Es inútil afirmar que la filosofía cojea. Habita la historia y la vida, pero querría instalarse en su centro, en el punto en que son advenimiento, sentido naciente. Laguidece en lo constituido. Siendo expresión, sólo se cumple renunciando a coincidir con lo expresado y distanciándose de él para ver su sentido. (...) Puede, entonces, ser trágica, porque tiene su contrario en sí; nunca es una ocupación seria. El ser humano serio, si existe, es el ser humano de una sola cosa a la que dice sí. Los filósofos más resueltos quieren siempre los contrarios: realizar, pero destruyendendo; suprimir, pero conservando. Siempre tienen una segunda intención. El filósofo dedica al hombre serio, a la acción, -a la religión, a las pasiones-, una atención acaso más aguda que nadie. Pero en ello justamente se advierte que nada de eso le va. (...) El filósofo de la acción es, tal vez, el más alejado de la acción. Hablar de la acción, aun con rigor y profundidad, es declarar que no se quiere obrar, y Maquiavelo es totalmente lo contrario de un maquiavélico, ya que describe las astucias del poder, pues, como se ha dicho, 'se va de la lengua'. El seductor o el político, que viven en la dialéctica y que tienen de ella el sentido o el instinto, sólo la utilizan para ocultarla. Es el filósofo quien explica que, dialécticamente, un opositor, en condiciones dadas, llega a ser equivalente de un traidor. Este lenguaje es justamente opuesto al de los poderes; éstos suprimen las premisas y dicen claramente que son criminales. Los maniqueos que chocan en la acción se entienden mejor entre ellos que con el filósofo; hay entre ellos complicidad, cada uno es la razón de ser del otro. El filosofo es extraño en esta reyerta fraternal. Aunque jamás haya traicionado, siente, en su manera de ser fiel, que podría traicionar; no toma partido como los otros, falta a su asentimiento algo de peso y de carnal...No es del todo un ser real (...)

El filósofo es el hombre que despierta y habla, y el hombre que contiene silenciosamente las paradojas de la filosofía, porque, para ser completamente humano, hay que ser un poco más y un poco menos que hombre"

Maurice Merleau-Ponty, Elogio de la filosofía (1953)