DYNAMIS. Acta Hisp. Med. Sci. Hist. Illus. 2005, 25, 547-585.
Esteban RODRÍGUEZ OCAÑA (ed.). The politics of the healthy life. An
international perspective, Sheffield, European Association for the
History of Medicine and Health Publications, 2002, ix+288 pp.
ISBN: 0-95365225-4.
El volumen colectivo aquí reseñado agrupa una excelente selección de los
trabajos presentados a la Fourth International Conference of the European Association
for the History of Medicine and Health (EAHMH) que en septiembre de 1999
se celebró en Almuñécar (Granada), en conjunción con la Third Conference
of the International Network of the History of Public Health. Los diez artículos
reunidos tienen como denominador común el estudio de la salud pública y
de la medicina social durante los siglos XIX y XX en distintos escenarios
geopolíticos del planeta. En ellos se analizan, desde la perspectiva de la
historia social y cultural de la medicina, distintos procesos de construcción
—producción, difusión y apropiación— de las ideas, los valores y las prácticas
relativos a la salud, la enfermedad y la asistencia, con particular atención a
las relaciones de conflicto y negociación entre los dispares agentes sociales
con capacidad para definir en cada escenario lo que es y lo que no es saludable.
Su editor, Esteban Rodríguez Ocaña, ha distribuido los artículos en
dos partes, en la primera de las cuales se abordan distintos estudios de caso
de conflictos en salud pública, mientras que la segunda parte se centra en
el proceso de construcción de la medicina social durante los dos primeros
tercios del siglo XX, con atención tanto a la esfera internacional, como a
escenarios específicos.
Uno de los cuatro artículos de la primera parte, el de Pedro Samblás
Tilve (pp. 41-62), se centra en la construcción del consumo de opiáceos
como problema de salud pública en España desde mediados del siglo XIX
hasta el final de la Guerra Civil, y rastrea el cierre gradual de la tolerancia
política y social al consumo de estas drogas mediante el análisis de los sucesivos
cambios legislativos y del contexto nacional e internacional que ayuda
a explicarlos. Los otros tres se centran en el ámbito británico: Gerry Kerns
y Paul Laxton (pp. 13-40) abordan las políticas de salud pública desplegadas
en el Liverpool victoriano ante la epidemia de cólera de mediados del siglo
XIX, poniendo énfasis en la estigmatización de los trabajadores inmigrantes
irlandeses como fuente del riesgo sanitario y en la instrumentación de las
diferencias religiosas para discriminarlos como potenciales receptores de
asistencia socio-sanitaria. Alfredo Menéndez Navarro (pp. 63-87) estudia un
pasaje significativo en la historia de la higiene industrial y en la construcción
de las enfermedades laborales: el debate a tres bandas (médicos, sindicatos
y políticos) que tuvo lugar en Gran Bretaña, entre 1928 y 1939, en torno a
los riesgos sanitarios derivados de la inhalación del polvo de amianto, con
particular atención a la apropiación del concepto de enfermedad laboral por
parte del experto médico y al papel de la medicina experimental en dicho
proceso. Finalmente, el examen por Shirish N. Kavadi (pp. 89-111) de la
campaña sanitaria contra la esquistosomiasis que la Fundación Rockefeller
desplegó en la India durante la década de 1920, pone de manifiesto la
discrepancia de agendas existente entre esta organización filantrópica norteamericana
y las autoridades imperiales británicas, así como el contraste
entre la percepción popular de esta extendida endemia y el programa de
«cruzada» sanitaria en favor del bienestar humano a través de la medicina
científica, en el que la Rockefeller se encontraba entonces embarcada en los
más dispares lugares del planeta.
Tres de los seis artículos incluidos en la segunda parte de esta colección
exploran distintos momentos y aspectos del proceso de construcción de la
medicina social a escala internacional entre el final de la Primera Guerra
Mundial y 1960. Paul Weindling (pp. 114-130) examina el surgimiento de
esta nueva concepción de la salud pública a resultas de la transformación
de un «evangelismo» sanitario en lo que hoy denominamos atención primaria
de salud; y subraya sus fundamentos intelectuales, sus agentes sociales
—individuales (la figura de C.E.A. Winslow, en particular) y colectivos; oficiales,
paraoficiales y privados; nacionales e internacionales) y los debates
acerca de los límites en la extrapolación de sus modelos de un país a otro.
El prematuramente desaparecido John Hutchinson (pp. 131-150) aborda el
tema de la ayuda humanitaria posterior a la Primera Guerra Mundial como
espacio de concurrencia de organizaciones públicas, parapúblicas y privadas,
a través del significativo caso de la atención a la infancia. Hutchinson presta
particular atención a las distintas agendas de éstas organizaciones, a las contradicciones
generadas en la práctica en razón de los distintos objetivos de
las ayudas, y a los problemas de financiación de sus actividades, para acabar
subrayando los límites del humanitarismo en la política internacional. Si su
estudio pone de manifiesto la crisis que vivieron el movimiento filantrópico
internacional y las organizaciones sanitarias interestatales (LNHO de Ginebra
y OIHP de París) al final del periodo de entreguerras, el de James Gillispie
(pp. 219-239) se concentra en los primeros años de la Organización Mundial
de la Salud (OMS/WHO) como agencia de ayuda sanitaria interestatal y sus
dificultades para promover, en colaboración con Organización Internacional
del Trabajo (ILO/OIT), un amplio programa de seguridad social en distintos
países del planeta, a resultas del bloqueo ejercido por las poderosas asociaciones
médicas estadounidense (AMA) y británica (BMA). Estas dificultades
forzaron finalmente la renuncia de la primera OMS a este ambicioso programa que estaba siendo impulsado por un grupo de consultores encabezado
por Milton Roemer (finalmente investigado por el FBI y obligado a emigar
a Canadá), y que también incluía a Henry Sigerist y René Sand, ente otros.
Los esfuerzos de las OMS se reorientaron entonces hacia la organización de
campañas internacionales de extinción de enfermedades. La lógica perversa
de la Guerra Fría haría también que, como bien recuerda Gillespie, la
Asociación Médica Mundial (WMA) —recién organizada bajo los auspicios
británicos— impulsara hacia los mismos años una campaña de rehabilitación
de los médicos colaboradores con los nazis, en la que los crímenes médicos
contra la humanidad se atribuyeron a la medicina estatalizada.
Los otros tres trabajos examinan las peculiaridades de los procesos de
construcción de la medicina social en tres escenarios nacionales específicos. El
de Gabriele Moser y Jochen Fleishhacker (pp. 151-179) ilumina el giro en la
orientación de la higiene social germánica durante la República de Weimar,
de la reforma social a la economía humana y la biología social; un cambio
de orientación esencial para comprender los fundamentos del programa de
la «medicina racial» nazi. Moser y Fleishhacker subrayan la importancia que
disciplinas instrumentales como la demografía vital y sanitaria, y la estadística
jugaron en este proceso de cambio, cuyo análisis se hace pivotar sobre
el protagonismo de dos generaciones de expertos. Lion Murand y Patrick
Zylberman (pp. 197-218) prestan atención a la concreción de la medicina
social en la Francia de los años 30, señalando sus fuentes inspiradoras y las
principales cuestiones a debate entre sus protagonistas (René Sand, Jacques
Parisot y Robert-Henri Hazemann, entre otros) en el vivo contexto político
nacional e internacional contemporáneo. Insisten en el papel nuclear jugado
en ella por la voluntad de resolver de forma más satisfactoria la asistencia
sanitaria en el mundo rural, al objeto de evitar que el contagio del fascismo
se difundiera por este ámbito de la vida social francesa; y destacan la prefiguración
final de un ideal de salud que sólo podía desarrollarse a partir de
una estrategia a largo plazo, similar a la asumida por la OMS años después,
y que incluía elementos visionarios, en línea con la visión escatológica de
Winslow cuando en los años 20 llamaba a «construir en la tierra la ciudad de
Dios». En contraste con estos dos últimos trabajos comentados, el de Marcos
Cueto (pp. 181-196) analiza las peculiaridades de un proceso «periférico» y
extraeuropeo de construcción de la medicina social, tanto en su vertiente de
disciplina académica como en proyección en el ámbito de la salud pública
nacional. Su acercamiento al caso del Perú entre 1920 y 1950 pivota en torno
a las biografías científicas de dos de sus más destacados pioneros, el peruano
Carlos Enrique Paz Soldán y el emigrado alemán Maxime Kuczynski, cuyas
actividades e ideas se enmarcan dentro del contexto socio-político peruano
de esas dos décadas. Cueto señala las fuentes inspiradoras del pensamiento
médico-social de ambos y analiza sus principales rasgos, con particular atención
a la impronta del «indigenismo».
El volumen colectivo aquí reseñado constituye, en suma, una espléndida
muestra de la mejor historiografía internacional de la salud pública en los
albores del siglo XXI. Vistos en su conjunto, los diez estudios agrupados
en este volumen ponen de manifiesto, desde perspectivas plurales, el papel
central jugado por los ideales de salud y de «vida sana» —el Homo hygienicus
de Alfons Labisch— en el disciplinamiento del cuerpo social inherente
a la construcción de las sociedades contemporáneas, a la vez que subrayan
la creciente dimensión internacional de estos ideales. Una dimensión internacional
que, como el propio Rodríguez-Ocaña se ocupa de señalar en su
sugerente presentación del volumen (pp. 1-12), no sólo responde al carácter
transnacional del conocimiento científico en que se sustentan las prácticas
sanitarias, sino que también está relacionada con la expansión europea y la
difusión mundial del hegemónico modelo médico occidental.
No puedo concluir estas líneas sin destacar el esmero puesto por Esteban
Rodríguez-Ocaña en su labor de editor científico, que se corona con la
inclusión de una exhaustiva compilación bibliográfica (pp. 241-272) y de un
valioso índice combinado toponomástico y de materias (273-288). Tampoco
dejaré de constatar la impecable factura de esta nueva publicación promovida
por la EAHMH, que hace el número 4 de la «History of Medicine, Health
and Disease Series».
JON ARRIZABALAGA
CSIC-IMF (Barcelona)