esto explica su carácter amurallado y su posición estratégica con amplio control del territorio circundante. La especialización en la explotación dependería de los recursos al alcance de cada asentamiento, en el que se colocaría una figura que ejerciera de representante, un miembro destacado de la sociedad (BONET ROSADO y MATA PARREÑO 2002).

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Fig. 1. Vista aérea del Puntal dels Llops (Fuente BONET ROSADO y MATA PARREÑO 2002: 9).


En el caso del Puntal dels Llops, nos encontramos con un poblado de planta rectangular con una zona habitable total de unos 640m², cerrados por una muralla y una torre de vigilancia y defensa en el extremo norte. El espacio que queda limitado en su interior alberga un total de 17 recintos rectangulares más o menos equiparables en tamaño y forma. Alineados entorno a una calle o espacio central y adosados a la muralla no se observa ningún rasgo por el que destaque alguno de ellos, más allá de los materiales que de documentan en su interior (Fig. 2) (BONET ROSADO y MATA PARREÑO 2002).

La individualización de áreas de trabajo a partir del estudio microespacial (BERNABEU et al. 1986) permitió asignar una funcionalidad a los departamentos basada en la presencia y acumulación de los materiales hallados. Así, se definen áreas de actividad como el almacén, la transformación de alimentos, la cocina, el consumo, etc. Sin embargo, la visión individualizada de los contextos internos de cada departamento no es suficiente para establecer una función clara, hay que tener en cuenta toda la información y los contextos generales. Además de los departamentos o espacios de hábitat hay que considerar también el entorno exterior inmediato para la realización de trabajos al aire libre.

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Fig. 2. Planta de El Puntal dels Llops (Fuente BONET ROSADO y MATA PARREÑO 2002: 9).


En cuanto a las actividades de mantenimiento identificables a partir de los materiales documentados, nos centraremos en las que más evidencias nos han proporcionado, que son la cocina y la molienda. Uno de los elementos más comunes para definir un espacio como doméstico son los hogares, por considerarse el elemento definitorio de una actividad de cocina. No obstante, a pesar de los 17 departamentos encontrados, tan sólo se han documentado cuatro hogares y sólo dos de ellos claramente atribuibles al cocinado de alimentos: el del departamento 2 y el hogar lenticular del 14. Hemos de tener presente que éstas estructuras de combustión cumplirían también otras funciones como la iluminación y la de fuente de calor. También hay que considerar la posibilidad de su localización en un piso superior en el que tendrían mejor ventilación, pero dificultando su conservación (BONET ROSADO y MATA PARREÑO 2002).

El primero de ellos es el único que concentra junto al hogar un número elevado de cerámicas de cocina, de hecho el máximo de todo el poblado (Fig. 3 y 4). Además enfrente se encontró un molino rotatorio, con lo que podría haberse aprovechado también para torrefactar el grano. Relacionamos así en un mismo espacio actividad culinaria, molienda y procesado del cereal. Este tipo de hogar delimitado por una hilada de piedras planas y sin ningún tipo de cubierta no suele encontrarse en los yacimientos ibéricos, y podía usarse tanto como fuente de calor como para la cocina. Por su parte, el hogar lenticular del 14 es una estructura plana y abierta, consistente en una placa de unos 70 cm de diámetro de tierra endurecida. Básicamente marca la huella que dejó el fuego sobre la arcilla. Se puede interpretar de dos formas, bien utilizado para trabajos culinarios como atestiguan las ollas de cocina y los restos de fauna a su alrededor; o bien como lugar de algún tipo de ceremonia ritual en relación con las cabezas votivas de terracota que también han aparecido en ese departamento (BONET ROSADO y MATA PARREÑO 2002).

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Fig. 3. Localización y acumulación de los materiales en el departamento 2 (Fuente BONET ROSADO y MATA PARREÑO 2002: 45).

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Fig. 4. Situación del hogar esquinado y el molino enfrente en el departamento 2 (Fuente BONET ROSADO y MATA PARREÑO 2002: 44).


De este modo, el espacio de la cocina no suele aparecer aislado en una habitación de manera individualizada, sino que acostumbra a estar compartido con otras actividades como las textiles, de molienda, metalúrgicas, cultuales o zonas de estar y despensa. En cuanto a los hogares, por la multiplicidad de funciones y los tipos dificulta la identificación de la actividad predominante para la que se llevaba a cabo (BONET ROSADO y MATA PARREÑO 2002).

Lo mismo ocurre con la molienda, una actividad que por otro lado no parece ligada exclusivamente a los ámbitos domésticos, a pesar de ser un elemento habitualmente utilizado para definir los espacios de hábitat. Se han hallado numerosas partes de molino pero estarían activas en diferentes momentos a lo largo de la ocupación del poblado. Para el momento final de la ocupación sólo están activos dos, el molino bajo del departamento 2 y el gran molino sobre basamento del 4, ambos rotatorios. El resto han aparecido en desuso, desmontados o reutilizados como material de construcción (BONET ROSADO y MATA PARREÑO 2002).

Por lo que vemos parece una actividad que en un primer momento se llevaba a cabo en varios departamentos, en lugares bien iluminados como son los espacios próximos a la entrada, y con la posibilidad de trasladarse al exterior o a las plantas superiores. Posteriormente habría un cambio de organización y se concentraría la producción de cereal procesado a la actividad desarrollada por el gran molino del departamento 4. Es en este momento en el que se abandonarían muchos de pequeño molinos, reaprovechándose algunos para la construcción u otras funciones. Entonces, se podría considerar la molienda como una actividad que marcaría una estancia especializada (departamento 4), quizás incluso de uso colectivo para proveer de harina a todo el asentamiento. No obstante no se convierte en una actividad exclusiva de ese departamento, dentro del cual también compartiría espacio con otras tareas como la cocina (BONET ROSADO y MATA PARREÑO 2002).

En conclusión, el análisis microespacial y el estudio detallado de las diferentes actividades de mantenimiento permite esclarecer que el conjunto de los departamentos del Puntal dels Llops se gestionaban una gran unidad doméstica, con estancias complementarias y la especialización de los varios departamentos. Así se entiende que la organización interna del poblado no responda a un concepto habitual de unidades independientes y autosuficientes, sino al trabajo complementario de todos los departamentos. Por tanto, vemos muy claramente como las actividades de mantenimiento no están restringidas a los espacios domésticos, sino que pueden desarrollarse en diferentes espacios y por diferentes agentes. Pero su realización es esencial para comprender el funcionamiento y la estructuración del asentamiento. Todo esto cuadra con la funcionalidad defensiva del fortín dentro del plan estratégico de ocupación y control del territorio por parte de la antigua ciudad de Edeta (BONET ROSADO y MATA PARREÑO 2002).


PUIG CASTELLET

En el caso de Puig Castellet (Lloret de Mar-La Selva, Girona) nos encontramos con un pequeño recinto fortificado de 650m², que estaría ocupado por un breve período entre el 275 y el 225 a.C. aproximadamente. Se ha planteado una posible ocupación anterior de la que desgraciadamente no tenemos estructuras que no lo atestigüen. Situado en un estrecho rellano próximo a la cima de un pequeño cerro, su posición lo convierte en un punto privilegiado con una gran visibilidad y a la vez perfectamente defendido por el propio relieve natural (Fig. 5) (PONS i BRUN y LLORENS i RAMS 1991).

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Fig. 5. Planimetría de Puig Castellet (Lloret de Mar-La Selva, Girona) (Fuente PONS I BRUN y LLORENS I RAMS 1991: 96).


Es un asentamiento cuya función defensiva y de vigilancia es mucho más destacada, siendo el motivo principal de su construcción y la que marca su funcionalidad (LLORENS I RAMS et al. 1986). Es un recinto fuertemente fortificado, cuya ocupación es más breve, debido a que se construye para cumplir una función muy específica en un momento de conflicto e inseguridad causado por el desarrollo de las Guerras Púnicas. Sin embargo, a pesar de su corta ocupación, se han podido definir diversas fases constructivas en base a las modificaciones arquitectónicas experimentadas, sobre todo en las casas (todas ellas para aumentar el grado de defensa del lugar) (PONS i BRUN y LLORENS i RAMS 1991).

Presenta una planta en forma pentagonal casi completamente cerrada por tramos de muralla en tres de sus esquinas. El perímetro defensivo, fuertemente adaptado al relieve de la zona, protege el espacio interior (Fig. 6) (PONS i BRUN y LLORENS i RAMS 1991). En él se han identificado un total de 11 espacios construidos adosados a la muralla y ordenados en torno a la muralla, creando un espacio abierto central en el que se han documentado algunas estructuras de uso comunitario como fosas o silos. Estos recintos, casi todos de planta más o menos rectangular (dependiendo de las posibilidades del terreno), constan de una, dos o tres habitaciones cada uno (LLORENS I RAMS et al. 1986).

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Fig. 6. Plano del recinto fortificado de Puig Castellet realizado por Joan Sales (Fuente PONS I BRUN y LLORENS I RAMS 1991: 96).


Al tratarse de un asentamiento principalmente con función defensiva y de vigilancia toda la organización sociopolítica interna estaría supeditada a dicha función. No obstante, las diversas fases constructivas nos muestran cómo la ocupación evoluciona hacia un asentamiento con mayor complejidad desde el punto de vista del uso y organización de los espacios y por tanto de las áreas de actividad.

En cuanto a las actividades de mantenimiento, por sus características no parece que se llevasen a cabo grandes actividades productivas ni artesanales, por lo que aquellas básicas para la supervivencia diaria serían las más habituales. Sobre la preparación y el consumo de alimentos, el material cerámico representa un importante porcentaje de la cultura material. Estaría compuesto principalmente por recipientes y vasos para la cocción y la conservación de alimentos, así como para el almacén. Dentro de este grupo podemos distinguir elementos de producción indígena y las piezas de importación como los vasos de barniz negro y las ánforas púnicas o de procedencia itálica (LLORENS I RAMS et al. 1986).

En cuanto a los hogares, son un elemento presente en casi todos los espacios del yacimiento menos el 8, que funciona como almacén, y el 5 en el que se dejan de utilizar pronto para usar el espacio como lugar de drenaje. Sobre las zonas reservadas a esta tarea, no parece haber una definición clara, aunque sí podemos decir que en los edificios con dos estancias (sala y antesala), el hogar tiende a situarse en la más grande. En cambio, en los de tres habitaciones (antesala y sala dividida en dos) encontramos un hogar para cada una de las estancias, normalmente en la periferia y adosado a la pared Por las características del poblado, encontramos evidencias del procesado y el consumo de alimentos en casi todos los espacios, por lo que no podemos saber si existían lugares diferenciados para la cocina y el consumo. Sobre la molienda, los molinos aparecen en la mayoría de espacios, menos en el 4, el único considerado de uso comunitario, por lo que podríamos hacer la misma interpretación que con las actividades de cocinado y consumo (PONS i BRUN y LLORENS i RAMS 1991).

El estudio de los patrones de evolución en la construcción de los recintos ha permitido observar la relación entre la multiplicidad de plantas y las actividades desarrolladas en su interior (Fig. 7) (LLORENS I RAMS et al. 1986). Así se ha encontrado una clara relación entre la división interna de las plantas y el uso diferenciado de los espacios para las actividades domésticas. A medida que se realizan modificaciones en las diferentes fases constructivas, éstas suponen una mayor compartimentación interna con la construcción de antesalas u otras estructuras que permitían separar las actividades en espacios diferenciados. De este modo, el cambio de funcionalidad del interior marca también un cambio en la división interna (PONS i BRUN y LLORENS i RAMS 1991).

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Fig. 7. Esquema de las fases constructivas de Puig Castellet (Fuente PONS I BRUN y LLORENS I RAMS 1991: 99-100).


Por ejemplo, el espacio 3 se construye en un primer momento de fundación (fase 1) con una sola habitación, en la que por tanto las diferentes actividades compartían espacio (Fig. 5). A medida que crece el asentamiento se añaden más divisiones internas, que organizan el espacio en una antesala que conecta con una gran sala dividida en dos. Aunque la actividad principal parece ser la doméstica, existirían zonas destinadas a diferentes trabajos, aunque no fuese de forma coetánea (LLORENS I RAMS et al. 1986).

En definitiva, a pesar de su corta ocupación y la uniformidad de los materiales recuperados, el yacimiento de Puig Castellet aporta información muy interesante sobre cómo las diferentes actividades de mantenimiento afectan o condicionan la organización del espacio. A partir de las modificaciones que experimenta en cada fase constructiva, vemos cómo la necesidad de ampliar el número de espacios construidos para viviendas lleva a modificaciones en las estructuras, aumentando la compartimentación interna. Así, obtenemos espacios diferenciados para la realización de diversas actividades cotidianas o no. En este caso, en la mayoría de espacios encontramos una separación en una antesala dedicada más a labores artesanales y otros trabajos; y una sala más grande destinada a área de vivienda, reposo, cocina, almacén, etc. Siempre buscando aprovechar el espacio disponible.


CONCLUSIONES

Gracias al estudio de las actividades de mantenimiento hemos visto cómo se logra conocer y comprender mejor la organización espacial de un asentamiento. A la vez, se consigue un acercamiento más igualitario al estudio de las dinámicas sociales de una comunidad, dando valor a cada una de las prácticas que podemos rastrear en el registro arqueológico. Nos hemos centrado en las prácticas de procesado y preparación de alimentos por ser las que más evidencias nos proporcionaban en este caso los registros y la información publicada. Sin embargo, otras actividades que por limitaciones de espacio no hemos entrado a comentar son igualmente necesarias e importantes, como la elaboración de tejidos o las prácticas que aseguran el reemplazo generacional.

A pesar de no tratarse de grandes asentamientos al nivel del Castellet de Banyoles o el Castellet de Bernabé, el estudio y la revisión de las publicaciones de estos yacimientos nos han permitido observar la importancia del estudio de las actividades de mantenimiento. Y además, en dos aspectos diferentes.

Como hemos podido comprobar, las actividades de mantenimiento no son sólo prácticas cotidianas, llevadas a cabo dentro de una rutina en un ambiento doméstico. Estos trabajos y prácticas no están restringidos al núcleo doméstico, pues el espacio de acción diario abarca mucho más que el que limitan los muros de la casa. Esto por ejemplo es lo que ocurre en el Puntal dels Llops, en el que observamos muy claramente cómo las actividades de mantenimiento no están restringidas al espacio doméstico, sino que podían desarrollarse en diferentes lugares y por diferentes personas. Pero su relación y realización siguen siendo esenciales para comprender el funcionamiento y estructuración de un asentamiento. En cambio, en Puig Castellet, vemos también cómo las áreas de actividad nos definen la funcionalidad de un espacio. Hasta tal punto, que los cambios en la utilización de los espacios interiores se trasladan a modificaciones en la división interna y la arquitectura de las casas.

Las actividades de mantenimiento se desarrollan de forma cotidiana, por eso el estudio de la diversidad de hábitos y rutinas de los grupos domésticos permite identificar las dinámicas de estos grupos y la forma en que las actividades incidieron en los cambios globales de toda la sociedad. Si dejamos de considerarlas estáticas y universales por asociarlas o un estado “natural” de las cosas, vemos que sí son promotoras de cambios y transformaciones.

Pero las actividades de mantenimiento son sólo una de las cuestiones que debemos visibilizar y valorar en nuestros estudios e interpretaciones. Es necesario todo un cambio de mentalidad a la hora de encarar nuestro estudio y nuestra visión de las realidades pasadas. Como dice Petra Molnar, “La arqueología como muchas otras disciplinas no es inmune a la representación unilateral de las mujeres, y sólo introduciendo nuevas perspectivas a un ya establecido paradigma podemos empezar a alcanzar una visión multidimensional de las mujeres” en el momento histórico que estemos estudiando, y hoy en día (MOLNAR 2011). Hay que reivindicar que no se trata de mujeres estudiando mujeres, o de temas que sólo nos interesen por una cuestión de género. Eso es mantener una visión sesgada y desigual del objeto de estudio. En definitiva, de reconfigurar el paradigma dominante, la forma de enfocar el estudio, ampliando nuestro punto de vista y volviendo a narrar las sociedades desde otra perspectiva (BERROCAL 2009: 27).


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* Universidad de Granada