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Luchadores por los derechos humanos en Timor Oriental: Nobel de la Paz

El Nobel de la Paz de 1996 recayó sobre dos formas distintas de reivindicar la convivencia en libertad y el respeto a los derechos humanos. Por un lado, la tarea de recordar permanentemente y concienciar a la comunidad internacional sobre el atropello y la violación sistemática de derechos en la antigua colonia portuguesa de Timor Oriental; y por otro la acción cotidiana desde dentro, a modo de sutil cuña que, poco a poco, resquebraje una estructura de opresión. En ambas tareas llevan años embarcados José Ramos Horta y el obispo católico Carlos Ximénez Belo.

Cristina Vera. Redacción/ Habían transcurrido sólo dos meses desde que la administración portuguesa abandonase Timor Oriental. El 7 de diciembre de 1975 más de 10.000 soldados indonesios ocuparon un territorio que, siete meses después pasaba a ser oficialmente la 27¦ provincia de Indonesia. Tras 21 años, la integración dista mucho de ser realidad. Los grupos pro-derechos humanos continúan denunciando la situación que vive el pueblo timorés ante una pasiva comunidad internacional cuya escasa atención sólo ha maquillado las formas represivas de Yakarta. Las ejecuciones extrajudiciales han disminuido en los últimos dos años, y algunos indonesios piden un cambio de actitud respecto al futuro de la antigua colonia portuguesa: "Hemos de reconocer que Timor Oriental es un territorio especial al que, justificadamente, debe concedérsele la autonomía", afirmaba el académico y subdirector del Colegio de defensa Juwono Sardono.
Sin embargo analistas políticos señalan el crecimiento de la tensión política, étnica, religiosa y económica, y Amnistía Internacional denunciaba el pasado mes de julio ante la ONU, que las detenciones arbitrarias, torturas, desapariciones y el encarcelamiento de presos de conciencia formaban parte de la vida cotidiana de miles de timoreses. Lo que si ha cambiado en Timor Oriental es la naturaleza de la resistencia contra el régimen de Yakarta, que ha pasado de una vanguardia vigorosa a una frustración general.
Ximénez Belo y Ramos Horta, recibían el pasado diciembre un galardón francamente retador, en medio de un gran apoyo popular y cierta tensión política. Coherentes con sus respectivas formas de actuación, respetuosos con las del otro, y unidos en una larga lucha por la independencia de Timor Oriental ambos expresaron con un discurso diferente, en el tono y el lenguaje, el sentido de esta lucha.
El obispo católico insistió en su condición de líder espiritual y no político. Se mantuvo dentro de su condición de pastor de almas, pero sin olvidar sus responsabilidades con sus semejantes y el compromiso con sus sufrimientos. Apeló a la comunidad internacional para el logro de una solución tan pacífica como justa para la lucha de su pueblo y recordó éxitos conseguidos con dichos argumentos y el compromiso de la comunidad internacional en otros puntos conflictivos. Aludió a la ex-Yugoslavia y Centro América, mientras los acuerdos de paz de Guatemala precisamente en esos días culminaban en Madrid su etapa europea. Sus actos y palabras en Oslo fueron minuciosamente registradas por el gobierno de Indonesio, quien amenazó con la impedir su regreso al país si a juicio del régimen se "excediera" en sus expresiones.
José Ramos Horta, portavoz en el exilio de la lucha de su pueblo, se muestra comprensivo con la posición del obispo, considerando que, ante el carácter de sostén moral que la iglesia católica tiene para su pueblo, la presencia de Belo en la isla es indispensable. Su discurso tuvo un tono más comprometido con la realidad política actual y la opresión que sufre su país.
Ramos Horta, condena en sus intervenciones la represión desatada desde la invasión por el gobierno de Indonesia. En Oslo recordó por su nombre a todos los mártires caídos en la lucha, y puso el acento en la necesidad de la paz, de arbitrar una solución que contemple las aspiraciones del pueblo de Timor Oriental. Consciente de la importancia del galardón para recordar la situación de su pueblo y restar impunidad a la represión indonesia, se mostró agradecido a la Academia, pero sin olvidar la crítica a una doble moral que permite a muchos gobiernos hablar de derechos humanos mientras continúan la venta de armas, a veces disfrazada como material técnico, destinadas esencialmente a reprimir al pueblo de Timor Oriental.


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