DYNAMIS. Acta Hisp. Med. Sci. Hist. Illus. 2002, 22, 551-609.

Luis GARCÍA BALLESTER. La búsqueda de la salud. Sanadores y enfermos en la España medieval, Barcelona, Editorial Península [Historia, Ciencia, Sociedad, 321], 718 pp. ISBN: 84-8307-402-8

La imagen tradicional acerca de la historia de la medicina medieval española ha recalcado de forma especial la importancia de la Corona de Aragón en su desarrollo, con muy escasos acercamientos hacia el mundo castellano. Desde la ya clásica síntesis de Antonio Cardoner Planas Història de la Medicina a la Corona de Aragó (1162-1479), aparecida en 1973, pasando por los abundantes estudios sobre la figura de Arnau de Vilanova, al que Juan Antonio Paniagua dedicó notables análisis —recogidos en parte en sus Studia Arnaldiana. Trabajos en torno a la obra médica de Arnau de Vilanova, c. 1240-1311 (1994)—, hasta el propio Luis García Ballester, editor responsable, además, del la edición crítica de las Opera Omnia Medica de este médico, en general todos los historiadores han incidido en el relevante papel jugado por los territorios de la Antigua Corona de Aragón en el proceso de asimilación, traducción y difusión del pensamiento científico clásico. Quizás, también ha contribuido a esta hipertrofiada imagen la intelectualmente poderosa escuela española de historiadores de la ciencia centrados en el período medieval, como José María Millás Vallicrosa, Julio Vernet o Julio Samsó. Salvo el Toledo del siglo XII, el resto de Castilla apenas había merecido una atención sistemática por parte de los historiadores de la medicina y de la ciencia hispanos, de tal forma que de la Escuela toledana se pasaba al fecundo periodo renacentista, sin apenas solución de continuidad, salvo algunos comentarios más o menos exigentes sobre la aparición de las Universidades en la corona castellana, especialmente Salamanca. ¿Quiere decir lo hasta aquí dicho que no han existido acercamientos rigurosos al mundo medieval castellano? Por supuesto que sí, aunque parciales y centrados en algunas figuras o cuestiones significativas de esa medicina medieval, como Mosse ben Samuel de Rocamora, más conocido por Juan de Aviñón, o Alfonso de Chirino, entre tantos otros.

El libro que me digno reseñar es una obra importante, por diversas razones. En primer término porque ofrece, por primera vez en la historia de la medicina hispana, un panorama general, muy completo, diverso y lleno de matices, de la medicina medieval en los antiguos territorios de la Corona de Castilla. En segundo término por lo novedoso del acercamiento. Y finalmente, porque el autor, llevado de un deseo totalizador en su acercamiento a la cuestión, trata temas escasamente tenidos en cuenta en otros estudios, y los mejor conocidos los aborda introduciendo novedosos elementos en su análisis. Con rotundidad he de afirmar que, tras la edición de esta obra, hay un antes y un después en el conocimiento sobre la historia de la medicina medieval hispana.

La búsqueda de la salud está estructurada en seis amplios capítulos. En el primero se nos ofrece un amplio panorama teórico sobre la medicina en la Castilla medieval. En el segundo, la fundamentación doctrinal del galenismo medieval y la aparición de los nuevos profesionales, médicos universitarios y médicos de formación abierta. En el siguiente, se estudia la producción y circulación de obras médicas, dedicando especial atención a notables figuras, algunas mejor conocidas y otras menos, como Juan de Zamora, Juan de Aviñón, Alfonso de Chririno y otros. Aborda García Ballester en el capítulo cuarto el determinante papel de las minorías, judía y mudéjar, en el curso de la medicina medieval. En el siguiente epígrafe se trata del control social de la práctica médica. Finalmente, en el último capítulo se analiza con detenimiento «la çiencia y el ofiçio de la boticaria».

Luis García Ballester construye su obra sobre una hipótesis altamente atractiva, que la sociedad bajomedieval europea y castellana se interesó por la medicina no sólo como un arma efectiva en la lucha contra la enfermedad, sino como una vía para el logro del ideal de salud. La salud, sinónimo de prosperidad y bienestar, se convirtió en un ideal en el mundo castellano medieval, que cimentó entre los siglos XII y XIII desde el marco conceptual del galenismo. A partir del siglo XII la medicina se fundamentó en la filosofía natural, es decir, en los libros naturales de Aristóteles. La medicina, convertida de esta forma en scientiae, fue saber común para doctos y profanos, y en cuya difusión y expansión la lengua castellana jugó un determinante papel.

En el proceso de formación del medicus, la Universidad castellana, especialmente en el sur de la península, tuvo escaso relieve, por razones aún no suficientemente claras. Junto al médico de formación universitaria, es decir, el procedente de un sistema cerrado de conocimientos, existió otro modo de formación, abierto, de gran éxito y alcance poblacional, en el que el futuro sanador aprendía su oficio junto a un maestro. García Ballester dedica un parte notable de su obra a analizar de forma detallada ambos modelos, especialmente el segundo, dando razón de las motivaciones políticas y sociales que matizaron ambos tipos.

También es muy novedoso el acercamiento que hace García Ballester al capítulo terapéutico, central para el galenismo. Su fuerte inclinación a la polifarmacia explica que la preparación de medicamentos fuera determinante en la medicina la época. Utilizando como principales fuentes documentales diversos recetarios, como el de Enrique IV, el de la casa de Alba y el de Murcia, se analiza de forma detenida el polivalente mundo profesional de la boticaría, el papel de las minorías no cristianas en su desarrollo, los conflictos de competencia, y la notable significación del arte de la destilación en la preparación de compuestos medicinales.

La búsqueda de la salud es el resultado de muchos años de dedicación al mundo de la medicina medieval de Luis García Ballester. No es obra de síntesis, pero a pesar de tratarse de una obra de alta investigación, está escrita con una gracia y atractivo fuera de lo común. Por desgracia, es obra póstuma, más los desvelos de Jon Arrizabalaga, su fiel amigo y colaborador, han hecho posible que vea la luz tal como Luis deseaba. La fecundidad científica de García Ballester dejó en prensa algunos otros estudios que, sin duda, añadirán nuevos matices a esta importante obra.

GUILLERMO OLAGÜE DE ROS