José de Acosta (1540-1600): fundador de la biogeografía en el siglo XVI en la América hispana


Provincia del Perú de la
Compañía de Jesús, en 1599

por Leandro Sequeiros

En el año 2000 se cumplen cuatro siglos del fallecimiento en el 1600 del P. José de Acosta, un jesuita español en tierras de América hispana. Su figura y su obra no es muy conocida. Pero en épocas de cambio, como la actual, su testimonio personal puede ser de interés. Como reconocía hace ya un siglo uno de sus biógrafos, José Rodríguez Carracido (1898)(1), "en la historia de la ciencia española descuellan, como figuras cuya magnitud no fue superada por las más eminentes de sus contemporáneos extranjeros, las de los tratadistas que se ocuparon de los asuntos de América; y de este aserto son testimonio irrecusable la universal notoriedad, y su persistencia al través de los siglos, de las obras de Fernández de Oviedo y del P. José de Acosta, de Álvaro Alonso Barba y del P. Bernabé Cobo, entre otros muchos". De las obras del P. Acosta, este trabajo hará referencia preferente a la Historia Natural y Moral de las Indias, por su importancia y, sobre todo, por contener una interpretación transida de modernidad la interacción entre naturaleza y sociedad en la América del siglo XVI, planteando una interpretación tímida pero ampliamente evolutiva de la realidad animal, vegetal y cultural. Para una reflexión filosófica sobre la Naturaleza, desde una perspectiva histórica, no se puede prescindir hoy de la obra de Acosta(2).
La figura de Acosta es glosada por
Alejandro von Humboldt, en su obra Cosmos, resaltando sus valores desde el punto de vista cosmográfico.

Galeria

Primeros años de José de Acosta
No hay una certeza respecto a la fecha de nacimiento del Padre José de Acosta. La opinión más común entre los investigadores es que debió producirse a fines de septiembre o principios de octubre del año 1540 en la ciudad castellana de Medina del Campo(3). Era uno de los nueve hijos de un matrimonio de ascendencia judía. Por lo tanto, se trataba de cristianos nuevos, con todo lo que esto significaba en aquella época.
Los datos aportados por las fuentes jesuitas y su propio testimonio(4) indican que Acosta estudió en el Colegio de la Compañía de Jesús de su ciudad en 1551. Un año después, ingresó muy joven en el noviciado de Salamanca (con doce años, en 1552). El 1o de noviembre de 1554 hace en Medina los primeros votos religiosos, residiendo en esta ciudad hasta 1557. Ya en esta época, el joven estudiante jesuita demostraba una gran imaginación y capacidad intelectual para los estudios. Incluso se le atribuyen algunas comedias y autos de tema bíblico, que eran representados por los alumnos en el Colegio. Algunos biógrafos citan la posibilidad de que entre sus alumnos estuviera el futuro San Juan de la Cruz.
En 1557 emprendió una serie de viajes por España que le llevaron a Plasencia, a Lisboa y Coimbra, a Valladolid y finalmente a Segovia (donde en 1559 fue uno de los fundadores del Colegio). Este mismo año, cuando cuenta 19 años, pasa a Alcalá de Henares en cuya prestigiosa Universidad realizó sus estudios de Teología, Sagradas Escrituras y Derecho Canónico, así como estudios profanos, como los de Derecho Civil, los de Ciencias Naturales y los de Historia. En el año 1562, a los 22 años de edad, José de Acosta es ordenado sacerdote, residiendo desde entonces hasta el año 1565 en la ciudad de Roma. De regreso a España, entre 1567 y 1569 fue profesor de Teología en el Colegio de los Jesuitas de Ocaña, y posteriormente, hasta 1571, en el Colegio de Plasencia. En 1571, cuando contaba 31 años de edad, Acosta es destinado al Virreinato del Perú, a las misiones de los Andes(5)

La aventura americana del P. José de Acosta: en Perú y en México
El 29 de marzo de 1571 el Padre José de Acosta se hallaba en Sevilla y el 6 de abril salía en dirección de Sanlúcar de Barrameda, en la desembocadura del Guadalquivir, desde donde partían las expediciones para América. El día 8 de abril, un grupo de tres jesuitas, entre los que se contaba Acosta, embarca rumbo al Nuevo Mundo. Un año más tarde, el 28 de abril de 1572, llegaba por fín a Lima(6).
Las actividades apostólicas del Padre Acosta se desenvolvieron, durante el primer año de su estancia en Perú, en los mismos campos que en España (predicación y enseñanza de la Teología). Pero en 1573 el Provincial del Perú, Padre Jerónimo Ruiz del Portillo, le envió a una misión al interior del país para visitar los colegios y comunidades de Cuzco, Arequipa, La Paz, Potosí y Chuquisaca. Entre sus acompañantes se encontraba el Hermano Gonzalo Ruiz, buen conocedor de la lengua quechua, como mestizo que era, y del que Acosta aprendió las primeras nociones. La experiencia de este primer viaje por tierras del Virreinato del Perú impactó profundamente en el ánimo de Acosta que ya inicia la recopilación de datos sobre la naturaleza y la organización social de los indígenas.
En octubre de 1574, el P. Provincial llamó a Acosta para que se hiciera cargo de un proceso que por aquel entonces llevaba a cabo la Inquisición contra fray Francisco de la Cruz y tres frailes dominicos más. El proceso se debía a los métodos de evangelización y los contenidos de fe que estos frailes defendían entonces. El proceso culminó con un auto de fe celebrado el Lima en 1578, en el que fray Francisco de la Cruz fue llevado a la hoguera. Todo este largo proceso llevó al P. Acosta a una honda reflexión personal sobre los métodos de evangelización que llevaban a cabo los misioneros en América y que desembocó años más tarde en la publicación del De procuranda Indorum Salute(7).
En el año 1572, fallecido el tercer General de la Compañía, el P. Francisco de Borja, es nombrado sucesor el P. Everardo Mercuriano. Este envió un visitador al Perú: el Padre Juan de la Plaza. Una de sus misiones era entrevistarse con el P. Acosta, para consultarle algunos graves problemas que aquejaban a las misiones de los jesuitas en América. El 1o de septiembre de 1575, el P. Acosta es nombrado Rector del Colegio de Lima y el 1o de enero de 1576, es ya Provincial del Perú. En 1578, inicia Acosta otro viaje por el interior del país, visitando las nuevas fundaciones de la Compañía en Juli, Potosí, Arequipa y La Paz. En esta época, se inician las tensiones entre Acosta y el Virrey, Francisco de Toledo. En 1581, el Virrey Toledo fue sustituido por Martín Enríquez de Almansa. Con esto, las dificultades para Acosta con el poder político cesaron. Pero de toda aquella turbia historia algo quedó en el ánimo del P. José de Acosta. Este año terminó su provincialato y al poco tiempo, pidió regresar a España aquejado de congojas del corazón y humor de melancolía. Aunque algunos autores atribuyen su enfermedad al mal de altura, posiblemente hay también una componente depresiva derivada de los sinsabores y tensiones personales que hubo de soportar durante su provincialato.
A principios de julio de 1586, el Padre José de Acosta llega a Nueva España, residiendo en la capital, México. Después de haber pasado casi un año en México, el P. Acosta embarcó el 18 de marzo de 1587 camino de España. En septiembre de ese año llegaban a Sanlúcar, al puerto del que partió diecisiete años antes. Los últimos años de su vida discurren entre Valladolid y Roma.

Los contenidos de la Historia Natural y Moral de las Indias del Padre Acosta: sus ideas evolucionistas, 250 años antes de las de Darwin
Han sido muchos los investigadores que han comentado la obra más conocida del Padre Acosta(8). Este no pretendió hacer en su Historia una revisión exhaustiva de los fenómenos y seres naturales de América, sino razonar sobre su significado apoyándose en una selección de ellos. Al estudiar el origen de los primeros humanos en América, escribe: "porque no se trata qué es lo que pudo hacer Dios, sino qué es conforme a razón y al orden y estilo de las cosas humanas". Y tras examinar la cuestión concluye que "es más conforme a buena razón pensar que vinieron por tierra los primeros pobladores de las Indias" (J. de Acosta, Historia Nat. y Moral, Libro I, capítulo XX).
Desde estos supuestos metodológicos racionales, Acosta expone así sus deducciones: "Es para mí una gran conjetura para pensar que el nuevo orbe, que llamamos las Indias, no está del todo diviso y apartado del otro orbe. Y por decir mi opinión, tengo para mí días ha, que la una tierra y la otra en alguna parte se juntan, y continúan, o a lo menos se avecinan y allegan mucho..". "Si esto es verdad, como en efecto me lo parece, fácil respuesta tiene la duda tan difícil que habíamos propuesto: cómo pasaron a las Indias los primeros pobladores de ellas, porque se ha de decir, que pasaron, no tanto navegando por el mar, como caminando por tierra; y ese camino lo hicieron muy sin pensar, mudando sitios y tierras poco a poco; y unos poblando las ya halladas, otros buscando otras de nuevo, vinieron por discurso del tiempo a henchir las tierras de Indias de tantas naciones y gentes y lenguas" ( J. de Acosta, op.cit., Libro I, capítulo XX).
El Padre José de Acosta se pregunta en su Historia Natural y Moral de las Indias, publicada por vez primera en Sevilla en 1590, "Cómo sea posible haber en las Indias animales que no hay en otra parte del mundo". El profesor Emiliano Aguirre, hace ya más de cuarenta años publicó un documentado trabajo sobre este problema(9).
Muchos capítulos de la Historia de Acosta se dedican a la descripción de los animales y plantas americanos. Cómo llegaron hasta allí parece poder tener una solución fácil para Acosta, aunque revolucionaria para su época:
   "Halláronse, pues, animales de la misma especie que en Europa, sin haber sido llevadas de españoles. Hay leones, tigres, osos, jabalíes, zorras y otras fieras y animales silvestres, de los cuales hicimos en el primer libro argumento fuerte, que no siendo verosímil que por mar pasasen en Indias, pues pasar a nado el océano es imposible, y embarcarlos consigo hombres es locura, síguese que por alguna parte donde el orbe de continúa y avecina al otro, hayan penetrado, y poco a poco poblado aquel mundo nuevo. Pues conforme a la Divina Escritura, todos estos animales se salvaron en el Arca de Noé, y de allí se han propagado en el mundo"( J. de Acosta, op.cit., Libro IV, capítulo XXXIV).
Pero el problema más difícil de resolver es cómo explicar la existencia en América de animales y plantas diferentes a los de Europa. Acosta lo formula así en este texto, muy citado por los ecólogos actuales:
   "Mayor dificultad hace averiguar qué principio tuvieron diversos animales que se hallan en las Indias y no se hallan en el mundo de acá. Porque si allá los produjo el Criador, no hay que recurrir al Arca de Noé, ni aún hubiera para qué salvar entonces todas las especies de aves y animales si habían de criarse de nuevo; ni tampoco parece que con la creación de los seis dias dejara Dios el mundo acabado y perfecto, si restaban nuevas especies de animales por formar, mayormente animales perfectos, y de no menor excelencia que esotros conocidos"( J. de Acosta, opus cit., Libro IV, cap. XXXVI).
Tras describir estas faunas y floras, escribe: "Lo que digo de estos guanacos y pacos, diré de mil diferencias de pájaros, aves y animales de monte, que jamás han sido conocidas, ni de nombre, ni de figura, ni de memoria de ellos en Latinos ni Griegos, ni en naciones ningunas de este mundo de acá" (J. de Acosta, opus cit., Libro IV, cap. XXXVI).
Acosta propone tres soluciones posibles a estos problemas biológicos observados. En ellas intervienen argumentos naturalistas y filosóficos. De estas soluciones, una se resuelve en el campo de la Teología, pero no despeja la incógnita. Otra de las posibles soluciones tiene un presupuesto teológico, y combina factores biológicos, geográficos y religiosos. Esta es la solución preferida por él. La tercera solución al problema, que no la evade, es sorprendentemente evolucionista, aunque le deja perplejo.

   1. "Allá los produjo el Creador": la solución teológica.
El P. José de Acosta formula de dos modos diferentes y complementarios la solución teológica: "Allá los produjo el Creador" e "hizo Dios nueva formación de animales". Esta es la solución que exige la creencia en una nueva creación diferente a la original.
Sin embargo, Acosta no está muy de acuerdo con esta solución. Aduce para ello dos razones: la primera, que esto equivale a suponer que no había quedado perfecto el mundo con la creación relatada en el primer capítulo del Génesis; y la segunda razón, es esta: si se acepta una creación postdiluviana, ni habría hecho falta salvar las especies en el arca de Noé. Evidentemente, estos argumentos se entienden perfectamente dentro del paradigma diluvista imperante en el siglo XVI y que se prolonga hasta el siglo XIX.

   2. "Se conservaron en el Arca de Noé...y se fueron a distintas regiones": la solución teológico-geográfica.
Textualmente dice Acosta: "Se conservaron en el Arca de Noé", y "por instinto natural y Providencia del cielo, diversos géneros se fueron a diversas regiones, y en algunas de ellas se hallaron tan bien, que no quisieron salir de ellas, o si salieron no se conservaron...".
Esta es la solución aceptada por Acosta. Tiene un carácter teológico-creacionista, pero que se enriquece con la primera formulación histórica de la teoría de la dispersión geográfica y la adaptación biológica de las especies a medios ambientes diversos. Con toda razón se considera a Acosta fundador de la Paleobiogeografía histórica.
Los argumentos del Padre Acosta se fundamentan en la hipótesis creacionista y diluvista como paradigma explicativo de la diversidad biológica del planeta. Está persuadido de la creación por Dios de todos los seres vivos al inicio de los tiempos y de la existencia de un Diluvio exterminador para hombres pecadores y animales impuros. De este acontecimiento divino solo se salvan los humanos y los animales protegidos por el Arca de Noé.
El autor de la Historia Natural y Moral de las Indias se pregunta sobre lo que ocurrió después del Diluvio. La opinión del P. Acosta puede ser considerada revolucionaria para su época:
   "...Por instinto natural y Providencia del Cielo, diversos géneros se fueron a diversas regiones, y en algunas de ellas se hallaron tan bien, que no quisieron salir de ellas, o si salieron no se conservaron, o por tiempo vinieron a fenecer, como sucede en muchas cosas. Y si bien se mira, esto no es caso propio de Indias, sino general de otras muchas regiones y provincias de Asia, Europa y África: de las cuales se lee haber en ellas castas de animales que no se hallan en otras; y si se hallan, se sabe haber sido llevadas de allí. Pues como estos animales salieron del Arca: verbi gratia, elefantes, que solo se hallan en la India oriental, y de allá se han comunicado a otras partes, del mismo modo diremos de estos animales del Perú, y de los demás de Indias, que no se hallan en otras partes del mundo" (J. de Acosta, Historia natural y moral de las Indias, Libro IV, cap.XXXVI).
Esta hipótesis excluye toda posibilidad de evolución o cambio biológico: la migración y adaptación de los animales a nuevos nichos ecológicos implica sólo para Acosta supervivencia pero no cambio biológico. Por ello, los animales de América tuvieron en otro tiempo una distribución más amplia y de han extinguido quedando solo confinados al Nuevo Mundo. No es necesario acudir a otras hipótesis como las de las creaciones diferentes en cada continente.
Lo que se observa en el razonamiento del Padre Acosta es lo corto de la perspectiva o la falta de percepción de la profundidad en la historia biológica. Por otra parte, tal visión es comprensible y justificable dentro del contexto paradigmático de las Ciencias de la Naturaleza en el siglo XVI, en la que el Diluvio Universal era el quicio respecto al cual había un "antes" y un "después" en el tiempo. Esta perspectiva está aún vigente en la conciencia de mucha gente que habla aún de "animales antediluvianos" para referirse a los fósiles.
Por lo demás, Acosta sabe que la adaptación y confinamiento en lo que hoy los ecólogos llaman un nicho ecológico no es un caso único de América. Tiene la intuición de extender el paradigma paleobiogeográfico a otras regiones convirtiéndolo en una ley general biológica:    "y si bien se mira, esto no es un caso propio de Indias, sino general de otras regiones y provincias de Asia, Europa y África".
Pero Acosta va más allá en su interpretación. No solo registra el factum -la evidencia naturalística y el mecanismo inmediato- sino que aborda la cuestión de los factores profundos, cualitativos: sin dudar, proporciona una respuesta doble, biológica y a la vez religiosa: "por instinto natural y Providencia del Cielo".

   3. "Reducirlos a los de Europa": la solución evolucionista
La hipótesis evolucionista entra en el pensamiento de Acosta con toda espontaneidad, con plena franqueza y honradez no mediatizada ni forzada por solución preconcebida. Para nuestro autor, todos los animales de América no serían otra cosa que una modificación de los originales de Europa. Ello supondría aceptar un cierto "transformismo: su diferencia en caracteres pudo ser causada de diversos accidentes. Es decir: por un cambio accidental de sus caracteres y que éstos luego pasan modificados a los descendientes. El capítulo XXXVI (Libro IV) de su Historia ha sido citado en muchas ocasiones, pese a su brevedad, como uno de los textos más lúcidos y que intuyeron (aunque si aceptarla) la posibilidad evolutiva que Darwin describe y acepta dos siglos más tarde. El texto siguiente considera abiertamente esta posibilidad:
   "También es de considerar, si los tales animales difieren específica y esencialmente de todos los otros, o si su diferencia accidental, que pudo ser causada de diversos accidentes, como en el linaje de los hombres, ser unos blancos y otros negros, unos gigantes y otros enanos. Así, verbi gratia , en el linaje de los simios ser unos sin cola y otros con cola, y en el linaje de los carneros ser unos rasos y otros lanudos: unos grandes y recios, y de cuello muy largo, como los del Perú; otros pequeños y de pocas fuerzas, y de cuellos cortos, como los de Castilla".
Pero las ideas biológicas de su época el peso indudable de la Teología escolástica, impiden dar el paso definitivo. El mérito de Acosta es haber intuido la posibilidad de un cambio morfológico que se prolonga en la descendencia biológica. Sin embargo, sus naturales y comprensibles prejuicios heredados de la filosofía escolástica, le impiden aceptar el hecho de la evolución. El principio "nadie da lo que no posee", obliga a Acosta a aceptar la fijeza de las especies biológicas. Las "especies" en filosofía difieren por algo esencial y son, por tanto, irreductibles: de una especie no puede salir aquello que constituye diferencialmente la otra especies(10). Su contexto cultural e intelectual le impiden avanzar más: las diferencias no le permiten aceptar la descendencia, por la que se define la evolución orgánica:
   "Quien por esta vía de poner sólo diferencias accidentales pretendiere salvar la propagación de los animales de Indias, y reducirlos a las de Europa, tomará carga, que mal podrá salir con ella. Porque si hemos de juzgar a las especies de los animales por sus propiedades, son tan diversas que quererlas reducir a especies conocidas de Europa, será llamar al huevo, castaña" (J. de Acosta, opus cit., Libro IV, cap. XXXVI). El P. Acosta zanja la cuestión con este plumazo irónico, que ha de interpretarse -según Aguirre- como expresión de una perplejidad.


Referencias bibliográficas

1. J. Rodríguez Carracido. 1899. El P. José de Acosta y su importancia en la literatura científica española. Sucesores de Rivadeneyra. Madrid. 163 pp. Este trabajo fue la obra premiada en púbico certamen por la Real Academia Española. Los elogios al P. Acosta, viniendo de donde vienen, tienen mayor valor. José Rodrí guez Carracido, nacido en La Coruña en 1856, fue químico y farmacéutico. Su talante progresista fue patente y le grangeó admiración por parte de unos y rechazo por parte de otros. Catedrático de Química orgánica y Rector de la Universidad Central de Madrid. En 1898 tuvo una agria polémica desde las páginas de El Imparcial con el Cardenal Ceferino González sobre la cuestión del darwinismo transformista. Fue Consejero de Instrucción Pública desde 1900, presidente de la Asociación Española para el Progreso de las Ciencias y senador vitalicio.
El debate con fray Ceferino puede consultarse en D. Núñez. 1965. El Darwinismo en España. Castalia. Madrid.
2. J. de Acosta, Historia Natural y Moral de las Indias, en que se tratan las cosas notables del Cielo, elementos, metales, plantas y animales dellas; y los ritos, ceremonias, leyes y govierno y guerras de los indios. Compuesta por el Padre Joseph de Acosta, Religioso de la Compañía de Jesús, dirigida a la Sereníssima Infanta Doña Isabel Clara Eugenia de Austria. Impreso en Sevilla, en Casa de Juan León, año de 1590.
Ediciones: (2a) Barcelona, 1591; (?) Sevilla, 1591; (3a) Madrid, 1608; (?) Madrid, 1610; (?) 1752; (4a) Madrid, 1792; (5a) Madrid, 1894; (6a) México, 1940; (7a) Madrid, 1954; (8a) FCE, México, 1962; (9a) Valencia, 1973; (10a) Madrid, 1987.
Traducciones antiguas: italiana: Venecia, 1596. Francesa: París, 1598, 1605, 1606, 1616, 1661. Alemanas: Colonia 1598, 1600, 1615; Ursel, 1605; Francfort, 1617. Inglesas: Londres, 1598, 1604, 1684, 1880. Holandesa: Enchuysen, 1598, 1624. Latina: Francfort, 1590. 1634.
3 J. Alcina Franch. 1987. Introducción y notas la Historia Natural y Moral de las Indias de José de Acosta. Crónicas de América, no 34 (Historia-16), 7-44. Madrid.
    J. Rodríguez Carracido. 1899. El P. José de Acosta y su importancia en la literatura científica española, 18-70. Sucesores de Rivadeneyra. Madrid.
    F. Esteve Barba. 1964. "José de Acosta", en: Historiografía indiana, 1102-1114. Ed. Gredos. Madrid.
    E. Lorenzo Sanz. 1986. "El Padre José de Acosta, defensor del indígena y estudioso de su cultura". en: VVAA. Historia de Medina del Campo, 650-653: Los medinenses y el descubrimiento, conquista y colonización de América. Consejería de Educación y Cultura. Junta de Castilla y León. Valladolid.
    P. Marín Agreda. 1993. Estudio de los indigenismos en la "Historia Natural y Moral de las Indias" del P. José de Acosta. Tesis Doctoral. Universidad Complutense.
    M. Moreyra. 1940. El Padre José de Acosta y su labor intelectual. Mercurio Peruano, XXII (163), 546-553. Lima.
    E. O'Gorman. 1962. Prólogo a la Historia Natural y Moral de las Indias de J. de Acosta. Fondo de Cultura Económica. México, pp. XI-XCV.

4. C. Sommervogel. 1890. Bibliothèque de la Compagnie de Jésus, t. I. Roma.
    Para el propio testimonio de Acosta, ver: Descargo del P. José de Acosta. Memorial del mismo Acosta al Papa, defendiéndose de las acusaciones de sus propios hermanos en religión.

5. L. Lopetegui. 1940. Vocación de Indias del P. José de Acosta S.J. Revista de Indias, I (2), 83-102. Madrid.
    L. Lopetegui. 1942. El P. José de Acosta y las Misiones. Instituto Gonzalo Fernández de Oviedo, CSIC. Madrid. 624 pp.

6. F. del Pino Díaz. 1978. Contribución del P. Acosta a la constitución de la Etnología. Su evolucionismo. Revista de Indias, nos153-154, 507-546. Madrid.
    F. del Pino Díaz. 1979. Los reinos de México y Cuzco en la obra del P. José de Acosta. En: Economía y Sociedad en los Andes y Mesoamérica,Êpp.13-43. Madrid .
    F. del Pino Díaz. 1982. Culturas clásicas y americanas en la obra del Padre Acosta. En: América y la España del siglo XVI, vol.1, 327-362. Madrid.
7. J. de Acosta. 1588. De natura Novi Orbis, Libri duo, et de promulgatione Evangelii apud barbaros, sive de procuranda Indorum salute. Libri sex. Apud Guillellmum Foquel. Salamanca. [Atribuida a Acosta su redacción].
Tuvo varias ediciones: (2a) Salamanca, 1589; (?) Salamanca, 1595; (3a) Colonia, 1596; (4a) Lyon, 1670; (5a) Manila, 1858.
También hubo traducciones al castellano: (1a) Madrid, 1952 (a cargo del P. Francisco Mateos, 621 pp); (2a) B.A.C. Madrid, 1954. (3a) CSIC, Madrid, 2 vol. (a cargo de Luciano Pereña).
8. B. G.Beddall.1977. Introducción, apéndice y antología a la edición facsimilar de la "Historia Natural y Moral de las Indias" de José de Acosta, de Sevilla, 1590. Hispaniae Scientia. Valencia.     F. Cereceda. 1941. El Padre José de Acosta y el origen de las encomiendas americanas. Razón y Fe, 124, 526, 240-250. Madrid.
    E. Gangutia Elicegui. 1982. El Padre Acosta y las teorías lingüísticas de la Ilustración. América y la España del siglo XVI, vol.1, 363-372. CSIC. Madrid.
    A. Melón de Gordejuela. 1966. El Padre José de Acosta y significación de su "Historia". Cuadernos Hispanoamericanos, no194. Madrid.
    M. Menéndez y Pelayo. 1942. La "Historia Natural y Moral de las Indias" del P. José de Acosta. En: Estudios y discursos de crítica histórica y literatura. t. VII, 137-139. CSIC. Madrid.

9. E. de Aguirre. 1957. Una hipótesis evolucionista en el siglo XVI. El P. José de Acosta S.I. y el origen de las especies americanas. Arbor, 36, no 134, 176-187. CSIC. Madrid

10. E. Álvarez López. 1943. La Filosofía Natural en el Padre José de Acosta. Revista de Indias, IV (12), 305-322. Madrid.



Leandro Sequeiros

Prof. Leandro Sequeiros

Catedrático de Paleontología
(en situación de excedencia).
Presidente de la Sociedad Española de Paleontología (1994- 1997)
Miembro de INHIGEO (Comisión de la UNESCO
para la Historia de la Geología).

Paseo de Cartuja 35, 3o
E-18012 GRANADA

E-mail: Leandro Sequeiros


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Editor: Marcos A. Lamolda


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