ASENTAMIENTOS Y MODOS DE VIDA MEDIEVALES (SIGLOS X-XIII). ESTUDIO ESPACIAL DE LOS YACIMIENTOS MEDIEVALES Y CENTROS PRODUCTIVOS TRADICIONALES EN EL VALLE DE ARRATIA (CEANURI)

MEDIEVAL SETTLEMENTS AND WAYS OF LIFE (10TH - 13TH C.). SPATIAL RESEARCH OF MEDIEVAL ARCHAEOLOGICAL SITES AND TRADITIONAL PRODUCTIVE CENTRES IN THE ARRATIA VALLEY (CEANURI)

Ander SILVANO GUMUCIO*

Resumen

Este trabajo tratará de estudiar el fenómeno del surgimiento de las aldeas así como de los modos de vida del entorno rural medieval del País Vasco desde el paisaje. Para ello, se intentarán relacionar los diferentes establecimientos o yacimientos medievales localizados dentro del área de estudio (Ceanuri, Vizcaya) con la obtención de recursos y materias primas del entorno. De este modo, al terminar de documentar y caracterizar los diferentes centros productivos se analizarán en conjunto con los yacimientos conocidos para desarrollar diferentes hipótesis.

Palabras clave

Sociedad rural, Medieval, País Vasco, Paisaje, Aldeas, Modos de vida

Abstract

This research pretends to study, through a landscape analysis, the phenomenon of the emergence of villages as well as the ways of life of the rural medieval Basque territory. By relating the different archaeological sites of the territory in study (Ceanuri, Vizcaya), with the natural resources available in the environment, we will document and characterise the different traditional productive centres. The results will be analysed together with the known archaeological sites to develop different hypothesis.

Key words

Rural society, Middle Ages, Basque Country, Landscape, Villages, Ways of life

INTRODUCCIÓN Y OBJETIVOS

A lo largo de la historia, el ser humano ha tenido que utilizar y moldear su entorno para poder así sobrevivir y prosperar. Esto conlleva al desarrollo de diversas técnicas y estrategias de extracción de recursos que a su vez provocan la evolución de diferentes paisajes y modos de vida.

Hoy en día en cambio, la sociedad moderna ha olvidado o al menos no seguimos las mismas estrategias y modos de vida tradicionales utilizados a lo largo de los siglos para el aprovechamiento de la naturaleza. De hecho, en este mundo tan globalizado en el que vivimos actualmente, los modos de vida del pasado han quedado difuminados o relegados a áreas marginales o apartadas del mundo más “desarrollado”, dejando en las sombras o completamente olvidada gran parte de la diversidad de nuestro pasado.

En territorios aislados como el propuesto para este estudio, el fenómeno de aculturación no ha sido de tanta magnitud como en otros más cercanos a los centros de poder económico. De hecho, en zonas como la de Ceanuri y sus alrededores, debido a su orografía montañosa y a que está situada relativamente lejos de los centros de acumulación de capitales, no se ha desarrollado una industria moderna propiamente dicha y por ello, los cambios socioeconómicos provocados por la misma han sido de menor intensidad. Por esto mismo, este tipo de territorios pueden ser muy apropiados para la investigación de nuestro pasado y de los modos de vida que regían el día a día de nuestros antecesores.

Fig. 1. Vista parcial del área prospectada. Fuente, http://paisajesdebizkaia.blogspot.com/2015/07/ barrio-ipinaburu-en-zeanuri-bizkaia.html

En este trabajo, se intentarán vislumbrar las huellas que este pasado ha dejado en el paisaje y en la morfología de los asentamientos persistentes. Para ello, observando y estudiando el paisaje y el territorio, se tratará de hacer un primer acercamiento sobre cómo, cuándo y por qué se crearon los diferentes centros poblacionales en el medievo y cómo sus habitantes utilizaron y se adaptaron a la naturaleza para poder sobrevivir y prosperar. Así se intentará dilucidar con mayor o menor exactitud el modo de vida que llevaron estas sociedades y cómo se relacionaron con el entorno.

Por lo tanto y debido a la falta de investigaciones en este sentido que existe en esta zona, en este Trabajo de Fin de Máster se intentará hacer un estudio sobre los asentamientos y modos de vida llevados a cabo a lo largo de la Edad Media en el valle de Arratia y más concretamente en el municipio de Ceanuri, teniendo en cuenta por supuesto los estudios realizados para otros territorios circundantes.

Así pues, se intentará relacionar los diferentes establecimientos o yacimientos medievales localizados dentro del área de estudio con la obtención de recursos y materias primas del entorno. Para ello, primero, caracterizando y documentando los centros productivos que han dejado huellas y restos arqueológicos en el paisaje, se procederá a elaborar un estudio espacial de los mismos y de la relación que estos pudieron haber tenido en períodos anteriores con los yacimientos. De este modo, se intentará también conocer, con mayor o menor precisión, los modos de vida que desarrollaron estas sociedades.

Es preciso decir que las conclusiones que se formularán al final de esta investigación serán de carácter hipotético. Debido a los límites presentados por la naturaleza del registro disponible, mayoritariamente de períodos posteriores al medievo, solo se podrán estudiar los centros productivos de estas épocas. Por lo tanto se habrán de tomar estos como indicadores de explotaciones tradicionales que pudieron haberse desarrollado durante la Edad Media y que, gracias a los avances técnicos y tecnológicos de los siguientes siglos, evolucionaron hasta adquirir las características que han llegado hasta nuestros días.

Dicho esto, nuestra mayor fuente de información para esta investigación será el registro material dejado por los modos de vida tradicionales del territorio en cuestión y el análisis de la cadena continuada de paisajes sobrepuestos que, como ya se ha dicho, nos podrá permitir, o no, retroceder hasta épocas anteriores

MARCO GEOGRÁFICO Y ESBOZO HISTÓRICO DEL ÁREA DE ESTUDIO

Para comprender la realidad actual e histórica del entorno, primero se debería de hacer referencia a su entorno geográfico.

El área de estudio se encuentra en el municipio de Ceanuri, que a su vez se sitúa en el valle de Arratia que también da nombre a la comarca localizada entre la cuenca del Ibaizabal y el macizo del Gorbea. Se trata de una de las localidades más meridionales de la provincia vizcaína y colinda al norte con la mancomunidad arratiana (a la que pertenece), al oeste con el valle y municipio de Dima, por el este con la zona de Orozco y al sur con Ubidea y Álava.

El entorno de estudio está compuesto por un gran número de pequeños y estrechos valles que confluyen en el rio Arratia, alrededor del cual se concentra la mayoría de la población. Siendo uno de los municipios más extensos de la provincia, 67, abarca dentro de sus límites diferentes zonas montañosas que crean un relieve irregular. La mayor de estas zonas sería la del macizo del Gorbea, uno de los montes bocineros que se usaban en el pasado para la llamada a las Juntas Generales de Guernica. Estas montañas cumplen dos funciones principales, por un lado servir de frontera natural entre los territorios históricos de Vizcaya y Álava y por el otro a modo de divisoria de aguas entre el Mediterráneo y el Cantábrico (IBARRONDO 1995: 15-16).

Fig. 2. Municipio de Ceanuri, Vizcaya. Fuente, Visor geoEuskadi

Como ya se ha mencionado, se trata de un relieve muy irregular que se caracteriza por la presencia de formaciones kársticas y pequeñas zonas de pastos esparcidas aquí y allá. La tierra se caracteriza a su vez por poseer una gran acidez y escasa profundidad de suelo y afloramientos de piedra caliza por doquier. Todo esto hace que la zona no haya experimentado un gran desarrollo agrario ya que no es un territorio apropiado para ello. Aun así, gracias al clima húmedo de montaña, las precipitaciones son abundantes y relativamente regulares, de modo que abundan bosques y pastos verdes que benefician la ganadería extensiva e intensiva.

Resumiendo, se puede ver cómo el entorno geográfico de la zona ha influido en la distribución y evolución de la población. Los centros poblacionales se encuentran dispersos a lo largo de la mitad sur del municipio, más fértil y a menor altura y organizados de manera jerárquica dentro del propio pueblo. En la base de esta organización se encontraría el caserío o baserri solitario que en ocasiones se encuentra junto con otros, en agrupaciones de 5 o 6 viviendas, compondrían barriadas o el segundo nivel de la pirámide jerárquica. Por encima de estas pequeñas barriadas estarían las cofradías, que serían un conjunto de barriadas con un centro (no necesariamente más importante que el resto) que da nombre a la misma. En el municipio de Ceanuri serían siete aunque pueden variar. Estas cofradías componen el último eslabón por debajo del propio municipio (IBARRONDO 1995; 18-19).

Como nos dicen los restos de industria lítica y los yacimientos de la Edad del Bronce de la zona, Ceanuri y sus alrededores han estado poblados desde la prehistoria.

Pero, dejando esto a un lado, las primeras menciones históricas de importancia de este territorio nos llegarán desde la Edad Media. Aun así, la documentación existente es muy escasa y en ocasiones hasta inexistente para algunos ámbitos. Por ello, los investigadores nos vemos obligados a extrapolar y a hacer comparaciones con otras zonas limítrofes para desarrollar las diferentes hipótesis e interpretaciones acerca del pasado.

Siendo esto así, se dice que los primeros asentamientos, destinados a la explotación ganadera, deberían de haber estado ubicados en las zonas altas, los cuales darían pie a la creación de los núcleos poblacionales que evolucionarían en las cofradías actuales. Con el tiempo, sobre todo durante los siglos XII y XIII y debido a los problemas que suponía el asentamiento en altura, comenzaría la colonización de los fondos de valle.

De todos modos, la explicación de este fenómeno solo consta de deducciones e hipótesis difícilmente demostrables. Aun así, las teorías imperantes postulan que al principio de un modo provisional y con el tiempo de manera más estable irían surgiendo los primeros núcleos de población. Estos a su vez deberían de entenderse como pequeñas unidades de asentamiento en las que los individuos se unían en un entorno comunitario para hacer frente y gestionar factores como el aprovechamiento de los bosques, el mantenimiento de las redes de comunicación, la defensa, el uso de los pastos… (IBARRONDO 1995: 15-29).

Para el siglo XIII las características de la zona se basaban en una relativa baja densidad poblacional, la creación de hábitats estables y una propiedad mayoritariamente comunitaria de la tierra. Para este período la ya mencionada colonización de los valles habría llegado a su fin. Este fenómeno se refleja en el registro arqueológico y es explicado por algunos investigadores mediante razones económicas. Según ellos, en esta época la economía empezaría a diversificarse al ganar importancia en ella sectores como la agricultura y la producción de hierro, los cuales requerían de corrientes de agua y terrenos fértiles para su desarrollo, ambos localizados en los valles.

Junto a todo esto, ahora sí, se regularizan las primeras cofradías que aglutinaban las diferentes barriadas dispersas (Ríos Rodríguez, 1984). La palabra cofradía, si bien tiene un trasfondo religioso y es cierto que cada una tenía su patrón y parroquia o ermita, tiene en este caso un sentido más laico en cuanto a intereses se refiere. De hecho, las principales funciones de las propias cofradías, siguiendo las tradiciones, eran las del cuidado de los caminos, la organización del monte, la resolución de los pequeños conflictos y el papel de intermediario con la iglesia y el municipio (ARREGUI AZPEITIA 1976; IBARRONDO 1995: 30-31).

Desde el siglo XV en adelante la mayoría de la población se reuniría en los fondos de los valles convirtiendo a estos en los centros administrativos y religiosos y degradando los anteriores núcleos a un segundo lugar (IBARRONDO 1995: 33). A modo de ejemplo, la que fuera parroquia de Alzusta pasaría a ser una ermita y la mayoría de sus funciones se relegaron a la parroquia municipal (ITURRIZA y ZABALA 1885: 427).

La poca documentación disponible para esta cronología se basaría en los registros de las parroquias y en los censos estatales. Estudiándolas se puede ver como la evolución del municipio y la comarca seguiría la misma lógica de subidas y bajadas poblacionales en relación con las diferentes crisis hasta el siglo XIX y la revolución industrial. Esta última, o mejor dicho, la falta de la misma en el territorio, hará que gran parte de los habitantes migre a zonas más atractivas para trabajar, lo que influyó negativamente en los municipios de la comarca ya que provocó un envejecimiento de la población que ha perdurado hasta nuestros días (IBARRONDO 1995: 46).

Del mismo modo, el hecho de haber tenido una industrialización casi nula ha contribuido a que se mantuvieran prácticas y costumbres heredadas de épocas anteriores a la vez que una economía basada en la explotación del bosque, la ganadería y la agricultura (IBARRONDO 1995: 167-181).

METODOLOGÍA

En cuanto a la metodología aplicada para la elaboración de este trabajo. Resumiendo, podría decirse que en esta investigación se ha contado con una serie de diferentes técnicas y herramientas: la toponimia, la prospección (la principal ha sido la observación del territorio), fuentes bibliográficas, fuentes orales, documentación escrita, cartografía y fotos aéreas entre otras. Aun y todo, huelga decir que para cada centro productivo u otros apartados del trabajo se han empleado las herramientas que más podían beneficiar a la comprensión de dichos elementos en base a sus características particulares.

Fig. 3. Imagen aérea en el mapa de sombras de la Cantera de Zubizabal. Fuente, Visor geoEuskadi.

Fig. 4. Vista parcial de algunos de los seles mediante el uso de la foto aérea y malla cartográfica. Fuente, Visor geoEuskadi

Una vez localizados y verificados los lugares, se procedió a prospectarlos de manera sistemática pero acotada, ya que algunos pueden ser inmensos (MAYORAL Y SEVILLANO 2013). Ha sido imposible realizar el análisis de todo el territorio disponible, por lo que la mayoría de las veces se ha empleado la observación directa como método de verificación y análisis de algunas zonas de presunción ya localizadas mientras que el resto se ha dejado para una posible ampliación de este trabajo en el futuro (MARTÍNEZ Y RODRÍGUEZ 2013).

ESTADO DE LA CUESTIÓN

Con la decadencia del imperio romano se dio la progresiva degradación de las lógicas económicas romanas. Esto provocaría una transformación en la naturaleza y ubicación de los propios asentamientos rurales. Con la desaparición de los modos de vida romanos, a partir de siglo V, se necesitó una reorganización del paisaje y el hábitat tardoantiguo. Esto supuso que los habitantes de las áreas rurales ganaran autonomía ya que, al debilitarse la estructura fiscal y coercitiva imperial, pudieron optar por producir productos desligados de la lógica imperial.

De este modo, surgieron nuevos tipos de asentamientos que se podrían resumir en tres diferentes, los rupestres situados en cuevas a relativa altitud, los de los valles resguardados y los asentamientos en altura (ARAGÓN RUANO 2011).

En la Alta Edad Media se dio una segunda transformación, más profunda, del paisaje y de los espacios productivos. En el nuevo modelo económico, los ámbitos productivos que en cronologías previas se consideraban secundarios cobraron fuerza, mientras que, las labores que requerían mayor especialización y las exportaciones en general, se vieron perjudicadas al romperse el entramado comercial anterior. Aunque existen teorías de que estas prácticas podrían tener un origen anterior.

Todos estos cambios hicieron surgir nuevos modelos de poblamiento como las aldeas en el territorio vasco. Hoy en día existe un debate en torno a la aparición de estos asentamientos estables. De manera progresiva, algunos investigadores postulan que debieron de surgir a partir del siglo VIII, mientras que otros argumentan que debieron de surgir alrededor de los siglos IX y X. Estas aldeas se basarían en el modelo de las Villae anteriores y en la ampliación de los terrenos de cultivo y explotación agropecuaria, pero del mismo modo estarían desligados a los sistemas supralocales de poder como fueran las Civitas o los Castros. Aunque presentarían una estructuración fuertemente articulada tanto demográfica como poblacionalmente hablando.

A partir del siglo IX, y en base a los hallazgos arqueológicos realizados, la mayoría de los asentamientos se ubicarían en las laderas soleadas de las montañas, aunque también se encontrarían en algunos valles resguardados y en la costa, dependiendo de las características de cada territorio. Las razones de la elección de estas ubicaciones también son temas aún sin resolver, ya que del mismo modo que algunos autores argumentan que debió de ser para evitar las alturas extremas y los valles, ya que no eran terrenos apropiados ni para la agricultura ni para la ganadería, otros postulan que el modelo económico imperante en la zona sería el de la ganadería, por lo que se elegirían zonas a media altura para poder aprovechar los pastos altos y bajos dependiendo de las estaciones del año.

De todos modos, la mayoría de investigadores están de acuerdo en que las aldeas en cuestión serían relativamente pequeñas, con alrededor de unas 10 familias en cada una. Además estarían cerca unas de otras, pero su ubicación dispersión y concentración variará dependiendo del territorio (ARAGÓN RUANO 2011: 29-30).

Las estructuras o viviendas de estas aldeas serían simples. Tomando como ejemplos los casos de Argiñeta e Igartubeiti vemos como podrían ser edificaciones de unos 15 m2 provistas de dos habitaciones, el hábitat en sí mismo y el almacén o despensa. Las estructuras presentarían unas técnicas constructivas similares, suelos hundidos artificialmente y paredes hechas a base de postes, entrelazados con ramajes recubiertos con argamasa o arcilla (ARAGÓN RUANO 2011: 35).

Los espacios productivos, también sufrieron cambios con la reestructuración de los mismos debido a la nueva organización territorial, social y económica. De hecho, mediante métodos de presura, por parte de los aldeanos, se pudieron haber ocupado nuevos territorios antes baldíos que con el tiempo se acabarían por apropiar a título personal. Surgieron así nuevas fijaciones, diferenciaciones y jerarquías de espacios, en función del aprovechamiento que se le daba a cada uno de ellos. El espacio más cercano al poblamiento y a las viviendas podría ser utilizado para la producción de cereales, la horticultura o los manzanales entre otros productos. La ganadería en cambio, se desarrollaría en terrenos más alejados del centro poblacional y estaría dominado por los bosques y pastos. Se piensa que estos últimos podrían ser comunales y estarían organizados en dehesas, seles y otras delimitaciones. Los fundamentos económicos de cada zona estarían sujetos a las características de la misma. De este modo, en la zona cantábrica estaría más relacionada con la explotación ganadera y de árboles frutales junto con otras necesarias para su subsistencia mientras que en las zonas más meridionales se primarían los intereses agrarios que aprovecharían las grandes extensiones de tierra disponibles en ellas (ARAGÓN RUANO 2011: 36).

Centrándonos en la tipología de las aldeas de la vertiente cantábrica, presentan diferentes características. Por un lado se encontrarían aquellas que se constituyen mediante la construcción de 2 a 3 edificaciones agrupadas y rodeadas de cultivos y bosque. Normalmente en estas la iglesia suele pertenecer a una fase posterior a la creación del propio asentamiento y por ello suele aparecer a uno de los lados del mismo de forma excéntrica. Por el otro, se encuentran las iglesias y necrópolis que actúan a modo de referente integrador de varios hábitats dispersos en un área más extensa de la ladera.

Otro tema relacionado con el surgimiento de estas aldeas medievales que hoy en día está todavía en tela de juicio es el papel que tuvo la iglesia en este fenómeno. Parece que no debieron de fundarse antes que las aldeas ya que se suelen encontrar fuera de los propios centros poblacionales, a un lado. Esto sugiere que se debieron de construir posteriormente porque en el caso contrario se ubicarían en el centro de la misma al ser un elemento distintivo y centro aglutinante de toda la población, Aun así, es cierto que se dan casos de este modelo de aldeas articuladas en torno a los templos, pero generalmente a partir del siglo XI (ARAGÓN RUANO 2011: 33-34).

Aun así, es cierto que las iglesias pudieron contribuir a la agregación y cohesión de la población a modo de agente aglutinador y de centro de redistribución del excedente, fomentado a partir de los siglos IX y X tanto por élites laicas y eclesiásticas. Aunque esta es la teoría más aceptada, en ocasiones es rebatida por otras que sugieren que pudo ser al revés, es decir, que de la cohesión de la población surgiera la iniciativa de la construcción de templos.

Con este tema volvemos al debate intelectual en torno a la motivación del surgimiento de estos centros poblacionales. Algunos investigadores se sitúan a favor de que, debido al silencio documental, las primeras fundaciones debieron de haber sido no premeditadas y llevadas a cabo por campesinos libres y que no se verían tan sometidas a las presiones de señoriales (GARCÍA CAMINO 2004).

Investigadores como Quirós entre otros, piensan que debió de haber algún tipo de fomento por parte de las élites aunque precisa que estas serían de carácter local. De este modo, diferentes familias se asentarían en nuevas ubicaciones no ocupadas y podrían tomar sus decisiones comunes en concilium. Más adelante se comenzarían a dar las fundaciones dirigidas por las élites o por grupos de campesinos pero ya con el permiso previo de los susodichos señores (ARAGÓN RUANO 2011).

ANÁLISIS

1. Los yacimientos

Primero y ante todo hay que aclarar que en los yacimientos en cuestión no se han encontrado ningún tipo de estructura de habitación u otra función. Lo que sí se ha excavado en todos ellos son las necrópolis de las diferentes poblaciones o aldeas medievales. Estas, como ya se ha dicho con anterioridad, son de gran utilidad ya que ofrecen información sobre estos centros poblacionales que usualmente dejan un registro arqueológico difícil de excavar y por tanto de estudiar. Así pues, estos centros de inhumación pueden darnos luz sobre diferentes factores de las poblaciones del pasado como serían; su tamaño, sus características internas (organización interna por ejemplo), influencias exógenas, cronologías y sobre todo pueden servir para ubicar una población hasta entonces desconocida.

De hecho, estas necrópolis suelen crearse junto con el asentamiento de la población. Incluso antes de la construcción de un templo o estructuras más o menos estables, la población siempre necesitará de un lugar de enterramiento de sus muertos, el cual muchas veces sobrevive incluso hasta después del abandono del lugar por sus habitantes debido a la tradición.

Aun así, toda esta información que nos aportan las necrópolis estaría incompleta en la mayoría de los casos estudiados. Las intervenciones realizadas hasta el momento no han cubierto toda el área de manera extensiva, ni era ese su objetivo. Por el contrario, se trataban de intervenciones de urgencia, que en la mayoría de los casos se debía a la restauración o ampliación de las ermitas bajo y alrededor de las cuales se encuentran estos enterramientos.

De este modo se ha tenido noticia de 4 necrópolis medievales en el territorio estudiado.

En la primera, la de la ermita de San Lorenzo de Ocerinmendi, se halló una lápida en la pared de la propia ermita:

“En la pared sur de la ermita de S. Lorenzo de Otzerimendi (Zeanuri) se halla intestada una lápida de arenisca de 53,5 cm. de alto, 30 cm. de anchura en su extremo superior y 24,5 cm. en el inferior. Todo el borde, en una anchura de 2 cm. está rehundido. En posición central aparece una esquemática figura humana: la cabeza es un círculo en el que se aprecian rasgos sumarios. Su brazo izquierdo está apoyado en la cadera mientras que tiene el derecho extendido. A su izquierda aparece otra figura similar mucho más pequeña y esquemática de la que sólo se aprecia el círculo que forma la cabeza y una línea vertical que sería parte del cuerpo. Bajo ellos un aspa incisa y a la derecha de la figura principal líneas acodadas paralelas como las que hemos visto repetidamente en otras estelas del período. Por ciertas similitudes con las de Momoitio, Abrisketa o Ranes, algunos autores la fechan hacia el s. XI, no alejándose así de Ybarra que la atribuye a comienzos del s. XII” (GARAI-OLAUN y ZUFIAURRE 2005).

En este yacimiento se han descubierto dos tipos de enterramientos diferentes tipológicamente. Por un lado, estaría la única sepultura, hasta ahora, excavada en la roca natural y que presentaría una forma antropomorfa claramente definida. Por el otro, estaría el resto de sepulturas que estarían dentro de la tipología de sepulturas de lajas, que, construirían las fosas utilizando piedras planas dispuestas verticalmente para las paredes y horizontalmente para las cubiertas, mientras que el fondo de la misma no presentaría ningún tipo de elemento construido. Además, al igual que en el resto de necrópolis de la zona, todos los restos humanos conservados se hallaban en disposición decúbito supino, orientadas en un eje oeste-este y con las piernas totalmente extendidas. Con todo esto y observando la organización más o menos clara de los enterramientos se ha dado una cronología relativa de mediados del medievo, siglos XII-XIII. Esta datación se basaría en la ausencia de elementos funerarios previos y en la organización de la necrópolis que para este territorio implica un desarrollo propio de estas fechas. Aun así, esto no quiere decir que estas cronologías sean inamovibles, ya que debido a la escasa área excavada hasta la fecha, podría ser que futuras investigaciones refuten estas conclusiones y propongan diferentes dataciones (ALVAREZ 1999).

En la segunda, la de Arzuaga o Altzuaga en euskera, se documentaron 11 sepulturas ubicadas dentro de la ermita de San Juan de Arzuaga con una cronología provisional del siglo X. Estas sepulturas presentan diferentes características tipológicas. Así pues, la primera y mejor acabada de todas se encontró en la cabecera de la ermita actual y sería del tipo sepultura de muro, la cual sería una de las más antiguas del valle de Arratia por sus paralelismos con otros enterramientos del Duranguesado datados alrededor del siglo décimo de nuestra era. Del mismo modo que en Ocerinmendi, aquí también se encuentran sepulturas del tipo lajas pero en mucha menor medida con solo dos ejemplos documentados, una de un individuo adulto y otra de uno infantil. Aun así, en este caso las lajas no cubrirían la totalidad de la fosa, modelo muy común en todo el norte peninsular entre los siglos IX y XII pero muy esporádico en los territorios de Vizcaya y Guipúzcoa, lo cual hace que se relacione este tipo de inhumación tan característica con los procesos de repoblación que se dieron en este período de la Edad Media. También se documentaron sepulturas de fosa tallada en la roca pero a diferencia de la de Ocerinmendi por ejemplo, estas presentaban una forma ovoide o de bañera y estaban mejor acabadas que la anteriormente mencionada. Esta tipología también es difícil de encontrar en una necrópolis cristiana del norte peninsular, mientras que al sur son muy comunes. De hecho solo se han encontrado cinco homónimos, la de la catedral de Oviedo, en Piélagos, Ovilla (Burgos) y en Vizcaya en Gamiz-Fika y en San Miguel de Alzusta (de la cual hablaremos más adelante). Esto hace pensar en las relaciones y procesos de aculturación que pudieron haberse dado en este período entre el norte y el sur de la divisoria de aguas. La última clase de sepultura sería la de fosa simple, la cual, a falta de mayor registro no sirve para datar el yacimiento ya que son las más comunes en todo el territorio y se utilizaron a lo largo de diversos períodos históricos (GARCÍA CAMINO 1991).

Las últimas dos necrópolis se encuentran ambas en el barrio y cofradía de Alzusta, en las ermitas de San Miguel y Santa Lucía.

En el primer yacimiento, San Miguel, se distinguen tres períodos de uso, el medieval, el post-medieval y el reciente. Nosotros nos centraremos en el primero de ellos por ser el de mayor interés para este trabajo. Esta necrópolis medieval se ha datado en torno a los siglos XI-XIII, aunque, como en los casos anteriores ha de tomarse como una datación provisional ya que la datación se hizo exclusivamente mediante las tipologías de las sepulturas. Por lo tanto habrá que esperar hasta que otras pruebas como la del C14 aporten algo más de luz al asunto (GARCÍA CAMINO 1990b).

En el caso de Santa Lucía, las sepulturas del yacimiento serían de entre los siglos XII y XVIII, ya que las tumbas de períodos anteriores no estarían cubiertas con diferentes losas sino con una única cubierta. Además, esta tipología de sepultura también tiene paralelismos en otras zonas de Vizcaya y si a eso le añadimos la organización en hileras paralelas de la necrópolis, de tradición merovingia, vemos que los cementerios similares de la provincia estarían datados a partir del siglo XII. Algo fuera de lo común en este tipo de necrópolis es el hecho de que se aprecia una notable concentración de inhumaciones en la parte norte de lo que debería ser la necrópolis. Esto se contrapone a los modelos del Duranguesado por ejemplo, en los cuales el sector más septentrional suele aparecer escasamente aprovechado con sepulturas esporádicas o marginales. Sobre esto huelga decir que podía deberse a que el resto del espacio ya podría haber estado ocupado, por lo que esta práctica respondería a un problema de espacio más que a uno ritual. De hecho, el que fuera la única área estudiada da pie a pensar que en el futuro se puedan hallar más restos funerarios.

Todas estas necrópolis fueron usadas como mucho hasta el siglo XIII, lo cual pudo deberse a que las aldeas que allí se ubicaban fueron abandonadas en esas fechas debido a la reorganización territorial dada en la Baja Edad Media junto con el surgimiento de las Villas.

Aun así, es de destacar que por lo menos en los últimos años de la Alta Edad Media y hasta el siglo XII por lo menos la cabecera del valle de Arratia pudo haber tenido una gran densidad demográfica ya que la proximidad de los asentamientos (Ocerinmendi, los dos de Alzusta y Arzuaga) implicaría una gran apropiación del territorio (GARCÍA CAMINO 1990a).

En cuanto a su ubicación, como se puede ver en la imagen, todos se encuentran a lo largo del valle del rio Arratia pero situados a media ladera, lo cual puede concordar con las teorías que los principales investigadores tienen al respecto. Estas aldeas están además relativamente cercanas unas a otras, 1 o 2 km y esto hace pensar que posiblemente tendrían relación visual entre ellas. Si bien estas dos características son compartidas entre los tres centros de población analizados, el relieve elegido para su asentamiento, teniendo en cuenta el asentamiento actual, muestra diferencias entre Arzuaga y las otras. De hecho, mientras que las otras se ubican en terrenos relativamente llanos, en colinas suaves o terrazas naturales, Arzuaga se sitúa al borde de una profunda hondonada, aunque es cierto que al otro lado predomina un relieve de suaves colinas ascendentes.

Actualmente, los asentamientos estudiados presentan diferentes morfologías. En el caso de Ocerinmendi, la población se organiza en pequeños grupos de caseríos dispersos por todo el territorio. Esto puede deberse por un lado a que se encuentra muy cerca del núcleo actual de población del municipio, lo cual pudo acarrear mudanzas de sus pobladores hasta períodos actuales, o por el otro, a que, como su propio nombre indica (Ocerinmendi=monte de Ozerin) y el palacio que se encuentra (Ocerinjauregi=Palacio de Ocerin), pudo haber pertenecido a alguna clase de señor o “Jauntxo” que pudo condicionar el desarrollo de la población diferenciándolo del resto.

En el caso de Alzusta, también nos encontraríamos con un poblamiento disperso pero, del mismo modo, más concentrado que el anterior. Este núcleo poblacional se encuentra a su vez más alejado del núcleo central del municipio, lo cual pudo influenciar a sus moradores para que se quedaran, fuera por identidad u otra razón. También es cierto que Alzusta contó con parroquia propia antes de verse relegada al estatus de ermita (ITURRIZA y ZABALA 1885: 427) y que como ya hemos visto cuenta con dos necrópolis medievales que pueden explicarse mediante la existencia de dos poblaciones diferenciadas o por los movimientos de una misma población que variaría su ubicación con los años. Esta aparente mayor entidad poblacional para la Edad Media pudo deberse también a las condiciones favorables del entorno en el que se sitúa. Sin cumbres altas cercanas y con un relieve suave toda la zona gozaría de largas horas de sol además de tener una de las mejores ubicaciones estratégicas de la cabecera del valle (en cuanto a visibilidad se refiere).

Arzuaga en cambio presenta las características propias de un asentamiento concentrado. Los diferentes caseríos se ubican en un pequeño núcleo bien definido y el que el templo se sitúe de manera excéntrica a la población hace pensar que pudo haber sido construido con posterioridad, aunque esto es difícil de demostrar ya que no se han encontrado estructuras anteriores a las actuales que pudieran corroborar esta teoría. Además resulta peculiar que en la ladera más abrupta se puede diferenciar algo parecido a terrazas de cultivo, las cuales, debido a la densa vegetación, no se han podido prospectar para este trabajo, pero que en caso de serlo sería el único lugar en toda la cabecera en la que se ha logrado encontrar este tipo de infraestructura agraria.

2. Los centros productivos

Antes de comenzar a realizar un análisis sobre la naturaleza y características espaciales de los centros productivos estudiados convendría resaltar algunos factores que condicionarán el propio estudio y las conclusiones que surgirán a partir de ellos.

Por un lado, se tiene que tener en cuenta que la mayoría de los centros productivos de los que hemos tenido constancia en la elaboración de este trabajo no son de época medieval sino que datan de tiempos más modernos o no se les ha podido asignar una cronología bien definida. Debido a esto, existe la necesidad de interpretar cada una de estas producciones como posibles continuaciones de otras anteriores que habrían aprovechado los recursos naturales conocidos y a modo de herencia de tradiciones más arcaicas pudieron haber seguido con las actividades, cosa que no tiene por qué ser siempre cierto.

Además, debido a factores como el tamaño del territorio a analizar, demasiado grande para una sola persona con el margen de tiempo disponible, a la falta de recursos y a los condicionantes del tiempo, la orografía y la vegetación, no ha sido posible llevar a cabo una prospección minuciosa y sistemática de la totalidad del área en cuestión. Esto hace que el estudio y las conclusiones sacadas a partir de él tengan un carácter parcial y provisional. De manera que todas las hipótesis y/o conclusiones que se propongan al final de este trabajo se verán subordinadas a futuras investigaciones del territorio.

Como ya se ha mencionado, el problema del tamaño del área estudiada ha hecho necesaria la selección de un área más acotada en la cual centrar la mayoría de los esfuerzos a la hora de desarrollar el trabajo de campo. En este caso, esta zona habrá sido la de la ladera norte del monte Gorbea, o dicho de otra manera, prácticamente la mitad sur del municipio de Ceanuri. Los argumentos para la elección de este territorio entre otros posibles se podría resumir diciendo que, al ser la zona más despoblada del conjunto del territorio, casi inhabitada, debería de ser también la menos contaminada por las transformaciones de los últimos siglos y porque al comienzo de la documentación y caracterización de los centros productivos era la zona en la que mayor número y mayor claridad de indicadores ofrecía.

De todos modos, debido a las características de extensión del trabajo se han dejado de lado numerosos centros productivos como las tejerías, ferrerías de monte, minas y terrenos agrícolas entre otros. Estos quedarán pendientes para las futuras investigaciones y a la espera de la información que podrían aportar.

Por todo esto, y sin temor a ser repetitivo, se ha de hacer hincapié en que por la falta de estudios similares en la zona, y por el carácter sesgado del estudio, en este trabajo nos limitaremos a proponer diferentes hipótesis sobre los modos de vida medievales y sus relaciones con el territorio a modo de explotación del mismo, que a su vez deberán de ser corroboradas por futuros estudios e intervenciones.

Una vez dicho esto, comenzaremos a analizar la dispersión en general de todos estos centros productivos (Fig. 5).

Fig. 5. Mapa sintético de la distribución espacial de los centros productivos documentados y los yacimientos medievales conocidos. Fuente, Visor geoEuskadi y Ander Silvano.

Tal y como se ve en la imagen, la mayoría de los centros se ubicaría relativamente alejados de las aldeas. Esto sugiere que no deberían de ser explotaciones continuadas y especializadas, sino que podría tratarse de un sistema productivo sujeto a las necesidades estacionales o temporales que primarían la accesibilidad a las materias primas y al combustible frente a la cercanía de los centros poblacionales.

Del mismo modo también es cierto que no se ubican excesivamente lejos de los yacimientos documentados. Lo cual puede deberse a que intentarían evitar cotas demasiado altas por problemas logísticos como el transporte o la comunicación y por la peligrosidad que podría suponer llevar a cabo estas prácticas en ciertas épocas del año.

La ubicación del conjunto de centros también muestra que aparentemente (falta mucha extensión por prospectar) se crean concentraciones de centros productivos diferentes pero relacionados entre sí. Esta relación entre explotación maderera, de carbón, producción de cal y canteras puede deberse a la simple simbiosis que habría entre ellas, ya que la mayoría no podría desarrollarse sin la presencia cercana de las otras producciones, todo ello en un contexto de autoabastecimiento por supuesto. Estas agrupaciones también podrían responder a una apropiación y organización territorial regulada entre las diferentes poblaciones del lugar, mediante la cual cada aldea aseguraría su autosuficiencia y subsistencia y evitaría, dentro de lo posible, conflictos con sus poblaciones vecinas.

La última observación sobre la ubicación de estos centros productivos sería que todos ellos se sitúan a cierta altura, en cotas entre los 500 y 700 metros, lo cual podría deberse, como ya hemos mencionado, por la accesibilidad a los recursos naturales, pero también, porque los valles y las zonas más cercanas a las aldeas podrían estar reservadas a la agricultura y la ganadería que gozarían de una mayor importancia.

CONCLUSIONES

Teniendo en cuenta todo lo estudiado, analizado y dicho en las páginas anteriores podríamos concluir destacando algunas hipótesis que podrían responder, aunque sea en parte, a las preguntas que se formularon en los objetivos planteados al comienzo de este trabajo.

Uno de estos objetivos era el de intentar comprender la razón o razones por las que ciertas comunidades decidieron asentarse en los lugares en los que se asentaron. Como ya se ha mencionado, generalmente solían elegir ubicaciones que seguían el recorrido del valle fluvial del rio principal (Arratia), pero evitaban asentarse en los fondos del propio valle y preferían posiciones de mayor altura, aunque no demasiada.

Estas predilecciones pudieron deberse a diversos factores. Por un lado, algunas de las teorías más aceptadas actualmente proponen que estas ubicaciones, a media ladera, podrían estar sujetas a los intereses de la ganadería y la agricultura pues ofrecen las condiciones óptimas para el aprovechamiento de los pastos superiores e inferiores y mayor número de horas de sol para la producción agraria.

En mi opinión esto podría ser cierto ya que, como ya hemos mencionado, los centros productivos tradicionales, salvo unos pocos como las ferrerías, tendrían un carácter esporádico o estacional por lo que primarían los intereses agropecuarios. Aun así, son muchos los lugares que se podrían amoldar a estas características y pocos de ellos han sido ocupados por el ser humano de manera tan clara en estas cronologías. Por ello, creo que no es descabellado hablar, siempre a modo de hipótesis, sobre otros intereses que podría haber tras la elección de las ubicaciones de las aldeas. Estos podrían ser variados.

Resumiéndolo, podemos destacar dos intereses que a mi juicio podrían haber sido importantes. Por un lado estarían las vías de comunicación tradicionales. De hecho, toda la zona estudiada se encuentra al pié de uno de los pocos pasos naturales entre Vizcaya y Álava. Por el otro en cambio, estaría el factor determinante de la disponibilidad de materias primas como el hierro, la madera y el agua entre otros muchos, sin los cuales una sociedad pasaría a ser prácticamente impotente en un sentido de autosuficiencia.

Otro factor a tener en cuenta podría ser el de la escasa distancia que hay entre las diferentes aldeas. Esto sugiere que durante este tiempo, entre los siglos X y XIII, se debió de vivir un período de relativa estabilidad y crecimiento económico-demográfico que supuso un incremento de la presión antrópica sobre el territorio. Esto se manifiesta con nuevas fundaciones de aldeas, todas con cronologías similares, y una mayor apropiación del territorio, la cual se puede apreciar en la densidad de población y, a un segundo nivel, en la herencia trasladada a los centros productivos tradicionales de los siglos posteriores que ha perdurado hasta nuestros días.

Por último, en cuanto a la razón de la ubicación específica de los asentamientos, algo de lo que no se ha podido encontrar ninguna referencia bibliográfica es la relación que podría haber entre la elección de estos asentamientos en altura y la accesibilidad a ciertos recursos naturales. De hecho, las comunidades podrían haber elegido multitud de ubicaciones para su asentamiento, teniendo en cuenta los determinantes ya explicados, pero aun así a veces se posicionaron en zonas, como es el caso de Arzuaga, de difícil acceso incluso hoy en día, fenómeno que de momento no me queda más remedio que dejar pendiente para futuras investigaciones.

En cuanto al segundo objetivo, el de aportar algo más de luz sobre los modos de vida que llevarían estas poblaciones, es cierto que, tal y como apuntan las principales teorías al respecto, se tratarían de sociedades mayoritariamente ganaderas que también se dedicarían a la agricultura aunque en menor medida. Esto se ve reflejado claramente en el gran número de seles (originariamente parcelas ganaderas) presentes en la zona, solo superada en cantidad en el entorno de Zenarruza, el cual era un importante centro eclesiástico con grandes territorios bajo su control.

Aun así, también cabe destacar la importancia que pudo tener para la población la autosuficiencia casi total de este territorio tan aislado. Para lograr este autoabastecimiento de materiales, herramientas, comida y demás elementos necesarios para la supervivencia, sería preciso contar con un sinfín de explotaciones de recursos y centros de producción locales como serían todos los documentados en este trabajo y otros muchos de los que no hemos tenido constancia o solo hemos rascado la superficie pero que serían de vital importancia para el desarrollo de la sociedad.

Por lo tanto, sin menospreciar la importancia que pudo haber tenido el comercio, si bien la mayoría de la población, por no decir la totalidad, de dedicaría a la ganadería y/o a la agricultura, también desempeñarían diferentes oficios más especializados, de manera esporádica, según las necesidades o estacionalmente que se llevarían a cabo a título personal como sería el caso de los ferrones por ejemplo o de manera comunitaria como sería el caso del cuidado de los caminos y otras prácticas más complejas.

Muestra de esto es que el territorio muestra síntomas de una importante apropiación territorial por parte de la población. Es cierto que el registro conservado hasta nuestros días es posterior a las cronologías estudiadas pero es posible formular hipótesis de manera retrospectiva sobre estos modos de vida que se pudieron desarrollar a lo largo de la Edad Media y que en los siglos posteriores evolucionaron y dejaron su testimonio en el paisaje y en el registro arqueológico. Claro está, que como ya se ha repetido varias veces todo esto quedaría a modo de hipótesis pendiente de demostrar y que para ello sería necesario fomentar nuevas investigaciones tanto en el mismo territorio como en otros del entorno.

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* Universidad de Granada, Departamento de Historia Medieval. asilvano@correo.ugr.es