ARQUEOLOGÍA DE LAS RELIGIONES MISTÉRICAS PAGANAS EN LA BÉTICA

ARCHAEOLOGY OF PAGAN MISTERY-RELIGIONS IN THE BAETICA PROVINCE

Roberto OLAVARRIA CHOIN

Resumen
La Bética romana posee numerosos ejemplos interesantes de restos arqueológicos de los tres principales cultos mistéricos: Isis, Cibeles y Mitra. En el presente artículo se analiza la desigual presencia  de estos tres cultos en dicha provincia así cómo el diferente perfil social de sus miembros. Analizando templos, inscripciones, esculturas, cerámicas, se comprueba la problemática que presentan muchos de los restos y qué nuevos descubrimientos se han producido en los últimos años.

Palabras clave
Instrumenta domestica, Iseo, Mitreo, Taurobolio, Tauroktonía.

Summary
The Roman Baetic province contains many interesting examples of archaeological remains of the three main Mistery Cults: Isis, Cybele and also Mithra. The different presence of these three religions in the province is studied in this paper, thus us the unequal  social profile of its members. Analysing inscriptions, temples, sculptures, pottery, we check the problematic shown by many of these remains , and which discoveries have been made in the recent years.  

Key words
Instrumenta domestica, Iseo (Iseum), Mitreo (Mithraeum), Taurobolio (Taurobolium), Tauroktonía (Taurokthony).


I. LOS CULTOS MISTÉRICOS EN LA BÉTICA

Durante la época del Imperio Romano una serie de cultos de origen oriental (Isis, Cibeles, Mitra) se difundieron rápidamente por todo su territorio (VERMASEREN 1981:96). A diferencia de la religión grecorromana tradicional, la pertenencia a estos cultos no suponía únicamente un modo de participación e integración en la vida ciudadana a través de los ritos y costumbres, sino que ahora se iba a producir una estrecha relación entre el individuo y la divinidad (CUMONT, 1987: 37-38). Estos cultos tenían un carácter iniciático y esotérico (ELIADE, 1979: 431) de tal modo que a sus practicantes se les iban desvelando por medio de determinados rituales y ceremoniales los grandes secretos de la divinidad, los grandes misterios. Estas religiones poseían un componente  soteriológico y emotivo muy fuerte, de ahí su éxito.

Para el conocimiento de los tres cultos mistéricos en la Bética disponemos únicamente de los datos proporcionados por la Arqueología pues no hay referencias literarias a estas religiones en nuestro ámbito de estudio. Disponemos de un número desigual de restos arqueológicos para cada uno de estos cultos: relativamente abundantes para el culto de Isis, más bien pobres en el caso de Cibeles-Atis y muy escasos en el de Mitra.

Otro factor a tener en cuenta es que no todos los restos poseen el mismo valor a la hora de proporcionarnos información. Buena parte de los hallazgos se produjeron de manera descontextualizada, en épocas en las que la metodología de campo no estaba bien desarrollada y no se empleaban métodos estratigráficos adecuados o simplemente proceden de expolios y anticuarios. Únicamente han podido identificarse tres templos o lugares de culto en la Bética, los dos
iseos de Baelo Claudia e Itálica, a los que habría que añadir como santuario dedicado a Cibeles y Atis la Tumba del Elefante de Carmona que, sin embargo, y cómo se verá, no es aceptada como santuario por todos los investigadores (FEAR, 1990: 95-108).  
 
Por otra parte no todos los restos con iconografía o alusiones a estos cultos suponen necesariamente que sus poseedores estuviesen iniciados en ellos. Se trata en muchos casos de objetos de uso cotidiano instrumenta domestica, como cerámica, lucernas ungüentarios o terracotas con la representación de divinidades como Isis o Anubis, o bien esculturas como las de Atis (BENDALA GALÁN, 1981: 283-299), que son más una muestra del comercio y la difusión de este tipo de materiales por todo el Imperio que una prueba de la presencia de iniciados en estas religiones.
             
Se ha discutido mucho acerca del origen de los cultos mistéricos en la Bética. Para algunos investigadores (ALVAR, 1994: 9-28) los cultos habrían aparecido en la Bética sólo tras la conquista romana, con lo que no responderían a ningún tipo de relación sincrética con cultos autóctonos anteriores o importados en épocas pretéritas al dominio romano. Otros autores han señalado en cambio las posibles relaciones con tradiciones anteriores como es el caso de los cultos a la fertilidad importados por fenicios y púnicos, entre ellos la Tanit cartaginesa y su hipotética correspondencia con la Cibeles romana (GARCÍA BELLIDO, 1991: 52-54). En cualquier caso, lo que sí parece demostrado es que estos tres cultos responden a cronologías y necesidades sociales muy diferentes (ALVAR, 1993: 275-293).


II. ISIS Y SERAPIS EN LA BÉTICA

En la Bética el culto a Isis gozó de una difusión bastante considerable. De todas las religiones mistéricas que nos ocupan fue sin ninguna duda la que alcanzó un mayor desarrollo y aquélla de la cual se han podido localizar en época no muy lejana dos lugares de culto bien organizados, los iseos de Itálica y Baelo Claudia. Disponemos asimismo de algunas inscripciones, fragmentos de estatuas, lucernas, trozos de cerámica, que si bien en algunos casos no prueban en absoluto la presencia de un culto organizado, en otros muchos sí permiten comprobar la presencia de una devotio hacia la diosa. Este culto se prolongaría hasta el S. III d.C., a pesar de la problemática suscitada por la estratigrafía arqueológica en lugares como el iseo de Baelo, donde el primer derrumbe en realidad no se produce hasta la segunda mitad del S. IV d. C. en un momento ya bastante avanzado, derrumbe sobre el que se edificaría una casa durante los siglos V y VI. Todo ello ha favorecido una cierta polémica, acerca de si está relacionada la desaparición del culto de Isis en la Bética con la ascensión del cristianismo o no (ALVAR EZQUERRA, 1994: 9-28).

El templo de Isis en Baelo se encuentra a la izquierda del templo imperial. Su posición, en un podium elevado, desde el que sería divisable el mar, podría permitir la celebración de rituales relacionados con la Navigium Isidis. Esta festividad mencionada por autores clásicos (APULEYO: XI) pudo muy bien celebrarse en una población costera como Baelo, en la que la navegación, la pesca y la industria de la salazón arraigaron muy pronto. No es de extrañar que por tanto arraigase un culto tan relacionado con estas actividades como era el isiaco.

El recinto del templo de
Baelo es bastante espacioso, con unas dimensiones de 17x20 m. Estaba rodeado por columnas, cuatro en las fachadas y cinco en los laterales, presentando la típica estructura clásica de pronaos, naos y opistodomo.  Asimismo, se han documentado tres estancias en la parte trasera, algunas de las cuales tendrían un carácter especial, para la celebración de determinados rituales iniciáticos. La caracterización del templo como testimonio del culto isiaco se realizó a partir del hallazgo del algunas inscripciones. La primera de ellas, dedicada a Isis Muromen, se halló al Suroeste del área del templo. Las otras dos son inscripciones votivas con plantae pedum, aparecidas en el primer peldaño de los escalones que daban acceso al podium.

En el templo fueron halladas las siguientes inscripciones:

1. Placa de plomo conservada en el museo Arqueológico de Cádiz. Dimensiones: 9,5x5,9x0,1 cm.
 
TRANSCRIPCIÓN:
Isis Muromem/ tibi commendo/ furtu(m) meu(m) mi fac/ tuto numini maes/tati exsemplaria/ ut tu euide(s) inmedi/o qui fecit autulit/ aut (h)eres opertotu(m)/albu(m) nou(um) lodices duas me(o)?/ usu rogo Domina/ per maiestate(m) tua(m)/ ut (h)oc furtu(m) repri/ndas.  

TRADUCCIÓN
Isis Muromem (la de los diez mil nombres) te confío el robo del cual he sido víctima. Para que lleves a cabo para mí los actos ejemplares conforme a tu divinidad y a tu majestad sin demora (haz) de forma que arrebates la vida a aquel que haya hecho, o haya ocultado, o a su heredero, el robo de una manta de cama blanca, una colcha nueva, y dos cubrecamas de mi propio uso. Yo te ruego, ¡oh mi soberana!, que castigues este robo.

2. Inscripción con plantae pedum, muy fragmentada, hallada cubierta en el primer escalón de la escalinata de acceso al templo. Probablemente esta inscripción y la siguiente poseían un carácter inaugural (el templo habría sido edificado hacia el 80-90 d.C.). Dimensiones 44,3x21,5x2,9 cm.

TRANSCRIPCIÓN
[Isidi D]ominae/ M(arcus) [Semp]ronius/ Maxumus u(otum) s(oluit) l(ibens) m(erito).

TRADUCCIÓN
A Isis soberana (o señora). La dedicó Marco Sempronio Máximo de su propio voto y voluntad y bajo su justo mérito.

3. Hallada en el mismo lugar y tiempo que la precedente, también con dos pies desnudos y en estado bastante deteriorado. Dimensiones 43,6x 32,1x2 cm.

TRANSCRIPCIÓN
Isidi Do[minae]/L(ucius) Vecili[us---]/L(ibens) A(nimo). V(otum)  [.S(oluit).]

TRADUCCIÓN
A Isis soberana, Lucio Vecilio cumplió su voto de buena voluntad.

4. Inscripción hallada en Baelo, pero fuera del recinto del templo. Encontrada al sur del Decumanus en 1977. Ángulo inferior izquierdo de una placa votiva de bronce. Probablemente estaría fijada a un bloque cuadrado que haría de pedestal de una estatua de Isis. Dimensiones 8x8,3x0,3 cm.

TRANSCRIPCIÓN
-----------/L(ucius) Iuliu[us---]/ex uo[to pos(uit)?]

TRADUCCIÓN
...Lucio Julio..., cumpliendo un voto, ha hecho colocar (¿esta estatua?)

En Itálica, importante ciudad del Conventus Hispalensis, ha aparecido, junto al teatro, lo que se ha identificado como el segundo lugar de culto organizado o templo consagrado a la diosa. El iseo de Itálica abarcaba la anchura de seis columnas centrales en el lado del pórtico, ante las cuales fueron colocados pedestales que soportarían estatuas. Para acceder al interior había que traspasar un umbral de mármol conservado en cuya estructura se documentan las huellas de una pequeña cancela metálica. A la entrada del templo fueron halladas cinco inscripciones, las cuatro primeras que vamos a citar con plantae pedum, que proporcionan las siguientes transcripciones (Hispania Epigraphica, 1990: n º 714-717):


1. TRANSCRIPCIÓN
Isidi Dominae/ Marcia voluptas ex voto/ et iussu libens animo sol(vit).

TRADUCCIÓN
A la señora Isis, Marcia Voluptas cumpliendo un voto de propia voluntad.
 

2. TRANSCRIPCIÓN
Domnulae. Bubasti/Iunia Cerasa/ v(otum) s(olvit) l(ibens) a(nimo).

TRADUCCIÓN
A Domnula Bubasti, Junia Cerasa cumpliendo un voto de propia voluntad.


3. TRANSCRIPCIÓN
Isidi./Regin(ae)/ Soter/votum / s(olvit). l(ibens). Animo

TRADUCCIÓN
A la Reina Isis, Soter (¿Salvado?) cumpliendo un voto de propia voluntad.


4. TRANSCRIPCIÓN
[Isi]di. Vi(ctricis)./Privata. Imperio. Iunionis/ d(edit) d(dedicavit)

TRADUCCIÓN
Dedicado a Isis victoriosa y Juno defensora del Imperio.


5. TRANSCRIPCIÓN
Vict(oriae). Aug(ustae) Vib(ia) Modesta C(ai). Vib(ii) Libonis fil(ia) ori[unda ex] Mauretania iterato honore bis flaminia sacerdo[s colo(niae) A(eliae) A(ugustae) I(talicae)]/ statuam argentam ex arg(enti) p(ondo) (XXXII: L cum. Inauribus tri[bacie mar]garitis n(umero) XXV. et gem(m)areis. Accepto loro ab splendid[issimo or/d]in(e) in temp.(lo).suo. corona(m). aurea(m). flaminal(em). capitul(um). aure[um do/nis] na/ce Isidis. Alter(um). Cere(is). Cum m[a]nib(us) arg(enteis) item. Iunioni(s) R[eginae d(ono) d(edit)]

TRADUCCIÓN
A la Victoria Augusta, Vibia Modesta, hija de Cayo Vibio Libanio, oriunda de la provincia de Mauritania y sacerdotisa de la colonia Aelia Augusta Italica, dedicó una estatua de plata con flores y piedras preciosas para ser colocada en su templo, así como donó sendas coronas de oro a Isis Cereis y a la Reina Juno.

Esta última inscripción es un buen referente de las prácticas evergéticas de devoción a la diosa y de la riqueza de la dedicante. En ella, una mujer hace una donación de una estatua de plata con coronas de oro y piedras preciosas a la diosa. Esta inscripción nos da el prototipo de buena parte de los iniciados en el culto: mujeres muy ricas, en ocasiones relacionadas con las elites locales y el ordo decurional.

Han aparecido otras muchas inscripciones en el espacio de la Bética pero fuera de estos dos lugares que cuentan con templos. Entre ellas podríamos citar el Ara de Alameda, provincia de Málaga, (Hispania Epigraphica, 1989: 124), la inscripción de la sacerdotisa Flaminia Pale en Igabrum, Cabra, (GARCÍA BELLIDO, 1967:113) o la de Torre de  Miguel Sesmero, al Sur de Badajoz (GARCÍA BELLIDO, 1967:113).

Entre los relativamente abundantes hallazgos escultóricos de la diosa Isis al oeste de la Bética destacan una posible Isis sentada con Horus de Hispalis, hallada en 1606 y hoy desaparecida (GARCÍA BELLIDO, 1967:114), otra escultura hallada en Itálica, también desaparecida y conocida sólo a través de un texto árabe medieval que nos informa de una estatua de una mujer con un niño y una serpiente enroscada en sus pies (LEVI-PROVENÇAL, 1938:112)  o el hallazgo descontextualizado de una Isis koutrophoros en Cádiz hacia 1940-1941, en un lote que poseía diversos bronces ibéricos, actualmente en el Museo de Badajoz (GARCÍA BELLIDO, 1967:120).

De todos los hallazgos escultóricos el más interesante es probablemente el encontrado en Ilipa Magna, cerca de la actual Alcalá del Río en la provincia de Sevilla. Consiste en una cabeza (Fig. 1) de unos 51 cm. de altura, lo que permite suponer que formaba parte de una colosal estatua de unos 2,5 m. Representaria una Isis Pelagia o Isis Tyche, diosa tutelar de los marinos. Este hecho, unido a la presencia de un puerto relativamente importante en Ilipa ha hecho suponer la presencia de un arraigado culto a la diosa en la localidad, fomentado sobre todo por los marinos, de los que sería protectora. El autor del S. II d. C Apuleyo en su obra Metamorfosis describe la importancia que tenía para los marinos el culto a la diosa y la celebración de la Navigium Isidis (CUMONT, 1987:86). Las propias dimensiones de la escultura son demasiado colosales para tratarse de una mera estatua ornamental y podrían atestiguar la presencia de un lugar de culto organizado (GARCÍA BELLIDO 1967:114-117).

Aparte de estos, otros restos arqueológicos son los proporcionados por terracotas, cerámicas, lucernas como las de Montemayor, provincia de Córdoba, las de Córdoba capital, las de Tucci (Martos, Jaén), Santiponce (Sevilla), etc. La lista sería prolija (ALVAR, 1994: 24-28), así que nos limitaremos aquí a destacar la gran frecuencia con que aparece en todo tipo de utensilios Isis junto a Horus-niño (Harpocrates) y Anubis, formando una tríada muy común.

Respecto a Serapis, los poquísimos restos documentados, como una lucerna hallada en Sevilla (GARCÍA BELLIDO, 1967:139), nos muestran, por su escasez, la escasa implantación de este dios egipcio relacionado con Isis en el ámbito de estudio que nos ocupa.

Desde el punto de vista social, para el caso del culto isiaco, debemos señalar, sobre todo en base a la documentación epigráfica, una fuerte presencia de mujeres, claramente mayoritarias en las inscripciones y una fuerte primacía de nombres latinos frente a nombres de origen griego u onomástica de origen indígena (ALVAR EZQUERRA, 1991:71 y ss.) Otro aspecto muy destacable es su vinculación con el mundo urbano; aparece vinculado con las grandes ciudades. La adscripción social de sus miembros es muy variada, habiendo esclavos, libertos, ciudadanos, pero llama la atención la presencia de miembros muy ricos de las jerarquías urbanas, sobre todo mujeres.


III. CIBELES Y ATIS

Del culto a Cibeles o  la Magna Mater, la gran diosa frigia de la fertilidad de Pessinunte y a su  hijo Atis, dios que simboliza la juventud y la efímera vegetación se poseen algunos restos de gran interés en la Bética. Hay que incidir sobre un aspecto: la frecuente disociación entre los restos de Cibeles y los de Atis (GARCÍA BELLIDO, 1967:42-46). Los restos de Atis son muy frecuentes en áreas romanizadas como la Bética, mientras que no se puede decir lo mismo de Cibeles, que cuenta tan sólo en el marco geográfico de este estudio con algunos restos como las inscripciones de Córdoba y Garlitos (Badajoz) o el un tanto dudoso santuario de Carmona (Sevilla). La razón de la gran abundancia de restos de esculturas de Atis, abundantísimas en todo el Sur peninsular y en contextos funerarios (Carmona, Algodonales, Cádiz, Málaga, Ronda, Almedinilla, Córdoba, Montilla...), hay que entenderla en el sentido de que Atis pudo poseer en la Antigüedad un carácter de dios protector de los muertos (BENDALA GALÁN, 1981:283-299), de manera que habría adquirido un significado como dios de la muerte y la resurrección

Dentro de los hallazgos llama la atención, por su importancia y por las controversias a que ha dado lugar, la llamada Tumba del Elefante de Carmona. Dicha tumba, la nº 199 de la necrópolis de Carmona, posee una amplia estructura subterránea (BENDALA, 1976: 49-53), con diversos espacios diferenciados. Entre ellos apareció una cámara funeraria con un pequeño elefante, una escultura de Atis, un área con varios triclinios y un gran baño subterráneo, y una estancia con un pequeño pozo en el que fue hallada una gran piedra de forma oval. Para Bendala, la Tumba del Elefante es, más que una tumba, un auténtico santuario donde recibían culto los dioses Cibeles y Atis, especialmente éste último, por ser un dios relacionado con el mundo funerario.  La presencia de la piscina o baño cumpliría la función de celebrar un ritual del culto a Cibeles, la ceremonia de la lavatio (BENDALA GALÁN, 1976: 56-58). Durante este rito se lavaría la estatua de la diosa. La presencia del elefante habría que verla como un sincretismo con el culto solar  asociado a Atis y adorado conjuntamente con ellos en el Norte de África. La propia orientación del monumento estaría diseñada para que la luz del sol durante el 25 de diciembre, festividad de la Natalis Invicti, penetrase atravesando todo el monumento funerario, iluminando un pequeño relieve o pintura que allí se encontraría. Por su parte, la gran piedra oval no sería otra cosa que un betilo o representación de la diosa Cibeles de forma un tanto anicónica.

En 1990 apareció un artículo de A.T. Fear, (FEAR, 1990: 95-108) cuestionando toda la explicación de M. Bendala y la propia adscripción de la tumba con los cultos mistéricos, señalando que la tumba se explicaba mejor desde la propia arquitectura funeraria romana, e iniciando así una polémica que tendría su contrarréplica inmediatamente por el propio M. Bendala (BENDALA GALÁN, 1990:108-114). Si bien cabe admitir que la duda sobre el carácter de santuario de esta tumba  es razonable no se puede olvidar que la presencia de una escultura de Atis, al menos, nos muestra que las bases de esta religión eran conocidas en la Bética en un momento tan temprano como el S. I d. C.

Atestiguando la presencia de un culto organizado han aparecido toda una serie de inscripciones que nos muestran la realización de sacrificios de toros o taurobolios a la diosa, o bien inscripciones votivas que nos muestran casos de devoción individual. Entre ellas tenemos las siguientes:

1. Inscripción de Garlitos. Hallada en la provincia de Badajoz, al sur del Guadiana, entre Almadén y Don Benito. Columna votiva de metro y medio de altura y unos 28cm de diámetro (GARCÍA BELLIDO 1967:51). Porta la siguiente inscripción:

TRANSCRIPCIÓN
L(ucius) Tetius Setic/nas Ma/tri D(eum) M(agnae) ex v(isu)/ a(nimo) l(ibens) v(otum) s(olvit)

TRADUCCIÓN
Lucio Tetio Seticnas hizo de su propia voluntad esta ofrenda visible a la Gran Diosa Madre.


2. Inscripción hallada en Córdoba en 1921, conjuntamente con la siguiente, en la esquina de la calle Sevilla. Realizada en mármol blanco, sobre un gran bloque de 93x46x36 cm. Es un documento interesantísimo pues nos informa de la presencia de taurobolios en nombre del emperador Alejandro Severo en el 234. Nos muestra como este culto era practicado en la capital de la Bética. Un culto muy institucionalizado y controlado por el poder romano en estas fechas, como nos muestra la fórmula pro salute imperatoris (para la salud del emperador).

TRANSCRIPCIÓN
Pro Salute/ Imp(eratoris) Domini N(ostri) [M. Aureli/Severi Alesandri]Pii Felicis /Aug(usti). /Taurobolium fecit Publicius/ Fortunatus Talamas. Suscepit/chrionis Coelia Ianuaria, /adstante Ulpio Heliade sacerdo[te]. /Aram sacris suis d(e)d(icaverunt)/ Maximu et Urbanu co(n)s(ulibus).

TRADUCCIÓN
Dedicado a la salud del Emperador Nuestro Señor, Marco Aurelio Alejandro Severo, pío, feliz y augusto. Publicio Fortunato Talamas realizó un taurobolio y Coelia Ianuaria  un criobolio, actuando como sacerdote Ulpio Heliade. Este sacrificio y monumento lo realizaron en el consulado de Máximo y Urbano.

3. Inscripción de Córdoba. Hallada en el mismo lugar y la misma fecha que la precedente (TORRE 1921:6 y ss). Se perdió el mismo año del descubrimiento. Correspondiente al año 238, por su contenido parece igualmente destinado a conmemorar un sacrificio, probablemente otro taurobolio.

TRANSCRIPCIÓN
...Clodis.../adstante Ul[pio/ Heliade] sacerdote. Ar[am]/ sacris suis d(e)d(icaverunt) Máximo                                                                                                                                                       et Urbano co(n)s(ulibus).
TRADUCCIÓN
Clodis mandó realizar este monumento y sacrificio siendo sacerdote Ulpio Heliade, durante el consulado de Máximo y Urbano.


4. Inscripción de Córdoba (FITA, 1875: 635). Hallada en 1872, en el centro de la parte urbanizada  de la Córdoba romana, se localiza en el museo arqueológico de Córdoba. Dimensiones: 85x44x55 cm. En su parte izquierda presenta un relieve con una cabeza de carnero. Es también del año 238 y en ella nuevamente aparece un sacrificio de toro (GARCÍA BELLIDO, 1968:48).

TRANSCRIPCIÓN
Ex iussu Matris Deum/ pro salute Imperii/ Taurobolium fecit Publicius/ Valerius Fortunatus Thalamas/suscepit crionis Porcia Bassemia/ sacerdote Aurelio Stephano dedicata Kal(endas) april(es)/ Pio et Proculo co(n)s(ulibus).

TRADUCCIÓN
Para que lo vea la Diosa Madre y por la Salud del Imperio, Publicio Valerio Fortunato Thalamas hizo un taurobolio y Porcia Bassemia un criobolio, actuando como sacerdote Aurelio Estéfano durante las calendas de abril del consulado de Pío y Próculo.

Acerca de la difusión social del culto a Cibeles y Atis en la sociedad Bética se pueden formular una serie de ideas generales. En primer lugar el conocimiento por parte de la población de este culto, lo que explica la gran profusión de esculturas de Atis en contextos funerarios, si bien, cómo se ha dicho, esto no implica necesariamente una gran cantidad de adoradores. En segundo lugar la posible vinculación, al menos en momentos iniciales, con creencias populares de raigambre indígena y/o púnicas, a pesar del gran debate en este sentido suscitado por las problemáticas de la Tumba del Elefante en Carmona. En tercer lugar, la presencia en el culto, documentada a través de las inscripciones de individuos de origen humilde, como libertos, lo que favorecería su promoción social (ALVAR EZQUERRA 1993:281). En cuarto lugar hay que señalar que entre estos libertos relacionados con el culto a la Magna Mater aparecen numerosos nombres de origen oriental, siendo frecuentes los cognomina de origen griego y sirio. En quinto lugar la progresiva institucionalización y control del culto por parte del poder romano. Las inscripciones de Córdoba y sus fórmulas “por la salud del emperador” y “por la salud del Imperio” entre los años 234-238, hay que entenderlas precisamente en este sentido. En sexto lugar y, contrariamente a ideas muy extendidas pero poco documentadas, hay que señalar un claro predominio masculino entre sus fieles a tenor del número de dedicantes.


IV. MITRA

El culto de Mitra es de procedencia persa. Es una divinidad de origen indoeuropeo que aparece tanto en el Rig Veda indio cómo en el libro sagrado persa, el Avesta. En Persia aparece cómo un dios de la luz, aliado con Ahura Mazda en su eterna lucha contra Arriman. El culto se difunde en Roma pero con unas características diferentes, dando lugar a una religión iniciática de la que se desconocen hoy en día muchos aspectos.

De los tres grandes cultos mistéricos que se desarrollaron en Roma, Isis, Cibeles y Mitra, éste último es el que aparece peor representado en la Bética. El de Mitra es un culto muy vinculado a soldados. Ya F. Cumont expresó a finales del S. XIX (CUMONT 1896-1898:260) que España era el país de Occidente más pobre en monumentos mitraicos. En buena medida esta afirmación seguía siendo válida en tiempos de A. García Bellido (GARCÍA BELLIDO 1967:21-26) y lo sigue siendo en la actualidad. La escasa difusión del culto de Mitra en Hispania y más concretamente en la Bética, se explica fácilmente si tenemos en cuenta que la propagación de esta religión está íntimamente ligada a los movimientos de las legiones. No es pues de extrañar que en un área tan romanizada y pacificada cómo la Bética, sin necesidad de grandes guarniciones militares, el mitraísmo apenas haya dejado testimonios. Únicamente en la zona cantábrica, en el Norte peninsular, con grandes necesidades militares es, por cuestiones obvias, donde aparecen más restos.

Entre los restos arqueológicos documentados sobre Mitra en la Bética destacan esculturas e inscripciones. De todos ellos, el más bello y espectacular es tal vez el Mitras Tauroktonos de Igabrum, hallado en Cabra, provincia de Córdoba (Fig. 2). En 1952 dos campesinos hallaron por casualidad este grupo escultórico en mármol blanco de 93x96x35 cm. En él aparece el dios Mitra sacrificando al toro. El dios va vestido con atuendo oriental, incluido gorro frigio, pantalones largos ajustados a las piernas y una túnica corta. Con su mano izquierda sujeta por el morro la cabeza del animal, mientras que con la derecha hunde su cuchillo  en el cuello de la bestia.

El lugar del hallazgo de la escultura corresponde al nicho de un estanque. Se ha debatido (BLANCO, GARCÍA, y BENDALA 1972: 297-319) si la escultura procede de algún mitreo (templo consagrado al dios Mitra) en las inmediaciones, pero hasta el momento los resultados han sido bastante infructuosos. Todo parece indicar que se colocó en el estanque con un carácter exclusivamente ornamental, sin que sea posible conocer cuál fue su ubicación originaria, que pudo ser muy distante a aquélla en la que se encontró.

Se han encontrado otras esculturas relativas a Mitra (GARCÍA BELLIDO 1967: 39). Entre ellas han aparecido dos en Itálica, un pequeño relieve inacabado, representando el sacrificio del toro y un pequeño ara de identificación dudosa que haría referencia a distintos momentos de la vida del dios (THEVENOT 1952:125). Una más, en bastante mal estado, apareció en la ciudad de Córdoba en 1971 (GARCÍA BELLIDO 1971:142-145).

En cuanto a las inscripciones, ya se ha señalado su escasez y carácter dudoso. Entre ellas se encuentran las siguientes:

1. Inscripción de Itálica (Santiponce, Sevilla). Epígrafe con plantae pedum y el siguiente texto:

Q C C/ D I S

Se ha propuesto (no sin una buena dosis de imaginación) la siguiente transcripción y traducción:

TRANSCRIPCIÓN
Q(uintus) C(laudius) C(...)/ D(eo) I(nvicto) S(oli).

TRADUCCIÓN
Quinto Claudio C(...). Al dios Invicto Sol (nombre con que era conocido Mitra)


2. Ara de Málaga, de muy dudoso carácter mitraico. A los lados del ara aparecen una pátera y un vaso muy representados en las ceremonias mitraicas, pero que también aparecen en otros muchos cultos. No aparecen referencias a Mitra por su nombre o cualquiera de sus epítetos más comunes.

TRANSCRIPCIÓN
L(ucius) S(ervilius) Supera/tus Domino Invicto/ donum libens ani/mo posuit/ ara(m) merenti.

TRADUCCIÓN
Lucio Servilio Superato, al Señor (o dios) Invicto de su propia voluntad donó e hizo erigir  esta estatua.

Estos son básicamente los restos encontrados relativos al culto de Mitra. Habría que añadir una inscripción dedicada a
Mithra Cautopati en Medina de las Torres (Badajoz), ya prácticamente fuera de nuestro ámbito de estudio. Cómo se ha indicado, este culto tuvo escasa presencia en la Bética. Sus escasos adoradores eran hombres (a las mujeres les estaba vedada la participación en el culto) y si extrapolásemos los escasos restos documentados (con toda la arbitrariedad que ello conllevaría), tendríamos una primacía de hombres libres sobre esclavos.


CONCLUSIONES

Muchos son los interrogantes planteados sobre la difusión de los cultos mistéricos en la Bética. Los restos arqueológicos documentados no son ciertamente muy abundantes (a excepción, tal vez, de los relativos a Isis, que han aparecido con una frecuencia algo mayor).

En primer lugar se puede afirmar que alcanzan una mayor difusión en la zona occidental de la Bética. Frente a este ámbito, la zona oriental del
Conventus Astigitanus presenta una cantidad de restos prácticamente nula. Estrechamente unido a lo anterior debemos considerar que en la mayor parte de los casos estos restos arqueológicos proceden de zonas urbanas, siendo por el contrario muy escasos en los medios rurales. De este modo, buena parte de los restos van a proceder de ciudades como Baelo, Igabrum, Corduba, Gades o Carmo.

Otro rasgo a señalar sería la desigual frecuencia con que han aparecido los restos de cada una de las tres grandes religiones mistéricas. Los más abundantes son los de Isis, bien documentados, con dos templos identificados y una relativamente abundante cantidad de inscripciones y esculturas. La aparición de algunos de estos restos relativos al culto de Isis podría explicarse en la medida en que esta era una diosa de la navegación, por lo que no es de extrañar que en lugares tan relacionados con el mar, el comercio y la pesca como Baelo haya aparecido un templo consagrado a esta divinidad. Lo mismo se puede afirmar para la antigua Ilipa, ciudad que probablemente poseyó un puerto fluvial sobre el Gudalquivir.

En segundo puesto en cuanto a números de restos, tenemos el caso de Cibeles, representada en menor medida, pero con varias posibles comunidades de culto identificadas en Carmona y Córdoba.
 
Por el contrario, los restos referidos a Mitra son muy escasos.

Esta desproporción entre los restos pertenecientes a cada unos de los tres cultos mistéricos puede explicarse teniendo en cuenta que existen diversas similitudes entre los cultos de Isis y Cibeles con experiencias religiosas previas, como divinidades indígenas y fenicias. Cibeles era probablemente adorada en Carmona bajo la forma de un betilo, lo cual recuerda el aniconismo religioso tan típico de algunos pueblos semíticos. Tampoco debe extrañar que uno de los dos iseos descubiertos hasta ahora haya aparecido sobre un antiguo asentamiento fenicio como en la ciudad de Baelo Claudia. En buena medida, los difusores de estos dos cultos, Isis y Cibeles, serían comerciantes.

Por el contrario el mitraísmo se expande básicamente a través de los movimientos de tropas. Esto explica que en una provincia pacificada y romanizada de antiguo como la Bética no fuesen necesarias muchas guarniciones militares y por lo tanto la adoración a Mitra tuviese escasa difusión. Junto a ello, Mitra es una divinidad indoeuropea, marcial y moralizante, muy diferente a las diosas sensuales Isis y Cibeles, que lloran a sus amantes muertos y simbolizan la fertilidad, un tipo de dios muy diferente y que no tenía referentes previos en el Sur peninsular.

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