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Docencia. Materiales  

DOCENCIA. MATERIALES

Bases de la psicología cognitiva


Fecha de actualización:  4-05-2020

        


Bases y crítica de la psicología cognitiva

La psicología cognitiva no es sólo la tendencia más destacada y extendida hoy en psicología. Es también un paradigma ontológico y antropológico, una forma de comprender la relación entre el mundo y el ser humano, así como una interpretación de la condición humana. A juicio del que escribe, el cognitivismo expresa en psicología al paradigma sapiencial del presente, un paradigm representado por dos rasgos fundamentales: el cientificismo (según el cual el método de las ciencias naturales y exactas ha de regir en todos los ámbitos del conocimiento) y el nihilismo (consistente en el vaciamiento de la realidad en general y de la vida humana en particular).

Habría que matizar inmediatamente que muchos de los profesionales de esta corriente psicológica, la mayoría, desconocen qué supuestos filosóficos está apoyando su práctica clínica. No son ellos mismos los que mueven y sustentan a esta visión de la psique humana (lo hacen sin saberlo). Esta comprensión de lo real y de la subjetividad es una fuerza ciega: separada de la conciencia humana, actúa independientemente de ella. Su dinamismo es el de un poder sin objeto, autonomizado. Lo que aquí se dice, por tanto, no va dirigido al profesional de esta disciplina, de cuya buena voluntad no hay razón para desconfiar. Se dirige al dinamismo ciego en cuanto tal, intenta analizar los resortes de fondo que conducen a la psicología cognitiva como corriente tectónica.

Para comprender los fundamentos de la psicología cognitivista es necesario remontarse a los del conductismo, sobre los cuales ha surgido.

 

A) Origen conductista


1. Reacción contra el mentalismo


La psicología cognitiva procede de la conductista. Toda la génesis e historia del conductismo, cuya efervescencia se desarrolla después de la segunda guerra mundial, en los años 50, está marcada por el impulso de una superación de lo que se ha llamado «mentalismo». Y se puede decir, prácticamente, que es éste el impulso fundamental que determinó la forma radical de conductismo de esta época.
El objetivo antimentalista se cifra en el intento de eliminar de la psicología cualquier afirmación de entidades inobservables y reducirlas a entidades observables. Sólo de esa manera podría cumplirse el programa de un saber científico sobre el psiquismo.

Filosóficamente, el impulso antimentalista arraiga en el desarrollo de la filosofía así llamada analítica, en una de sus concepciones más iniciales sobre lo mental. De acuerdo con el neopositivismo lógico del Círculo de Viena, que se encuentra en la base de la filosofía analítica, es necesario entender los términos que se refieren a supuestas entidades mentales (creencia, esperanza, temor, dolor, etc.) como «disposiciones de conducta». Atribuir, por ejemplo, un estado mental de sed a un organismo coincide con afirmar que dicho organismo está dispuesto a comportarse de una manera determinada (en este caso, a beber agua si la hubiese). En este contexto influyó de manera determinante The Concept of Mind, obra de G. Ryle, publicado en 1949. Emblemáticamente, se trata de eliminar la hipótesis que llamó «el fantasma en la máquina»: la de que habría, alojada en el cuerpo (entendido éste como una máquina) un alma que opera en su interior.

Un problema fundamental que surge en la crítica al mentalismo atañe al cocepto de aquello a lo que se reducen los fenómenos mentales internos. En este caso han sido reducidos a rasgos objetivables de la conducta, es decir, a características conductuales observables empíricamente o explicables mediante la ciencia. Esta es una clave esencial del neopositivismo lógico. Según ello no sólo se reduce lo mental a lo conductual, sino que se entiende a esta base práctica en términos cientificistas, es decir, desde la óptica que extiende el paradigma de las ciencias naturales y exactas a las ciencias humanas. Esto es lo esencial.

Desde otro punto de vista bastante más profundo trató Wittgenstein el problema en sus Investigaciones Filosóficas (§§ 580-693). De un modo, además, que no conduce inexorablemente al conductivismo. "Recordar", "pensar", "tener intención", etc., no son «procesos internos» -nos dice Wittgenstein- de un supuesto sujeto, sino formas de acción en el marco de juegos lingüísticos, formas que pertenecen a una situación en la que se está. Así, por ejemplo, una “espera” (sea la de una explosión) «está incrustada en una situación, de la que surge. La espera de una explosión puede surgir de una situación en la que es de esperar una explosión» (Inv. Fil., § 581).

Esta otra crítica al mentalismo se aproxima a la posición fenomenológico-existencial continental. Pues "juego lingüístico" es, para Wittgenstein, algo más que la mera conducta práctica observable de los individuos o de la colectividad. Es el substrato de vida sin el cual no podría ser entendida la conducta, un suelo que es cualitativo: está constituido por una "forma de vida" y una "visión del mundo". Cuando J. P. Sartre y Heidegger afirman que la esencia es la existencia están situándose en una perspectiva muy parecida. No hay una esencia a priori en el sujeto, un ser interno radicalmente distinto del que se pone de manifiesto en el existir. El ser del sujeto es ese afuera mismo de su ec-sistencia.

No es esto último lo que la psicología cognitiva quiere decir. No comprende a la conducta como la existencia, con esa densidad, sino que la reduce a la acción observable y compuesta por "hechos".

2. Panorama en los años 50

Los autores clásicos de los años 30 y 40 en psicología conductista son Hull y Tolman, que entendieron la conducta, de forma expresa, como un proceso de aprendizaje adaptativo. La "conducta" humana tendría, según esto, el mismo sentido que la de cualquier otro animal: dinamismo de adptación al medio. Y el medio humano es la cultura. ¿Qué sería entonces una "conducta patológica" sino una "conducta desviada" respecto a la "normalidad" social? En los años 50, tras la segunda guerra mundial, la nueva generación desea aplicar de modo estricto los parámetros del positivismo lógico y del operacionalismo, que consideran no satisfechos en sus antecesores. Y ello implica proyectar a lo cultural la óptica del darwinismo. En esta generación destaca, fundamentalmente, Sigmund Koch. Pronto Skinner radicaliza el conductismo e implanta un modelo que ha sido paradigmático.

3. Skinner: el conductismo radical

Burrhus Frederick Skinner (1904-1990) presenta un modelo conductista que se ofrece como alternativa a toda la tradición intelectual en psicología y en filosofía. He aquí los principales rasgos de su modelo.

3.1.) Contra el mentalismo, es necesario explicar la conducta como correlación entre estímulos y respuestas. Pretende una psicología científica que renuncia a la suposición de que hay «procesos internos», buscando en el exterior las causas de la conducta. Los seres humanos no actúan conforme a principios, valores o creencias; no hay un “debe” o un “es preciso”, ni una intencionalidad que organice desde el interior del sujeto su comportamiento. El ambiente controla la conducta. Tal es la tesis.
Esta dirección coloca a Skinner frente al psicoanálisis. El gran descubrimiento de Freud habría sido el de mostrar que el comportamiento humano posee causas inconscientes. Pero su error consistió (según Skinner) en la invención de un aparato psíquico con instancias internas (yo, superyo, ello) y sus procesos mentales concomitantes.

Lo esencial de su modelo se cifra en la explicación del comportamiento como conducta operante, controlado por la relación directa entre estímulo y respuesta. La conducta operante es aquella que parece poseer intencionalidad, voluntad o conciencia, pero que, en realidad, está dirigida por lo que llama «contingencias de reforzamiento» en una «situación de aprendizaje operante». En tal situación es el enlace estímulo-respuesta el que, en el fondo, determina la situación. El que parezca «voluntaria» se reduce a la circunstancia de que ha sido reforzada en presencia de determinados estímulos. La ocurrencia de una conducta es más probable si está seguida o acompañada por un elemento reforzador. De esta manera, las contingencias de reforzamiento se componen siempre de tres elementos: un lugar en el que acontece la conducta, una respuesta (que ha sido reforzada) y un reforzador. Un estímulo determinado, en una situación determinada, permite al organismo discriminar una situación de reforzamiento de otra de ausencia de reforzamiento. El estímulo es, así, «discriminativo». Toda conducta es producto de la historia de reforzamiento de un individuo, pero nunca es producto de la intención o de la voluntad. Y esta historia de reforzamiento, en suma, explica que el comportamiento se sujete, en el fondo, al esquema «estímulo-respuesta».
Una expresión muy intensa de este programa se encuentra en su aplicación al lenguaje (Verbal Behavior, 1957). De un modo parecido a como una madre «tiene un bebé» sin hacer una contribución positiva a su creación, la creación de lenguaje es explicable como una colección de elementos de conducta verbal que han sido seleccionados en la historia de reforzamiento para su emisión.

3.2). Asunción del darwinismo

El darwinismo está supuesto en la teoría de Skinner. Un individuo, argumenta, está produciendo continuamente "variantes de conducta", algunas de las cuales son reforzadas por el medio, mientras otras decaen. Las conductas que son fortalecidas son las que contribuyen a la supervivencia del organismo.

3.3) «Tecnología de la conducta»

El modelo explicativo implica que el saber de la psicología proporciona «control» de la conducta. En efecto, para que la explicación sea científica no basta con que permita hacer predicciones. Se pueden hacer predicciones considerando variables que están correlacionadas que no dependen la una de la otra, sino que dependen, ambas, de una tercera. Por ejemplo, el tamaño del pie y el peso de un niño guardan una correlación y esa correlación permite hacer derivaciones, suponer una ocurrencia a partir de la otra. Pero eso no significa que una sea causa de la otra. Una genuina explicación psicológica, por tanto, ha de conseguir, no sólo una predicción de la conducta, sino influir en ella a través de la manipulación de variables.
De este modo, el análisis experimental del comportamiento implica una tecnología de la conducta, por medio de la cual se pueden perseguir objetivos concretos (por ejemplo, en la educación).

3.4) Ideal de construcción de una sociedad utópica

Ligado a lo anterior se entiende el ideal que, en toda la trayectoria de Skinner, adopta la forma de la construcción de una sociedad utópica organizada mediante las operaciones posibles que se derivan de un saber conductista. La primera y prototípica formulación de este ideal apareció en su novela Walden II. Walden II es la «comunidad utópica experimental». Se trataría de una sociedad en la que no existiría el fracaso, el aburrimiento, la duplicación de esfuerzos, etc. La idea: se puede controlar a un ser humano para ser feliz, sentirse libre, etc.


B)
Surgimiento de la teoría cognitiva

Tras el fulgor del conductismo radical aparecieron críticas, sobre todo en los años sesenta, respecto a las cuales se puede decir que el nuevo paradigma, el cognitivista, vino a dar ofrecer una solución, de manera tal que transformó al conductismo sin negar sus bases filosóficas. Veamos estas críticas

a) Conductismo «mediacional»

La resistencia al conductismo radical aparece cada vez con mayor fuerza tras la década de los 50. La intuición de que los seres humanos, después de todo, son capaces de «procesos simbólicos» se hace valer. Un conductismo más moderado prefirió admitir que hay «procesos internos». Ahora bien, dichos procesos, de pensamiento o volición, son «internos», piensa el cognitivismo, en cuanto que constituyen procesos ocultos, no observables, no en cuanto que escapan a una explicación conductista en sí mismos. En realidad son pares ocultos estímulo--respuesta que tienen lugar dentro del organismo, de manera invisible. El concepto de «mediación» sirvió para encuadrar este tipo de procesos. Aunque se admiten, pues, procesos internos, en realidad la teoría es coherente con los principios del conductismo, en la medida en que todas las partes de la conducta, incluida la mental «mediadora» posee la forma de lazos causales (estímulo-respuesta).

Autores fundamentales en la introducción de este "giro" (que no cambia las cosas desde el punto de vista filosófico) entre finales de los cincuenta y durante los sesenta fueron C. E. Osgood, Irving Maltzman, Albert Goss y Neal Millar.


b) Psicología social: teoría de la disonancia cognitiva

Durante los 50 y los 60 la psicología social siguió empleando conceptos mentales de sentido común en la línea mencionada. En este contexto es importante destacar la teoría de la disonancia cognitiva, que es acogida en la psicología cognitiva. Fue elaborada inicialmente por Leon Festinguer (1919-1989). En un contexto social la persona desarrolla creencias en relación con su contexto intersubjetivo. Y esas creencias organizan un espacio «interno» de juego en la medida en que pueden ser o no coherentes entre sí. Cuando las creencias de un individuo chocan entre sí se produce una disonancia cognitiva que se intenta eliminar y que explica muchos procesos sociales. Un fumador que llega a saber que el tabaco produce cáncer entra en disonancia cognitiva, pues su saberse fumador choca con dicha nueva creencia. En consecuencia, actúa reequilibrando el conjunto, bien dejando de fumar, bien evitando en su contexto social toda información anti-tabaco.


c) Consolidación del paradigma cognitivo

El desarrollo del ordenador serial durante la Segunda Guerra Mundial dio lugar al despliegue de la IA (Inteligencia Artificial). Este proyecto constituyó la fuente de inspiración para el surgimiento de los principios cognitivistas, que habrían de afrontar el cuestionamiento mencionado del modelo conductista. Introduciremos, muy sucintamente, consideraciones clave en esta «génesis» del proyecto de la ciencia cognitiva.

c.1) Horizonte general: identificar el comportamiento con dispositivos de computación, es decir, de procesamiento de información

Los sistemas computacionales son, esencialmente, programas que procesan información. La nueva psicología, inspirada en este modelo, empezó a trabajar con la hipótesis de que los eventos mentales de los seres humanos se pueden describir como dispositivos que procesan información. Las nociones de «estímulo» y «respuesta» son ahora sustituidos por los de «entrada de información» (input) y «salida de información» (output). Las cadenas mediacionales (ese exigido «interior» del sujeto) se explican ahora como estados computacionales en un sistema complejo. Supuestamente, los seres humanos se comportan como si portasen cierto hardware y fuesen programados por la experiencia externa.

Un primer impulso lo ofrece la investigación sobre los procesos de «retroalimentación». En 1943, tres investigadores describieron el concepto de retroalimentación informativa: Rosenblueth, Wiener y Bigelow. Este concepto parecía conciliar la afirmación del mecanicismo y la idea del «propósito» intencional. Un ejemplo: un sistema de calefacción dotado de un termostato. Al determinar una temperatura para la habitación es como si le planteásemos un objetivo al termostato. Un termómetro mide la temperatura y apaga el aparato cuando se alcanza el grado deseado. Lo que aquí se procesa es «información». Y ello se hace en un bucle de retroalimentación. Si quisiéramos proyectar este proceso sobre el comportamiento humano podríamos decir que el termostato y la calefacción constituyen un organismo intencional, cuya meta o fin es mantener una temperatura constante.
En general, este modelo prometía explicar toda la conducta intencional como casos de retroalimentación. El organismo tiene alguna meta, es capaz de medir su distancia hacia ella y se comporta reduciendo dicha distancia. Sobre este modelo computcional de la mente se desarrolla la psicología congnitiva. Profundicémoslo un poco.

En el ámbito de la inteligencia artificial, A. M. Turing (1912-1954) dio el impulso definitivo en 1950. La cuestión que surge es la de si las máquinas y las mentes funcionan de la misma manera. Una máquina, que realiza un proceso computacional, es capaz de realizar operaciones que se asemejan a las de la mente humana. ¿Hasta qué punto? M áquinas y mentes funcionan de una misma manera o si, de un modo menos pretencioso, las máquinas pueden «simular» procesos mentales humanos. En cualquier caso, el reto está planteado en lo que se ha llamado «prueba de Turing». Propuso el autor que imaginásemos un juego de imitación, consistente en hacer preguntas diseñadas de tal modo que intentasen determinar quién está contestando, si un hombre o una máquina. Pensó que podemos calificar como inteligente a un ordenador si fuese capaz de engañar al interrogador y hacerle creer que es un ser humano. "Ingeligencia", pues, es un proceso comparable al de una máquina y deberíamos tomar a una máquina como inteligente cuando, observando sus respuestas a ciertas cuestiones (estímulos) y desde "fuera" (perspectiva de la tercera persona) no pudiésemos distinguir si se trata de un ser humano o no.

Este planteamiento, que procede de la matemática y de la ingeniería, fue asimilado en psicología. El psicólogo E. G. Boeing llegó a plantear algo parecido para su campo. Un robot, afirmó, al que no pudiésemos distinguir, en su conducta externa (en sus respuestas, en sus operaciones), de una persona, constituiría una demostración palpable de la naturaleza mecánica del hombre y de la unidad de la ciencia. Pues bien, las esperanzas de Boeing parecen haberse convertido en las expectativas de la nueva psicología fundada como ciencia cognitiva.

Una primera oleada de esta tendencia se produjo durante el final de los 50 y los 60. Se buscaba, en esta dirección, un paralelismo entre la estructura del cerebro humano y la estructura de los ordenadores electrónicos. Un gran «paso» lo ofrecieron Allan Newell, J.C. Shaw y Herbert Simon. Desde los 50 habían estado investigando sobre programas que solucionarían problemas determinados. Después profundizaron este intento mediante el desarrollo de un Solucionador General de Problemas (GPS: General Problem Solver). Se proponían una teoría completamente operacional de la resolución humana de problemas. Desde los 70 la teoría del procesamiento computacional de información fue implantándose más radicalmente en esa línea.

J. Lachman, R. Lachman y E. Butterfield, finalmente, en Cognitive psychology and information processing (1979), calificaron a la psicología cognitiva como un nuevo paradigma que profundiza y revoluciona al conductismo icorporando el modelo computacionalista para la explicación de los procesos mentales internos al sujeto. Herbert Simon continuó el programa, convirtiéndose en uno de los fundadores de la moderna psicología.

c.2. ¿Cómo opera la terapia cognitiva?

La forma hoy más generalizada de terapia cognitiva arranca de los principios de la Terapia Racional Emotiva Conductual de Albert Ellis. Su acrónimo inglés es REBT; el acrónimo español es TREC. Lo que se dice a continuación es fundamentalmente referido a este modelo (este modelo fue ampliado y desarrollado por Aaron T. Beck, que lo extendió a partir de mitad de los sesenta con el nombre de Terapia Cognitiva)

Los fundamentos principales del modelo terapéutico son los siguientes

c.2.1. Modelo A-B-C (Acontecimientos-Creencia o pensamiento y consecuencias emocionales).

Los acontecimientos nos producen creencias o pensamientos. Y éstos son los que generan una respuesta. El principio de fondo es el siguiente: «no son los hechos, sino lo que pensamos sobre los hechos, lo que nos perturba». El aserto, que forma parte del ideario cognitivista, se remonta a Epicteto, siglo I. La idea es que, frente al prejuicio de que las emociones negativas o no adaptativas son producto de las circunstancias, en realidad son consecuencia de pensamientos, de interpretaciones sobre la situación.

c.2.2. El objetivo de la terapia es el de una «reestructuración cognitiva», que trabaja sobre «distorsiones cognitivas»

La idea central está en que los problemas (depresión, trastornos de ansiedad, fobias, etc.) son expresión de un pensamiento distorsionado, de una «distorsión cognitiva» respecto a la situación de partida. El sujeto elabora unas creencias que distorsionan el sentido de lo acontecido. La terapia ha de lograr educar a reemplazar dicho «pensamiento erróneo» o «distorsión cognitiva» con ideas distintas más realistas (este principio ya no lo encontramos en Epicteto; en ningún autor de la Grecia clásica; el estoico no habla de distorsiones mentales, sino condicionamientos sociales a los que es necesario poner un límite -que es otra cosa-).

c.2.3. Tríada cognitiva (pensamientos erróneos sobre mí mismo, sobre la realidad y sobre el futuro)

Fue Ellis el que agrupó los «pensamientos erróneos» en estos tres tipos, una taxonomía que sigue siendo utilizada con mucha frecuencia. El primer grupo es el de la visión negativa del paciente sobre sí mismo, cuando es proclive a ligar sus experiencias desagradables con deficiencias suyas. El segundo grupo es el de pensamientos erróneos sobre el mundo, sobre la realidad. Al paciente le parece, por ejemplo, que la situación le presenta «demandas» excesivas que es incapaz de satisfacer, lo que provoca, a priori, su frustación. El tercer grupo es el de los pensamientos erróneos que son pensamientos negativos sobre el futuro (anticipaciones de implicaciones que poseen ciertas tareas y que le parecen al paciente, por ejemplo, excesivamente exigentes o no susceptibles de ser satisfechas, lo que lo encierra también en la impotencia).

c.2.3. Procedimiento clínico

En el tratamiento, en consulta, se suelen seguir cuatro pasos metódicos. En primer lugar, se realiza una descripción de la situación que provoca malestar al paciente, se determinan los acontecimientos observables. En segundo lugar, se realiza un análisis de los pensamientos que surgen en el paciente asociados a tal situación, es decir, las creencias que posee y que constituyen su pensamiento sobre la situación o realidad problemática. En tercer lugar, se analizan las consecuencias de las creencias o pensamientos anteriores sobre la conducta: consecuencias emocionales deseadas, consecuencias emocionales indeseables, consecuencias conductuales deseadas, consecuencias conductuales indeseables. Finalmente, comienza un debate, un diálogo o proceso de cuestionamiento racional, mediante el cual se buscan nuevas estrategias cognitivas y conductuales.

* * *


Hay dos grandes defectos en la psicología cognitiva, a mi juicio.

1) En primer lugar, la teoría computacionalista de la mente es el paradigma actual más vigente y extendido. Proviene de una discusión comenzada en la segunda mitad del siglo XX. A principios del XXI tal discusión fue paralizada y la obsesión computacionalista se impuso. Según ello la mente es una máquina (muy compleja, pero una máquina). Este paradigma se remonta (aunque sus defensores no suelan hacerse cargo de lo viejo que es su programa) al proyecto moderno de una Mathesis Universalis. Descartes concibió dicho proyecto como el de una cuantificación de lo real. Mathesis Universalis es una matemática profunda y extensible a la totalidad de lo real y del coportamiento del sujeto. Es la ciencia del "orden y la medida". Este viejo proyecto ha sido profusamente rebatido por la filosofía continental del siglo XX. El paradigma actual no toma nota de ninguna de estas críticas. Es un dogma, una fe. Es una religión. He expuesto una buena parte de las críticas mencionadas, especialmente las que provienen del naturalismo no reductivista continental (M. Merleau-Ponty) en el capítulo 6 de El conflicto entre continentales y analíticos (Barcelona, Crítica, 2002).

2) La terapia cognitiva tiene como base, tal y como se ha mostrado, una noción darwinista de la conducta humana según la cual el comportamiento humano es, fundamentalmente, adaptativo (respecto a las circunstancias). ¿Dónde queda el comportamiento capaz de transformar críticamente las circunstancias? No lo hay, no se toma en cuenta. Así de simple.

La terapia cognitiva enseña a adaptarse a la realidad social, sea ésta injusta o no. En una "distorsión cognitiva" el equivocado es el paciente, no el mundo o el futuro previsible. Se trata de adaptar al ser humano a las circunstancias, sin que éstas sean criticables. El objetivo de fondo no cuestionado es el de conseguir conductas «funcionales», es decir, exitosas en el medio en el que se desenvuelve el sujeto. Pero esto se podía ya inferir de la vocación misma de «cientificidad» del modelo. Un propósito «científico» tiene, lógicamente, que abstenerse de «valorar».

Juzgue usted por sí mismo.