LSSI: Sentencia de muerte para Kriptópolis

Por José Manuel Gómez
jmg@kriptopolis.com
Fundador, editor y director de Kriptópolis.

Para que cualquier proyecto alcance sus objetivos, hay que estar siempre dispuesto a superar multitud de obstáculos. Algunos son simples contrariedades, que se resuelven con un poco de ingenio, voluntad o paciencia. Otros -por el contrario- constituyen auténticas trampas mortales, que obligan a ordenar de inmediato zafarrancho de combate, y a preparar con urgencia los cañones para una batalla decisiva, donde ni siquiera cabe pensar en hacer prisioneros con los que negociar futuros armisticios. Es todo o nada, vencer o morir.

Hace unas semanas, Kriptópolis se encontraba ante un escollo del primer tipo. Las visitas se habían disparado hasta el punto de saturar las aceras de nuestra ciudad oculta (el atasco -por cierto- aún no ha mejorado. Si entonces eran un millón de hits mensuales los causantes del atasco, ahora estamos por encima de los cuatro millones y medio, así que imagínense la situación). No obstante, ni uno solo de nuestros lectores se nos ha quejado hasta ahora de la desesperante lentitud del web en determinados momentos.

Pero la amenaza que queremos reseñar hoy es muchísimo más grave, hasta el punto que debe entrar, por pleno derecho, en el capítulo de las trampas mortales. Ahora no se trata de que el web vaya más o menos rápido; se trata -en definitiva- de que no haya web en absoluto. Si en nuestro semidesesperado llamamiento de hace semanas hablábamos del evidente riesgo de una Internet de dos velocidades (una acaparando todos los recursos, la otra casi ninguno), hoy tenemos que decirles que entonces pecábamos de exceso de optimismo, ya que la idea no parece ser precisamente ésa, sino que sólo exista una única Internet, tan monocolor y sumisa como la mayoría de los medios de información: la Internet del Amo, un patético títere más al servicio de los pocos potentados que podrán permitirse mantener en marcha su tinglado digital. El resto, o al monte... o la cárcel.

¿Cómo puede ser que se pretenda ahora poner en marcha una ley tan retrógrada como la LSSI (Ley de Servicios de la Sociedad de la Información), pretendiendo revestirla -además- de un sospechoso disfraz "liberalizador"? ¿Por qué se extiende su ámbito de aplicación a los servicios de información libre 'on-line', cuando el sentido común sugiere que debiera estar enfocada únicamente a proteger los derechos del usuario del comercio electrónico lucrativo? ¿Por qué la comunidad internauta permanece impasible ante este vergonzoso atentado contra la libertad de expresión, que amenaza con tapar la boca para siempre a los pocos medios independientes que aún no han hincado la rodilla? Demasiadas preguntas. Ninguna respuesta.

Señores: hasta aquí hemos llegado. Hace unas fechas, el redactor de la revista Arroba (que acaba de publicar un original y documentado artículo sobre Kriptópolis), me preguntaba sobre posibles problemas o conflictos que hayamos tenido que afrontar a lo largo de estos cinco años. Me pareció obvio interpretar su pregunta desde el punto de vista de posibles maniobras censoras por parte del poder contra Kriptópolis. Honestamente, le contesté que nunca había existido tal cosa, pero hoy le hubiese dicho justo lo contrario: la LSSI constituye la maniobra más ladina que he visto en todo este tiempo. Si no le cortamos el paso ahora mismo (antes de que el monstruo nazca, crezca y se desarrolle) podemos ir olvidando cualquier ilusión de anonimato o libertad en la Red que aún pudiera quedarnos.

Les diré en voz muy alta lo que otros cuchichean o callan: el comercio electrónico ha fracasado en España (por falta de atractivo en las ofertas, de seriedad en el servicio y, en gran parte, porque no ha logrado vencer la sospecha de que la tan cacareada "seguridad" es una falacia en la mayoría de los casos) y la LSSI es su desesperado y colérico puñetazo en la mesa. Tenían que haber previsto que en el país de la picaresca es especialmente difícil quedarse con el personal. Pero no lo hicieron, y ahora rebosan frustración y claman venganza. Y la venganza va derechita hacia quienes insisten en señalarles su error y matar su becerro de oro. Por fin se han despojado de la piel de cordero y han decidido mostrar su auténtico pelaje censurador y autoritario. Confían en que, con todos los medios bajo control, cuando ya nadie se atreva a denunciar que los cimientos del circo son de barro, la Internet de colorines les llenará por fin las arcas y saneará para siempre sus -ahora impresentables- cuentas de resultados.

Se equivocan de nuevo. La Red no puede construirse eliminando nudos que existen y funcionan. Ha de construirse sobre ellos y contando con ellos, pero jamás en su contra. Si persisten en intentar silenciarnos, dejaremos de callar lo que sabemos y nos las ingeniaremos para gritar todavía más. Aprenderán esta lección de una forma aún más dolorosa que la anterior.

Esto no es una campaña más; es "La Campaña". Una eventual aprobación de la LSSI equivale a una sentencia de muerte contra Kriptópolis y toda la Internet libre. El objetivo, pues, está muy claro: fuera la LSSI.

Insisto: batalla total y sin cuartel. Vencer o morir. ¡¡A los fairegüoles!!


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