SICILIA ISLAMICA. PROYECTANDO SU ESTUDIO

ISLAMIC SICILY. RESEARCH PLANNING

Antonio ROTOLO

Resumen
El ensayo plantea algunos problemas referidos a la investigación sobre Sicilia islámica y a las razones por las cuales no se ha llegado todavía a un conocimiento suficiente sobre esta temática de estudio. Se proponen algunas soluciones para afrontar la cuestión, ya sea a nivel metodológico que teórico y se exponen los primeros resultados del estudio.

Palabras clave
Sicilia islámica, Arqueología Paisaje, Arqueología Hidráulica, Agricultura, Dinámicas de poblamiento

Abstract
The essay states some problems concerning the lack of knowledge of Islamic Sicily and its reasons. Some solution are suggested both at a methodological level and at a theorical level and first results are exposed.

Key words
Islamic Sicily, Landscape Archaeology, Hydraulic Archaeology, Agriculture, Pattern of settlement


Introducción

En este ensayo proponemos un resumen del trabajo de investigación, no publicado, realizado al finalizar del Master de Arqueología y Territorio, defendido en el diciembre 2008. Forma parte de una tesis doctoral actualmente en desarrollo, que parece responder de forma positiva a la comprobación sobre el campo (a través de prospecciones arqueológicas) de las hipótesis formuladas en el momento de la redacción del mencionado trabajo de investigación. Desafortunadamente los nuevos datos producidos son demasiado inmaduros para ser presentados en este momento.


La Arqueología Medieval y la Arqueología Islámica en Sicilia

La debilidad y la exigüidad de estudios sobre la Alta Edad Media siciliana, subrayada y puesta de relieve por diversos autores, es una enfermedad crónica de la Arqueología Medieval de nuestra isla. Esta falta de conocimiento es aún mas fuerte en relación al mundo islámico, que ha permanecido (y sigue permaneciendo) casi desconocido y al margen de la investigación. Según Alessandra Molinari “a tutt’oggi non esiste alcun contesto scavato attribuibile con certezza al periodo compreso tra la seconda metà del IX e la prima metà del X secolo, così come é quasi totalmente sconosciuta la ceramica tra l’VIII e la prima metà del X secolo (Molinari 1994:361)", Por desgracia, esta frase escrita en 1994, sigue teniendo su validez a pesar de la quincena de años transcurridos (Fabiola Ardizzone, en referencia al cuadro de conocimientos sobre las cerámicas islámicas sicilianas, escribe en el 2004: “sono quindi del tutto assenti i materiali databili tra il IX e il X secolo”, Ardizzone 2004:191.).

No existiendo hoy en día una “Arqueología Islámica” ordinaria y, retomando las palabras de F. Maurici, no existiendo tampoco una Archeologia Medievale ordinaria en Sicilia (Maurici 1995:487), en nuestro trabajo intentamos seguir sendas diferentes: por una parte aquella de los estudios islámicos, desde una perspectiva más histórica, y por la otra aquella de la Arqueología Medieval, con todos su instrumentos. Los caminos de estas disciplinas, casi siempre paralelos y sin punto de encuentro, se han cruzado de vez en cuando, pero no lo suficiente para el nacimiento de una Archeologia Islamica en Sicilia.


Nuevos paradigmas teóricos

Consideramos entonces fundamental para superar la situación de impasse historiográfico en la que se encuentra nuestro tema de estudio, dirigir nuestra mirada al mundo andalusí, con todos los debates historiográficos que esto conlleva. Para proponer nuestra interpretación del fenómeno de la “Sicilia islámica” no tenemos intención de llevar a cabo una confrontación directa y concreta con al-Andalus, cosa que creemos resultaría estéril historiograficamente cuanto, más bien, recurrir, cuando sea oportuno, a la aplicación de aquellos esquemas interpretativos, a veces nacidos fuera del debate español, que han encontrado amplia aplicabilidad en la reconstrucción histórica peninsular y que hoy en día constituyen el paradigma dominante. Considerando improductivo en un resumen tan breve sintetizar un debate tan amplio, como el sobre la caracterización de al-Andalus, apuntaremos solamente que nos estamos refiriendo a los debates sobre las sociedades tributarias y las formaciones sociales feudales e islámicas , para los cuales nos limitaremos a reenviar al trabajo de García Sanjuan (GARCÍA SANJUÁN 2006 y relativa bibliografía).


Definición del contexto espacial y cronológico del estudio

Por lo que se refiere a la elección del contexto geográfico-espacial del estudio, entendemos que hubiera sido demasiado ambicioso elegir, como marco de estudio, Sicilia entera. La elección de un contexto como la isla entera hubiera sin embargo garantizado un espacio de estudio geomorfológicamente unitario con un sólido nivel de fisionomía histórica y cultural. Es decir, dada la insularidad, la coincidencia entre región administrativa, región natural y cultural es perfecta. Por el contrario, no se quiso elegir tampoco un ámbito tan restringido que impidiese apreciar con una escala lo suficientemente amplia los fenómenos que tienen lugar. El nivel de escala que hemos creído suficiente para abarcar nuestro proyecto es el subregional, entendido como “Spazio locale con una forte identità geomorfologica, produttiva e culturale” (Cambi, Terrenato 1998:96; véase Fig. 1).

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Fig. 1. El área de la investigación, el Val di Mazara.

Es evidente que el título de este trabajo preanuncia que el interés está focalizado en un particular contexto cronológico y temático (Para una definición de “contexto diacrónico-temático” véase Cambi, Terrenato 1998:99-101), o sea que se quiere intentar profundizar en un particular tema historiográfico: el de la Sicilia islámica. De todos modos, escribir una historia de la Sicilia islámica tout court, nos podría llevar a olvidar cómo y cuánto esta isla estuvo inserta en sus relaciones con el dâr al-islâm (casa del islam) y que, por estas razones, era considerada como parte de un conjunto diferente, el iqlîm al-Maghrib (clima de occidente) y no simplemente como Sicilia (http://www.rm.unina.it/repertorio/vanoli-islam.htm).

Sicilia, además de ser parte del dâr al-islâm, es también, y sobre todo, una tierra de frontera como al-Andalus o Siria. El hecho de ser una tierra de frontera conlleva que se encuentren rasgos de las fronteras externas en el interior de la misma isla. Es el escenario donde actúan fuerzas diferentes y formaciones sociales distintas: la islámica, con sus dos componentes étnicas árabe y beréber, la latino-cristiana, la greco-bizantina y la judía, por citar las principales. En relación a la convivencia de estos diferentes grupos sociales, creemos que un papel importante ha sido desempeñado por la morfología del suelo que, aunque sea particularmente montañoso, no presenta fronteras geográficas internas: no existen valles, desiertos o pasos montañosos obligados que puedan constituir un limite físico. Los limites son, en cualquier caso, de naturaleza cultural (Una síntesis acerca de la convivencia entre las diferentes etnias y religiones en Sicilia fue propuesta en Rizzitano 1975:113-123. Más recientemente señalamos el articulo de Bresc 2004.).

Esto nos hace más compleja la definición de un espacio subregional útil para nuestro estudio, por lo menos a un nivel geográfico. Pero, basándonos simplemente en la sucesión histórica, es posible suponer que la parte occidental de Sicilia sea la que haya sufrido una mayor islamización, por lo menos en términos de duración del control político (Según la fiable reconstrucción histórica de Michele Amari, los conquistadores se habían apoderado del Val di Mazara, que corresponde a la mitad occidental de la isla, ya en el 841; véase Amari 1933-39, I:606). Este fenómeno se debe al hecho de que la conquista islámica empezó desde el extremo occidental, aunque se desarrolló posteriormente en manchas, de conformidad con la defensa a scacchiera implantada por los bizantinos (Maurici 1992:42-47), y no a través de un frente de avance unitario. Tendrá lugar una resistencia más prolongada de la capital temática, Siracusa (caída en el 878), de la ciudad de Enna/Castrogiovanni (caída en el 859) y del reducto montañoso nebrode-etneo del Val Demone, con el centro de Taormina que resiste desesperadamente a la conquista hasta el 902.

La división en valli de la isla representa numerosas ventajas para abarcar nuestro tema de investigación. Éstos tienen una escala suficientemente amplia para el estudio de los fenómenos de interés. Son además una circunscripción administrativa tradicional e histórica, cosa que permite sospechar un cierto grado de homogeneidad en el territorio. El origen de la división en valli es un problema antiguo (Fig. 1), pero, aceptando los razonamientos de Amari, esa división podría remontarse a la época de la conquista islámica, y más concretamente a la mitad del siglo IX (Amari 1933-39, I:608). Amari supone que la parte occidental, correspondiente con el Val di Mazara, cuyos limites occidentales están constituidos por los ríos Imera septentrional, llamado también Fiume Grande e Imera meridional, conocido también como Fiume Salso. La presencia de dos ríos importantes atribuye también un matiz geográfico a la misma.) La primera atestación de la división en valli se fecha en la época del rey Ruggero. En relación a la palabra vallo. Caracausi asume que derive desde un sustantivo árabe relacionado con wilâyah, traducible como territorio, provincia, jurisdicción. El sustantivo, que en singular sería masculino, lleva al estudioso a excluir que se trate de una derivación desde el termino latino femenino vallis, como propuso Amari (Caracausi 1993:1679-1680 y Amari 1933-39, I:610).

Por lo que se refiere al arco cronológico de principal interés, en primera instancia y de forma provisional, plantearíamos como objeto de nuestra investigación el periodo estrictamente de dominación islámica en Sicilia. Desde una perspectiva histórica quizás fuera más útil intentar definir no solo el periodo en el cual los musulmanes tuvieron el poder en la isla, si no más bien: en qué momento y a través de qué procesos estos nuevos pobladores llegaron a constituir o implantar una formación social diferente a nivel superestructural de la precedente bizantina (En este sentido destacamos como la investigación arqueológica sobre la época bizantina no ha alcanzado todavía un nivel de conocimiento satisfactorio sobre esta formación social en Sicilia); cómo la nueva formación social islámica evoluciona y en qué medida se ve transformada por la llegada de una formación social feudal de la mano de los normandos. Mirando la cuestión desde esta perspectiva, creemos que la definición de un horizonte cronológico, que además raramente coincide con fechas concretas, pueda representar, más que un punto de partida y un potencial punto de llegada, sobre todo un argumento de reflexión y estudio.

De alguna manera, como terminus a quo, cobra sentido indicar la fecha del desembarco de las tropas de Asad en el 827, siendo imposible que se hubiese dado una sociedad islámica antes de la llegada de los musulmanes. Pero, a pesar de esa obvia consideración, esa fecha no nos dice nada sobre el nacimiento de la formación social islámica en Sicilia. Habrá que interrogarse sobre el proceso de formación, en particular sobre su duración y desarrollo. Por otra parte, en primera instancia, pese a que se tendrá que comprobar, no hablaríamos en Sicilia de formaciones sociales feudales hasta la llegada de los normandos del 1061, pero también en este caso habrá que comprobar qué mutaciones supone a nivel estructural la llegada de estos nuevos invasores.

Dentro de esta gran barrido cronológico, nos parece interesante la periodización interna propuesta por Alessandra Molinari (Molinari 2004:31 y Molinari 1995:passim). La primera fase, que se abre con el comienzo de las operaciones militares de la conquista del 827, se prolonga hasta la afirmación del primer emir kalbí al-Hasan ibn ‘Alî, en el 948. Caracterizaremos, en primera instancia esta fase por su notable fluidez social y política. En efecto es interesante poner de manifiesto las notables semejanzas con la fase que en al-Andalus anticipa la afirmación del califato. Dejando por el momento de lado los conceptos de “transición” y “formación”, nos parece importante subrayar la presencia, del mismo modo que en al-Andalus, de diferentes formaciones sociales que luchan entre ellas, entre las cuales el estado islámico acabará por imponerse bajo la forma del emirato kalbí. Los grupos sociales protagonistas están representados por las tribus árabes, concentradas prevalentemente en la zona de Palermo, por las beréberes, concentradas sobre todo en el agrigentino entre Mazara y Licata y por la nobleza cristiana y bizantina refugiada en las montañas del Valdemone. Éstos, junto con el Estado islámico, habrían dado vida, como sostuvo Amari, a un estado de guerra civil endémica (Amari 1933-39, I:48-61 y Molinari 1995). La segunda fase se abre con la victoria definitiva de la dinastía emiral kalbí en el 948, cuya manifestación física es la edificación, ya a partir desde el 937, de la Kalsa (al Khalisa, la electa), la ciudadela amurallada sede del emir y de su máquina gubernativa en Palermo (Amari 1933-39, II:222-223). Al periodo emiral, caracterizado por la estabilidad política, la sigue el periodo de los regoli siciliani, que muestra muchas semejanzas con los reinos de taifas andalusíes por la fragmentación del poder central en las manos de quwwâd (pl. qâ’id) locales (Amari 1933-39, II:481-484). Este periodo convulso y breve se concluye con la entrada (1061) y la imposición (1091) sobre el suelo siciliano de una nueva sociedad: la normanda.


La arqueología del paisaje y la arqueología hidráulica

Hasta el momento ningún tipo de investigación o metodología ha sido capaz de ofrecer respuestas a las preguntas históricas que plantea la presencia de los musulmanes en Sicilia, de la cual se dudaría antes de la llegada de los normandos si nos limitamos a las fuentes arqueológicas, debido a la falta casi total de productos de la cultura material datables en época propiamente islámica. Por estas razones hemos decidido intentar acercarnos al tema de forma diferente, a través de la arqueología del paisaje y de la arqueología hidráulica. Por lo que se refiere a la primera, ni siquiera mencionaremos el debate que se ha desarrollado en torno a su ámbito de estudio, acogiendo como definición la dada por Barker, según el cual la arqueología de paisaje es el “studio archeologico del rapporto tra le persone e l’ambiente nell’antichità, e dei rapporti tra la gente e la gente nel contesto dell’ambiente in cui abitava” (Barker 1986, p. 12.). Es decir, la relación entre un grupo de hombres y el entorno que los rodea se expresa en el paisaje de diferentes formas a lo largo de la historia.

La llegada de los nuevos pobladores musulmanes a Sicilia supuso profundas diferencias: ecológicas (introducción de nuevos cultivos), sociales (espacios tribales) y económicas (modo de producción, estado islámico y formación social islámica). Estas diferencias tienen que manifestarse y ser detectables de alguna forma en el paisaje siciliano, y representarán nuestro fósil guía en el reto que nos hemos propuesto.

Semejante organización supone una profunda diferencia cualitativa respecto al tradicional mundo mediterráneo y a la tradicional agricultura basada en la tríada mediterránea. La introducción de una diferente organización económica y social presupone igualmente diferencias destacables en la relación entre la sociedad y el medioambiente que la rodea.

La arqueología hidráulica, que ha tenido un fundamental ámbito de desarrollo en el estudio de al-Andalus, hace hincapié en la reconstrucción de los espacios productivos, otorgándole dignidad de yacimientos arqueológicos. Tendrá un papel fundamental en nuestro caso de estudio. Hasta el momento en Sicilia, como hemos ya apuntando, no se han dado casos de estudio que tuviesen este tipo de enfoque. Haremos referencia, por lo que se refiere a esta disciplina, a las experiencias desarrolladas por el grupo dirigido por Miquel Barceló, formalizadas en más de una ocasión como una serie de principios generales (Barceló 1995, y Barceló et al. 1996:82).

Los datos

La estrategia de investigación que hemos planteado ha previsto diferentes fases. La primera ha constado de la construcción de las herramientas: la base de datos y el Sistema de Información Geográfica (GIS), para gestionar los datos a registrar. La segunda fase, todavía en curso, prevé la recolección de datos de naturaleza topográfica, histórica, toponímica y bibliográfica procedentes de recursos editados, sobre el mayor numero posible de yacimientos del Val di Mazara. A pesar de la gran cantidad de informaciones ya implicadas en un trabajo de este tipo, hemos considerado oportuno recoger también los datos relativos a yacimientos localizados en el Val Demone y en el Val di Noto. En estos casos, nos hemos limitado a un registro somero que, evitando las relaciones con el GIS, previese simplemente los datos de tipo toponímico, histórico y sobre todo bibliográfico, para poder recuperar eventualmente en el futuro las restantes informaciones y para poder intentar trazar en cualquier caso pautas o patrones que podrían ser generales a toda la isla y que sería conveniente tener en cuenta.

La base de datos

La forma en la cual hemos decidido llevar a cabo este proyecto requería la producción de una ingente mole de datos y apropiadas herramientas para gestionarlas: una base de datos y una plataforma GIS (Fronza 2003 y Fronza 2005, Agradezco a Maurizio Toscano, del grupo Eachtra Archaeological Projects, los consejos y la ayuda en la realización de la arquitectura de la base de datos y de la plataforma GIS).

El modelo sobre el cual hemos decido basar la arquitectura de los datos es el relacional, o sea un modelo que, estando basado en un método de tipo “entidad-relación”, permite la estructuración de esquemas complejos de relaciones entre campos indexados (ID) de las tablas (Fronza 2003: 630 (Fig. 2). Después de una evaluación y comparación de los SGBD (o DBMS) disponibles, teniendo en cuenta las posibilidades para la construcción de la arquitectura de la base de datos (BD), la facilidad de utilización y la posibilidad de funcionar en ambiente Macintosh, hemos escogido finalmente realizarla en File Maker Pro 8.

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Fig. 2. Arquitectura de la Base de Datos.

La plataforma GIS

La necesidad de localizar espacialmente los datos recopilados ha impuesto la construcción de un Sistema de Información Geográfico (Martín 2007: 71-75). Los fines con los cuales ha sido construido son: contener de forma ordenada la cartografía que progresivamente se ha ido insertando y que se insertará en el futuro; permitir la georreferenciación de los yacimientos fichados; posibilitar la creación de nuevas cartas temáticas a través de los datos ingresados, efectuar análisis espaciales sobre los yacimientos ingresados. La elección del software, ArcGis 9 (en ambiente Windows), ha sido debida sobre todo a su amplia difusión en el ámbito de estudios territoriales de amplio radio en Arqueología, a pesar de que la base de datos funcione en ambiente Macintosh (La idea de futuro es una migración hacia un software libre, gvSig hasta el momento parece el candidato más probable para la gestión de los datos espaciales y PostgreSQL para la base de datos, de modo que la base de datos y el GIS puedan funcionar en el mismo ambiente Macintosh, solucionando muchas de las complicaciones de gestión que la relación entre los dos ha comportado hasta el momento).

No obstante el tamaño casi regional del área tomada en examen (10.336 Km cuadrados), se ha decidido, para evitar una disminución del grado de precisión en la localización espacial de los datos, utilizar como cartografía principal la planimetría a escala 1:25.000 del IGM (Cartografía publicada por el Istituto Geografico Militare Italiano entre el final de la década de los 60 y el año 1970), complementándola con una cartografía más detallada a escala 1:10.000 (Carta Tecnica Regionale, redactada individualmente en cada región). Junto a esta base de partida, se dispone también de un modelo digital del terreno (DEM o Digital Elevation Model), una carta de uso del suelo a escala 1:250.000 (Disponible en la pagina del SITR de la Región Sicilia: http://www.sitr.regione.sicilia.it/component/option,com_remository/Itemid,45/func,select/id,195/); una carta de la red hidrográfica siciliana, una cobertura ortofotográfica a escala 1:5.000, relativa exclusivamente a algunas áreas, una carta de uso del suelo “CORINE Land Cover” (COoRdination de l’INformation sur l’Environnement) a escala 1:100.000.

En el futuro se prevé la inserción de la carta geológica, de la carta de suelos, de la cartografía histórica (del catastro borbónico en primer lugar) y de las cartas arqueológicas o históricas ligadas a otros trabajos de investigación o gestión del patrimonio.

Problemáticas abiertas

Un trabajo que sin duda ha tocado casi todos los puntos de la investigación es el artículo recientemente escrito por Alessandra Molinari, titulado La Sicilia islamica. Riflessioni sul passato e sul futuro della ricerca in campo archeologico (Molinari 2004). Las cuestiones irresueltas que la estudiosa indica como más urgentes son divididas en: las ciudades; la agricultura y el mundo rural; las técnicas y los tipos edilicios; el ritmo de las conversiones y de las transformaciones de las costumbres; la economía y el comercio. Podemos con toda certidumbre considerar este elenco como una sólida base de preguntas, sobre las cuales construir nuestro razonamiento histórico. En este breve resumen ilustraremos solo algunos de los aspectos tratados más detenidamente en el trabajo de investigación.


El mundo agrícola

El primer elemento clave que nos puede ayudar a identificar un diferente tipo de organización social, estamos convencidos que debe de ser el de la organización de la producción agrícola y ganadera (“En efecto, tal vez sea en agricultura, más que en ningún otro campo científico u otro sector de la economía, donde el principio del mundo islámico vio cambios de tal magnitud e importancia que se podría hablar de una revolución”. Watson 1991:7). Este aspecto no ha sido todavía profundizado suficientemente, sobre todo en relación a la importancia que puede revestir una diferente forma de la organización productiva agrícola en la organización de una sociedad entera. “Le più celebri descrizioni al riguardo [della ricchezza della Sicilia e dei suoi prodotti agricoli] sono veramente di età normanna (Edrisi e Ibn Giubair), ma riflettono sostanzialmente le condizioni del preesistente dominio musulmano” (Gabrieli 1970, p. 15).

Es sabido como con la llegada de los musulmanes a Sicilia, al igual que en el Norte de Africa y al-Andalus, se asistió a la introducción de nuevas técnicas agrícolas. Estas técnicas permitieron la adaptación de especies agrícolas procedentes de diferentes ecosistemas al nuevo ecosistema mediterráneo a través del regadío. Esta aclimatación fue posible solamente a través de la organización de procesos de trabajo diferentes respecto a los practicados ya sea en el mundo antiguo o en el feudal y a la creación de espacios hidráulicos, “diseñados, construidos y mantenidos por comunidades campesinas regidas por un orden político basado en la genealogía de clanes y tribus” (Barceló et al. 1996:82).

Según muchos estudiosos, una agricultura así estructurada no tenía como fin principal la producción de excedentes alimentarios atesorables y acumulables, sino más bien solo la producción de un excedente modesto adaptado en parte a la subsistencia campesina y secundariamente al comercio. En otras palabras, una forma semejante de producción dificultaría el desarrollo de aristocracias de terratenientes capaces de interponerse entre la comunidad campesina y el Estado, caracterizando la sociedad generada en términos opuestos respecto a una sociedad feudal occidental (Barceló et al. 1996:45 y 67). Esta teoría, elaborada por Barceló y su grupo y discutida por otros autores españoles, no ha sido hasta el momento realmente planteada para el caso de la Sicilia islámica.

¿Que rasgos de esta organización de la producción y de la agricultura de riego pueden ser detectables en un momento tan inicial de la investigación?

Empezaríamos por la riquísima terminología de origen árabo-beréber ligada a la agricultura de riego que ha quedado en el dialecto siciliano (en este campo han sido marcados avances fundamentales por Giovan Battista Pellegrini y Girolamo Caracausi. Pellegrini 1989 y Pellegrini 1972, en particular pp. 149-154; Caracausi 1983 y Caracausi 1993). Se recordarán aquí términos de lo más comunes como: gebbia o gibbiuni, que indica una recolección de agua artificial y que corresponde al termino español aljibe y que es una derivación desde el árabe yâbiya (Pellegrini 1972:150); el termino siciliano noria, correspondiente al español noria, derivado desde el árabe nâ‘ûra (Pellegrini 1972:151); saia, saiuni, ?achia o ?acchia, que en siciliano indica un canal de riego y corresponde al termino español acequia, desde el árabe sâqyia (Pellegrini 1972:152).

A nivel toponímico, para subrayar la importancia del elemento hídrico que permite la organización del espacio productivo, podemos señalar como sobre los setenta yacimientos, registrados en nuestra base de datos en el Val di Mazara, doce topónimos de origen árabo-beréber identifican una fuente.

Cuáles fueron los cultivos introducidos por los nuevos pobladores podemos saberlo sólo parcialmente por las fuentes escritas en relación a áreas sobre todo periurbanas. Tenemos por ejemplo las informaciones que nos proporciona Ibn Hawqal en el siglo X para las áreas alrededor de Palermo, conocidas como la “Conca d’oro”, donde se practicaba una agricultura de riego (Amari 1880-81, I, cap. IV:21-23; A parte de algunos arcaduces encontrados en excavaciones en las afueras de Palermo, que atestiguan la existencia de estructuras hidráulicas, señalamos la existencia de numerosas otras estructuras como qanât(s), canalizaciones, etc., que hasta el momento no han recibido suficiente atención por parte de los estudiosos). A este respecto creemos pueda ser interesante llamar la atención sobre un documento de época normanda, fechado en 1132, que testimonia en las áreas alrededor de la capital el mantenimiento de turnos de riego. A nivel onomástico señalamos como los personajes que participan en el acta son todos de origen árabe, de la tribu de los Kinda, y beréber de las tribus de los Luwata y de los Hawwara (Guichard 1990:53 y Cusa 1868-82:706). Establecer si esto indica un mantenimiento de los lazos y de la estructura familiar clánica es una pregunta interesante sobre la cual merece la pena reflexionar.

Dichas innovaciones, que según A. Watson llegan a configurar una verdadera revolución agrícola (Watson 1991:8 y Watson 1998:63-75), constan de diferentes elementos individualizados por el estudioso canadiense en: la introducción de los nuevos cultivos (quizás el elemento más notable); las nuevas técnicas de regadío; la implantación de nuevos tipos de rotación que permitieron una utilización más intensiva del suelo; una más profunda comprensión de las características de cada suelo, junto al uso de abonos.

Entre los nuevos cultivos introducidos resultan particularmente relevantes y mencionados en las fuentes de época islámica o normanda:

La caña de azúcar, (Watson 1998:72. Bresc 1991:44, nos recuerda como “pendant la période d’implantation du régimen fatimide à Kairouan, le faqîh Abû’l-Fadl al-cAbbâs b. cIsâ (mort en 943-4) refusait de manger des gâteaux avec sucre sicilien, car la Sicile était soumise aux Shicites”. Sobre la producción de azúcar en Sicilia véase: Amari 1854-72, III, ii,:808; Amari 1880-81, I:8-10; Deerr 1949-50, I:76-79; Trasselli 1968; Trasselli 1955 y Watson 1991:8 y Watson 1998:63-75). cuya producción ya se ha extinguido en la época de Federico II (Huillard-Bréholles 1852-61, V:575).

El algodón (Watson 1998:77-97, en particular p. 95). Ibn Hawqal nos informa de la presencia de una zona del mercado de Palermo ocupada por mercaderes y cardadores de algodón (Ibn Hawqal 1964, I:118. Sobre la producción del algodón en Sicilia véase Amari 1854-72, II:444 y III:807; Amari 1880-81, I:43, 110, 137, 159 Watson 1998:266 y al-‘AwwÂm 1802, II:104).

El arroz asiático (Watson 1991:8 y Watson 1998:43-51). Mención a la exportación de este producto en un documento fechado al 867-8 y otra atestación de al-Idrîsî (Niccoli 1902:190 y IdrÎsÎ 1966:72).

El trigo duro (Watson 1991:8-9 y Watson 1998:53-61).

El sorgo (Watson 1991:8 y Watson 1998:32-42).

Los cítricos (Watson 1991:9; Watson 1998:99-115 y Amari 1854-72, II:444).

Las hortalizas como la berenjena, la alcachofa, la sandía, la espinaca y la colocasia (Watson 1991:9 y Watson 1998:131-157).

Otras plantas entre las cuales se encuentran las textiles como el cáñamo, las colorantes como la henna, las medicinales, ornamentales o narcóticas encontraron amplia difusión mediterránea por obra de los nuevos conquistadores, alcanzando también Sicilia.

La incompatibilidad entre la formación social islámica y las sociedades feudales se hace patente y apreciable en el campo de la agricultura, siendo ampliamente observable tanto en al-Andalus como en Sicilia o en los Reinos Cruzados de la Tierra Santa (Musset 1932:315 ; Riley-Smith 1973:46-47). En este sentido se detecta una tendencia a la regresión o desaparición de plantas, técnicas y conocimientos para producirlas desde el momento de la conquista por parte de los feudales (Watson 1998, p. 176). Tal fenómeno es meridiano, por ejemplo, en el ya mencionado caso de la producción de azúcar en Sicilia en los tiempos de Federico II. La falta de incentivos; la falta de una legislación protectora de los mecanismos que regían el sistema agrícola y de propiedad islámico; la falta de conocimientos técnicos por parte de los nuevos inmigrantes (normandos, franceses y lombardos) y sus escasa receptividad a las técnicas agrícolas islámicas; la creación de grandes propiedades nobiliarias, eclesiásticas o estatales, con una consecuente disolución de la clase de pequeños propietarios campesinos libres; la elección de una agricultura de secano extensiva y basada casi exclusivamente en la triada mediterránea (vid, olivo y trigo), produjeron, pocas décadas después de la conquista bélica, la desaparición de la organización social y productiva islámica.

Puede ser que no sean solo los nuevos productos agrícolas los que marquen la diferencia, sino la forma de producirlos a través del riego, que puede ser también aplicado también al cultivo de cereales. En otras palabras, consideramos que no existe una precisa dicotomía entre tierras de riego y tierras donde no se regaba. La tendencia general apunta hacia la puesta en riego de la mayor cantidad de tierra posible de la forma más intensiva posible, en relación a la disponibilidad hídrica y de la estimación que del tamaño hace el grupo campesino. Por estas razones cuando Alessandra Molinari señala que la producción del trigo parece seguir siendo importante en época islámica, ya sea por el consumo interior o por las exportaciones (Molinari 2004:36). Sabemos, por ejemplo, que el trigo siciliano se exportaba hacia África (Citarella 1968:539). Tendremos que reflexionar más detenidamente sobre la interpretación de este dato a nivel de organización de la producción: el simple hecho de que se siguiera comerciando el trigo no implica que se mantuviesen las mismas formas de producirlo.

La difusión espacial y temporal de esta nueva organización productiva que caracteriza la formación social islámica es introducida ex novo en la Península Ibérica paralelamente a la difusión de las nuevas poblaciones beréberes y árabes. Éstas traían con ellas un conjunto de elementos necesarios para que se pudiese estructurar esta nueva organización productiva: los conocimientos técnicos necesarios, la estructura tribal y los nuevos cultivos (Barceló 1995:32). En relación a este aspecto no es secundario señalar como, siempre según Alessandra Molinari, la composición étnica de Sicilia en el siglo X siguiese estando constituida especialmente en el ámbito rural por población autóctona, quedando el proceso de inmigración bastante matizado (Molinari 2004:37). Esto nos podría llevar a pensar que las comunidades autóctonas quedaran al margen del Estado islámico siguiendo un camino paralelo, caracterizado por relaciones productivas y sociales diferentes respecto a las de los nuevos conquistadores. En relación a este aspecto habrá que destacar el papel del régimen jurídico de la tierra y el de sus relaciones con el mercado, que funcionaban como factores de estimulación de la adopción de la nueva agricultura, o sea de la nueva forma de organizar la producción y el espacio. La ventaja de sacar una mayor productividad por unidad espacial, que se daba a través de la aplicación de una agricultura de riego, hacía a los agricultores capaces de pagar rentas o precios de compras superiores. Los que adoptaban la nueva agricultura fueron entonces más competitivos respecto a aquellos propietarios que seguían sin integrarse en la nueva forma de organizar la producción. La fuerte presión por la competencia, que estos últimos deben haber sufrido, es probable que en muchas ocasiones haya desembocado en una “conversión” (si no religiosa, por lo menos a la nueva agricultura) o en una enajenación de la tierra en manos de los que la practicaban (Watson 1998:234). Fuera cual fuese el proceso de aculturación (Sería imposible proponer ulteriores reflexiones sobre un tema tan importante en un momento tan temprano de la investigación), sabemos que en el momento de la conquista normanda la isla está caracterizada por una población profundamente islamizada en todas sus costumbres, por lo menos en el Val di Mazara y en el Val di Noto (Molinari 2004:38). Esto debe de corresponderse seguramente con la adopción de la nueva forma de producción y la afirmación de la formación social islámica.


Los asentamientos

Como hemos apuntado, la inmigración árabe y beréber en Sicilia fue, según Alessandra Molinari, de escasa consistencia numérica, pero lo que cuenta no es estrictamente el numero de inmigrantes, cuanto más bien la difusión y la afirmación de una determinada formación social: la islámica. Desafortunadamente no existen formas para medir en qué momento podemos considerar Sicilia como una tierra caracterizada por una nueva formación social, pero si que tenemos indicadores, tal y como ha planteado la propia Alessandra Molinari. Dicho de otra forma, “las grandes variaciones en las formas a través de las cuales se expresan las relaciones sociales tributarias en el registro histórico, se hacen evidentes de muy diferentes maneras” (Haldon 1998, p. 875). La organización del espacio y las variaciones en el paisaje debidas a una diferente red de asentamientos, a la agricultura de riego, a la presencia de espacios comunes como el monte y al espacio tribal, son seguramente algunas de estas maneras.

Así que, por ejemplo, para entender el papel del cultivo de riego y todos los presupuestos sociales que lo rodean, tendríamos que profundizar en nuestros conocimientos toponímicos. Una parte de la actual toponimia siciliana se forma a partir de raíces árabes como: rahl, qarya, que es el asentamiento que más comúnmente se halla en al-Andalus, etc. Sobre la relación de las qura’ (pl. de qarya) con las fortalezas en el caso de al-Andalus, Glick propuso llamar al modelo que definía a la estructura de poblamiento basada sobre el complejo fortaleza-aldea, elaborada desde los años 80, “paradigma de Guichard” (Glick 2001-02:275-276). Este modelo de organización prevé entonces una red de husun, cada uno de los cuales es la cabecera de un distrito castral, del cual dependen un numero de qura’ (García Sanjuán 2006:95). Lo que nos resulta más interesante es, sin duda, el origen de estas fortalezas, consideradas fortalezas comunitarias, útiles a la población como refugio en circunstancias de peligro, característica que cualitativamente las distinguiría de un castillo feudal. Resulta seductora y aparentemente fácil la comparación con el rescripto de al-Muizz del 967, donde el califa fatimí ordenaba al emir siciliano Ahmad “edificar en cada iqlîm (distrito) una ciudad fortificada (madina hasina) con una mezquita yami y un minbar y obligar a la población de cada iqlîm a residir en la ciudad no permitiendo que viviesen esparcidos por los campos” (Traducido al español de Amari 1880-81, II:135). Esto, nos indica, en primer lugar, que la mayoría de la población vivía dispersa en los campos y que faltaba, o probablemente no estaba aún completa, una red de asentamientos mayores del nivel de las medinas. Alessandra Molinari sostuvo que el rescripto llegó a lograr solo parcialmente su objetivo porque, no llegando a producir la desaparición de los asentamientos dispersos, pudo conseguir solamente que surgieran algunos asentamientos principales como cabezas de distrito (Molinari 2004:37-38).

Hay diversos puntos interesantes que merecerán una profundización en la prosecución de los estudios: qué tipo de asentamientos abiertos y fuertes se encuentran en Sicilia antes del rescripto; qué tipo de asentamientos abiertos se encuentran después de su promulgación; qué tipo de asentamientos entiende el califa por asentamiento urbano o ciudad; cómo el plan califal, elaborado en Ifriqîya, pudo ejecutarse en la realidad isleña. Es decir, ¿los asentamientos abiertos contra los cuales es emanado el rescripto son asentamientos de tipo qarya, rahl, manzil o se trata simplemente de formas de habitar el espacio aún mas esparcidas y aisladas? Considerando que la aldea, según como ha sido interpretada en al-Andalus, y la comunidad campesina que la habita y la organiza como espacio productivo, son las unidades mínimas y fundamentales para la producción y para la recaudación fiscal que hace posible el mantenimiento del estado Islámico, ¿porque el Califa ha de alterar este equilibrio? ¿Admitiendo que el rescripto no hubiera conseguido lograr la desaparición de los asentamientos abiertos, habría causado al menos transformaciones (selección, concentración) en la red de asentamientos? ¿Los asentamientos mayores habrá que identificarlos con medinas o ciudades estrictu sensu o pueden simplemente tratarse de husun? Particularmente sugerentes a este propósito nos parecen las reflexiones de Henry Bresc, profundizadas por Ferdinando Maurici. Según el estudioso francés, aparte de la razón política y militar, debida al desembarque de tropas bizantinas del 962, que habían galvanizado una sublevación de la población en el Val Demone, la traducción de Amari del texto de al-Muizz no ponía de manifiesto “el doble sentido económico y religioso de este incastellamento” (Traducido al castellano de Bresc 1984:75). El termino árabe ila l’imara, poblar y fortificar, retomaba la tradición abbasí de desarrollo de las capacidades económicas y fiscales, para aumentar el mercado y la recaudación tributaria (traducción al castellano de Bresc 1984:75). Por lo que se refiere al aspecto religioso, concentrar la población en el interior de centros urbanos provistos de una mezquita aljama habría permitido acelerar el proceso de islamización religiosa y arabización lingüística, que quizás no fuese en ese momento bastante profundo (Bresc 1984:75). Sin embargo, aparentemente en al-Andalus los núcleos de cristianos latinos que persisten mayor tiempo están en las “grandes ciudades”, principalmente en la propia Córdoba. Por otra parte, si consideramos el aspecto social, es probable que uno de los intentos del rescripto fuese disolver “les anciennes solidarités du clan, les ligues tribales, berbères ou arabes”, mucho más estables y fuertes en el mundo rural que en la ciudad (Bresc 1993:36-37). Así que, como nota Maurici, “además de los objetivos estratégicos, se sobrentendía un impulso determinante de aculturación” (Traducción al castellano de Maurici 1992:63).

Para evaluar de qué forma esta provisión pudiera haber influido en la distribución de los asentamientos, el mismo estudioso reflexiona sobre el elenco de las ciudades sicilianas (mudûn) que nos proporciona al-Muqaddasi en el 988 (Amari 1880-81, II:668-675). El geógrafo árabe enumera para Sicilia entera solo 30 ciudades, pero como notaba Henry Bresc, el numero es insuficiente para organizar, administrar, colonizar y cultivar toda la isla (Bresc 1984:75). Maurici subraya además como en la lista, a pesar de que se incluyan centros modestos, al-Muqaddasi trate exclusivamente asentamientos costeros, faltando casi por completo los asentamientos del interior y algunos centros costeros antiguos aún importantes como Marsala, Noto, Ragusa o Milazzo (Maurici 1992, p. 64). Por estas razones, Maurici propone integrar esta lista con los datos ya conocidos de las crónicas árabes de la época de las invasiones y de los documentos de la primera época normanda (Maurici 1992, p. 64). El estudioso llega así a construir una lista de asentamientos bastante amplia, al rededor del centenar de yacimientos, incluyendo no obstante en la lista muchos lugares fortificados cualitativamente distinguibles de una madîna en sentido estricto. Es decir, ¿a qué tipología de asentamiento corresponde el termino madîna hasîna en un documento como el de al-Muizz? Nos estamos adentrando de esta forma en una problemática terminológica bastante compleja (sobre todo considerando que no se conoce en ningún tipo de asentamiento siciliano la fase islámica) que implicaría antes de todo la enunciación de “qué es una ciudad islámica”; en qué difiere de una no islámica o de otras tipologías de asentamientos islámicos (semejantes preguntas habían ya sido planteadas por Alessandra Molinari en Molinari 2004:33). Con este tema así planteado volveríamos además a lo dicho sobre la definición de las tipologías de asentamientos rurales como el rahal o la qarya. Alessandra Molinari propone utilizar como elementos de distinción cualitativa: “la consistenza demica, le funzioni religiose e amministrative, la concentrazione di attività economiche non primarie”. Mientras en la distinción de un asentamiento cristiano nos ayudan claramente la presencia de una mezquita aljama y de sepulturas según el rito islámico (Molinari 2004:33), la lista de aspectos que caracterizan una ciudad islámica puede ser mucho mas amplia, abarcando por ejemplo aspectos materiales como la presencia de murallas, o las características del tejido urbanístico y la organización del espacio privado y publico).

Manteniendo en principio esta definición de ciudad islámica, podemos estar de acuerdo con Ferdinando Maurici, que ha comprendido en su recopilación de asentamientos fortificados calificables como mudûn todos los asentamientos que presentan como parte del topónimo los términos qal‘at, qasr y qasaba (Maurici 1992:62-72). No obstante, de la lista habrá que excluir, por identificar realidades más modestas, los asentamientos con topónimos formados con bury, que parecen indicar simplemente la presencia de una torre y no la complejidad de funciones que desempeña una ciudad. El numero global, que como hemos dicho rodea los cien yacimientos, a pesar de que probablemente incluya diferentes tipologías de asentamientos, es una cifra razonable, muy lejana del numero hiperbólico de dieciocho ciudades y trecientos veinte castillos proporcionado por al-Yâqût (escritor musulmán a caballo entre los siglos XII y XIII, que retoma fuentes de siglo XI. Amari 1880-81, I:200). De la problemática terminológica estamos voluntariamente excluyendo por el momento los aspectos cronológicos. Nada prohibe que, por ejemplo, un asentamiento que presente un topónimo formado con el termino qarya y que en principio sea una pequeña aldea, pueda llegar a crecer hasta llegar a un tamaño urbano o a un status urbano reconocido por la autoridad política (no tenemos todavía ejemplos similares en Sicilia pero consideramos suficiente para comprobar la existencia del fenómeno el ejemplo andalusí de Pechina, Almería, donde un grupo de alquerías se agruparon para conformar una ciudad tras llegar a un acuerdo con el emir cordobés). La nueva organización, impulsada por el califa, no parece determinar la desaparición de los asentamientos abiertos, pero si la aparición de asentamientos principales, de forma que, a nuestro juicio, la situación en Sicilia después del rescripto podría no haber sido muy diferente de la que se supone para al-Andalus en el ya mencionado “paradigma de Guichard”: con una red de husun a cabeza de distritos y aldeas.


Conclusiones

Hemos ya lamentado varias veces que el tema de la Sicilia islámica sea una materia olvidada por la Arqueología Medieval italiana. Los motivos podrían resumirse en: a) una tradición investigadora que, habiéndose formado principalmente para contestar a las preguntas históricas planteadas por las sociedades feudales europeas, no ha sido capaz de interpretar correctamente una formación social tan diferente de éstas; b) la normativa universitaria italiana, que ha marcado de forma aún más fuerte la separación de dos partes de una misma disciplina; c) la falta de atención por parte de los investigadores italianos al debate sobre al-Andalus, rico en sugerencias y claves interpretativas.

Respecto a este último punto, el debate sobre al-Andalus ha constituido un aporte constructivo y positivo esencial para permitirnos plantear de una forma original la temática y despertar de la parálisis investigadora a la Sicilia islámica. Creemos haber a penas empezado a demostrar como, con los pocos datos de los que disponemos en este momento inicial de la investigación, podemos ya aproximar una evaluación nueva de la Sicilia islámica si los leemos a la luz de claves interpretativas que consideramos más adecuadas que las que hasta el momento se han utilizado. Es a partir de estas conclusiones, desde donde queremos seguir avanzando en la investigación.

A nuestro juicio, los elementos que podrían permitir apreciar de forma más contundente las peculiaridades de la formación social islámica son: la nueva agricultura, la organización de los espacios productivos y la organización de los asentamientos. Éstos, con todos los corolarios que conllevan (infraestructuras hidráulicas, nuevos cultivos, turnos de riego, creación del estado y de la fiscalidad...) creemos que pueden representar un fósil guía fiable en la prosecución de la investigación. Para alcanzar nuestro objetivo hemos elegido entre las metodologías arqueológicas la arqueología hidráulica y la arqueología del paisaje. No conociéndose a nivel material ningún yacimiento de época islámica en Sicilia, nos hemos visto necesariamente forzados a planificar una recopilación de todas las fragmentadas informaciones hasta el momento disponibles. Por esta misma razón hemos tenido que escoger una área de estudio tan amplia como para poder seleccionar algunas zonas en las que profundizar en el desarrollo de la investigación. La mole de registros que suponía este trabajo ha impuesto la creación de nuevas herramientas informáticas que nos permitiesen gestionar grandes cantidades de datos. La construcción de las mismas representa sin duda una inversión a largo plazo, considerando también la falta total de trabajos de este tipo en nuestra tierra.

Los ciento setenta y tres yacimientos fichados hasta el momento (Fig. 3), son solo una pequeña muestra del potencial de estudio de este periodo. Sin embargo, a pesar de que todavía quede mucho trabajo por realizar, la base de datos nos proporciona ya unos primeros resultados. Un dato que sin duda destaca particularmente es el alto numero de yacimientos (sesenta y nueve) que presentan topónimos que hemos clasificado en la BD como “genericamente arabo”, testigos de la alta penetración cultural islámica en la toponimia siciliana medieval. Estos topónimos, a pesar de aparecer por primera vez en yacimientos mencionados en épocas posteriores (la aragonesa por ejemplo), deben haberse formado en su mayoría en época islámica o en porcentajes inferiores en época normanda y suaba y deben atestiguar la fuerte huella dejada por la sociedad islámica en la organización del paisaje. En el futuro, conforme se vayan precisando los datos registrados en relación al contexto ambiental y se amplíe la base de datos con nuevos registros, seremos capaces de evaluar con mayor profundidad las relaciones entre los yacimientos y el medio natural que los rodea y de igual forma las relaciones entre los propios yacimientos. Por el momento, lo que nos interesa es simplemente destacar su abundancia y, como hemos dicho, su enorme potencial de cara al desarrollo de un análisis histórico de mayor calado.

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Fig. 3.Val di Mazara, yacimientos fichados en el GIS.

Otro dato sin duda interesante es que, de la muestra recogida, diecisiete yacimientos estén atestiguados con certidumbre en época islámica. Este valor, a pesar de que pueda parecer exiguo si lo referimos al total de yacimientos fichados, resulta ser un numero enorme si consideramos que hoy en día no conocemos ningún contexto arqueológico fechado con seguridad en época islámica. Un dato como éste seguramente reviste una importancia particular para indicar hacia qué yacimientos concentrar la atención en el desarrollo de la investigación.

Así pues, de los ciento setenta y tres lugares censados, sesenta y nueve tienen un topónimo árabo-beréber, es decir, hay ciento seis yacimientos medievales que tienen otro tipo de nombre. Sin embargo, de los diecisiete lugares atestiguados en época islámica, hay cuatro que tampoco tienen un topónimo árabo-beréber, por lo que podemos entender que potencialmente el número de yacimientos ocupados en época islámica debe de ser muy superior al de sesenta y nueve. Esto viene a reforzar la idea del potencial del análisis propuesto a largo plazo.

Por lo que se refiere a las tipologías de los yacimientos, es interesante señalar algunos aspectos destacables, como una notable presencia en la muestra de yacimientos caracterizados por una fase de incastellamento. Son en total veinticinco registros sobre total. De todos modos, la categoría de yacimiento más representada en el muestreo parece el “casale”, con setenta y cinco registros, de los cuales un tercio presenta un topónimo de origen árabo-beréber o una fase islámica. Este dato es significativo en relación a lo que hemos apuntado sobre la penetración de la organización islámica en las zonas rurales, que hemos de suponer tan islamizados como las ciudades.

En relación a lo dicho sobre el papel de la agricultura de riego y a la importancia del agua en la sociedad islámica, queremos destacar la presencia en el muestreo de veintiún lugares que son clasificados tipológicamente como fuentes, ya sea solas o junto a alguna otra tipología de yacimiento (“casale”, “feudo” o “masseria” por ejemplo). Este dato cobra aún más significado si tenemos en cuenta que todos, es decir los veintiuno, presentan un topónimo islámico.

Por otra parte, una confirmación parcial del acierto en la elección del contexto geográfico sobre el cual hemos centrado la investigación puede verse en el hecho de que, de los diecisiete yacimientos atestiguados en época islámica, doce están localizados precisamente en el Val di Mazara. Además, de los sesenta y siete topónimos árabo-beréberes, diez no tienen una ubicación precisa en la isla y de los cincuenta y siete restantes, treinta y seis podemos encontrarlos también en esta región. Así pues, tal y como habíamos supuesto en un principio, el Val di Mazara sería la zona más profundamente islamizada de Sicilia o, al menos, aquella que presenta un mayor potencial de estudio desde el punto de vista histórico-arqueológico.

Por lo que concierne los puntos débiles del trabajo, que creemos se encuentran principalmente en la amplitud del proyecto que acabamos de empezar y en la insuficiencia de respuestas a las preguntas que hemos ido planteando hasta el momento. Pero estamos convencidos de que el trayecto que hemos escogido es el más idóneo para proponer un giro en las investigaciones sobre la Sicilia islámica. Si la posibilidad de llegar a la formulación de un modelo que funcione historiográficamente supone (y estamos convencidos de que sea así) la recopilación de todo un debate y una ordenación y clasificación de numerosísimas informaciones, esta era entonces la vía a emprender. El segundo punto débil está claramente vinculado al primero: es por el momento imposible ofrecer respuestas mucho más precisas de las que hemos propuesto a falta de datos a elaborar. Aparte de estas justificaciones, suponemos que la fuerza del trabajo consiste en la novedad que representa en el panorama de los estudios italianos, que no se basa en un simple transplante de modelos interpretativos alóctonos, si no, más bien, en la construcción de una sólida y rica base de datos sobre la cual trabajar, cuya interpretación podrá enriquecerse a través de las experiencias maduradas en seno al debate sobre al-Andalus.


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