DYNAMIS. Acta Hisp. Med. Sci. Hist. Illus. 2002, 22, 551-609.

Jean-Pierre BÉNÉZET. Pharmacie et médicament en Méditerranée occidentale (XIIIe-XVIe siècles), Paris, Honoré Champion, 1999, 794 pp. ISBN: 2-7453-0001-6. (*).

En 1999 unos doscientos historiadores e historiadoras de la farmacia se reunían en Florencia para celebrar su 34 Congreso Internacional. En las principales universidades europeas son abundantes los cultivadores de este campo desde los primeros años del s. XX y la existencia de una Academia Internacional de Historia de la Farmacia, de una Sociedad Internacional y de distintas sociedades nacionales son hechos constatados.

Sin embargo, en estos ambientes no proliferan demasiado las publicaciones de casi 800 páginas firmadas por un solo autor, de ahí la agradable sorpresa que produce la aparición del texto que ahora comentamos, sorpresa que a su vez se convierte en admiración al comprobar que estamos, por fin, ante un nuevo modelo para construir la Historia de la Farmacia.

No cabe duda que la lectura de este texto nos lleva a otros valores donde las mentalidades, lo cotidiano, el ser humano y su espacio, son coordenadas básicas para la construcción temática. Situado en la transición Bajomedieval / Renacimiento y en el espacio Mediterráneo occidental, la obra se vertebra en los siguientes apartados: un primer capítulo donde se describen las fuentes documentales, iconográficas y museológicas; es de destacar aquí la ingente labor archivística que el autor ha realizado y que seguramente si hubiera hecho terceras lecturas de estos documentos, hubiera aportado conclusiones más definitivas que hubieran fijado con mayor exactitud el tema. Una segunda sección introduce al lector en un breve repaso por la historia general de la Farmacia; en él se menciona el marco institucional, los cometidos del especiero o boticario, el modelo árabe de la práctica e incluso la mención de minorías marginadas en este ejercicio como es la presencia de judíos; completa este apartado ciertas consideraciones sobre los manuales para la preparación de medicamentos de este periodo. Bajo el epígrafe tercero y cuarto, se abordan las grandes novedades metodológicas de este autor; con subtítulos literariamente muy logrados como son «propiedad rural: lo concreto, el sueño y la distinción», o «los consumidores de cuidados y de medicamentos», y previa selección de una serie de ciudades del sur de Francia, Italia y Corona de Aragón, Bénézet, nos pone sobre la pista de lo que supuso el ejercicio farmacéutico contextualizado en el resto de profesiones, en su práctica cotidiana, en el acto de dispensación del medicamento, en la parafernalia de sus instrumentos, y en la decoración de su microambiente, así como sus vestidos, su estatuto familiar, su artesanía, etc. El capítulo quinto se ciñe al quehacer farmacéutico; en él nos cuenta en que consistía el material de la oficina y entra en minuciosos detalles en torno a la preparación de simples y otros asuntos que van desde las características de los morteros y los alambiques hasta las más variadas tenencias además de los fármacos existentes en la botica como las confituras, bebidas, alimentos o cera. Los capítulos siguientes podrían considerarse una segunda parte puesto que quedan a modo monográfico centrados en el medicamento, en la terapéutica farmacológica medieval y sus reglas, el conocimiento de drogas, posología, propiedades, formas farmacéuticas y sus indicaciones así como las conexiones entre medicina, medicamento y religión, y medicamento, medicina popular y terminología terapéutica.

En su afán por enseñar al posible lector todo un cuerpo de doctrina histórico-farmacéutico, Bénézet, dedica casi cien páginas a describir las vías de administración de los medicamentos oficinales y, siguiendo una clasificación por indicaciones contemporánea, se refiere a medicamentos líquidos de la vía cutáneo-mucosa, medicamentos ginecológicos, formas sólidas destinadas a uso externo, etc. Conclusiones, anexos, índice patronímico, de autores y de obras, de nombres de lugares, temático y tabla de materias cierran este texto y nos evidencia muestra la cuidada edición que además va prologada por Jean Flahaut miembro de la Academia de Medicina.

Así pues, hemos de reconocer que este investigador en solitario ha pretendido cambiar a otra historicidad, donde la complejidad de lo social supera el discurso lineal del conjunto de sucesos a que tan acostumbrados nos tienen el grupo de estudiosos de la farmacia tradicionales. Es otro horizonte histórico donde la unicidad del acontecimiento se anula en una interacción de secuencias que nos muestran la connotación existencial del oficio de farmacéutico y sus conductas específicas.

Nuestro autor escribe al comienzo de la obra que él, de profesión farmacéutico, ha aprendido de historiadores e historiadoras por creer firmemente en la interdisciplinariedad de la Historia de la Farmacia, aunque, citando a Braudel, «pueda parecer presuntuoso para un novicio, introducirse en un campo tan amplio». Y quizá él mismo esté aquí manifestando su propia autocrítica ya que aunque entre sus páginas haya alusiones a la utilización de ciertos inventarios para el estudio de la dinámica familiar, estrategias matrimoniales etc., sin embargo, no logra con exactitud transmitir plenamente la mentalidad y vida cotidiana de los actores de su «historia». La autonomía del medio geográfico, la temporalidad y su contexto económico, social y científico nos ofrecen un orden estructural que con mayor sobrepeso de realidades antropológicas y culturales e incluso con un tratamiento lógico-lingüístico o morfo-sintáctico de los términos, hubiera abierto a los futuros investigadores a nuevas potencialidades y tipologías más precisas.

Es evidente además que sus estudios universitarios le imprimen mayor carácter que su formación doctoral, ya que disfruta cuando se sumerge en el mundo de los alambiques, morteros, recipientes de trabajo o «baterías de cocina» sobre los que el boticario construyó el transcurso de sus días en su casa-botica. Quizá la pasión por su propiedad le hace olvidar la institución del Hospital y otras imágenes en relación con la sanidad que suponen una colectividad y no una individualidad. 

A pesar de estas ausencias, insistimos en la validez de los enlaces dialécticos que este libro nos ofrece y en la brillante articulación de sus contenidos al intentar mostrarnos un posible diálogo entre el enfermo y su terapéutica.

(*) Nota editorial: Esta reseña y la anterior pertenecen al volumen 21, en el cual fueron publicadas, incorrectamente, de manera parcial.

SAGRARIO MUÑOZ CALVO
Universidad Complutense de Madrid