LAS INTERACCIONES RELIGIOSAS EN LA SICILIA OCCIDENTAL Y CENTRO-OCCIDENTAL EN LA ÉPOCA ARCAICA

RELIGIOUS INTERACTIONS IN WEST AND MIDDLE-WEST SICILY IN THE ARCHAIC AGE

Chiara DANIELE *

Resumen
En la Época Arcaica la Sicilia occidental y centro-occidental presentaba un panorama muy heterogéneo desde un punto de vista étnico y cultural. Un análisis de los varios cultos y de las interacciones entre las diferentes tradiciones religiosas puede ser útil para recuperar la parte más íntima de la identidad cultural de los pueblos indígenas. Es lógico suponer que los Indígenas, sobre todo en la Época Arcaica, tutelaron sus propias tradiciones religiosas ante la amenaza de los colonizadores. Hay que explicar, entonces, por qué en algunos yacimientos indígenas se realizó la coexistencia de rasgos religiosos locales y de otro origen.

Palabras clave
Sicilia occidental, Época Arcaica, interacciones, religión, indígenas.

Abstract
During the archaic period west and middle-west sicily presents a very varied situation both from ethnic and cultural points of view. Analyzing the different cults and the interactions between religious traditions of different origins, we could be able to recover the deepest part of the cultural identity of the native populations. Especially in the archaic period, they probably kept alive and preserved their religious traditions against the colonist’s threat. Therefore, we must explain the reason why both local and foreign cultural elements coexisted in some archaeological sites.

Key words
West Sicily, Archaic period, interactions, religion, native populations.


INTRODUCCIÓN

Gracias a la posición que ocupa Sicilia en el centro del Mar Mediterráneo y a la accesibilidad que presentan todas sus costas, el territorio de la isla ha sido siempre un escenario que ha dado lugar al encuentro entre diferentes culturas.

Su región occidental y centro-occidental, cuyo límite con la parte oriental se considera tradicionalmente el río Salso-Imera (fig. 1), en Época Arcaica presentaba un panorama muy heterogéneo y complejo por los diferentes influjos y las interacciones múltiples que concernieron a esta parte de la isla y por la presencia de varios grupos étnicos que vivían en estrecho contacto entre sí.

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Fig. 1 Sicilia y grupos étnicos (Fondacaro 2005, fig. 1, p. 815)


Cuando los colonos griegos llegaron, en la segunda mitad del siglo VIII a.C., encontraron un sistema bastante variado de grupos étnicos asentados en el territorio. La región occidental y centro-occidental (fig. 2), en la que se enfoca este estudio, estaba ocupada por los Sicanos, los Élimos y los Fenicios quienes, como nos cuenta Tucídides, a la llegada de los Griegos abandonaron sus posiciones a lo largo de la costa oriental de Sicilia y se mudaron a la parte occidental ocupando Mozia, Solunto y Panormo (Thuc., VI, 2, 6). Para completar el cuadro faltan los Sículos que ocupaban el área oriental. Se suele hacer referencia a los Sicanos, a los Élimos y a los Sículos utilizando el término “indígenas” por su antigua y estable presencia en la isla antes de la llegada de los Griegos; en verdad, sobre todo en el caso de los Sicanos y de los Élimos, hoy en día su procedencia es un problema sin resolver y todavía objeto de estudio (TUSA 1969; NENCI 1989: 21-26; TUSA 1989: 31-54; LA ROSA 1989: 47-50; ANELLO 1997; DE VIDO 1997; PANCUCCI 1997: 562; SPATAFORA 2002A: 3-4; TUSA 2005: 544-545; PANCUCCI 2006: 107-119; FINLEY 2009: 18).

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Fig. 2 Sicilia occidental y centro-occidental (Vassallo 1999a, fig. 2, p. 9)


Una heterogeneidad tan marcada, a menudo, ha sido causa de conflictos pero, al mismo tiempo, ha permitido que se produjeran muchas relaciones e interacciones culturales que han interesado varios aspectos como, por ejemplo, el ámbito de las tradiciones religiosas.

No tenemos fuentes históricas escritas directamente por los pueblos indígenas y las menciones más antiguas sobre estos grupos étnicos conocidas hasta ahora, pertenecen a los Griegos que transmitieron informaciones fragmentarias y poco objetivas. Por consiguiente, la investigación arqueológica es fundamental para el conocimiento de la cultura y, en particular, de los cultos de estos pueblos. Sin embargo hay que tener en cuenta que los yacimientos indígenas de Sicilia se han estudiado menos con respecto a las colonias griegas y además, a menudo, la investigación arqueológica no se ha desarrollado de manera sistematizada.

La colonización griega ciertamente ha producido un impacto bastante fuerte en el equilibrio de los pueblos ya presentes en la isla y ha determinado cambios relativos a la disposición territorial y también de carácter socio-económico y político; además los influjos culturales griegos, a lo largo del tiempo, se han introducido y se han difundido en el territorio afectando también el ámbito de las religiones. El tema del las consecuencias de la colonización y de las relaciones entre Indígenas y Griegos ha producido y produce todavía muchos debates y es una cuestión abierta (BRELICH 1964-1965: 35-54; MANNI 1976; CUSUMANO 1994; JOURDAIN-ANNEQUIN 2006). Un análisis de las fuentes y de los resultados de la investigación arqueológica relativos a los yacimientos indígenas y limitados a la Época Arcaica puede sacar a la luz aspectos propios de las tradiciones religiosas indígenas que, a lo largo del tiempo, han sido ocultados, a través del fenómeno del sincretismo, por cultos que han llegado a ser dominantes. Parece razonable pensar que, sobre todo ante la presencia amenazante e incisiva de los Griegos, los Indígenas han intentado defender la propia identidad preservando elementos radicados en la propia tradición y en la propia cultura como precisamente son los cultos. Es fundamental, entonces, examinar las relaciones e interacciones de ámbito religioso entre los diferentes grupos étnicos y buscar una identidad indígena que evidentemente no ha desaparecido repentinamente a consecuencia de la colonización y que ha continuado teniendo una función importante en las dinámicas y en los equilibrios de un territorio culturalmente tan heterogéneo, si bien no es fácil investigar y descifrar esa identidad.


RELIGIONES, CULTOS E INTERACCIONES CULTURALES

La interpretación de las evidencias arqueológicas relativas a los cultos indígenas en la Edad del Bronce y en la primera Edad del Hierro, es bastante problemática. Lo que se puede deducir es que los cultos indígenas estaban relacionados con elementos telúricos, con la fuerza regeneradora de la naturaleza, con la fertilidad, con la fecundidad de mujeres y varones y con el ámbito de la ganadería. Asimismo existen evidencias del culto de las fuentes y de las aguas y, también, contextos sagrados relativos al combate con restos de armas y armaduras.

Una estructuración clara del ámbito religioso en los contextos indígenas se realizó solamente a partir del siglo VII a.C. (ALBANESE PROCELLI 2006:43-56). Se supone que los santuarios indígenas más importantes eran utilizados por los colonos para las relaciones y los intercambios con los pueblos autóctonos, como induce a pensar el conspicuo hallazgo de objetos griegos en algunas áreas locales de culto. Los santuarios y las celebraciones religiosas representaban lugares y motivos de encuentro entre los distintos elementos de una comunidad, también, entre comunidades diferentes y ocasiones de interacción que podían adquirir, al mismo tiempo, una función social y política.

Un cambio evidente en el mundo indígena se produjo en la segunda mitad del siglo VI a.C. por medio de la formación de sistemas sociales más diferenciados, de la construcción de fortificaciones y también por medio de una nueva organización de los espacios sagrados. Aparecieron estructuras con una función específica y formas arquitectónicas sagradas de tipo griego como los edificios en forma de oikos (LA ROSA 1996:532; ALBANESE PROCELLI 2006:62-63).

El área centro-occidental

En la región centro-occidental de Sicilia, en un área que pertenecía a la cultura sicana, entre la extremidad oriental del grupo de montañas llamado Monti Sicani y el río Salso-Imera, se encuentran tres centros indígenas en los que la investigación arqueológica ha conseguido resultados muy interesantes. Se trata de Colle Madore, Sabucina y Polizzello (figs. 2 y 3).

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Fig. 3 Colle Madore, Polizzello, Sabucina (Google Earth)


Estos centros están ubicados en el interior y tienen una situación privilegiada entre las costas septentrional y meridional que favorecía las relaciones con las colonias griegas costeras, como Himera, Agrigento y Gela y también con las colonias fenicio-púnicas de Palermo y Solunto en la costa septentrional. Además estaban situados a lo largo de caminos de penetración muy importantes, como el valle del río Torto, del río Plátani y del río Salso-Imera, en una región rica en recursos de yeso y caliza, en fuentes naturales de agua y cerca de áreas aptas para los cultivos. La posición elevada de los tres permitía una visual muy extensa del territorio próximo.

Hay que tener en cuenta que los colonizadores griegos estaban interesados en extender el propio dominio hacia el interior tanto para preservarse contra las miras expansionistas de las otras colonias como para explotar los recursos presentes en el territorio.

En Colle Madore, centro que pertenece al municipio de Lercara Friddi y que está situado en un cerro en la conjunción entre el valle del río Torto y el valle del río Plátani (figs. 2 y 3), hasta ahora se han investigado la cima y la ladera meridional. A partir de la segunda mitad del siglo VI a.C., muy probablemente en el centro fue realizada una reforma que atestigua la influencia creciente de la cultura griega en el yacimiento. En este momento se produjo la coexistencia de estructuras sagradas circulares de tradición indígena, ubicadas en la cima del cerro, y de un edificio rectangular de modelo griego, situado en la ladera meridional cerca de almacenes y talleres y en un área caracterizada por una visibilidad óptima a fin de controlar el territorio hacia el sur (VASSALLO 1999A; VASSALLO 1999B; VASSALLO 1999C) (Fig. 4, 5). Dentro de la estructura rectangular se han hallado objetos indígenas y griegos que se pueden relacionar con el culto de las aguas. En concreto cabe destacar el hallazgo de un edículo figurado que probablemente representa al héroe griego Hércules (MARCONI 1999; VASSALLO 1999d:203-205) (fig. 6).

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Fig. 4 Edificios circulares en la cima de Colle Madore (Vassallo 1999b, fig. 40, p. 28)

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Fig. 5. Edificio rectangular y almacenes en la cuesta sur de Colle Madore (Vassallo 1999b, fig. 44, p. 31)

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Fig. 6 Edículo figurado procedente de Colle Madore (Vassallo 1999d, figg. 200, 205, pp. 204, 206)


Varios elementos dejan suponer que el centro tuviese una relación privilegiada con la colonia griega de Himera. Se ha llegado, incluso, a pensar en la presencia de obreros de Himera en Colle Madore y no se excluye que el sitio pudiera ser ocupado por un grupo de griegos (VASSALLO 1999c:66-70).

En Sabucina, que se encuentra en el municipio de Caltanissetta, ubicado en el punto en el que el río Salso-Imera se estrecha (figs. 2 y 3), se han hallado, hasta ahora, tres áreas sagradas. Este es otro centro en el que se ha documentado la coexistencia de elementos estructurales de tradición indígena y de elementos estructurales de inspiración griega, como los pórticos de forma trapezoidal irregular con columnas in antis que pertenecen a edificios de planta circular de tradición indígena y como las estructuras rectangulares que aparecieron a partir del siglo VI a.C. (PANVINI et al. 2009: 91-99 (fig. 7). La diferencia entre las estructuras arquitectónicas sagradas del siglo VII a.C y del siglo VI a.C. se puede comprobar comparando dos maquetas de terracota halladas en dos diferentes áreas sagradas de Sabucina. La más antigua se caracteriza por una forma de tienda y la otra por una estructura de planta rectangular y pronaos in antis (fig. 8) (LA ROSA 1996: 528; ALBANESE PROCELLI 2006: 61; PANVINI et al. 2009: 93-95).

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Fig. 7 Santuario de Sabucina en el sur de la “Porta II” (Panvini et al., pp. 92-93)

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Fig. 8 Maquetas de edificios sagrados procedentes de Sabucina (Panvini et al. 2009, pp. 103-104)


Un santuario, situado extra moenia en un área ocupada a partir del siglo VI a.C., estaba dedicado a las diosas Deméter y Koré cuyo culto tuvo una difusión extraordinaria en Sicilia.

Diferente es el caso del santuario de Época Arcaica de Polizzello, centro que pertenece al municipio de Mussomeli y que está situado en la parte media del valle del río Plátani (figs. 2 y 3). En este yacimiento, si bien por un lado la presencia de varios objetos griegos, algunos de gran valor, indica que el centro tuvo numerosos intercambios con los colonos ya a partir del siglo VII a.C., por otro lado la forma circular elegida para los edificios del santuario y las ofrendas votivas halladas atestiguan la conservación de una tradición y de una dimensión religiosa indígena (DE MIRO 1988-1989:20-43; ALBANESE PROCELLI 2006:56-60; PALERMO et al. 2006; PALERMO 2009; PALERMO et al. 2009) (fig. 9). E. De Miro, que excavó el área en los años 80 del siglo pasado, ha supuesto que se trataba de un santuario hegemónico pansicano (DE MIRO, 1988-1989:27; PALERMO et al., 2009:60).

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Fig 9. Santuario arcaico de Polizzello (Palermo et al., 2009, fig.1, p. 73)


El área élima

La identificación del territorio élimo es una cuestión todavía sin resolver; por ello es muy complicado determinar sus límites territoriales y políticos con respecto a los sicanos colindantes; no se sabe con certeza si los élimos se caracterizaban como grupo étnico diferente con respecto a los sicanos o sólo como una identidad política que se formó en la Época Clásica para destacar una dimensión propia en el contexto heterogéneo de la Sicilia occidental (TUSA 1969:5-10; NENCI 1989:21-26; TUSA 1989:31-54; LA ROSA 1989:47-50; DE VIDO 1997; PANCUCCI 1997:562; SPATAFORA 2002A:3-4; TUSA 2005:544-545). Los centros élimos nombrados por las fuentes históricas son Segesta, Érice, Entella y, probablemente, Halikyai pero en base a la investigación arqueológica el área élima podría extenderse a Monte Castellazzo di Poggioreale, Monte Iato, Montelepre, Monte Bonifato, Marineo, Monte Maranfusa (figs. 2 y 10). Sin embargo, la caracterización de estos centros conlleva bastantes problemas (ANELLO 1997:547-554).

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Fig. 10 Algunos sitios del área élima: Érice, Segesta, Entella, Monte Iato (Google Earth)


La reconstrucción de una dimensión religiosa específicamente élima en la que no confluyan elementos propios de las colindantes culturas fenicia y griega, no es posible todavía hoy en día. Ante todo las fuentes literarias que hablan de los élimos son griegas y latinas, por esto, en el caso de los nombres de las divinidades, conocemos solamente la correspondiente identificación con dioses del pantheon griego y de la religión romana. Además la investigación arqueológica, aunque prometedora, todavía se mueve en contextos complejos y, en algunos casos, no se han realizado estudios sistematizados (DE VIDO 1989:203-206; DE VIDO 2006:147-152).

Es interesante poner de relieve la importancia del santuario de Afrodita en Érice, yacimiento ubicado en el Monte San Giuliano encima del golfo de Trapani, cerca de la costa noroccidental (figs. 2 y 10). Numerosas fuentes literarias hablan de un santuario muy antiguo y espléndido, uno de los más conocidos de Sicilia en la antigüedad (DE VIDO 1989: 213). El culto practicado era tan importante que sobrevivió a los cambios históricos permaneciendo también durante la Época Romana. Sobre la diosa venerada en el santuario las fuentes refieren el nombre griego de Afrodita, el correspondiente fenicio de Astarté y de la diosa romana Venus. De todas formas es posible que el culto de la diosa se haya superpuesto al culto de una divinidad femenina élima y que esas evidencias numerosas constituyan la parte conocida y evidente del desarrollo que, a lo largo del tiempo y a consecuencia de la interacción con los elementos griegos y fenicios de Sicilia, ha podido tener un culto local más antiguo todavía desconocido. Es relevante destacar que los fenicios adoptaron el culto de Astarté-Afrodita de Érice y lo difundieron tanto en Cerdeña como en África (ZUCCA 1989:771-779; AMADASI GUZZO 2000: 2). Un importante rasgo del santuario de Afrodita en Érice es la presencia de las interacciones entre diferentes componentes culturales; las principales son las griegas, las fenicias y las orientales (sobre todo chipriota, egipcia, del área sirio-palestina) transmitidas al Occidente por los fenicios. Pausanias relacionó el santuario de Érice con el santuario de Pafos en Chipre (Paus. VIII, 24, 2; VIII, 24, 6) y, de hecho, tanto la coroplástica como los amuletos y los escarabeos atestiguan la presencia de elementos de la tradición cultural oriental (DE VIDO 1989: 213-214; DE VIDO 2006: 154).

Como se comprobó en los años 1930-1931 mediante excavaciones arqueológicas (CULTRERA 1935:294-328), las construcciones normandas han causado la destrucción del templo. Diodoro Sículo escribe que el centro de Érice estaba ubicado en un sitio de altura y el santuario se encontraba en la cima de esta altura (Diod. Sic., IV, 83). La única imagen del templo principal ha llegado por medio de la iconografía de las monedas del 60 a.C. de la Gens Considia que representan en el anverso la cabeza de Venus de Érice y en el reverso el templo y la leyenda ERUC. En la imagen aparece una estructura circular, colocada encima de una altura rocosa ceñida por una muralla y, además, se puede ver la puerta de la ciudad (ZUCCA 1989: 771-773; GULLETTA 1997: 986-987) (fig. 11).

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Fig. 11 Moneda de la Gens Considia del 60 a.C. (Zucca 1989, tab. II)


La fama de la diosa de Érice ha sido tan grande que ha influido e influye en la identificación del culto practicado en los santuarios de otros centros del área élima, como en el caso de Segesta y Monte Iato (fig. 10), aunque no hay elementos que demuestren de manera innegable la veneración de la diosa Afrodita.

La antigua ubicación de Segesta se encuentra en la cima del Monte Bárbaro y pertenece al municipio de Calatafimi Segesta (figs. 2 y 10). En el declive occidental del monte, en Contrada Mango, en la mitad del siglo pasado, se descubrió un santuario incluido en un gran temenos. El hallazgo de fragmentos de capiteles dóricos de dos tipos diferentes ha permitido datar el santuario en los siglos VI y V a.C. y ha hecho pensar en la antigua presencia de dos templos dóricos, probablemente colocados en el mismo lugar. Se ha supuesto que en este santuario de tipo griego se practicaban cultos y rituales élimos (GIGLIO 2009:310-311; TUSA 1989:271-272). En la misma área del santuario no se han hallado restos relevantes de cultura material; por el contrario, en Grotta Vanella, situada en la pendiente del Monte Bárbaro, se han encontrado abundantes materiales que han sido rodados desde la cima del mismo monte (DE LA GENIÈRE 1976-1977: 680-686; TUSA 1989: 272-276).

La interacción entre los élimos y los griegos ha sido atestiguada por el análisis onomástico de los grafitos en lengua élima, presentes en fragmentos de cerámica ática de importación, en los que aparecen tanto nombres no helénicos como otros de origen helénico. Además hay una inscripción votiva helénica. Todos estos elementos inducen a suponer la presencia asidua de griegos, probablemente residentes o emparentados con gente del lugar (TUSA 1989:274; DE VIDO 2006:157-158).

La presencia de rasgos culturales orientales se ha observado a través del análisis de varios fragmentos de cerámica indígena interpretados como de factura élima por diferentes estudiosos. De hecho, hay muchos paralelismos con algunos tipos de cerámica encontrada en Troya y en otros sitios de Asia Menor y muchos motivos decorativos de la cerámica pintada que pertenecen a la tradición anatólica submicénica.

El Monte Iato (Iaitas) está ubicado en la parte más septentrional del valle del río Bélice, importante camino de penetración de los colonos griegos desde la costa meridional hacia el interior. Además su ubicación es cercana a las colonias fenicio-púnicas de la costa septentrional, Palermo y Solunto (figs. 2 y 10). En 1972, mientras se realizaban unas excavaciones arqueológicas (ISLER 1979: 259-268), se descubrió un templo arcaico, que se remonta aproximadamente al 550 a.C., con planta en forma de oikos caracterizado por un pronaos, una celda y un adyton. Se halló también el altar que está constituido por una construcción muy simple y sin decoración (fig. 12). El único indicio que podría relacionar el templo con el culto de Afrodita es la inscripción ΑΦΡ incisa en un fragmento de un kantharos de barniz negro de finales del siglo IV a.C. (Isler 2002: 79-80; Isler 2009: 293-294), elemento insuficiente para identificar el culto practicado con el de la diosa, sobre todo por lo que concierne a la Época Arcaica. La fama que tenía el culto de la diosa en Érice puede haber contribuido a aceptar tal identificación.

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Fig. 12 Templo arcaico de Monte Iato (Isler 1979, tab. XV, fig. 2)


Se supone que el templo ha sido realizado por obreros griegos; además la presencia, en el oeste del templo, de una grande y rica casa de finales del siglo VI a.C. construida alrededor de un patio, probablemente de pertenencia de un griego, y el hallazgo de cerámica ática de gran valor, han inducido a pensar en un grupo de griegos residentes en el centro a partir de la mitad del siglo VI a.C. (ISLER 2009: 293-295).

El antiguo sitio de Entella estaba colocado en el peñón llamado hoy “Rocca di Entella” y que forma parte del territorio de Contessa Entellina, en el valle del río Bélice, aproximadamente a lo largo de la línea imaginaria que enlazaba las dos colonias griegas de Selinunte y de Himera (figs. 2 y 10).

Los resultados conseguidos por la investigación arqueológica ponen en evidencia un ejemplo de la extraordinaria difusión que ha caracterizado el culto de las diosas Deméter y Koré en Sicilia.

En la vertiente oriental del peñón se han sacado a la luz los restos de un edificio de finales del siglo VI o de principios del siglo V a.C. con planta en forma de oikos. La presencia en el área de numerosas terracotas votivas ha hecho pensar en un santuario de Deméter y Koré (AMPOLO 2009: 303-304).

De gran interés es el depósito votivo hallado en la ladera septentrional en Contrada Petraro, un área apenas extramuros de la fortificación. Los hallazgos inducen a pensar en la presencia de un thesmophorion en posición extra moenia cuyo uso ha sido fechado entre finales del siglo VI o principios del siglo V a.C y el siglo III a.C. (SPATAFORA 2002b:13-15; SPATAFORA et al. 2003: 1189-1201) (fig. 13).

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Fig. 13 Terracotas votívas halladas santuario extra moenia en Contrada Petraro (Entella) (Spatafora 2002b, fig. 2, p. 14)


LA FUNCIÓN MEDIADORA DE LOS SANTUARIOS PERIURBANOS

Este trabajo no tiene la intención de focalizarse en las colonias griegas pero es importante destacar la función mediadora que tenían los santuarios periurbanos, entre los griegos y los indígenas que estaban en el territorio de la colonia.

En las colonias griegas la fundación de los santuarios era parte integrante de la organización del centro urbano. Los cultos y los rituales eran el medio principal de interacción y de constitución de un sistema jerárquico en la polis y en la chora.

La función de los santuarios está directamente relacionada con su ubicación, como ha destacado F. De Polignac (1991:103-127) Se puede hacer una distinción entre los santuarios urbanos, periurbanos y extraurbanos.

No pudiendo abordar de manera exaustiva los tres tipos de santuarios se referirán algunos aspectos de los santuarios periurbanos a fin de suscitar la reflexión e hipótesis para estudios futuros.

De gran relevancia para la interacción y la mediación con los indígenas presentes en el territorio de la colonia era el santuario periurbano que estaba ubicado entre el centro urbano y la chora. Su posición no lejana del núcleo urbano y a menudo visible, recordaba a los habitantes de la polis el vínculo con el territorio de la colonia que era muy amplio y diferenciado. El santuario periurbano, por lo tanto, representaba el medio de integración con los que vivían en el territorio y, por consiguiente, permitia una mediación entre los griegos y los indígenas.

Haciendo referencia a este tipo de santuario hay que subrayar la importancia de los cultos ctónicos y, en particular, del culto de las diosas Deméter y Koré. Estos cultos, promotores y defensores de la fertilidad y de la fecundidad, por un lado, sancionaban la transformación de la chora en territorio agrícola que los colonos repartían entre sí; por otro lado, y según mi punto de vista, este sería el rasgo más interesante, las mismas características del culto de Deméter y Koré y de la celebración de las Tesmoforias permiten poner en evidencia el relevante papel de las mujeres en la interacción e integración entre los griegos y los indígenas. Las celebraciones de los rituales en honor a las diosas Deméter y Koré eran administrados por mujeres casadas y los varones estaban casi siempre excluidos. Cuando los varones griegos llegaron a Sicilia y fundaron las colonias, en la mayoría de los casos, se casaron con mujeres indígenas que, desempeñando el doble papel de indígenas y esposas de los griegos, representaban la mediación perfecta entre las dos partes. Además la celebración del culto de Deméter y Koré era muy importante para proteger y favorecer la fecundidad de las mujeres, elemento fundamental para que se perpetuara la misma existencia de la colonia. Sería interesante una investigación enfocada a este tema por medio de un estudio de los restos hallados en los santuarios periurbanos dedicados al culto de Deméter y Koré.


CONCLUSIONES

Una de las cuestiones más relevantes que se pueden sacar del análisis realizado concierne a la manera en la que ha podido realizarse la coexistencia de elementos propios de tradiciones religiosas diferentes en el ámbito de los centros indígenas.

Se supone que ante la amenaza de los colonizadores y el hecho de que los equilibrios presentes hasta aquel momento fueran puestos en peligro, los indígenas intentarán tutelar la propia identidad cultural y sobre todo la parte más íntima de las propias tradiciones que incluyen precisamente la dimensión religiosa.

La coexistencia, en algunos sitios indígenas, de edificios sagrados de tradición local y de inspiración griega puede explicarse con la combinación de dos factores. Ante todo no se puede excluir que la primera inclusión de elementos estructurales y religiosos nuevos en los centros indígenas pueda relacionarse con la presencia estable o, de al menos, asidua en los mismos centros de grupos de extranjeros. Tal presencia puede explicarse a causa de intereses territoriales, estratégicos y económicos en el área de pertenencia de los yacimientos interesados. Además hay que tener en cuenta el papel desempeñado por las élites aristocráticas indígenas que favorecían los intercambios y las relaciones con un grupo étnico extranjero evolucionado aprovechando sus aportaciones tecnológicas y económicas para elevar el propio prestigio en la comunidad de pertenencia. A menudo, los espacios en los que se realizaban estos intercambios eran los santuarios.

Por lo que concierne a la interacción entre los griegos y los indígenas, además, sería interesante un estudio detallado y profundo de los objetos hallados en los santuarios dedicados a Deméter y Koré para investigar la presencia de elementos relacionados con las tradiciones indígenas y para estudiar la función que la mujer indígena tenía en la mediación entre los griegos y los pueblos locales.


AGRADECIMIENTOS

Me gustaría agradecer al Dr. Andrés María Adroher Auroux, director de mi trabajo de fin de Máster, del que he extraído el presente artículo.


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* Universidad de Granada, chiaradaniele79@hotmail.com