Thomas Alva Edison  TESTIMONIOS HISTÓRICOS

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Churchill

En el Colegio de Harrow, el doctor Welldon, su director, azotaba a Winston Churchill más que a cualquier alumno. Con todo, el peor castigo que podían imponerle era “mandarle al rincón”. Churchill cosechó muchos fracasos en su época de escolar. Sentía especial aversión por el latín y el francés. El Director del colegio de Harrow, donde ingresó con trece años, decía de él que era: “descuidado, olvidadizo, manirroto, obstinado, nada puntual y deliberadamente incordiante”. No pudo pasar de segundo de bachillerato. Más tarde consiguió ingresar en la Escuela de Cadetes de Sandhurst, al tercer intento, pero sólo logró que le admitieran en el arma de caballería que requería menos capacidad intelectual y mayor desahogo económico. Finalizó sus estudios militares con el número 20 de 130 cadetes.

Siendo Churchill Ministro de Hacienda confesaba su incapacidad para descifrar el significado de los decimales. Reconoció que nunca entendió la jerga de Hacienda y consideraba que los economistas hablaban chino.

 

Edison

 Cuando nació Edison, le creyeron defectuoso por tener la cabeza demasiado grande. Edison era un niño inquieto y curioso, incomprendido por su padre que lo consideraba un estúpido. Recibía palizas por cualquier motivo. Tenía pocos amigos y con frecuencia jugaba en solitario. En la Escuela había dos maestros que también le pegaban, Un día oyó a uno de ellos decir “que tenía la cabeza hueca” y no merecía la pena que asistiera a la escuela por más tiempo.  Se fue a su casa y nunca más volvió. Dijo Edison en una ocasión: “Recuerdo que nunca fui capaz de ir con gusto a la Escuela y siempre era de los últimos de la clase. Poco a poco me acostumbré al hecho de que los maestros no simpatizaran conmigo y a que mi padre me considerase un estúpido”. Más tarde, se hizo socio de la biblioteca pública de Detroit y se la leyó entera. Nunca tuvo afecto hacia las matemáticas ya que le resultaban más fáciles de entender los libros de física con ilustraciones y grabados.

 

Freud

 “Nunca llegarás a ser importante” dijo a Freud su padre un día que aquél, contando cinco años, se orinó en el dormitorio paterno. Freud tardó ocho años en completar los estudios de medicina cuando era posible terminarlos en cinco años. Tenía impresas unas tarjetas de visita con este texto: “doctorando en medicina”.

 

Ghandi

 Gandhi era un muchacho torpe. Sus calificaciones escolares fueron deficientes. Llegó a matricularse en primer curso de universidad pero fracasó estrepitosamente. Su familia decidió mandarlo a Londres para que siguiera unos cursos cuyos exámenes eran tan fáciles que hasta los más torpes aprobaban.

 

Hoover

 Hoover, el presidente de EEUU, sólo fue dos años a un colegio.

 

Kennedy

 Kennedy ingresó a los trece años en la Canterbury School. Tuvo notas mediocres y muchas dificultades con el latín. Más tarde cambió de colegio. Sólo se entregaba apasionadamente a las asignaturas que le agradaban. Sus notas en historia e inglés eran sobresalientes pero se le daban mal las lenguas y le aburrían la biología y la química.

Carta del padre a Kennedy cuando éste tenía 18 años: “No espero demasiado y no quedaría desilusionado si no resultas un verdadero genio...”.

 

Leonardo da Vinci

 Leonardo comenzó a los 30 años y sin maestro, el aprendizaje del latín y de las matemáticas.

 

Lincoln

 Cuando Lincoln redactó su carta de aceptación de candidato a Presidente de los EEUU, fue al director de la escuela nacional y le pidió que echase una ojeada para que no hubiese faltas de ortografía. El maestro corrigió el empleo de un infinitivo. “Si a usted le parece de este modo mejor, ya está cada palabra en su sitio” -aceptó Lincoln-.

 

Napoleón

 En la Escuela de Brienne, Napoleón se distinguió sólo en matemáticas, historia y geografía. Informe de la Escuela de Brienne: “Reservado y trabajador, prefiere el estudio a toda especie de recreo; gusta de la lectura de los buenos autores; singularmente aplicado a las ciencias abstractas. Silencioso y amante de la soledad; caprichoso, altivo y extremadamente propenso al egoísmo; de pocas palabras, enérgico en sus respuestas, pronto y mordaz en la réplica, con mucho amor propio; ambicioso y aspirando a todo”. Con quince años ingresó, por sus buenas notas en Matemáticas, en la Escuela Militar de París. El profesor de alemán lo tenía por tonto; el de matemáticas lo valoraba mejor. Más tarde, ya en un Regimiento, se diría de él: “excepto las matemáticas, la artillería y Plutarco, no sabe nada a fondo”. Napoleón tenía una memoria extraordinaria. Interrogaba a cada uno en términos de su especialidad. Una vez le presentaron un informe acerca de unas fortificaciones, que incluía datos acerca de miles de piezas de artillería. “Está muy bien, pero han olvidado consignar dos cañones de cuarto que hay en Ostende”.