DYNAMIS. Acta Hisp. Med. Sci. Hist. Illus. 2005, 25, 547-585.
Juan Luis CARRILLO MARTOS (ed.). Medicina y sociedad en la España
de la segunda mitad del siglo XIX: una aproximación a la obra
de Federico Rubio y Galí (1827-1902), El Puerto de Santa María,
Ayuntamiento de El Puerto de Santa María-Asociación «Federico
Rubio», 2003, 516 pp. ISBN: 84-89141-59-2.
Entre los días 23 y 25 de septiembre del 2002, coincidiendo con el centenario
de la muerte y el 175 aniversario del nacimiento de Federico Rubio,
se celebró en El Puerto de Santa María —su ciudad natal—, un congreso con
el título «El Dr. Federico Rubio y Galí: Medicina y Sociedad del siglo XIX».
Resultado de este congreso, dedicado a profundizar en el estudio de la vida
y la obra de uno de los médicos más celebrados de la España decimonónica,
es el libro que ahora reseñamos; un libro en el que se incluyen los trabajos
de profesionales de distintas áreas de conocimiento, entre los que el grupo
más notable, por el número, lo constituye el de los historiadores de la
medicina pertenecientes a universidades e instituciones españolas diversas,
situadas en Madrid y en el este y sur del país (Barcelona, Valencia, Elche,
Albacete, Murcia, Córdoba, Málaga, Granada, Cádiz y Sevilla).
Como nos indica el editor del volumen en la presentación del mismo, para
estructurarlo se ha seguido, en líneas generales, la misma organización que
tuvo el congreso. Y, así, tras la preceptiva presentación, los agradecimientos
y una nota sobre los participantes, nos encontramos con lo que fue la conferencia
inaugural, impartida por Pedro Marset Campos —aunque elaborada
en colaboración con José Miguel Sáez Gómez—, titulada «Medicina, Estado
y Sociedad en la España de la segunda mitad del siglo XIX»: una extensa
contribución que actuó entonces como marco general de referencia donde
pudieran insertarse las aportaciones de los congresistas; pero que le sirve
hoy también al lector como necesario contexto que le ayude a comprender
mejor a Federico Rubio y su obra, sus actuaciones en los ámbitos político y
social, con todas sus luces y sus sombras.
A continuación se presentan los cinco bloques temáticos con los que
contó la reunión. En las cuatro intervenciones que configuran el primero de
ellos, se estudian aspectos diversos de los años formativos de Federico Rubio:
Juan Gómez Fernández recrea la etapa escolar en El Puerto de Santa María,
a partir de los datos recogidos en la obra autobiográfica Mis maestros y mi
educación. Carmen Cebrián González nos presenta lo que supuso el adiestramiento
y la práctica de la esgrima en la vida de Rubio, no sólo como medio
económico para costear sus estudios y ayudar a su familia, sino también en
la formación de su carácter. Juan Rafael Cabrera Afonso, con el apoyo de
abundante material documental, analiza de forma pormenorizada el paso de
Federico Rubio por la Facultad de Medicina de Cádiz. Por último, Juan J.
Rodríguez Ballesteros desvela de qué manera ha influido la crítica negativa,
desmesurada e injusta, que Rubio le dedicó en sus memorias a uno de sus
profesores gaditanos, el doctor José Mª López, en el trato posterior que los
estudiosos han dado al citado profesor.
El segundo y tercero de los bloques que componen este libro tratan de
los que son, sin duda, los aspectos más clásicos y mejor conocidos del médico
portuense: su extraordinaria y variada obra médica y su protagonismo
en la creación de importantes instituciones relacionadas con la enseñanza,
la práctica y la difusión de la medicina. María José Báguena Cervellera estudia
la importancia que alcanzó la microbiología en todas las actividades
desempeñadas por Federico Rubio, especialmente —aunque no sólo— en lo
relacionado con su aplicación a la cirugía, donde destaca la adopción temprana
que hizo del método antiséptico de Lister. Precisamente del legado
quirúrgico de Rubio, de sus aportaciones a los «tres pilares» que sustentan la
cirugía contemporánea —asepsia, analgesia y hemostasia— y de sus proyecciones
en los ámbitos asistencial, investigador y docente, se ocupa Fernando
López-Ríos Fernández. Como Emilio Balaguer Perigüel lo hace del interés
—no tanto teórico, sino sobre todo relacionado con la clínica— que Federico
Rubio manifestó por la Anatomía Patológica, como base necesaria para el
establecimiento de un diagnóstico preciso que permitiera dar con una indicación
terapéutica adecuada. Carla Pilar Aguirre Marco demuestra la gran
contribución de Federico Rubio al conocimiento y difusión de la patología
tiroidea, aunque engañosamente pudiera parecer éste un aspecto menor en
su obra, si se juzga por el número de publicaciones dedicadas a ella y si se
compara con las contribuciones que hizo a otras esferas del ámbito médicoquirúrgico.
El objeto de atención de Fermín Palma Rodríguez es la Anatomía
y Fisiología sociales, como pasos previos para la constitución de la auténtica
patología social, preocupación a la que Rubio dedicó varios trabajos. Como
también se los dedicó a las deformidades del cuerpo humano y la posibilidad
de constituir una nueva disciplina científica, la «Patomorfología», que
describiera y estudiara las relaciones existentes entre las alteraciones morfológicas
y la enfermedad; algo de lo que trata José Martínez Pérez en su
atractiva aportación.
José Danón sigue el rastro que Federico Rubio pudo dejar, en vida,
sobre la medicina catalana, a través de las notas y referencias aparecidas
en la prensa general y especializada. Juan Luis Carrillo aborda el tema
de los estudios médicos en Sevilla en la segunda mitad del siglo XIX, en
cuyo diseño participó Federico Rubio: la creación de la Escuela Libre de
Medicina en la que, novedosamente, se prestaba atención a las incipientes
especialidades médicas; su conversión posterior en Escuela Provincial, cuyo
plan de estudios las dejaba fuera y la creación, por último, de la Policlínica,
institución pionera en España, donde las especialidades médicas, nuevamente,
encontraban cabida. La labor iniciada por Rubio en Sevilla, en lo que a
la enseñanza de la medicina y de sus diversas especialidades se refiere, la
continuó después en Madrid, a través del «Instituto de Terapéutica operatoria
» o «Instituto Rubio». De sus orígenes, fundación y evolución se hace
eco María Isabel Porras Gallo en un excelente trabajo que nos muestra la
relevancia del citado instituto, tanto en el terreno asistencial, como en el
docente, por su destacada labor en la formación de especialistas médicos
en una época en que la enseñanza oficial prácticamente no lo contemplaba
y en que nuestro país buscaba su modernización sanitaria. Guillermo Olagüe
de Ros, por último, parte del nacimiento del movimiento documental
europeo e hispanoamericano para detenerse en la Revista Iberoamericana de
Ciencias Médicas, que Federico Rubio fundó en 1899, con el fin de aglutinar
«lo mejor de la ciencia médica española e iberoamericana» y nos dibuja un
interesante panorama de la evolución experimentada por tal revista —su
contenido, la procedencia de los artículos, los cambios de director, las luchas
de poder...— tras la muerte de su fundador en 1902.
La cuarta parte del libro se centra en otra cara distinta del polifacético
Federico Rubio: su actividad política. Una actividad que no careció de
importancia pues fue concejal, diputado en las Cortes Constituyentes del
Sexenio Liberal y en la legislatura de 1871; senador, en la de 1872-1873
y embajador de la I República Española, en Londres. Etapas todas que
desmenuzan los autores de las cuatro comunicaciones que componen este
bloque: Víctor Manuel Núñez García y María Luisa Calero Delgado se ocupan
de los primeros pasos de esa «carrera» política, cuando a los 27 años
de edad, en 1854, entra a formar parte como concejal del autoproclamado
Ayuntamiento Constitucional de Sevilla. Eloy Arias Castañón lo hace de la
trayectoria política de Federico Rubio como dirigente del partido demócrata
primero, y republicano federal después. José Manuel Macarro, a partir de
las intervenciones parlamentarias de Federico Rubio, que se recogen en el
Diario de Sesiones de las Cortes, trata de pergeñar la personalidad política de
Rubio, mientras que Rafael Sánchez Mantero hace la semblaza de nuestro
médico durante el brevísimo periodo de tiempo que actuó como embajador
de la I República en Gran Bretaña.
Se recogen, en fin, en el quinto bloque de este libro, seis trabajos que,
con mayor o menor acierto, tratan de enfocar las miradas hacia Rubio
desde ópticas distintas a las que hasta ahora han sido habituales. Ello les
confiere un interés especial —al menos, así se lo parece a quien esta reseña
escribe—, por cuanto contribuyen ciertamente a completar la imagen, al
parecer algo distorsionada, que tenemos del personaje. No se trata de hacer
leña de él, sino tan sólo de «recolocarlo», a la luz de nuevos elementos de
análisis. Encarnación Bernal nos presenta al Dr. Rubio como un mito, como
un prototipo modélico construido por la burguesía —y, dentro de ella, la
clase médica—, necesitada de una reafirmación propia y de reconocimientos
sociales y políticos; conclusión a la que llega tras la consulta de diferentes
fuentes documentales, especialmente la prensa especializada. El título del
trabajo de Luis Montiel, La «otra cara» de Federico Rubio, alude a los textos
que Rubio publicó firmados con un pseudónimo. El estudio de los mismos
puede resultar interesante para conocer mejor la opinión que tenía sobre
determinados puntos porque es un artefacto éste, el del pseudónimo, que
suele servir para ocultar la identidad de quien dice algo potencialmente
«peligroso». Aunque, como acertadamente postula Montiel, sólo se permite
hacer uso de este recurso quien ya ha hecho valer sobradamente su nombre
y está más o menos convencido de que «todo el mundo» sabe quién se oculta
tras el pseudónimo. Carmen Ruíz García y Antonio García del Moral, se
sirven del opúsculo de Rubio De la circuncisión para ilustrar el cambio del
discurso de la sexualidad en la España de finales del XIX, en el que cobró
especial relevancia la preocupación eugenésica por la mejora de la especie y
la regeneración biológica de los pueblos. Isabel Jiménez y María José Ruiz
someten el discurso y las actividades prácticas del doctor portuense, al escrutinio
de la «perspectiva de género»; escrutinio del que Rubio —como no
podía ser de otra manera, para un médico decimonónico, que pertenecía y
representaba a la burguesía liberal— no sale bien parado. Jesús Castellanos
examina la impronta del factor «social» en la obra médica de Rubio y las
consecuencias de contar con este factor sobre algunas áreas de la medicina
y, en concreto, sobre lo que se llamaría «terapéutica social». Y, por último,
Enrique Perdiguero y Rosa Ballester se acercan a Rubio y su relación con
el folklore médico, utilizando su figura para ejemplificar las contradicciones
de un médico práctico que, sin ningún tipo de formación en el campo
etnológico, se acerca a la medicina popular; y para reconstruir, en suma, el
complejo y difícil mundo de las relaciones que se establecen entre la medicina
popular y la académica.
El grueso volumen que da cabida a todas estas comunicaciones se completa
con un índice de abreviaturas utilizadas en los textos, así como de
un útil índice onomástico, especialmente necesario en una publicación de
estas características. Se trata, en suma, como sucede en toda obra colectiva,
especialmente cuando es resultado de un congreso, de un libro de contenido
desigual. Pero en su conjunto supone, sin duda ninguna, una nueva
aproximación, provechosa y sugerente, que completa y desmitifica a la vez
la figura de Federico Rubio y Galí y la realidad médica y sanitaria —y aun
social— de la España de la segunda mitad del siglo XIX.
BERTHA M. GUTIÉRREZ RODILLA
Universidad de Salamanca