Gazeta de Antropología
Gazeta de Antropología, 1991, 8, artículo 04 · http://hdl.handle.net/10481/13650
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Publicado: 1991-06
Sociología del folclore
Sociology of folklore

Julio Iglesias de Ussel
Universidad de Granada.


RESUMEN
Notas acerca de la evolución del folclore, en líneas generales, a partir del siglo XVII hasta la actualidad. Diversas razones, económicas y políticas, inciden hoy en un nuevo auge otorgado a la tradición folclórica. Ésta constituye, según el autor, el último instrumento de resistencia frente a la pérdida de la identidad cultural local, comarcal o regional.

ABSTRACT
We present some notes about the evolution of folklore, along general lines, from the XVII century until the present. Diverse economic and political reasons have given new interest to folk tradition. Folklore, according to the author, is the last intrument of resistance against the loss of local and regional cultural identity.

PALABRAS CLAVE | KEYWORDS
sociología del folclore | evolución cultural | pérdida de identidad | resistencia cultural | sociology of folklore | cultural evolution | identity loss | cultural resistence


En alguna ocasión Julio Caro Baroja ha subrayado los rígidos contrastes entre la literatura del siglo XVII y del XVIII. Mientras los autores del XVII gustaban, para la creación de sus obras, de retratos psicológicos o individuales (el avaro, el tartufo, el vanidoso, etc.), los hombres del XVIII escribieron en términos generales de la sociedad, de la humanidad, de la razón, de la revolución, etc.

El siglo XIX puede considerarse heredero legítimo del proyecto universalizador. La expansión de las ideas democráticas y su azarosa inserción en las instituciones políticas constituyen pruebas elocuentes del influjo de los valores universales de la sociedad española.

La dinámica social aparenta estar dominada en España no sólo por el influjo de estos valores universales, sino por la imposición de medidas uniformizadoras acorde con esos principios. El siglo de la revolución es también el de la reorganización de la sociedad europea. Y esa reorganización se asienta en la postergación de los valores locales, tradiciones comarcales y folclore popular. Los nuevos códigos jurídicos -tanto de las actividades mercantiles como políticas-, la división administrativa del territorio en provincias, el centralismo político creciente, todo conduce a la pretensión de consolidar un mundo homogéneo. El orden sólo se entiende basado en la uniformidad.

Los nacionalismos políticos del XIX se fundamentan -como señaló Murillo- en un proceso de diferenciación ad extra y, simultáneamente, de homogeneidad ad intra: «La nación ha sido, al propio tiempo, un fenómeno histórico de integración hacia dentro y de disgregación hacia fuera. Son dos caras de un mismo proceso: se trataba de crear una integración hacia dentro construyendo una fisonomía peculiar que diferenciara de las otras entidades análogas del exterior. La integración se apoyó, principalmente, en el dogma de la soberanía nacional y en el sistema del mandato representativo. La diferenciación, en la conciencia histórica nacional y en el ejército de ciudadanos, con la consiguiente nacionalización de la guerra y la valoración mítica de las llamadas guerras de independencia».

Ahora bien, los mismos principios que impulsan la formación de los Estados nacionales y que sirven para darles unidad como tales Estados, son directamente trasladables a cualquier parcela territorial inferior. En este ámbito creo es preciso situar la inicial atención científica por el folclore, al menos en España.

En efecto, en el propio siglo XIX cuando se enfatiza la diversidad respecto al exterior comienza también a prestarse atención a la no menos relevante diversidad interna. El sueño centralizador no ha acabado con las múltiples diferenciaciones internas. El folclore, como la literatura costumbrista, denuncia las limitaciones de la unificación, al mismo tiempo que alimenta la conciencia de la pluralidad.

El influjo de las ideas políticas en la naciente atención al folclore es manifiesto durante el XIX. Las apelaciones al pueblo y las concepciones de la democracia se encuentran en numerosos textos programáticos de los primeros especialistas. En una circular de la Sociedad del Folk-lore Andaluz de 1881 puede leerse, por ejemplo, que en esa Sociedad: «Vamos a reconocer el derecho que tiene el pueblo a ser considerado como un factor importante en la historia humana (...). Obra de verdadera trascendencia social, porque nos lleva a reconocer como hermanos a todos los hombres sin distinción de clases, partidos, ni opiniones, en ella caben todos y a todos llamamos para llevarla a cabo; desde la más humilde campesina, hasta la más aristocrática dama; desde el más modesto artesano, hasta el que ocupe la jerarquía social más elevada».

La evolución posterior de la atención al folclore ha estado, igualmente, vinculada a las vicisitudes político-institucionales acaecidas en la sociedad española. Y esos vínculos persisten claramente hasta el actual Estado de las Autonomías.

Sin duda existen razones políticas en el actual auge de los estudios sobre el folclore. Por una parte porque -a diferencia del XIX- el proyecto democratizador no se asienta en el mismo propósito uniformizador. Por el contrario, la razón de fondo que lo sustenta es, si se quiere decir así, el derecho a la diferencia, la reivindicación de la especificidad. Lo singular se sitúa en un primer plano, reclamando su plena legitimidad tanto en el plano de las costumbres como en el de las mismas instituciones.

Con ello el folclore, en el marco del Estado de las Autonomías, se convierte en un instrumento privilegiado de manipulación -o al menos instrumentalización- política. Así, es susceptible de utilización como mecanismo para consolidar -o, incluso, apresurada creación- sentimientos regionales o nacionales en determinadas regiones. Estudios empíricos realizados en las primeras fases de la transición política, revelaban la limitada conciencia regional existente en numerosas regiones. En ellas, el folclore, aceleradamente difundido, se convierte en el alimento básico de la identidad de la nueva entidad política.

Además, la transición política ha venido acompañada con un importante incremento de los medios económicos de la Administración local y de su protagonismo en la vida política. En ese contexto, la acción municipal ha sido también un importante impulsor del estudio y mantenimiento de toda suerte de tradiciones locales. Los intentos de vinculación con el anterior período democrático de nuestra sociedad, han sido deliberados y frecuentes, restaurando así numerosas manifestaciones del folclore local que supervivían lánguidamente.

Pero junto a las razones políticas pueden aducirse también razones económicas en el auge de los estudios sobre el folclore. Unas razones vinculadas estrechamente a las orientaciones de la política de investigación y ciencia. La crisis económica incide igualmente en la investigación. La escasez de medios hace más fácil el mantenimiento de apoyos a temas de investigación de ámbito local; la crisis es selectiva pues repercute sobre todo en temas de interés genérico que no pueden aducir vínculos directos con ningún espacio de reparto de poder.

Esta misma tendencia se encuentra reforzada por la descentralización -en sí misma positiva- de las ayudas de investigación, que impulsa la orientación hacia temas locales y por consiguiente la atención hacia el folclore.

En el caso de Andalucía ocurre además un factor peculiar que repercute también otorgando mayor importancia al folclore. No es otro que el destino que se asigna a extensas zonas de esta región para su futuro económico. Para algunos sectores, Andalucía debe proyectarse desde el punto de vista económico, como región de servicios vinculados al ocio, como reserva para el tiempo libre del ciudadano europeo. De confirmarse este destino en la actividad de Andalucía, el folclore será, aún al precio de su adulteración, puesto al servicio de esa actividad, como un soporte más de su atracción.

En último término, las razones de la atención que se presta en nuestros días proviene también de razones culturales. Numerosas tendencias de la sociedad moderna se orientan hacia la pérdida de singularidad y hacia la uniformización cultural. Los medios de comunicación de masas, el transporte y comunicaciones, la concentración urbana, la expansión de la enseñanza, la publicidad y tantos otros aspectos de la sociedad actual tienden a anular todo lo que de singular y específico tiene una comunidad. Por lo menos tienden a ocultarlo, que es tanto como hacer que pierda su impacto colectivo y que pronto quede convertido en una artificial subsistencia del pasado.

En este sentido, el folclore constituye el último instrumento de resistencia a la pérdida de identidad: «el folclore cumple no sólo la función de definir la identidad cultural de un pueblo, comarca o región sino también es un factor de solidaridad con el pasado».


Estas notas constituyen el esquema de la intervención en el I Congreso de Folclore, celebrado en Granada, en 1986.


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