Introducción

En algún lugar del Reino de Navarra, año 1188...

En una hospedería próxima a Puente la Reina, donde se alojan muchos de los peregrinos que se dirigen a Santiago de Compostela, se reúnen en torno a una mesa un monje cisterciense de la región francesa de Bretaña llamado Robert d´Arbrissel, Balduino de Bourg, conde de Edesa, que más tarde llegaría a ser rey de Jerusalén a la muerte de su primo Balduino I, Filippo Pisano, rico comerciante italiano procedente de Pisa, y Bertrand Borg, un peregrino inglés que venía de un largo viaje a Tierra Santa. Desde allí emprenderán juntos la última parte del camino a Santiago de Compostela, pues es en esta localidad navarra donde confluyen las diferentes vías que desde todos los rincones del mundo conocido utilizaron los peregrinos en la Edad Media.

El viaje hasta Santiago de Compostela lo van a hacer en diez jornadas, a lo largo de las cuales tendrán oportunidad de atravesar uno de los corredores más importantes del arte románico europeo, en el que podrán encontrar las obras y conjuntos más notables de la época como resultado de este renacimiento artístico y cultural que se difunde entre los siglos XI y XII como consecuencia de una serie de factores, tales como el feudalismo, el incremento del poder real, la afirmación de la autoridad religiosa y la reforma espiritual. Todo ello se traduce en un conjunto de obras que sirven para mostrar el arte como una nueva expresión de la cultura del occidente europeo durante el medievo.

Cada uno de estos cuatro peregrinos llega al punto de partida con su propia percepción del arte románico en virtud de su propia experiencia personal y vital. Dicha percepción entrará en conflicto o confluencia con el románico hispano demostrando de este modo que el arte de esta época, desarrollado a partir de un fuerte denominador común, presenta también una flexibilidad extraordinaria para adaptarse a las necesidades y condiciones específicas de cada zona a medida que se levantaron ciudades y castillos, murallas y torres, monasterios, hospitales y, sobre todo, desde la más modesta ermita a la más majestuosa catedral del momento.

Como peregrinos a Santiago de Compostela, no falta en ellos ese sentir de renovación religiosa y espiritual propia de una época que encuentra en este fenómeno su mejor expresión, en tanto que todo ello se desarrolla en el seno de una civilización apoyada sobre un concepto de sociedad tradicional dispuesta conforme al orden natural de las cosas inherente a toda visión universalista y cósmica de la existencia y dominada por el orden espiritual.

En este panorama hay que insertar el fenómeno de la peregrinación que los va a llevar a Santiago de Compostela, atraídos primero por la propia leyenda en torno a este apóstol de Cristo y, después, como protagonistas de un movimiento de peregrinaje que se amplifica en el siglo XI con la potenciación del culto a las reliquias nuevas o tradicionales que adquiere en el románico su significación de mayor alcance. De este movimiento, la peregrinación a Santiago de Compostela era la más importante y transitada hasta el punto que es la única de la que se conoce incluso una especie de «guía del peregrino».

Robert d´Arbrissel, es un monje con conocimientos de cantería de ahí que se decanta particularmente por la arquitectura; Balduino de Borg había reunido en su palacio de Aquisgrán una importante colección de pintura sobre tabla, por tanto, con una especial sensibilidad hacia esta manifestación artística; Filippo Pisano había hecho su fortuna vendiendo mármol de las canteras de Carrara para tallas y relieves de ahí que conocía bastante bien el arte de la escultura, y Bertrand de Born era especialmente agudo en relación con las ciudades que visitó en cuanto a su forma, características, dimensiones y demás aspectos de interés. Los cuatro, por tanto, observarán desde una óptica muy precisa lo que encuentran en su camino recogiendo las impresiones que consideran más importantes en relación con lo que ven en cada uno de estos campos del arte románico español.

Conforme se van a acercando a su destino, cada vez son más frecuentes las noticias que reciben acerca de la gran catedral románica que se está construyendo en Compostela, así como de sus artífices y principales promotores.

Cuando, finalmente, llegan a Santiago se dirigen hacia su catedral. Allí tienen la oportunidad de conocer a un tal Maestro Mateo, que entonces ocupa el cargo de maestro mayor de las obras. En su taller les explica todo lo relacionado con el edificio, desde la planta hasta el acabado de sus portadas.

Desde allí tomarán rumbo hasta el puerto de Finisterre, en el extremo más occidental del litoral gallego, desde donde embarcarán, uno hacia las Islas Británicas y, los otros, hacia el puerto francés de La Rochelle desde donde se dirigirán hacia sus lugares de origen; no si antes visitar el santuario dedicado a Nuestra Señora, que, según la tradición, había mandado construir el propio San Pablo.

Puente la Reina (Navarra)
Robert dŽArbrissel
Balduino de Bourg
Filippo Pisano
Bertrand de Born