Gazeta de Antropología
Gazeta de Antropología, 2006, 22, recensión 02 · http://hdl.handle.net/10481/7117 Versión HTML · Versión PDF 

Publicado: 2006
Fernando Ros Galiana:
Así no se mide. Antropología de la medición en la España contemporánea.
Madrid, Ministerio de Cultura, 2004 (543 páginas).

Por Enrique Anrubia

Muy de vez en cuando, uno tiene la suerte de que le caiga entre las manos uno de esos libros que, sin pretenderlo, de manera desapercibida y tras su lectura, le dejan con ese sabor de boca que Tolkien afirmaba de sus propios libros: "escribir libros que a uno le gustaría leer". Aquí el asunto contrae sólo una pequeña distinción, pues la experiencia es la de leer un libro que, al final de todo, a uno le hubiese gustado escribir. Así no se mide. Antropología de la medición la España contemporánea de Fernando Ros Galiana es, sin duda, un libro de esa especie. Pero además, su empatía contiene la sorpresa que todo buen libro posee de cara al lector.

En primer lugar, su sorpresa comparece en el propio tema tratado: "Desde una perspectiva antropológica, presentamos una investigación sobre determinados conceptos, situaciones y procesos, presentes en el complejo hecho social y cultural de medir. Esta obra se propone la descripción y comprensión de los denominados Sistemas Métricos Tradicionales, consuetudinarios o premétricos [en España]; en suma: diferentes al hegemónico Sistema Métrico Decimal" (31). Se trata de un tema aparentemente sencillo, concreto, metodológicamente poco expuesto y con un cariz rallando lo secundario. Sin embargo, tal y como avanza el libro, uno descubre, simultáneamente, que el tema ahonda de modo nuclear en temas cruciales de la epistemología o el trabajo de campo, y, al mismo tiempo, empieza a entender por qué la historia de la antropología se ha hecho en base a la explicación de, por ejemplo, "robos de ovejas en Marruecos" (Geertz), entre otras, o "vacas que sustentan un país" (Harris), y que, en ese sentido, escribir grandes libros no tiene por qué pasar por recoger grandes y pomposos temas.

En segundo lugar, en un momento en el que la antropología sólo parece que mirar al futuro (diversidad cultural, inmigración y demás cuestiones que se escriben en presente pero con la letrilla de fondo de ¿qué le pasará a esta sociedad nuestra mañana?), y sólo se entiende dentro de los criterios de necesidad y utilidad de cara a la comunidad, se agradece que el libro de Fernando Ros recuerde, desde su tema y su metodología, uno de los sentidos básicos de la antropología: su relación con la historia. No hay Antropología sin Historia, y no tanto porque la Antropología posea una historia o porque la génesis de la historia de la Antropología tenga una relación expresa con la Historia como disciplina, sino porque cualquier explicación antropológica ha de ser necesariamente histórica (40-46). El mérito es doble, porque lo realmente fácil en el mundo de la antropología actual es escribir un libro sobre una "crítica de la crítica de la multiculturalidad" o algo semejante.

Hacer buena antropología no es hacer buenas y enormes piruetas teóricas más un poco de trabajo de campo. La antropología nos la jugamos en los detalles, en cosas como "qué significa medir", porque con la omisión de esos detalles lo que se queda por el camino es la propiedad realidad.

Además, cabe señalar que, aunque publicado en el 2004, Así no se mide. Antropología de la medición la España contemporánea fue el libro que consiguió en el 2002 el premio nacional de Investigación Cultura "Marqués de Lozoya".

El primer capítulo del libro da cuenta de las bases metodológicas y las hipótesis básicas del trabajo. De entre todas las hipótesis las más llamativas son la consideración de la "medición como hecho social total […], o encrucijada activa de múltiples y básicos aspectos de la vida social" (véase 95-98) y "la importancia de la reciprocidad como manifestación de una economía moral, potencial y parcialmente explicativa de la resistencia a la unificación métrica" (36) implantada en el s. XIX por el sistema métrico decimal. Ros retoma la noción de descripción densa (véase el magnífico apéndice al capítulo IV referenciado al trabajo de campo, 527-529), la etnohistoria, el trabajo de archivos y el trabajo de campo, intentando darle una consistencia coherente e implicándose directamente en su fundamentación epistemológica.

El segundo capítulo, uno de los más interesantes teóricamente, se adentra en el proceso de la medición en relación a la antropología cognitiva. Ros explica que la consabida noción de "mapas cognitivos" -herramienta metodológica que respecto a la medición parece muy adecuada- es imposible que se autofundamente, sino se entiende desde una posición hermenéutica "cuya función y sentido estriba en el uso de estrategias culturalmente adaptadas -a la vez que creativas-, y socialmente compartidas, para relacionarse eficientemente con el entorno y resolver los problemas que esa interacción suscite" (66). Tampoco un enfoque etic absoluto permite un punto de partida pertinente, aún tratándose de un tema que tanto se presta a lo objetivo como la metrología. Ros también retoma lo que la sociología de la ciencia ha escrito sobre la cuestión de la medición -Cicourel-. En el fondo, la paradoja gnoseológica está en "construir modelos de investigación y medición que -a través del isomorfismo- recojan e incluyan los imponderables de la vida cotidiana; donde parece reinar una productiva, viable y duradera imprecisión" (71). Sin embargo, el aparente caos de los numerosos, y muchas veces vecinos y simultáneos, sistemas métricos no se debe tanto a su carácter cognitivo, sino "a las condiciones situacionales donde se aplican" (72), lo que revierte a su vez en la idea de que dicho caos es, efectivamente, aparente. "Estos sistemas, escribe Ros, desplegarían una eficiente y creativa adaptación a las formas de producción, distribución y consumo presentes en su contexto" (79). La contradicción base del sistema métrico decimal es precisamente lo que en principio se creía su punto fuerte: su excesiva rigidez. Pero también, y a la vez, la idea de que ningún sistema puede autojustificarse, por mucho que el ambiente cientificista del XVIII así lo proclamase. La metrología tradicional, tal y como retoma Ros de Kula, posee, en último término, una elucidación sociocultural, vital (y que, por tanto, puede conllevar connotaciones políticas). Ahora bien, cabe anotar que ello no implica tomar el patrón economicista -en su vertiente neofuncionalista- como bastión último de la metrología consuetudinaria: la explicación de la economía no es una cuestión económica. En ese sentido, la delimitación de la figura del campesinado en lo referente a los sistemas métricos tradicionales incluye las tesis de la reciprocidad y la cooperación, pero, al mismo tiempo, reactiva la exploración de la epistemología que subyace en ellos. "Es necesario percibir la especifidad de las sociedades campesinas -y su economía moral-, a la par que relativizar su autonomía. Para ello, el continuo rural/urbano -históricamente contextualizado-, debe situarse al fondo de una buen análisis cualitativo de los procesos de transculturación y cambio en el mundo rural" (91). Desde la misma perspectiva, Ros, cumpliendo su promesa de una "descripción densa" analiza la epistemología que subyace al sistema métrico decimal, su implantación y, consiguientemente, el significado de "aculturación".

En los siguientes capítulos Ros depliega un ingente estudio; en el que cabe destacar la enorme valía que contiene el trabajo de archivos para la antropología como requisito previo de un excelente trabajo de campo. El tercer y cuarto capítulo son un magnífico y prolijo estudio de la implantación del sistema métrico decimal en España y las resistencias que contrajo. El quinto analiza la encuesta que se realizó en abril de 1880 desde el Ministerio de Fomento para la ordenación y recopilación de las unidades de medida tradicionales. Ros toma como muestra de la encuesta la zona de Castellón y Alicante, haciendo un análisis comparativo de ambas. Esto le permite a posteriormente realizar, en el capítulo seis, un análisis etnográfico local de Las Cuevarruces, aldea situada en el término municipal valenciano de Alpuente. Es de agradecer, en este capítulo, la cuidada edición que el Ministerio de Cultura ha tenido en bien dotar al libro: los esmerados documentos gráficos permiten al lector hacerse cargo mejor del sistema de medidas tradicional de la zona; y, junto el estilo literario de Ros, su lectura es sumamente placentera.

En sus conclusiones, Ros vuelve sobre las hipótesis formuladas al inicio. Sin embargo, aún siendo clarificadoras, no son taxativas, o mejor dicho, no son, lo que se puede decir, unas conclusiones "concluyentes" ¿Por qué? Por que como explica el mismo Ros, se ha ido dando forma al sentido de las hipótesis en el mismo cuerpo del texto. No hay una "última palabra de" o un "cerrar la cuestión", sino un "mostrar" y "dejar ver" la complejidad del tema, permitiendo que el lector comprenda perfectamente cómo la medición tradicional, en su laberíntica manifestación, es un rizoma vital más que una operación taxidermista de las medidas: relaciones de cooperación, reciprocidad, formas de entender el trabajo, los ciclos vitales, la relación hombre-naturaleza-comunidad, y, especialmente, la relación unidad-diversidad en la misma noción de "unidad" como medida. En el fondo, el explosivo desfile de los sistemas métricos tradicionales también conduce a entenderlos como un "hecho social total", como un "sistema sociocultural significativo" (479).

Acabando ya, sólo quisiera añadir dos cosas. En primer lugar, se echa de menos una mejor distribución editorial del libro -tome nota quien corresponda en el Ministerio-. Estudios como éste no pueden quedarse en preciosos estantes de librerías municipales, sino que ha de llegar por las vías más rápidas y obvias a todo estudioso de las ciencias sociales. En segundo lugar, y como dice Honorio Velasco en el "Prólogo", "es fácil concluir que la investigación emprendida ha de proporcionar en un futuro otras aportaciones de tanto o mayor calado. El autor lo sabe y todos lo esperamos" (29).


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