DYNAMIS. Acta Hisp. Med. Sci. Hist. Illus. 2006, 26, 323-366.

Pedro CONDE PARRADO. Hipócrates latino: el De medicina de Cornelio Celso en el Renacimiento, Valladolid, Secretariado de Publicaciones de la Universidad de Valladolid, 2003, 354 pp. ISBN: 84-8448-213-8.

Hacia 1426 fue encontrado en Siena el De medicina de Celso en el marco del movimiento humanista de búsqueda de manuscritos de escritores clásicos. La obra había permanecido prácticamente olvidada durante la edad media —a pesar de que fue utilizada de modo puntual por Simón de Génova y Pietro d’Abano en torno al 1300—, y dicho hallazgo fue el auténtico punto de partida para la recuperación de la que es sin duda una de las obras mayores para conocer la medicina grecorromana —junto con la de Hipócrates y la de Galeno— y, de las tres, la única en latín. Iniciada de esta azarosa manera, la aventura de Celso en la medicina del renacimiento, en especial del siglo XVI, es el objeto de investigación del excelente estudio de Pedro Conde Parrado aquí reseñado, que fue en su origen una tesis doctoral dirigida por Enrique Montero Cartelle y defendida en el Departamento de Filología Latina de la Universidad de Valladolid en 1996. Pedro Conde ya había publicado algunos trabajos sobre la pervivencia de Celso —además de un esclarecedor estado de la cuestión sobre Celso en Tempus 20 (1998) en colaboración con A. I. Martín Ferreira—, pero es sobre todo con el presente libro con el que pretende llenar, respecto al ámbito cronológico y temático en el que se circunscribe, el vacío existente acerca de la recepción celsiana. Celso, que vivió en el siglo primero de nuestra era, dedicó a la medicina ocho volúmenes de su enciclopedia, en la que trató otros temas cuyos libros se han perdido. Aunque la cuestión sigue siendo objeto de debate como ya lo fue en el renacimiento, parece ser que Celso no fue médico profesional sino un erudito polifacético. Ahora bien, su profundo conocimiento de la tradición médica lo convierte en la fuente fundamental de acceso a la medicina helenística para los médicos humanistas —al igual que para los estudiosos actuales— y una notable ayuda para la interpretación de Hipócrates.
El estudio de Conde parte de una breve revisión de la vigencia de Celso a partir de los autores romanos inmediatamente posteriores a él hasta llegar hasta su redescubrimiento en el siglo XV, así como de la recepción que tuvo en esa misma centuria y su fortuna editorial desde la editio princeps de 1478 hasta el fin del siglo XVI. En este punto es preciso advertir que en la lista de ediciones celsianas que proporciona, falta la primera edición del comentario de J. Dryvère al libro primero del De medicina, impresa en Amberes en 1539 por M. Crommius.
A continuación el autor emprende la parte fundamental de su investigación: el rastreo concienzudo de más de un centenar de autores renacentistas, sobre todo médicos pero también traductores, lexicógrafos y enciclopedistas, para detectar en ellos la influencia del De medicina. Como muestra de esa impresionante nómina se pueden citar, entre otros muchos, a Alessandro Benedetti, Realdo Colombo, Symphorien Champier, Berengario de Carpi, Luis Collado, Gabrielle Fallopio, Jean Fernel, Leonhart Fuchs, Teodoro Gaza, Andrés Laguna, Nicolò Leoniceno, Thomas Linacre, Giovanni Manardo, Francisco Vallés, Juan Valverde y Andrés Vesalio. Conde empieza por recoger las opiniones más habituales sobre la figura y el valor de Celso como autoridad médica: de él se aprecia especialmente la elegancia de su escritura y su indiscutible utilidad en la interpretación de Hipócrates, que le valió el apelativo de Hippocrates Latinus. En sucesivos capítulos da cuenta de las vías de asimilación de la terminología y los contenidos de Celso –traducciones del griego al latín y comentarios, en ambos casos de textos hipocráticos, y léxicos– y de la influencia en el siglo XVI de las partes del De medicina relativas a la deontología, la patología y la anatomía.
Conde nos muestra cómo desde fines del siglo XV la literatura médica vive una fiebre celsiana en la que el De medicina se cita explícitamente o se plagia para apropiarse del latín puro y elegante del autor romano con el fin de hacer frente a la lengua legada por el galenismo arabizado, que se considera corrupta y bárbara. Ciertamente el humanismo médico, de base filológica, pretendió recuperar a Hipócrates y a Galeno en su lengua original, pero también necesitaba hacerlos accesibles traduciéndolos y comentándolos en un latín tan bello y clásico como la prosa ciceroniana entonces en boga. El De medicina ofrecía pasajes muy cercanos a textos hipocráticos y facilitó así sus varias traducciones al latín desde la versión de los Aforismos realizada por el emigrado griego Teodoro Gaza (1476). Posteriormente también Galeno fue traducido con el vehículo del léxico celsiano. De esta manera la lengua de Celso se convirtió en el principal modelo para los autores médicos renacentistas y por consiguiente uno de los fundamentos de la medicina del siglo XVI. Dicho proceso se produjo en tres fases: en la primera el léxico celsiano fue asumido acríticamente, en la segunda se cribó atendiendo a criterios filológicos y finalmente se extendieron y se consolidaron aquellas soluciones que habían sido aceptadas. Conde analiza autor por autor la presencia de vocabulario de origen celsiano y demuestra cuan extendido se encontraba en las diversas ramas de la medicina, sea en forma de cita explícita, sea como resultado de una transmisión indirecta y automática de unos autores a otros. Incluso un buen número de los muchos términos griegos recogidos en el De medicina fueron conocidos o comprendidos gracias a la definición que da —en latín, por supuesto—. De un modo u otro muchas de las definiciones celsianas se convirtieron en tópicas.
Por lo tanto, según demuestra Conde, el triunfo de Celso en el siglo XVI fue indudable en el terreno léxico, aunque poco duradero, visto que la centuria siguiente contempló el retorno al filón griego que ha dominado la lengua médica hasta nuestros días. Pero el autor no se queda ahí sino que el propio estudio del léxico le lleva a plantearse si logró el mismo éxito la doctrina médica transmitida por el De medicina. Al parecer las partes del De medicina cuyo contenido tuvo más influencia fueron el proemio sobre la historia de la medicina y las escuelas médicas de la antigüedad y los consejos deontológicos esparcidos a lo largo de toda la obra. El proemio fue el modelo más imitado de los prefacios de los libros médicos impresos en el renacimiento y se usó en los debates de la más rabiosa actualidad, por ejemplo contra los empíricos o sobre la disección. Por otra parte sus recomendaciones sobre el ejercicio profesional de la medicina lograron una amplia difusión. Sin embargo las partes más técnicas no fueron tan apreciadas. La conclusión es que la estimación que Celso tuvo como autoridad médica fue muy desigual, puesto que dependía de la corriente del humanismo médico a la que perteneciese cada autor, ya fuera la corriente que sólo consideraba a las fuentes griegas o bien la que, en cambio, daba validez también a las latinas. Además el uso del De medicina, aunque sea extenso, a menudo aparece disimulado. Así, por ejemplo, en el capítulo sobre anatomía Conde desvela que Alessandro Benedetti debe gran parte de sus contenidos a Celso, además de la elegancia de su estilo, a pesar de que no lo cite más que como una de sus varias fuentes. En cuanto al gran Vesalio su afán por la pureza de la lengua le impele, siempre que es pertinente, a recurrir en su De humano corpore fabrica a la palabra latina, en numerosas ocasiones recuperada del De medicina. Sin embargo, a pesar de que se vale, explícitamente o no, de Celso como garante del correcto uso de cualquier término anatómico, Vesalio tan solo lo considera un simple traductor de una obra griega perdida, que habría traducido aun cometiendo errores —hipótesis que por otra parte han defendido también algunos estudiosos actuales—. Pero si Celso es el principal modelo léxico de Vesalio, no ocurre lo mismo en el plano sintáctico y estilístico, puesto que el periodo grandilocuente del autor flamenco contrasta claramente con la simplicidad del romano. Esta observación de Conde me lleva a pensar que tal vez valdría la pena investigar también si la influencia de Celso en la lengua de los médicos renacentistas fue más allá del léxico —terreno al que fundamentalmente se ciñe el presente estudio— y afectó también a la sintaxis y al estilo, como sería de esperar si atendemos a la fama de elegante de la que gozaba y como podría haber sido el caso de Realdo Colombo, según insinúa Conde.
Para continuar en el campo de la autonomía uno de los aspectos del De medicina que suscitó más polémica y rechazo fue la breve noticia del proemio celsiano acerca de la vivisección humana practicada por los alejandrinos Herófilo y Erasístrato. A la fuerte repercusión que tuvo entre los anatomistas renacentistas dedicó el mismo Conde un interesante artículo, publicado en Asclepio 51/I (1999), que este libro complementa con algunas otras referencias. No obstante, en ambos trabajos echo de menos que se recoja como se merece la hipótesis defendida por Andrew Cunningham en su The anatomical Renaissance (1997) según la cual sirvió de incentivo para que Realdo Colombo intentase recuperar el proyecto anatómico alejandrino, aunque sus vivisecciones se limitasen a animales.
Finalmente me pregunto si el autor tiene previsto profundizar en el período quattrocentesco de la recepción de Celso, que a mi juicio queda en un segundo plano, del mismo modo que promete continuar su investigación hasta la Ilustración así como completar su estudio con publicaciones inminentes sobre ciertas áreas específicas como la cirugía, que han sido desgajadas del cuerpo principal presumiblemente por tiránicos criterios editoriales. Dicho recorte —del que exculpo al autor— no impide que Hipócrates latino sea sin duda una óptima muestra de lo que la filología puede aportar a la historia de las ciencias, más allá de su fundamental contribución de proporcionar textos fiablemente editados. Sin embargo en mi opinión de filólogo dedicado al mismo campo facilitaría el acceso a trabajos tan útiles como este a estudiosos no pertenecientes a los estudios clásicos si se incluyese la traducción de los pasajes latinos citados.
En definitiva Hipócrates latino es uno de los mejores frutos del encomiable y constante trabajo que llevando a cabo desde 1989 el grupo de investigación Speculum medicinae, radicado en el Departamento de Filología Latina de la Universidad de Valladolid, en torno a los textos médicos latinos antiguos, medievales y renacentistas. Bajo la dirección de Enrique Montero, sus miembros han publicado ediciones críticas de textos médicos de la latinidad medieval, estudios sobre el humanismo médico hispánico y sobre la pervivencia de los autores médicos antiguos en la era moderna, en buena parte con el hilo conductor del léxico médico latino y su evolución. No puedo sino terminar expresando la esperanza de que el magnífico trabajo de Conde encuentre la repercusión que se merece no solo en el campo de la filología clásica sino también en los estudios de historia de la medicina.

SEBASTIÀ GIRALT SOLER
Doctor en Filologia llatina i Màster en Història de les Ciències