DESPEDIDA DE JÖRG LUTHER

FAREWELL TO JÖRG LUTHER

 

Gustavo Zagrebelsky

Profesor emérito de Derecho Constitucional. Presidente emérito de la Corte Constitucional italiana.

Traducido del italiano por Angelo Schillaci

 
resumen - abstract
palabras claves - key words

 

 

 

"ReDCE núm. 33. Enero-Junio de 2020" 

 

El diálogo entre Tribunales.

  

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Tristeza y dolor nos reúnen aquí, hoy, en el nombre de Jörg: tristeza y dolor que compartimos con Antonella, Claudia y Sujan. Al mismo tiempo, percibimos una ola de cariño, que quizás no habíamos imaginado que fuese tan fuerte, justamente ahora, cuando ya es tarde para demostrar ese cariño a Jörg. Unimos nuestro duelo con el de una familia muy especial en tantos aspectos, que ahora pierde a uno de sus dos pilares. Querida Antonella, os prometemos permanecer a vuestro lado, con más intensidad aún que lo hayamos hecho en el pasado, a sabiendas de que hemos perdido más de una ocasión para hacerlo.

Tengo el privilegio de recordar a Jörg – junto a vosotros, esta tarde – porque tal vez soy el que durante más tiempo lo ha conocido en Turín.

Apareció en el Instituto Jurídico, en bermudas (¡escándalo!), con su violonchelo a las espaldas y una carta de presentación del profesor que había dirigido – en Alemania – su tesis doctoral sobre la justicia constitucional en Italia y que él entonces estaba revisando para la publicación (lo que ocurrió en 1990, en la prestigiosa editorial Nomos). Hablaba ya un buen italiano, si bien con algunas dificultades que nos hacían sonreír; por ejemplo, no conseguía pronunciar correctamente la palabra «qui» (aquí), y siempre le salía «qvi». Entonces tenía pensado pasar un semestre académico en Italia, siguiendo la muy alemana costumbre (que su padre había cultivado con su familia) del “viaje a Italia”. Ese semestre muy pronto se transformó en un peculiar arraigo que, sin embargo, no pudo cancelar sus raíces culturales alemanas, ni el «genius loci» de su matriz. Desde entonces estuvo con nosotros una persona perfectamente bi-nacional que nos parecía a veces demasiado alemán y tal vez les pareciese– en Alemania – demasiado italiano. Jörg ha sido un puente muy firme y eficaz, como dijo en su momento su principal mentor alemán, Peter Häberle. Fue muy feliz cuando se le acogió en la «Associazione italiana dei costituzionalisti», primer socio alemán, así como cuando se le acogió en la Asociación alemana de los profesores de Derecho público, como primer socio italiano.

Reuniendo ideas y recuerdos para esta despedida, me he dado cuenta de muchos aspectos de la personalidad de Jörg que nunca había considerado en su conjunto. Ahora que los he unido es como si tuviera en las manos una paleta llena de muchos colores, entre los cuales cada uno de nosotros podría extraer su favorito, o incluso todos los colores a la vez. Digo extraer, porque presumir o alardearse nunca fue costumbre de este discípulo mío tan amable, dulce, delicado y hasta frágil, tímido, esquivo y casi incómodo en eventos académicos, como si hubiese tenido miedo a no ser aceptado como “uno de nosotros”, cuando en realidad era mucho más que esto. En aquellas ocasiones en las que se enfrentó a las dificultades de las relaciones (humanas y) académicas – choque que nos han tocado a todos, a incluso más– nunca conseguía seguir el consejo: déjalo estar, olvídalo, sigue en tu buen camino sin preocuparte de otras cosas, o de los otros.

Creía en la cultura, siendo él mismo muy culto y no solamente en el ámbito jurídico. De su padre heredó una inclinación hacia el pensamiento filosófico, teológico y político de la Reforma, al que dedicó incluso unos estudios. En su biblioteca hay una estantería con los libros de su padre – en particular, muchos textos kantianos – que él enseñaba a los visitantes con gran reverencia. Y la música, cultivada hasta sus últimos días de manera amateur pero profunda, casi siempre junto a otros instrumentistas, que interpretaba sintetizando con un lema de Telemann (si mal no recuerdo): la música se compone de notas que van y vienen como quieren, y nunca sabes hacia adónde.

Las “notas” de las cuales Jörg disponía eran efectivamente muchísimas y cuando tomaba la palabra – incluso en circunstancias estrictamente jurídicas – nunca se sabía dónde acabaría parando, con efectos inesperados y, en apariencia, incluso chocantes o extravagantes: pero tan sólo a primera vista porque, deteniéndose en ellas, se daba uno cuenta de que abrían nuevas perspectivas. En fin: no era alguien que repitiese pensamientos ordinarios, sino más bien buscaba nuevas mezclas que abrían perspectivas y daban estímulos para seguir adelante en un mundo complejo, casi todo por construir.

Su carácter era abierto al diálogo y al acuerdo entre ideas distintas, pero siempre permaneciendo firme en sus principios. La justicia era su compás, pero no una justicia sin contenidos, sino la justicia de los débiles que se oponen a la opresión y finalmente conduce a la paz en la justicia. Habría podido compartir, sin duda alguna, el lema del Antiguo Testamento: tres cosas rigen el mundo, verdad, justicia y paz, con la justicia en el centro. Y aun cuando – como pasaba a menudo – tomaba posiciones que parecían legalistas o formales, ocurría porque en ellas encontraba correspondencias con algo más profundo y bien arraigado en el Derecho constitucional como “derecho cultural”, que no quiere decir derecho “irénico” (como tal vez se ha dicho) sino derecho como resultado de una larga lucha por la justicia, a la que Jörg miraba de manera “moderadamente optimista”. En esta lucha, lo ideal y lo real se encuentran y a menudo chocan en una perspectiva muy concreta, que no es otra cosa sino la cultura tal y como él la entendía.

A pesar de su timidez – o quizás precisamente por esta tendencia suya a quedar en segundo plano, y por el deseo de reaccionar a ella – no conseguimos recordar un congreso, una mesa redonda, una conferencia en la que Jörg no levantase su mano para pedir la palabra y, cuando no podía hacerlo, recordamos bien sus murmullos que eran asimismo un comentario pertinaz, una reflexión continua acerca de lo que se estaba diciendo, o de lo que se estaba haciendo, como ocurría en muchas ocasiones de la vida administrativa de la Universidad.

Su visión de la vida académica era la de una profunda solidaridad laboral y profesional, una idea de “compañerismo” que no siempre encajaba con el individualismo, el arribismo y la disolución de la comunidad de espíritu y experiencias que lamentablemente caracteriza la Universidad en el tiempo presente.

Para él, el Derecho constitucional debía tener vocación internacional – mejor dicho, global o cosmopolita – así como globales tenían que ser la paz y los derechos. Su recopilación de escritos en el volumen «Europa constituenda» (2007) atestigua que para él Europa era un tema crucial, quizás por el recuerdo de las consecuencias nefastas del histórico conflicto franco-alemán.

Y finalmente, su verdadera pasión por la enseñanza. ¿Cuántos cursos ha impartido, cuántas horas les ha dedicado, cuántos experimentos didácticos ha intentado? No sería capaz de enumerarlos. En los más jóvenes veía a los que debían continuarnos. Durante su enfermedad Jörg ha dedicado lo que quedaba de sus fuerzas a una meditación que es a la vez un balance y un legado, titulándola «Il corso della vita mia» («El curso de mi propia vida»). Esta meditación amplia, a campo abierto, escrita en el recogimiento impuesto por una enfermedad sin salida y de la cual él era perfectamente consciente, coincide con una apertura conmovedora a la continuidad de la vida y del compromiso, que él ha entregado a sus discípulos y a la comunidad científica de la que ha formado parte. En su despedida, escribe:

Questo corso giunge alla sua fine. Vorrei innanzitutto ringraziare tutti coloro che mi hanno concesso il loro amore e la loro amicizia, includendo tutti coloro – e temo che tra parenti, colleghi ed amici del tempo libero siano tanti - che non sono stati nominati. A questo si devono aggiungere degli auguri di felicità e serenità per il futuro di ognuno personalmente e di tutti. Non è facile pensare e gestire questo futuro in un contesto di crisi molteplici, politiche, economiche e culturali, che rendono i nostri piccoli mondi più insicuri. Il corso della vita mia mi ha insegnato a restare moderatamente ottimista.
Nell’ambito politico, il cuore di tutti batte a sinistra, anche se poi sentimenti e ragioni portano a dividersi su posizioni molto diverse. Nel corso della vita mia ho avuto più posizioni spesso critiche di quelle maggioritarie e vicine a partiti come la socialdemocrazia, i verdi, i radicali e democratici, anche se non ho mai preso tessere e da costituzionalista ho sempre cercato il dialogo anche con altre posizioni. Queste forme di pluralismo possono regredire di fronte al populismo, ma fino a quando abbiamo un minimo di speranza e volontà di una politica migliore e pacifica resteranno difese indispensabili per una democrazia anche europea e cosmopolita.
Nell’ambito economico, il capitalismo non ha vinto nel 1989, perché il modello europeo dell’economia sociale di mercato resiste ai modelli statunitensi e cinesi. La diseguaglianza e la povertà non sono il destino. La responsabilità per la prevenzione delle emergenze ambientali del pianeta e la tutela dei beni comuni è già stata rivendicata dalla generazione prossima.
Nell’ambito culturale infine emergono tante nuove sfide, dalla tutela delle diversità culturali nello sviluppo sostenibile fino all’impatto delle nuove forme di intelligenza artificiale. Occorre mantenere l’autonomia delle culture dall’economia e dalla politica. Serve ottimismo nella capacità di innovazione delle culture.
Quindi nessuno disperi ma tutti abbiano fiducia in sé stessi. La vita andrà avanti.

La vida seguirá: eso dirán no solamente los optimistas moderados como Jörg, sino también los pesimistas moderados. Y seguirá sin él: ¿de verdad?

En las conversaciones espirituales de las últimas semanas y en el Curso citado hay muchas reflexiones acerca de lo que quedará de nosotros. Jörg no era religioso en el sentido de pertenecer orgánicamente a una confesión religiosa, si bien su vida y su muerte han sido profundamente luteranas. Creía en una realidad espiritual superior – respecto a la cual cada uno de nosotros queda muy pequeño – y que, sin embargo, no nos aplasta, ya que está formada de lo que aportamos espiritualmente a lo largo de nuestras vidas y a través de ellas. Es una realidad, no simplemente un recuerdo. No todo es materia, cuerpo. No es verdad que los muertos vivan solamente en el recuerdo de los vivos, como sombras condenadas a desvanecerse. El espíritu es una realidad que puede separarse de los cuerpos, sobrevivir a ellos para que pueda ser comprendido nuevamente, aferrado y vivificado para así vivificarnos a nosotros.

Tal y como ocurre con los que están físicamente vivos, podemos dialogar con aquellos que viven en esa esfera superior que sobrevive a los cuerpos. Y si nos volcamos hacia ellos, no es solo para otorgarles ofrendas fugaces, sino también para recibir sus duraderos dones. ¿Es éste el Dios en el que podemos creer? En las palabras pronunciadas en esos momentos no podemos mentirnos a nosotros mismos: en esas palabras no podemos no creer. Y entonces decimos a nuestra vez: hasta siempre profesor Jörg Luther.

 

Resumen: Este texto recuerda la figura de Jörg Luther, profesor de derecho constitucional de la Universidad de Turín y recientemente fallecido.

 

Palabras claves: Jörg Luther, derecho constitucional

 

Abstract: This text recalls the figure of Jörg Luther, professor of constitutional law at the University of Turin and recently deceased.

 

Key words: Jörg Luther, constitutional law

 

Recibido: 19 de junio de 2020

Aceptado: 20 de junio de 2020