COMUNIDADES DE LA PREHISTORIA RECIENTE DEL VALLE ALTO DE LECRÍN (GRANADA): UNA PERSPECTIVA GEOESPACIAL

LATE PREHISTORIC COMMUNITIES IN HIGH LECRIN VALLEY (GRANADA, SPAIN): A GEO-SPATIAL RESEARCH

Rocío IGLESIAS DE HARO*

Resumen

El Valle de Lecrín (Granada) es e históricamente ha sido una zona de paso natural clave en las comunicaciones entre la costa granadina y el interior, actuando así como nexo de comunicación entre la Costa, la Vega, las Alpujarras y las Llanuras del Temple. Esto lo convierte en una zona de gran interés histórico, especialmente durante la Prehistoria Reciente.

Palabras clave

Prehistoria Reciente, Territorio, Valle de Lecrín, SIG, Comunidades prehistóricas

Abstract

The Lecrín Valley (Granada) is a key natural passage in communication between the coast of Granada and the inland, thus acting as a communication link between the Coast, the Vega, the Alpujarras and the Plains of the Temple. Because of this geographical issue, the area has a special historic interest, especially during Recent Prehistory.

Key words

Recent Prehistory, territory, Lecrin Valley, GIS, Prehistoric human groups.

INTRODUCCIÓN: EL VALLE DE LECRÍN

La comarca granadina del Valle de Lecrín se encuentra situada en la vertiente suroccidental de Sierra Nevada (Fig. 1) lo que la convierte en un punto geográfico nodal en la comunicación y los desplazamientos entre la vega de Granada, la comarca de las Alpujarras y la costa granadina.

Para comprender la territorialidad produce en este espacio es necesario conocer una serie de factores naturales que determinarán la habitabilidad del espacio. En primer lugar, el valle es una fosa tectónica situada en la vertiente meridional de Sierra Nevada por lo que aprovecha al máximo la insolación y queda protegido de los vientos del norte por la mole imponente de Sierra Nevada, generando así un microclima que optimiza las condiciones de habitación (VILLEGAS MOLINA 1971) a la vez que se concentra en su periferia una amplia variedad paisajística.

En lo que concierne a la hidrografía, destaca especialmente la presencia de ríos procedentes de las altas cumbres de Sierra Nevada pues este factor contribuye a la presencia de caudales permanentes que mitigarían la fuerte estacionalidad. Un segundo elemento de especial interés es la presencia de un humedal de tipo turbera, la Laguna de Padul, que ha aportado grandes y completas secuencias palinológicas que permiten incidir sobre el paleoclima de la región circundante, especialmente durante el Holoceno.

Hay que tener en cuenta un aspecto importante respecto a la laguna ya que, al menos desde época medieval, ha sufrido sucesivas desecaciones y drenajes que han mermado su extensión. Este aspecto ha de tenerse en cuenta en tanto que, como veremos, su paleoextensión sería muy superior a la actual.

La geomorfología de la propia fosa hace que esta quede dividida en dos unidades espaciales distintas por un gran espolón rocoso: el valle alto y el valle bajo; siendo el primero el área del presente estudio.

El valle alto presenta una fisonomía de extensa semillanura separada de Sierra Nevada por una marcada línea de falla. El paisaje presenta fuertes contrastes derivados de la contraposición de conos y abanicos aluviales contra los bordes montañosos (SÁNCHEZ DEL ARBOL 2017).

OBJETIVOS

Los objetivos que vertebrarían las pautas de trabajo y tratamiento de la diversa información son los siguientes:Comprender en la medida de lo posible la complejidad de las relaciones humanas con el medio durante las distintas etapas de la Prehistoria Reciente.

- Intentar discernir conductas y patrones territoriales y ponerlos en relación con los aspectos socioculturales de los grupos humanos.

- Relacionar dentro de las limitaciones los distintos asentamientos con los recursos potencialmente explotables en el medio circundante a partir de su cultura material.

- Relacionar los distintos cambios en el paisaje y el patrón de asentamiento así como el aprovechamiento de recursos con los distintos cambios registrados en la columna paleoclimática.

- Difundir y poner en valor toda una serie de yacimientos hasta este momento inéditos eliminando así la falsa imagen tradicional del valle de Lecrín como un espacio vacío en los mapas de la Prehistoria granadina.

METODOLOGÍA

El siguiente estudio constó de un total de tres fases:

1. Dado que la mayor parte de la información es inédita y procede de fuentes ampliamente diversas fue necesario en esta primera fase ordenar y tratar la totalidad de la información disponible para poder cumplir con ella los objetivos de la forma más satisfactoria posible. Todo ello pasó no solo por una recopilación bibliográfica sino también por una serie entrevistas personales y el estudio de materiales arqueológicos entre los que destacan los proporcionados por las prospecciones que tuvieron lugar en el seno del proyecto ZOHUAM (Zonas de Humedal en la Andalucía Medieval).

2. Una vez obtenida toda esta información y habiendo pasado un primer filtro, se realiza la catalogación, clasificación e informatización de las entidades mediante una caracterización cronocultural de los yacimientos a partir de los materiales y la bibliografía. Una vez realizado este elemento se diseña la base de datos del sistema de información geográfica.

3. Realizadas estas cuestiones la tercera fase constaría principalmente del análisis geoespacial a partir de las herramientas proporcionadas por el sistema de información geográfica.

ANÁLISIS TERRITORIAL

Como elemento previo al estudio del territorio y el paisaje en el pasado y de forma específica para el valle alto de Lecrín hay que tener en cuenta una serie de aspectos. En primer lugar y como veníamos adelantando tiene especial importancia la laguna de Padul ya que su extensión en la Prehistoria sería presumiblemente mayor que en la actualidad por las sucesivas desecaciones realizadas.

Para solventar en la medida de lo posible este aspecto y viendo que no entra en discordancia con ningún otro elemento enclavado en la geografía local se optó por tomar como extensión de la laguna la totalidad de la extensión de la turbera que aparece reflejada en la base cartográfica 1:50.000 del Instituto Geológico y Minero de España.

En segundo lugar, hemos de tener en cuenta para un análisis territorial lo más acertado posible el hecho de que los ríos se encuentran muy encajados formando incluso más de 50 metros de desnivel respecto a la plataforma de semillanura. Esto determina dos aspectos principales: si pretendemos ligar las zonas de cultivo a las inmediaciones fluviales debemos tener en cuenta que dichas áreas se encuentran muy limitadas por grandes paredes rocosas, especialmente en los casos de los ríos Dúrcal y Torrente.

Este encajonamiento supone, además, una importante barrera geográfica que requiere ser salvada. Sin embargo, a pesar de todo esto no es posible descartar que sean estos valles fluviales los utilizados como vías de comunicación, especialmente entre el valle alto y el bajo.

El último aspecto de especial relevancia entendiendo que el medio determina en gran medida no solo la cultura sino las decisiones tomadas en base a la misma es el enclave de recursos y espacios específicos ya que determinarán en términos de cercanía o lejanía los enclaves y en términos de disponibilidad o ausencia la cultura material y el valor de la misma.

El poblamiento neolítico en el valle alto de Lecrín:

En lo que respecta al Neolítico propiamente, encontramos dos núcleos principales o aparentemente distinguidos entre sí (Fig. 2). El mejor conocido es el compuesto por los yacimientos de la Cueva del Búho, los Tajos y Fuentes Altas (GARCÍA CAMPOY 2002). Esta ocupación parece tener una continuidad desde el Paleolítico Superior hasta el Neolítico.

Fig. 2. Yacimientos neolíticos del valle alto de Lecrín

Esta área engloba espacios de frecuentación, como la rambla de Santa Elena, Fuentes Altas y los yacimientos Cambrón 1, Cambrón 4 y Arroyo 4 (RAMOS MILLÁN y OSUNA VARGAS 2001).

En lo que concierne a la determinación natural, la litología del piedemonte de Sierra Nevada carece de formaciones kársticas de envergadura por lo que no se encuentran en ella cavidades ni abrigos. Sin embargo, estas formaciones sí están presentes la meseta de Albuñuelas y su pie. Debemos suponer, por tanto, que las actividades socioculturales desarrolladas en este tipo de enclaves, como el enterramiento o el hábitat en abrigos, tendrá lugar en esta zona en condiciones naturales.

El segundo núcleo, peor conocido y muy probablemente incompleto, englobaría la rambla de Dúrcal y los yacimientos del Picón y las Cuevas. En principio en tanto que se desconocen los asentamientos se puede llegar a pensar que forma parte un área más amplia propia del grupo de la zona Tajos-Fuentes Altas, posibilidad que no podemos del todo descartar ya que únicamente conocemos un espacio de frecuentación, la rambla de Dúrcal y dos espacios productivos que, además, están relacionados con el aprovechamiento de un recurso muy específico que únicamente se encuentra disponible en los márgenes y terrazas del río Dúrcal: la anfibolita como materia prima para útiles líticos.

Sin embargo, tampoco podemos descartar la posibilidad de que se trate de un poblamiento con evidencias peor conocidas a lo largo del curso medio del río Dúrcal por lo que se hace evidente la necesidad de un proyecto de prospección que permita inferir con mayor profundidad en la naturaleza de los distintos yacimientos y, a su vez, localizar aquellos elementos que conformarían el incompleto mosaico de que se dispone.

De este panorama podemos obtener una serie de conclusiones que, en ningún caso, podemos afirmar de forma absoluta ya que la información disponible es poco concluyente.

En primer lugar parece clara la elevada frecuentación de ramblas y cauces actualmente secos. Si contrastamos esta información con los estudios polínicos en la Laguna del Padul (RAMOS ROMÁN 2018) apuntan hacia los máximos niveles de humedad entre el 7500 y el 5600 a.C., con lo que el clima a lo largo del VI milenio alcanzaría la máxima humedad y una fuerte estacionalidad acompañada de altos niveles de insolación. El V milenio a.C., por su parte, parece apuntar hacia una etapa de transición en que se produce una pequeña disminución del bosque mediterráneo, que pasa estar formado principalmente por Quercus perenne. Esta situación se prolonga hasta el último cuarto del III milenio a.C. Parece quedar constancia también de eventos climáticos rápidos hacia el 5500 y el 4500 a.C.

De esta forma, podemos concluir que muy probablemente los barrancos y ramblas, actualmente secos, en que se encuentran los yacimientos, muy probablemente contasen con caudal al menos durante el invierno y la primavera, sobre todo si tenemos en cuenta que el río Dúrcal desciende directamente de Sierra Nevada, donde los caudales son permanentes incluso en verano gracias a la acumulación de nieve en las altas cumbres.

Destaca un matiz respecto a este elevado nivel de hallazgos en ramblas pues si bien es cierto que el número de elementos situados en las mismas es más o menos elevado, es necesario tener en cuenta que los procesos geológicos y sedimentarios de estos espacios propician mucho más el hallazgo casual de objetos ya que sufren elevados niveles de erosión que dejan al descubierto los registros arqueológicos, no tanto así en las zonas de vega o de desembocadura de estos barrancos donde el proceso natural es de depósito, enmascarando así los elementos superficiales.

En el caso del área de Padul, podemos observar una distancia aproximada de los asentamientos a las áreas de captación y explotación de recursos de unos 3,5 km, lo que parece concordar con los ratios establecidos para estas poblaciones. Para las zonas de enterramiento este ratio superaría los 4 kilómetros. En cualquier caso lo que sí podríamos afirmar es que las extensiones de las áreas de ocupación parecen tener gran relación con corredores fluviales abiertos a la plataforma de semillanura.

En el caso del área de Padul podemos encontrar un barranco principal en el que se encontraría el asentamiento y que, a su vez, actuaría como zona de paso hacia el espacio de enterramiento a través de un prolongado ascenso y, en la dirección contraria, hacia el Valle que parece ser una zona ligada a la explotación de recursos principalmente bióticos. Los lugares de enterramiento únicamente están representados por la Cueva del Búho. La elección de estos enclaves es bastante más limitada en tanto que, a excepción de la creación de cuevas artificiales, está sujeta a los elementos disponibles en el entorno natural.

Por su parte, los factores de dominio visual del territorio tomados desde el único espacio de asentamiento, el abrigo de los Tajos, son bastante reducidos. Esto denotaría una falta de interés o más bien una ausencia de necesidad de la misma. Sin embargo, el emplazamiento ofrece ciertas ventajas para el asentamiento especialmente por la elevada estacionalidad y las temperaturas asociadas al invierno ya que queda protegido de los vientos del norte por lo que podría ser un asentamiento idóneo al menos para dicha época del año. Esto sumado a la presencia de un curso de agua cercano favorecería en gran medida la habitabilidad del lugar.

La apropiación de las diversas materias primas viene determinada en primer lugar por la cercanía al recurso básico del agua y a las amplias posibilidades de obtención de alimento en la desembocadura del barranco y las inmediaciones del cauce del mismo, que compondrían ecosistemas ricos en especies para la caza, espacios idóneos para el pasto de animales y tierras relativamente húmedas para cultivos.

Sin embargo en lo que concierne a recursos abióticos la información es mínima ya que la cultura material, al carecer de excavaciones arqueológicas, es bastante reducida. En primer lugar los testimonios locales parecen afirmar una gran profusión de útiles de sílex depositados tanto en el lugar de asentamiento como en la cueva del Búho. Esta materia prima es un elemento prácticamente ausente en la litología del valle de Lecrín, lo cual denotaría un fluido intercambio a escala supralocal.

En cuanto a otras materias primas líticas, la inferencia sobre sus lugares de captación es más compleja. En primer lugar, la materia prima para los útiles líticos pulimentados es obtenida y trabajada en las terrazas del valle del río Dúrcal, como muestran los yacimientos del Picón y las Cuevas, las labores de extracción de la materia.

En esta línea de útiles líticos pulimentados encontraríamos también los brazaletes y objetos de adorno de los que, como hemos podido comprobar, únicamente contamos con un testimonio. Se trata de un brazalete fino de caliza negra cuya presencia es poco usual en la litología del terreno, lo que denotaría un intercambio de ciertos elementos considerados de prestigio.

Las labores de cestería presumiblemente tendrían lugar a partir de dos materias primas potencialmente explotables. En primer lugar el esparto, que se encuentra de forma natural en las distintas lomas circundantes a la propia fosa tectónica. Por otra parte, destacan las distintas plantas acuáticas del entorno de la laguna. Sin bien es cierto que no podemos presumir su uso no debemos descartar el potencial del entorno como área de captación de recursos.

La materia prima para la fabricación de cerámica es bastante común en el entorno por lo que su obtención, a excepción de ciertos elementos específicos, tendría lugar en las inmediaciones de los espacios productivos o de habitación.

Un último elemento importante y necesario no solo para la producción de cerámica sino también para el desarrollo de las distintas actividades cotidianas: la madera. La presencia de hachas y azuelas muestra de forma indirecta un aspecto especialmente importante y a menudo obviado o sobreentendido en los estudios de aprovechamiento de recursos. El valle de Lecrín, por la variedad paisajística y geográfica del mismo, cuenta con una gran diversidad de espacios y especies arbóreas y arbustivas que, dependiendo de las distintas necesidades y usos predeterminados para la materia prima podrían ser explotadas tanto para combustible como para muchos otros aspectos.

El poblamiento calcolítico en el valle alto de Lecrín

Con respecto a la Edad del Cobre, los hallazgos son pocos y mal conocidos aunque de los tres testimonios reconocibles (Cerro de los Molinos, Umbría del Agua y Rambla de Cijancos), dos parecen ser asentamientos mientras que el tercero, el Cerro de los Molinos, parece ser más bien un lugar de frecuentación pues únicamente se han registrado escasos fragmentos líticos de tipología calcolítica (CARRASCO DUARTE 1985). En cualquier caso este aspecto, teniendo en cuenta el origen y la calidad de la información puede no ser en absoluto determinante, sobre todo si tenemos en cuenta que ni los propios investigadores encargados de la prospección que dio lugar al descubrimiento y catalogación de los yacimientos de la Umbría del Agua y la Rambla de Cijancos pudieron afirmar de forma clara la adscripción cronológica de los yacimientos a la Edad del Cobre (MONTUFO MARTÍN y MARTÍN-LAGOS CARRERAS 2014).

Sin embargo, un aspecto que parece ser común a todos estos enclaves es la búsqueda de nuevos cauces cercanos en los que no parece haber un asentamiento previo de entidad (Fig. 3).

Fig. 3. Yacimientos calcolíticos del valle alto de Lecrín

Además, se produce un acercamiento mayor al entorno de la laguna de Padul y una alta disminución de los niveles de visibilidad, que quedan reducidos al entorno más inmediato al enclave.

También aumentan los costes de acceso a los asentamientos por la presencia de profundos barrancos y montes más o menos elevados que los separan de la llanura del valle y los ponen más en relación con la meseta de Albuñuelas y el valle del río Dúrcal.

La entidad de los asentamientos conocidos también es muy reducida y se sitúan muy cercanos entre sí lo que hablaría, si asumimos que pertenecen a una misma fase, de un hábitat disperso en pequeños grupos.

Sin embargo se desconoce, en el Calcolítico, un aspecto esencial para comprender la distribución espacial y territorial de las comunidades: las necrópolis.

Es complejo interpretar el poblamiento calcolítico a partir de los ínfimos datos de que se dispone. Sin embargo, si se contrastan con el registro paleoclimático podemos inferir ciertas cuestiones. A partir del 2750 a.C. en los momentos plenos de la Edad del Cobre, parece producirse un cambio brusco con un descenso acusado del bosque mediterráneo. Sin embargo, la laguna aumenta su entidad hasta convertirse en un lago somero. Este aumento de agua y el descenso del bosque se interpretan como una disminución de la insolación y las precipitaciones invernales y el aumento de la aridez. Este aspecto podría justificar la necesidad de buscar nuevos espacios más óptimos determinados por las nuevas condiciones, sobre todo en lo relativo a la agricultura donde el entorno lacustre es un espacio mucho más adecuado en las condiciones climáticas del momento.

Por otra parte el desconocimiento de la cultura material asociada dificulta en gran medida la inferencia acerca del aprovechamiento de los distintos recursos y materias primas disponibles en el entorno. Sin embargo, la explotación y uso de un nuevo tipo de materia prima quizá pudo llegar a determinar el enclave de asentamiento: el metal. La meseta del Albuñuelas es un espacio rico en filones de diversos minerales.

El poblamiento de la Edad del Bronce en el valle alto de Lecrín

Respecto al entorno en la edad del Bronce, solo contamos con un yacimiento que claramente podría adscribirse a este periodo: la Loma del Corral. Por ello, únicamente podemos inferir sobre el poblamiento argárico del valle alto de Lecrín a nivel localizado estableciendo comparativas con otros enclaves cronoculturalmente similares.

En este momento, la relación del clima con el medio revierte en una aridificación del mismo que se ve reflejada en una disminución de la estacionalidad y los niveles de insolación. Además parecen tener lugar ciertos eventos climáticos rápidos hacia el 2200 a.C.; este aspecto parece ir en las líneas ya planteadas por los estudios previos sobre la climatología y el medio en la sociedad argárica (CONTRERAS CORTÉS 2010).

En lo que respecta a la Loma del Corral, el patrón de asentamiento es característico del mundo argárico. Los niveles de accesibilidad son mínimos pues la loma se encuentra circundada por dos profundos barrancos y la zona superior queda arropada por las primeras estribaciones de la gran mole montañosa de Sierra Nevada.

El cerro cuenta, además, con elevada pendiente que favorecería los niveles de aterrazamiento propios del hábitat argárico. Cuenta con una morfología especial ligada a la presencia cercana de la falla de Padul-Dúrcal-Nigüelas que cruza el enclave mostrando en las inmediaciones zonas de hundimiento ligadas a la actividad de la misma.

En lo que concierne a la visibilidad, el domino parece estar centrado principalmente en el curso del río Dúrcal y algunos espacios de las terrazas superiores pero, en ningún caso parece ser tan dominante como la que podremos observar en el Bronce Final pese a lo que se podría esperar en los patrones argáricos más clásicos.

Si observamos algunos de los yacimientos de características similares más cercanos que se conocen, el Cerro de la Encina de Monachil y el Castillo de Lanjarón en el término municipal homónimo podemos ver que hay grandes coincidencias (Fig. 4). Sin embargo, mientras que el Cerro de la Encina cuenta con una larga trayectoria de investigación asociada, ni el Castillo de Lanjarón (en sus fases del Bronce) ni la Loma del Corral han contado con investigaciones arqueológicas por lo que poco conocemos de los mismos más allá de hallazgos superficiales.

Fig. 4. Yacimientos argáricos cercanos a la loma del Corral y sus niveles de visibilidad

Al igual que la propia Loma del Corral, tanto el Cerro de la Encina como el Castillo de Lanjarón se encuentran en pronunciados montículos sobre el terreno coronando y dominando los valles de los principales ríos que descienden por la vertiente occidental de Sierra Nevada siendo estos el Monachil, el Dúrcal y el Lanjarón. Mientras que el Monachil discurriría, al igual que el resto de los ríos de la vertiente norte, hacia el Atlántico, los ríos Dúrcal y Lanjarón discurrirían hacia el Mediterráneo por la costa granadina, facilitando así la comunicación entre este espacio y el interior.

Estos ríos cuentan, además, con cauce permanente incluso en verano por lo que el impacto de la estacionalidad y la aridez sobre los mismos se vería disminuido por la influencia de Sierra Nevada y de la prolongada acumulación de nieves invernales en la misma.

El segundo elemento común es el dominio del propio discurso del río y no de la totalidad de las fosas tectónicas y hoyas en que se enclavan, lo que muestra un interés elevado por ciertos recursos o elementos presentes en dichos valles.

En lo que concierne a los cerros comparten toda una serie de características que le confieren un elevado carácter defensivo. Es tanto así que aumentan en gran medida los costes de acceso afectando esto a la propia movilidad de los grupos humanos por el territorio.

Todos los asentamientos se encuentran situados en la margen izquierda de dichos ríos con lo que se busca aprovechar mucho más la insolación instalándose en las zonas de solana.

Por otra parte, en lo que concierne a la elevación de los mismos no es del todo concluyente pues, mientras que el cerro de la Encina y la Loma del Corral comparten una altitud similar por encima de los 800 m. s. m., el castillo de Lanjarón oscila entre los 500 y 600 m. s. m.; sin embargo, si atendemos a su elevación relativa sobre el entorno sí que podemos observar un patrón similar.

En una línea de progresión vertical por las líneas de máxima pendiente hacia el río de estos tres enclaves, podemos discernir al menos tres factores similares y ligados en gran medida al dominio del medio (Fig. 5).

En primer lugar, podemos encontrar la mayor pendiente en los taludes que darían acceso al valle dominado visualmente. En estos tres casos este primer segmento ligado al control de acceso superaría el 60% de pendiente llegando incluso en el caso del Castillo de Lanjarón al 80% por lo que, establecidas las vías de acceso necesarias, se facilitaría en gran medida el control de paso y acceso al poblado.

Una vez superado este primer segmento se puede considerar que existe cierto nivel de amesetamiento, aunque las zonas que podemos considerar como de hábitat superan el 15-20% de desnivel. Este factor favorecería las labores de aterrazamiento tan características de los asentamientos argáricos.

Los enclaves que quedarían además respaldados por el propio macizo montañoso de Sierra Nevada permitirían obviar la necesidad de una muralla exterior para proteger el poblado.

De esta forma podemos incidir, aventurándonos quizá en exceso, sobre la hipótesis de que se trate de enclaves con morfología y características similares en tanto que responderían en cierta medida a necesidades y funcionalidades similares.

Si atendemos ahora al valle alto del Lecrín propiamente dicho y a la relación de la Loma del Corral con su entorno destaca un primer elemento: un hacha pulimentada sobre anfibolita de tipología presumiblemente del Bronce que denotaría una continuidad en la explotación de dicha materia prima procedente de las terrazas del río Dúrcal.

Fig. 5. Progresiones verticales de las líneas de máxima pendiente de los yacimientos: Loma del Corral, Cerro de la Encina y Castillo de Lanjarón

Otro elemento de cierta importancia en este periodo es el metal. Si entendemos la Loma del Corral en los términos en que se ha interpretado el Cerro de la Encina como punto de control hacia Sierra Nevada y sus recursos mineros y de pastoreo resulta algo más complejo pues lo cierto es que los niveles de accesibilidad desde el valle del río Dúrcal hacia el interior de Sierra Nevada son mucho más dificultosos y complicados que los que pudiesen llevarse a cabo por el río Monachil. En cualquier caso no se debe descartar esta hipótesis, especialmente si atendemos a las nuevas necesidades derivadas de la producción metalúrgica. Aunque no debemos descartar como decimos el área de Sierra Nevada como espacio de apropiación de metales y más concretamente de cobre, lo cierto es que tampoco podemos obviar una zona de gran riqueza minera, y más concretamente del cobre, situada en la zona de Molvízar y que se comunicaría con el Valle de Lecrín a través del camino de la costa o bien a través de las sierras de los Guájares y la meseta de Albuñuelas, en cualquier caso este aspecto no deja de ser una mera hipótesis. Sin embargo tampoco podemos descartar esta formación geológica, la meseta de Albuñuelas, como espacio de apropiación de materia prima para la metalurgia.

En lo que concierne a otros recursos como los ligados al pastoreo, el entorno circundante es bastante óptimo, especialmente los montes aledaños al asentamiento. Por otra parte, existen dos enclaves diferenciados y de especial potencial agrícola en las cercanías. Mientras que el valle del río Dúrcal es una zona óptima para el cultivo de regadío, las terrazas superiores del mismo resultan lugares óptimos para la agricultura de secano, lo que sumado a la cercanía de éstas al asentamiento las convierte en los lugares más adecuados para los cultivos entendidos en términos meramente económicos de potencialidad y reducción de costes y esfuerzos para el desarrollo de la actividad.

Un último elemento de gran importancia en el mundo argárico es la cestería por lo que nuevamente se hace necesario destacar el papel tanto de los montes y pastos circundantes como de la propia laguna como espacios potenciales de aprovisionamiento de materias primas vegetales para cestería.

El poblamiento del Bronce Final en el valle alto de Lecrín

En el Bronce Final podemos encontrar, en el caso del valle alto de Lecrín un total de tres yacimientos (Fig. 6). Dos de ellos, el camino de la Chaja y el Jambre parecen ser monofásicos o tener su inicio en el bronce argárico mientras que el tercero, el cerro de los Molinos, obviando los hallazgos calcolíticos, parece tener continuidad desde el Bronce Final hasta el mundo romano incluyendo la conversión del asentamiento en un oppidum ibérico.

Fig. 6. Yacimientos del Bronce Final y su visibilidad.

Asociado a este espacio aparecen, para épocas posteriores, lo que se ha interpretado como una vía íbero-romana con rodaduras de carro. Ésta se interpreta como, al menos desde época ibérica, una ruta necesaria para el transporte y la comunicación entre el propio valle, la costa y el interior.

El aspecto de gran interés para el conocimiento del medio es el propio enclave de la vía pues se ha interpretado la elección del lugar como ligada a la paleoextensión de la laguna, es decir, esta discurriría por el borde de un elemento geográfico difícilmente salvable por otro paso. Esto se pone en relación, además, con la elección de un enclave de nueva fundación, el oppidum del Cerro de los Molinos ya que discurriría a sus pies.

Sin embargo, como hemos podido comprobar el oppidum se asienta, a su vez, sobre un poblado del Bronce Final por lo que, si asumimos su elección como un aspecto de control de paso, podemos hipotetizar si dicha vía de comunicación ya estaría vigente o en proceso de instauración en esta época, sobre todo si tenemos presente un elemento geográfico difícilmente salvable como es la laguna.

Esto cobra especial relevancia si atendemos a la extensión que el IGME 50 otorga al área de turbera ya que la laguna se extendería al menos hasta los pies del Cerro de los Molinos así como del Jambre, cuya función podríamos entender como similar a la del asentamiento del Cerro de los Molinos.

Para este planteamiento son especialmente ilustrativas las rutas óptimas generadas por el SIG no solo entre ambos yacimientos sino con el Castillo de Chite, un yacimiento interpretado en términos similares situado en el valle bajo (GONZÁLEZ MARTÍN y ESQUIVEL GUERRERO 2008).

A pesar de que la resolución de los modelos digitales del terreno no eran los más adecuados para un aspecto tan específico, lo cierto es que el resultado fue especialmente ilustrativo, sobre todo al comparar los trazados artificiales generados con el transcurso del trazado conservado de la vía pues los niveles de coincidencia son bastante elevados (Fig.7).

Fig. 7. Comparativa de la ruta óptima generada mediante SIG con el trazado conservado de la vía iberorromana.

Sin embargo, si asumimos que estos asentamientos, incluido el castillo de Chite están ligados al control de las rutas de paso hay un elemento que quedaría excluido de todo este sistema: el camino de la Chaja.

El yacimiento se sitúa en el margen opuesto del río Dúrcal a la Loma del Corral, con una altura muy superior a este yacimiento por lo que el control visual es mucho más elevado. Sin embargo esto va en detrimento de otros factores que resultan menos propicios para el asentamiento como el establecimiento en una zona de umbría y más alejada de tierras potencialmente cultivables. Parece tratarse de un asentamiento bastante disperso y ampliamente extendido por toda la unidad geomorfológica.

Abunda en la litología del terreno el mineral ferruginoso que, aunque para esta época no se utiliza como materia prima para metalurgia, lo cierto es que tiene especial importancia para la decoración cerámica ya que ciertos análisis sobre la cerámica local apuntarían a un uso de hematites para la composición de la pintura. Sin embargo, a mi parecer, la posible demanda de estos productos minerales no justificaría el asentamiento permanente en un área que parece ser periférica al eje de comunicación.

Una primera hipótesis sobre su enclave podría ser el dominio de la vía de paso en el lado opuesto de la laguna. Sin embargo, este aspecto es poco probable ya que, aunque el dominio visual es alto, lo cierto es que la presencia de la rambla entre el asentamiento y el valle dificultaría bastante esta opción.

Sin embargo, si atendemos a esta rambla con una funcionalidad similar a la actual en términos de comunicación toma sentido otra hipótesis de partida que justificaría mucho más la elección de este enclave.

El acceso a Sierra Nevada por el valle del río Dúrcal es impracticable en la actualidad y muy probablemente sus condiciones fuesen similares en la Prehistoria por lo que el paso tradicional hacia Sierra Nevada se lleva a cabo por la rambla de Dúrcal.

En esta ruta, bien adentrados ya en la sierra de Dúrcal, se han localizado hallazgos de cerámica a mano con pastas bastante groseras que podrían estar ligadas al aprovechamiento de ciertos recursos con los que podría estar relacionado el enclave del asentamiento. Lo cual aumentaría la viabilidad de esta hipótesis.

Con respecto al aprovechamiento de los distintos recursos líticos del entorno, podemos establecer nuevamente que, la presencia de sílex apunta hacia un elemento exógeno que debería llegar por intercambio o contacto, reafirmando así aún más la constancia de este enclave como vía de comunicación aunque bien es cierto que éste es de peor calidad y su trabajo es mucho más somero por lo que, tampoco podemos descartar que se trate más de reciclajes que de comercio o intercambio en sí.

Por otra parte, las evidencias procedentes del cerro de los Molinos indican un uso continuado de la anfibolita como materia prima para útiles que estarían cada vez más ligados a su uso como elementos para el trabajo de otras rocas duras a modo de percutores.

Otro elemento importante en el patrón de asentamiento y más concretamente en la transición cultural hacia el protoibérico es la continuidad y/o ruptura en el hábitat. De todos estos yacimientos, tanto el Jambre como el camino de la Chaja apuntan hacia asentamientos monofásicos mientras que, como ya venimos adelantando es el Cerro de los Molinos el que conformará posteriormente el oppidum de Padul, dominando así la totalidad del valle Alto mientras que el valle bajo quedará dominado principalmente por los yacimientos del castillo de Lojuela, que será un nuevo asentamiento ibérico, y el castillo de Chite que también tendrá continuidad, al igual que el cerro de los Molinos, al menos hasta época ibérica antigua.

CONCLUSIONES

En primer lugar y a nivel general, la principal conclusión es que el valle de Lecrín no es un espacio carente de yacimientos arqueológicos de la Prehistoria Reciente sino que su vacío responde más bien a un artificio propio de los intereses de los investigadores y de una falta de conocimiento. Esto deriva, por tanto, en la necesidad de un proyecto de prospección para documentar nuevos yacimientos y caracterizar los conocidos además de prestar cierta atención a los recursos potencialmente explotables.

En lo que respecta a las cuestiones específicas del estudio a nivel territorial podemos observar una aparenten tendencia paulatina hacia un mayor control del territorio y sus recursos. Además en este aprovechamiento existe una gran variabilidad pues, aunque existe cierta preferencia por los de carácter local, lo cierto es que existen algunos procedentes de una escala supralocal. Este aspecto se traduce en la necesidad de estudios específicos de procedencia tanto del sílex como de los metales pues despejaría muchas de las incógnitas que en este trabajo se plantean.

Por otra parte destaca la importancia del valle de Lecrín como un nexo de comunicación instaurado al menos desde el Bronce Final.

BIBLIOGRAFÍA

CARRASCO DUARTE, M. (1985): El Padul (autoedición).

CONTRERAS CORTÉS, F. (2010): “Los grupos argáricos de la alta Andalucía: patrones de asentamiento y urbanismo. El poblado de Peñalosa (Baños de la Encina, Jaén)”,. Anales de Prehistoria y Arqueología 25-26, pp. 49 – 76.

GARCÍA CAMPOY, C.A. (2002): “La cueva del Búho, un viaje a su interior”,. El Padul Informa VII, pp. 26 – 27.

GONZÁLEZ MARTÍN, C. y ESQUIVEL GUERRERO, J. A. (2008): “El castillejo de Chite. Un yacimiento ibérico en el valle de Lecrín (Granada)”,. I Congreso Internacional de arqueología ibérica bastetana, (Madrid, 2008), Universidad Autónoma de Madrid, pp. 179 – 186.

MONTUFO MARTÍN, A.M., MARTÍN-LAGOS CARRERAS, I. (2014): Informe Visita de Inspección a Yacimientos de Villamena, Servicio de Bienes Culturales. Diputación de Granada.

RAMOS MILLÁN, A. y OSUNA VARGAS, M. M. (2001): La gestión del impacto arqueológico en carreteras: un ejemplo andaluz en la autovía Alhendín-Dúrcal (Granada), ARKAION S.C.A, Granada.

RAMOS ROMÁN, M. J. (2018): Holocene paleoenvironmental change, climate and human impact in Sierra Nevada, southern Iberian Peninsula Tesis doctoral. Universidad de Granada.

SÁNCHEZ DEL ÁRBOL, M. A. (2017): “Paisaje y patrimonio en el Valle de Lecrín”,. Bienes, paisajes e itinerarios: Revista PH 91, pp. 42 – 50.

VILLEGAS MOLINA, F. (1971): “El Valle de Lecrín”,. Cuadernos geográficos de la Universidad de Granada I, pp. 5 – 36.