DYNAMIS. Acta Hisp. Med. Sci. Hist. Illus. 2002, 22, 551-609.

Micheline LOUIS-COURVOISIER. Soigner et consoler. La vie quotidienne dans un hôpital à la fin de l’Ancien Régime (Genève 1750-1820), Genève, Georg Editeur, 2000, 318 pp. ISBN: 2-8257-0694-9.

Casi de manera automática (y no sé si premeditada por parte de su autora), este título, Soigner et consoler, rememora otro, Surveiller et punir (Foucault, 1975). De confirmarse esta expectativa, el libro reforzaría la controversia historiográfica bipolar que hasta fechas muy recientes ha enmarcado el estudio de la institución hospitalaria. No ha caído en esa trampa la autora o al menos no de forma explícita. El objetivo general de su trabajo ha sido recuperar y valorar la importancia de los cuidados ofrecidos a los enfermos ingresados en el Hôpital générale de Ginebra entre los años 1750 y 1820, bien entendido que la dimensión médica de este hospital (la presencia permanente de enfermos en sus salas es un signo de medicalización), como la de cualquier otro de Antiguo Régimen, no se contrapone a su papel de regulador social: en el hospital, una especie de sociedad pequeña, interactuaban las mismas clases y poderes que lo hacían extramuros, generando también allí prácticas tutelares, asistenciales y de control social. A esa sazón, ella sólo ha estudiado la población hospitalaria caracterizada como enferma por los administradores y acogida en dependencias diferenciadas al efecto (el 46,5% del total de 26.449 personas ingresadas a lo largo del periodo). El estudio carece de un sentido volcado hacia la historización. Su concreta acotación temporal es puramente instrumental: abarca un periodo que ha permitido calibrar el alcance concreto de las grandes transformaciones experimentadas por la medicina y la cirugía, pero su precisa justificación no ha sido otra que la disponibilidad de fuentes que permitieran realizar un estudio cuantitativo, en concreto la construcción de una serie temporal extendida entre 1750 y 1819. De hecho, apenas hay una ordenación diacrónica de los sucesos y las referencias a coyunturas particulares son de trazo grueso. El lugar de la economía es prácticamente inexistente. Domina el método sociológico y el lector percibe en todo momento ese gusto por la atemporalidad. El único tiempo rememorado con cierto detalle es el de las vidas de los protagonistas de la historia. Su interés por rescatar la cotidianidad consumida en el hospital ginebrino por los enfermos y sus cuidadores ha privilegiado el recurso a la composición de historias individuales, relatos fugaces de estancias de enfermos y breves reseñas biográficas de algunos de sus asistentes, el hospitalier Abraham Joly, el gouverneur David Haas o los cirujanos Daniel Guyot y Etienne Meschinet. Micheline Louis-Courvoisier valora explícitamente los métodos de la microhistoria. La propia estructuración y ordenación de los contenidos del libro revela esa opción narrativa: se ha querido reproducir la secuencia temporal del proceso asistencial desarrollado en régimen de internamiento, entrada (cap. 1), estancia (caps. 2, 3 y 4) y salida (cap. 5), un proceso cargado de humanidad.

El capítulo 1º, Les malades et leur entrée dans l’hôpital (pp. 17-81), ofrece, por tanto, una caracterización de dichos enfermos, cuya eventual hospitalización exigía reunir una doble clase de condiciones: el reconocimiento de una enfermedad y de una situación económica y social precaria. Dicha caracterización presenta, no obstante, un sesgo muy significativo, causado por la existencia de grandes lagunas documentales (la serie sólo registra en toda su extensión el sexo de los asistidos): sólo una tercera parte de los 12.299 enfermos ingresados recibieron un registro diagnóstico, hasta 145 diferentes (entre los más frecuentes, gale, fausse rache, blessures, aliénés y maladies vénériennes —escrito así—, que la autora clasificó utilizando nosologías contemporáneas); los apuntes relativos al estado civil, profesión, origen geográfico y duración de la estancia corresponden a sólo tres años (1761, 1792 y 1817) y los de la edad a sólo dos. Tales lagunas no le han impedido componer subepígrafes muy ingeniosos e informa-tivos: Le célibat: une nécessité?, L’homme et la fleur de l’âge, Une question de distance. Por su parte, el capítulo 2º, Le premier contact du malade: la direction, sa structure, ses initiatives médicales (pp. 83-138), analiza el papel desempeñado por la dirección del hospital. El dominio del poder político es casi absoluto: de los once miembros de la dirección, diez están implicados directamente en el gobierno de la ciudad; el otro es un religioso. La dirección monopoliza el ejercicio de la admisión hospitalaria y lo trasciende al ocuparse de otras cuestiones terapéuticas y de interés higiénico general. A este respecto la figura del hospitalier (mayordomo) resulta esencial: de él depende la gestión diaria y el cuidado de los enfermos. Los capítulos 3 y 4, Au lit du malade: gouverneurs et gouvernantes, valets et domestiques (pp. 139-180) y Le malade et le médecin (pp. 181-241), dan cuenta del personal asistencial. Los enfermeros y enfermeras, laicos, que no realizan curas, muy próximos socialmente a los enfermos y, en general, perfectamente integrados en el hospital, «juegan el papel de correa de transmisión entre los diferentes poderes y el enfermo» (p. 139). En general, al igual que los criados, eran reclutados tras su paso como asistidos por el hospital, una vez que habían mostrado un tipo de cualidades y condiciones individuales especialmente valoradas por los administradores: fidelidad, disponibilidad, experiencia, humanidad, limpieza. Por su parte, los médicos y los cirujanos, uno de cada clase durante todo el periodo, ocuparon plazas de «figurantes» en el hospital (realizaban una visita diaria); sin poder alguno (tampoco en la admisión), casi sin voz (ni tan siquiera para opinar sobre las funciones de los cuidadores y enfermeros) y casi absolutamente faltos de iniciativas. Por último, el capítulo 5, Sortir de l’hôpital (243-259), presenta las condiciones de la salida de los enfermos, y subraya el papel de ruptura que siempre representa ésta: por el eventual fallecimiento o por quebrarse la relativa placidez conseguida en sus dependencias: «la salida debe ser casi tan inquietante como la entrada» a causa de la precariedad socio-económica (p. 251). Las tasas de mortalidad son de hecho muy elevadas: entre un 17% y más de un 19%, según los decenios. Las explicaciones de tan elevada mortalidad (más acentuada en el caso de las mujeres) remiten a la gravedad de los padecimientos, mayor en el caso de las mujeres, que alargan el plazo de espera para entrar en el hospital: como señaló el hospitalier Abraham Joly, ellas «ont plus de patience de leurs maux».

No es precisamente la paciencia la virtud que estimula la lectura de este libro, que está redactado con un estilo ágil, pleno de frescura y vitalidad (las mismas que tuvieron los protagonistas de su historia). A la consecución de tal efecto no ha sido ajena la buena selección de las fuentes utilizadas (entre ellas los Fonds Tissot de la Bibliothèque Cantonale de Laussanne). El libro contiene, asimismo, una excelente selección bibliográfica (ninguna referencia española).

JOSÉ VALENZUELA CANDELARIO
Universidad de Granada