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Diálogo Iberoamericano

Núm. 16 / julio-agosto 1998. Pág. 32

Oscar Arias: La fuerza de la inteligencia y de la palabra hacen la paz

"Tenemos que optar por la ética y la que América Latina necesita no tiene que ser inventada; se encuentra desde el buen gobierno de la ciudad de Platón, pasando por el no matarás de Moisés, por el amaos los unos a los otros de Jesús, por el no responderás con la violencia de Ghandi, hasta el todos somos iguales de Mandela y Menchú...".

María Luisa García (Granada, para Diálogo). Oscar Arias Sánchez nació en Heredia, Costa Rica, en 1940. Después de estudiar Economía y Derecho en su país se traslada a Inglaterra para estudiar Ciencias Políticas de donde regresa en 1969 para conseguir el grado de Doctor con su tesis sobre el origen socioeconómico de los líderes políticos costarricenses y la participación de estos en los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial. En 1970 consiguió el Premio Nacional de Ensayo y comenzó su labor como profesor de la Universidad de su país, hasta que el presidente José Figueres lo elige para ocupar el cargo de ministro de Planificación Nacional y Política Económica.
En 1981 renuncia a su escaño por no querer participar activamente en la campaña electoral. En 1986 fue elegido presidente de su país con mayoría absoluta y a partir de aquí comienza su cruzada para obtener la pacificación de Centroamérica. Viajes a España, donde el rey D. Juan Carlos I le concede la Orden de Isabel la Católica, a todos los países centroamericanos y a Estados Unidos, para obtener los apoyos que precisaba para poner en marcha su plan de paz.
Las propuestas de Arias quedaron refrendadas por los cinco presidentes centroamericanos en el "Plan Esquípulas" el 7 de agosto de 1987 en Esquípulas (Guatemala), inscrito en el grupo de Contadora. El acuerdo preveía amnistía, alto el fuego, democratización, cese de la ayuda a fuerzas irregulares y movimientos insurreccionales y no uso del propio territorio para agredir a otros Estados.
Arias había criticado con anterioridad el plan de Contadora que no avanzaba ni traía la deseada paz a Centroamérica. Las gentes de su entorno decían que este plan era "un muerto que nadie se atreve a enterrar".
Dos meses después de la celebración de elecciones democráticas en Nicaragua, abril de 1990, participó en la que sería su última Cumbre Centroamericana, en ella los presidentes de la conflictiva zona firmaron la "Declaración de Montelimar", que supuso el fin de la primera fase del plan regional de paz en el campo político. El 8 de mayo de ese mismo año abandonó la jefatura del Estado cuando contaba con el 90 por ciento de popularidad, según las encuestas de opinión.
A partir del momento en que deja la política activa comienza otra etapa, no menos importante, pero sí más alejada de los titulares de los periódicos; donde no se consiguen logros espectaculares de un día para otro sino sólo el granito que supone la concienciación de que la paz es una inversión a largo plazo.
Con la dotación económica que le supusieron los premios Nobel en 1987 y Príncipe de Asturias en 1988 ha creado la "Fundación Arias para la Paz y el Progreso Humano" y ha comenzado un largo peregrinar, como los artistas de antaño, de pueblo en pueblo, de foro en foro donde haya alguien que quiera escuchar que "el fin de las guerras no ha supuesto el fin de la violencia y mucho menos de la pobreza", que la irracionalidad sigue sustentando la pésima distribución de las riquezas en Sudamérica y que por ejemplo "en México, 28 personas poseen una fortuna mayor que 28 millones de habitantes. En Brasil, el ingreso del 20% de la población más pudiente es 32 veces mayor que el ingreso del 20% de los más pobres".
La concesión del premio Nobel no fue un trago dulce para la Administración Reagan, que había solicitado por entonces al Congreso de Estados Unidos la aprobación de una ayuda financiera a la "contra" nicaragüense de 270 millones de dólares; las reacciones no se hicieron esperar y el líder republicano del Congreso dijo que el premio era "prematuro", otros congresistas lo calificaron de "error".
Contra el armamentismo
Pero las simpatías con el gigante del Norte son recíprocas. Cuando en 1997 el Departamento de Defensa de los Estados Unidos recomendó al Congreso que levantara la prohibición de suministrar armas de alta tecnología a los países de América Latina, Arias manifestó desde la Fundación que le parecía "lamentable que mientras se hacen esfuerzos para reducir el gasto militar en nuestro hemisferio, surja en la alta jerarquía del gobierno estadounidense un verdadero agente de ventas de los fabricantes y exportadores de las armas más sofisticadas y costosas"; y añadió que con esta tentativa se corría el riesgo de echar por tierra los limitados logros que se habían alcanzado en el ámbito de la desmilitarización como que Haití y Panamá eliminaran sus fuerzas armadas. "Lo triste", según el expresidente costarricense es el hecho de que, "al haberse disminuido sustancialmente el gasto militar global, los dividendos de la paz generados por esa disminución no hayan sido aprovechados, en los países en vías de desarrollo, para disminuir la pobreza".
Cuando la Administración norteamericana justificó su tentativa basándose en los puestos de trabajo que esta industria generaría en su país y en que, de no hacerlo ellos, otros países aprovecharían para introducirse en el mercado de las armas, Arias no pudo por menos que poner un ejemplo chocante pero diáfano: "No debería sorprendernos que un colombiano o un boliviano arguyese que el envío de drogas estupefacientes a Estados Unidos se justifica porque la producción de cocaína y marihuana crean empleo en la agricultura, la industria y el comercio de sus países y que si no lo hacen ellos lo harán otros". No hay duda de que se trata de dos formas de exportación de muerte y miseria. Que una sea legal y la otra ilegal, no significa que la primera sea moralmente defendible.
Según la Fundación Arias los países del Tercer Mundo en 1994 gastaron 25.400 millones de dólares en armas fabricadas en el exterior y casi todas vendidas por las naciones ricas.
Por la educación
Junto al desarme, la otra obsesión de Arias es la educación; o más bien derivaría de la primera. El dinero que no se gasta en guerras se debería invertir en la enseñanza; y es que hay que incentivar la inversión privada tanto nacional como extranjera, pero esto sólo se puede lograr si se garantiza la estabilidad democrática de los países en vías de desarrollo, la cual depende mucho de que los militares se subordinen efectivamente al poder civil.
Se queja continuamente el Premio Nobel de que América Latina no gastan suficientes recursos para la educación, como hacen los países asiáticos. En un artículo publicado en "La Nación" explica que "ya es un lugar común mencionar sociedades que, pese a una incuestionable carencia de recursos naturales en sus alrededores y pese a sufrir condiciones climatológicas difíciles, han logrado, en el desarrollo humano y material, impresionantes avances atribuibles únicamente a sus logros educativos." Y es que no se trata únicamente de gastar en infraestructuras, material y capacitación del personal, sino que también se debería llevar a cabo el acondicionamiento social para que se ponga al alcance de todos una buena educación en donde se elimine el creciente abismo de calidad existente entre la educación general pública y la educación privada. Otra nota importante es que con sólo el 8 por ciento del gasto militar de las naciones pobres se podría financiar un programa de planificación familiar voluntaria, que permitiría estabilizar la población mundial en el año 2.015, de esta forma "los niños no tendrían que abandonar las escuelas tan tempranamente como en la actualidad, en que las familias necesitan los ingresos de todos los hijos para subsistir".
En junio de 1996 fue invitado a la LII Ceremonia anual de graduación de la Universidad de Las Américas en Puebla, y allí explicó lo que podría ser un resumen del pensamiento de Arias: "Tenemos que optar por la ética y la que América Latina necesita no tiene que ser inventada; se encuentra desde el buen gobierno de la ciudad de Platón, pasando por el no matarás de Moisés, por el amaos los unos a los otros de Jesús, por el no responderás con la violencia de Ghandi, hasta el todos somos iguales de Mandela y Menchú...".


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