MATERIALES DE DOCENCIA


J. Habermas
Crítica a la cultura de los expertos,
en el contexto de la
crítica al proceso moderno y contemporáneo de
racionalización del mundo de la vida,
según J. Habermas (un resumen)


El capitalismo no es la única fuerza que gobierna el rumbo de las sociedades contemporáneas. Hay otras fuerzas que se han desarrollado en la modernidad y que se han entretejido con él. Una de ellas es la que impulsa a la "racionalización del mundo de la vida" a través de procedimientos estratégico-instrumentales. Hay varias concepciones y descripciones de esta fuerza, que podríamos llamar (de un modo general) "funcionalista operacional". Una de ellas, muy destacada en la filosofia de la segunda mitad del siglo XX, es la de J. Habermas. La crítica de este autor tiene un fondo filosófico bastante denso y aplicaciones muy concretas (como la crítica de la cultura de los expertos, del cientificismo, de la racionalidad instrumental). Aquí proporciono un resumen.


Tomando como punto de partida la distinción, realizada en Ciencia y técnica como ideología, entre las esferas del «trabajo» y la «interacción», a las que corresponden, respectivamente, una racionalidad estratégica o instrumental y una racionalidad comunicativa (orientada al acuerdo), aborda Habermas en Problemas de legitimación del capitalismo tardío (1973), la reconstrucción del materialismo histórico. En Teoría de la acción comunicativa (su obra más importante y central), analiza el autor, de un modo sistemático, el tipo de racionalización que ha seguido la sociedad desarrollada, con el fin, también, de analizar las formas de patología a las que ha dado lugar. De especial relevancia son estas partes: vol. II, cap. VI («Interludio Segundo. Sistema y Mundo de la vida»). En el capítulo VII, § 3 («Tareas de una teoría crítica de la sociedad») muestra la productividad de este análisis como una nueva versión de las formas de crítica de la Teoría Crítica, como una nueva forma de aplicar la crítica guiada por el interés emancipatorio. He aquí un resumen de los aspectos fundamentales desarrollados en esta obra fundamental en la filosofía contemporánea.

De acuerdo con el modelo weberiano de explicación del proceso de racionalización moderno, éste sigue la vía de una expansión de los sistemas de acción racional-teleológica. Una acción racional-teleológica es la que está dirigida, no a los fines (valores, metas) de la praxis, sino a los medios (mecanismos, procedimientos) que la hacen más útil y provechosa (según las inercias propias de la sociedad en cuestión). Los medios para la realización de los fines se convierten, así, en el único telos (fin) de la praxis. Los medios se convierten en fines en sí mismos. Aquí radica el problema de la racionalidad teleológica.

La expansión de este tipo de racionalidad en las sociedades contemporáneas sustituye a las justificaciones metafísicas y tradicionales, que servían de base para la legitimación de la organización social y de la integración social. En este sentido, el proceso de racionalización (por medio de este tipo de racionalidad) de la vida ha tenido consecuencias deseables (en la medida en que establece visiones racionales capaces de sustituir a las visiones del mundo basadas en la mera creencia). Pero Habermas repara en que es esta expansión misma de la racionalidad teleológica la que constituye el factor opresivo fundamental de las sociedades desarrolladas. Veamos.

Conforme con el funcionalismo en un punto, reconoce que el desarrollo de las sociedades avanzadas exige la dimensión de un «sistema» (correspondiente a la esfera del «trabajo» en la acción humana, orientada por la acción estratégica), como mecanismo para la «reproducción material» de la sociedad. Ahora bien, junto a este aspecto de la sociedad, es necesario redescubrir, según Habermas, la dimensión comunicativa. Ésta constituye el ámbito en el que tiene lugar la «reproducción simbólica» de la sociedad (una reproducción a través del entendimiento en el mundo de la vida, por medios ligüísticos: el mundo socio-cultura).

De acuerdo con Habermas, a la lógica de la evolución social le es inherente que los procesos de diferenciación «sistémica» tengan que anclarse en el mundo de la vida mediante organizaciones institucionales, logrando así una legitimación. A lo largo de este proceso de evolución se constata un progresivo desarrollo de la complejidad del «sistema», que en las etapas más recientes ha necisitado, por sus propios requerimientos, una diferenciación interna entre dos subsistemas (el sistema económico, por un lado, y el sistema administritativo —el Estado—, por otro), subsistemas que se relacionan entre sí y se limitan mutuamente. Estos dos subsistemas utilizan «medios de control» para asegurar su dinámica interna —el «dinero», en el primer caso, y el «poder» en el segundo).

Por otra parte, la racionalización en el mundo de la vida ha experimentado una diferenciación de esferas de valor que en etapas anteriores se mantenían en una unidad relativamente indiferenciada: las esferas de la ciencia, el arte y la moral. La racionalización al nivel del mundo de la vida ha avanzado, además, hacia una progresiva instauración de la acción orientada al entendimiento. El mundo de la vida se reproduce a través tres dimensioes: la dimensión de la «cultura» («reproducción cultural»); la dimensión «sociedad» (que se refiere al ámbito de la «integración social» —regulación de las relaciones interpesonales a través de normas intersubjetivas) y la dimensión de la «personalidad» (que está referida a procesos de socialización de los individuos, a través, por ejemplo, de la educación y de cauces de formación de la «identidad»). Pues bien, conforme avanza la evolución social, se ha ido produciendo un proceso de «racionalización del mundo de la vida» en virtud del cual, la interacción es articulada —en esos tres ámbitos— no mediante el recurso al poder vinculante de cosmovisiones metafísicas o religiosas, sino tomando como fundamento el poder vinculante del acuerdo, producido a través de procesos lingüísticos de formación del entendimiento.

¿Cuál es, pues, la patología característica de las sociedades desarrolladas? La forma general de esta patología es, según Habermas, la de una «colonización del mundo de la vida» por parte del «sistema». Esto quiere decir:
(a) que la racionalidad estratégica o instrumental, característica de los «subsistemas», se ha autonomizado respecto a la racionalidad comunicativa del mundo de la vida (que es de la que debe extraer la justificación de sus fines u orientaciones), adquiriendo una inercia propia que se justifica por la inercia de sus propios mecanismos estratégicos;
(b) que ha «colonizado» el mundo de la vida sustituyendo la acción orientada al entendimiento por la acción orientada al éxito (acción estratégica o instrumental). La progresiva racionalización de los subsitemas de la producción y de la administración no es en sí misma patológica, sino que viene requerida por las condiciones mismas de supervivencia material de la comunidad. La patología se produce cuando tal diferenciación y racionalización se desvincula del mundo de la vida (al que debe servir), creando así un «desacoplamiento entre 'sistema' y 'mundo de la vida'») que acaba en el mecanismo de colonización mencionado.

Pues bien, ¿cómo se explica esta colonización? En las sociedades modernas, como hemos dicho, las cosmovisiones metafísico-religiosas pierden progresivamente su crédito como cauces de la vinculación interpersonal. En ese proceso de racionalización del mundo de la vida, la organización de la interacción queda a expensas de la capacidad de los miembros de la comunidad para forjar un entendimiento a través del diálogo intersubjetivo. Pero en tales circunstancias los potenciales críticos del mundo de la vida experimentan un crecimiento amenazador respecto a los subsistemas de la producción y del poder estatal. Las desigualdades sociales se hacen más palpables, los modos de represión más conscientes. De modo que el poder puede legitimarse cada vez menos en consensos jerárquicos o asimétricos. Este potencial crítico es disminuido, sin embargo, mediante una colonización de la racionalidad estratégica en el mundo de la vida. Por otro lado, la interacción, que ya no posee el amparo de las cosmovisiones metafísico-religiosas, se hace más arriesgada y expuesta al disenso desintegrador. De ahí que la colonización del mundo de la vida por parte del sistema venga requerida, incluso, por la inestabilidad del mundo de la vida mismo, para propiciar una «descarga» de la conflictividad y de las tensiones. Las tensiones sociales y la conflictividad queda superada si los actores asumen «mecanismos» estandarizados y regidos estratégicamente que sustituyen al lenguaje y los libran de tener que forjar el entendimiento por sus propios medios argumentativos o de defender puntos de vista justificados.

Los mecanismos deslingüistizados del «dinero» y el «poder» cumplen esa función de descarga. Simplifican la comunicación y la sustituyen por una forma de interacción estandarizada. Así, la racionalidad estratégica penetra en el mundo de la vida creando modos de comunicación técnicos o instrumentales que sustituyen a los modos lingüístico-argumentativos: grupos técnicos especializados, saberes tecnológicos y científicos como "especialistas" en problemas sociales. Por este camino, las instituciones se ven «descargadas» de la responsabilidad de justificar a cada paso sus tomas de posición y adquieren «competencia técnica» para influir en el organigrama social de modo inmediato. Pero este proceso, al «descargar» a la interacción de sus potenciales de conflicto y de sus responsabilidades inherentes, la cosifican. Tales cosificaciones constituyen las patologías de la sociedad moderna.

Ejemplos de esta colonización que «descarga» y «cosifica» la interacción del mundo de la vida:

— Monetarización de las relaciones humanas.

— Burocratización de las decisiones.

— Desde el mercado se determinan preferencias y valoraciones que deberían ser acordadas comunicativamente.

— Un amplio espectro de la dimensión política —como la formación de la opinión pública, las decisiones sobre fines, etc— se resuelven mediante métodos burocráticos o en virtud de exigencias económicas.

— Aparecen nuevas formas «míticas» generalizadas de comunicación que se erigen en sustitutos de la formación argumentativa de consenso, tales como el liderazgo moral de personajes con «aura» o la reputación profesional (el culto a los «profesionales»).

— Penetración en la esfera de los valores. El «imperativo técnico»: todo lo que pueda hacerse técnicamente debe hacerse.

— Esferas «informales» del mundo de la vida, como el tiempo libre, la cultura, las vacaciones, etc, son racionalizadas tan profundamente que quedan a expensas de una organización ya no controlable (administración pública, organizaciones burocráticas, leyes de la economía, ...).

— Tendencia a la «juridización del mundo de la vida». Ejemplo especialmente relevante: Teoría de la acción comunicativa, vol. II, pp. 502 ss.). La protección jurídica del individuo se convierte en una administración tan compleja que acaba cosificando las situaciones a las que se aplica. Así, por ejemplo, las prestaciones del Estado Benefactor (como la seguridad social) se tipifican al extremo y adquieren una forma tan abstracta y compleja que terminan convirtiéndose más en obstáculos que en prestaciones. La protección jurídica de los alumnos frente a medidas pedagógicas (calificaciones finales, repetición de cursos, etc.) se consigue al precio de una burocratización y justicialización tal del sistema de enseñanza que la socialización escolar queda descompuesta en un mosaico de actos administrativos. La vía «legalista», pues, se hace tan imperante que penetra en esferas del mundo de la vida cuya dinámica debería ser comunicativa.

Esta colonización del mundo de la vida por parte de la racionalidad estratégica o instrumental es sistematizada por Habermas en función de los tres aspectos contenidos en la «reproducción» simbólica de la interacción:

1. En el ámbito de la cultura, la colonización tiene lugar a través de la dirección de ésta por expertos o por técnicos («cultura de los expertos»). La patología consecuente es una «pérdida de sentido» acompañada por un «empobrecimiento cultural».

2. En el ámbito de la sociedad, las acción orientada al entendimiento se sustituye por la acción orientada al éxito. Como consecuencia se produce una «anomía»: falta de integración, de legitimaciones normativas de la interacción.

3. En el ámbito de la personalidad, se produce una crisis de orientación que se manifiesta en infelicidad, enajenación. Finalmente, provoca psicopatologías (de las que nadie, dice Habermas, puede ya estar a salvo).