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SANTIAGO RAMÓN Y CAJAL.
Las raíces de un mito

En octubre de 1906 Ramón y Cajal recibió la noticia de que le había sido otorgado el premio Nobel de Fisiología y Medicina, a través de un telegrama en el que se destacaban sus meritorios trabajos sobre la estructura del sistema nervioso.
El legado científico del Premio Nobel español mantiene hoy día una vigencia absoluta, hasta el punto que en 1984 Ramón y Cajal era el autor clásico más citado en las revistas del Science Citation Index, seguido por Einstein y Darwin.
Antonio Campos Muñoz. Unv. Granada. / El 16 de septiembre de 1886 el liberal Montero Ríos decreta un nuevo plan de estudios para la carrera de Medicina. En dicho plan la Histología normal y patológica que hasta entonces y sólo en Madrid había sido impartida en el doctorado, queda integrada como enseñanza obligatoria en el período de licenciatura. El nuevo plan obliga a la provisión de vacantes en todas las facultades de Medicina de España, y con ello, a la sombra de un decreto ministerial, se expande oficialmente una disciplina científica que hasta entonces había sido el fruto casi mágico de hombres inquietos, ilustrados o extravagantes.
El 17 de octubre de 1934 cuando muere en Madrid Don Santiago Ramón y Cajal aún no han pasado cincuenta años de aquella fecha. La Histología española, sin embargo, con Cajal a la cabeza, pero también con Tello, Achúcarro, Río-Hortega, Castro y un largo etcétera, no sólo ha logrado un Premio Nobel y algunas candidaturas al mismo, sino algo mucho más importante que algunos premios por muy prestigiosos que éstos sean; ha logrado ser una disciplina científica que, desde la neurona a la glía, desde la retina al corpúsculo carotideo, está impregnada de ideas y de nombres españoles. La Histología española era, por tanto, en 1934 una disciplina científica de vanguardia y los laboratorios de Madrid la meca de numerosos investigadores extranjeros.

Renombre universal

Con estos antecedentes no puede extrañar, desde luego, que la figura de Cajal se convirtiese, incluso antes de su muerte, en un auténtico mito y que como todo mito que se precie haya sido traído y llevado, en la alabanza y en la crítica, para servir a intereses muy diversos. Sin embargo la mitificación de Cajal no es sólo española. El cincuenta aniversario de su muerte fue por ejemplo conmemorado en todo el mundo: se celebraron congresos en diferentes universidades europeas, americanas y asiáticas; se reeditaron sus libros y su biografía se publicó, una vez más, en diferentes idiomas y países.
A propósito del mito Cajal recuerdo cómo el profesor Fujita, de la Universidad de Niigata, me comentó hace años la profunda impresión que le causó, siendo aún muy joven, observar las preparaciones originales de Cajal en su primera visita a Madrid. Recientemente la profesora Valanciute, de la Universidad de Kaunas, tras realizar una estancia en nuestro departamento, me expresó su deseo de no volver a Lituania sin visitar el museo dedicado a D. Santiago en el Instituto Cajal del Consejo Superior de Investigaciones Científicas.
¿Porqué fascina Cajal? ¿Porqué esa fascinación se extiende a científicos de países tan diversos? A mi juicio por dos razones fundamentales: en primer lugar por la vigencia absoluta de su legado científico; en segundo lugar por constituir un auténtico paradigma de la ética civil que debe poseer el hombre de ciencia. Respecto de su legado científico las técnicas que elaboró, el método ontogénico que diseñó, los hechos que a partir de ellos describió y la teoría de la neurona que postuló, constituyen el eje de su permanente presencia en el mundo científico contemporáneo.

El más citado

En 1984, por ejemplo, cincuenta años después de su muerte, era el autor clásico más citado en las revistas del Science Citation Index; tuvo exactamente 382 citas, cifra superior a la alcanzada por Einstein (336), Darwin (239), C. Bernard (151) o Virchow (108). Como paradigma de la ética civil que debe representar un hombre de ciencia, tres son los valores que Cajal sigue ofreciendo a los científicos contemporáneos. Primero, la seriedad en el trabajo y la búsqueda rigurosa de la verdad poniendo, si para ello es preciso, toda la voluntad necesaria para conseguirlo. Segundo, la solidaridad que debe existir entre los hombres de ciencia tanto en la esfera de la comunicación científica como en las esfera estrictamente individual y biográfica. Tercera la necesidad de aprovechar al máximo los recursos disponibles o lo que es lo mismo, la necesidad de trabajar con lo que se tiene y sacar de ello el máximo partido; esta virtud es absolutamente necesaria cuando los medios proceden de los contribuyentes que son, como afirma Cajal, los que "sufragan nuestros lujos académicos y científicos". La vida y la obra de Cajal están preñadas de hechos que prueban la exaltación y la defensa de estos altos valores civiles.

Homenaje al científico

¿Estaré contribuyendo en este artículo a la mitificación de Cajal? No lo sé, pero si mitificar la ciencia bien hecha, el trabajo serio, el buen uso de los fondos públicos y la solidaridad con los que buscan la verdad y la enseñan es mitificar y homenajear a Cajal, no tengo ningún inconveniente en hacerlo.
Quisiera, sin embargo, que nuestro homenaje fuese semejante a aquel que en la mañana primaveral del veinte de mayo de 1932 le ofrecieron los alumnos de la Facultad de Medicina de Madrid, bajando en manifestación desde la Facultad hasta su domicilio.
Ante los balcones del mismo rinden, con motivo de su octogésimo cumpleaños, el único homenaje que, por sincero, hace llorar al maestro. ­Pero si todos mis compañeros han muerto! ­Pero si la juventud ya no me conoce! exclama Don Santiago una y otra vez tras los cristales. Al igual que aquellos estudiantes de los años treinta nosotros tampoco lo conocemos, tampoco hemos sido alumnos suyos; pero como ellos, sin embargo, también intuimos que detrás de aquellos balcones, tras los cristales, está ejemplarmente representado nuestro mejor estímulo de futuro.

El Prof. Campos es Catedrático de Histología. Decano de la Facultad de Medicina. Universidad de Granada. España


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