Revista de Paz y Conflictos
ISSN: 1988-7221

El capital social en la resolución de conflictos y creación de desarrollo: el caso nicaragüense

Por Antonia María Carrión López.[1]

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Resumen

El objetivo principal de este trabajo de investigación es el de analizar el papel del capital social en la resolución de los conflictos, la construcción de la paz y la creación de desarrollo. Para esto, por un lado, hemos documentado y analizado los trabajos y estudios que se han realizado en los últimos años en torno a los conceptos de capital social, conflicto y desarrollo, y, por otro, hemos aplicado este conocimiento teórico al caso nicaragüense, a través de la realización de trabajo de campo durante nueve meses en este país, ya que en Nicaragua, existen una serie de factores relacionados con su historia que hacen que resulte de gran interés aplicar este marco teórico a su contexto.

En la última parte, y a modo de conclusiones, se dan unas primeras pautas de lo que supondría aplicar el enfoque del capital social en los procesos de resolución de conflictos, construcción de paz y creación de desarrollo que se llevan a cabo en Nicaragua, para que estas actuaciones sean los más efectivas y exitosas posibles.

Palabras clave: Capital social, conflicto, desarrollo. Construcción de paz.

Abstract

The main goal of this research study is to analyze what is the roll of social capital in conflicts resolutions, peacebuilding and creation of development process. To achieve this goal, on the one hand, we have done research and analyzed all the works and studies who have been done in the last years around the concepts of social capital, conflict and development and, on the other hand, we have applied this theoretical knowledge to the special case of Nicaragua, doing a broadly fieldwork, since in this country exits a broadly number of historical factors which made this application very interesting.

In the last part of this work, as conclusions, we provide some guidelines to promote social capital work in conflict resolution, peacebuilding and development process in Nicaragua, guidelines which would be necessary to take into account if we really want development actions in the country to be effective and successful.

Keywords: Social capital, conflict, development. Peacebuilding

Introducción

A lo largo de este trabajo de investigación intentaremos documentar y analizar los trabajos y estudios que se han realizado en los últimos años en torno a los conceptos de capital social, conflicto y desarrollo. Estos conceptos han sido desarrollados de manera más intensa en las dos últimas décadas, especialmente en lo que concierne a la relación entre capital social y desarrollo, por un lado, y a conflicto y desarrollo, por otro. No ha sido, sin embargo, tan abundante la bibliografía y los estudios en torno a la relación entre capital social y conflicto, al menos, de manera directa (Colleta y Cullen; 2000).  

A diferencia de los estudios sobre capital social y conflicto, el análisis conceptual, teórico y también político sobre conflicto y desarrollo, ha tenido una evolución mucho más amplia y extensa en el tiempo. El máximo exponente teórico de esta línea de investigación lo tendríamos en la teoría marxista del materialismo histórico, que sitúa al conflicto de clases como causa y motor del cambio social y del desarrollo. Igualmente, otros teóricos sociales como Weber también analizaron esta relación (Suhrke y Chaudhary; 2009).

En los últimos años, sin embargo, los estudios en relación al conflicto y al desarrollo han dado un cambio bastante sustancial, centrándose más en la línea de trabajo de la construcción de la paz como factor de seguridad y desarrollo. Por lo tanto, si anteriormente predominaban los paradigmas según los cuáles el conflicto era necesario para alcanzar los máximos niveles de desarrollo, ahora, la paz y estabilidad de un país se convierten en requisitos necesarios si se quieren emprender procesos de desarrollo sólidos.

Relacionar capital social y conflicto y, a su vez, relacionar estos dos términos con el desarrollo, resulta esencial porque bajos niveles de capital social tendrán una influencia negativa en la cohesión social existente. A menos niveles de capital social, menores serán los canales de socialización y control social y más posibilidades habrá de que una sociedad se desorganice, fragmente y cree exclusión de ciertos grupos. Todo esto constituye, sin duda, un fuerte indicador de riesgo del conflicto y esto, a su vez, tendrá efectos negativos sobre el desarrollo humano de una sociedad y el bienestar de sus habitantes (Colleta y Cullen; 2000). 
           

Metodología

Las fuentes de información que hemos utilizado en este trabajo las podemos dividir en función de la naturaleza de los datos obtenidos (cuantitativos o cualitativos) y en función del origen de los mismos (primarios o secundarios).

Las fuentes secundarias utilizadas, nos han servido para obtener datos tanto cualitativos como cuantitativos y han consistido en el análisis de bibliografía relevante sobre el capital social, el conflicto y el desarrollo y el análisis de fuentes secundarias ricas en datos cuantitativos sobre los niveles de capital social en la sociedad nicaragüense.
 
Por otro lado, las fuentes primarias utilizadas, de naturaleza cualitativa, han sido dos: la observación participante y la realización de entrevistas en profundidad:

  • Observación participante. El trabajo desempeñado durante nueve meses en la Oficina Técnica de Cooperación (OTC) de la Agencia Española de Cooperación al Desarrollo en Nicaragua y, especialmente, el trabajo en la ejecución del “Proyecto Mejora del Ejercicio de los Derechos Sexuales y Reproductivos Jinotega – la RAAN”, me han permitido conocer la realidad de ese país de una manera muy cercana. Esto ha sido posible gracias a los numerosos encuentros mantenidos con las instituciones locales, especialmente con el Ministerio de Salud, tanto a nivel central como local, así como a la asistencia a reuniones de trabajo con organizaciones de la sociedad civil y de otras agencias de cooperación.
  • Entrevistas en profundidad. Las entrevistas han sido realizadas a cinco informantes clave (cuatro mujeres y un hombre), seleccionando a los entrevistados en función de un solo criterio: selección de expertos y expertas y/o personas que por su trayectoria profesional, pudieran aportar información sustancial a nuestro análisis del capital social en Nicaragua. Las entrevistas realizadas han sido entrevistas semiestructuradas para que pudiéramos tener más flexibilidad a la hora de obtener la información y para que los expertos pudieran añadir cualquier tipo de comentario u análisis, aunque en un inicio no estuviera contemplado en el guión.   

El capital social   

Aunque el término de capital social ya había sido utilizado en la literatura, sobre todo sociológica, como un factor de análisis desde hace varias décadas, Coleman (1988) fue uno de los primeros en acuñar este término con los matices desarrollistas que empieza a tener en los noventa. Para este autor el capital social es un recurso de las personas derivado de su posición dentro de una determinada estructura o red social y la posesión de dicho recurso facilita la consecución de ciertos fines, algo que sería imposible sin la presencia del capital social (Coleman; 1988).

El razonamiento de Coleman parte de las diferencias que él encuentra entre las dos maneras tradicionales de explicar el comportamiento del hombre. Una, sociológica, ve al hombre como un individuo socializado cuya acción está determinada por normas y obligaciones sociales. La otra, economicista, considera al hombre como un actor con objetivos propios que actúa de manera independiente en función de su propio interés personal. Coleman presenta el capital social como la herramienta que sirve para unir estas dos concepciones.

Esta idea de capital social como unión entre sociología y economía, también la comparten Semitiel y Noguera, añadiendo que el origen de esta visión parte del concepto “embeddedness” de Granovetter, el cual hace referencia a la inclusión de todos los comportamientos en redes inter-personales y sociales, por lo tanto, cualquier análisis económico que no partiese de esta idea, sería totalmente erróneo (Semitiel y Noguera; 2008). Lo más importante del concepto de embeddednes de Granovetter es que ayuda al análisis económico a incluir en sus teorías al ser humano como ser social y no como ser independiente movido únicamente por motivos racionales.

Aunque todas las definiciones de capital social parten de esta idea clave, éstas son muy variadas, y el concepto ha sido definido por autores tan diferentes como Bourdieu, Fukuyama o Nan Lin. La diferencia entre unas definiciones y otras se encuentra entre los que hablan de capital social desde una visión más sociológica, entendiéndolo como un componente social y los que lo hacen desde una visión más economicista, entendiendo al capital social como un componente económico. Los primeros, que no tienen por qué ser sociólogos, suelen definir el capital social como el conjunto de las normas, valores, instituciones, organizaciones o relaciones sociales que influyen en el comportamiento humano y que dependen de la situación en la estructura social de cada persona. Los segundos, ven al capital social como el conjunto de recursos que se movilizan e intercambian a través de las relaciones sociales, recursos que están incrustados en las estructuras sociales. En este sentido, se habla de una visión más economicista porque se basa en la movilización de recursos, tanto materiales como inmateriales, destinados a mejorar el bienestar personal o colectivo.

Dentro del primer grupo de definiciones se encontrarían las de Putnam, que define el capital social como las redes sociales y las normas de reciprocidad y confianza asociadas a ellas, que varían sistemáticamente en el tiempo y en el espacio (Putnam; 2004), o la de Woolcok y Narayan para quienes el capital social se refiere a las normas y redes que permiten a las personas actuar de forma colectiva (Woolcock y Narayana; 2000).
 
Igualmente, Fukuyama denomina capital social a las normas o valores compartidos que promueven la cooperación social. Para este autor, la cultura desempeña un papel funcional muy importante en toda sociedad, ya que es el medio por el cual grupos de individuos se comunican y cooperan en una gran variedad de actividades (Fukuyama; 2003).
 
Dentro del grupo de definiciones más economicistas, se encontraría la definición de Nan Lin, quien define el capital social como los recursos incrustados en la estructura social, los cuáles son accedidos o movilizados para fines concretos (Nan Lin; 1999). Siguiendo esta visión, Alder y Kwon (2000) describen al capital social como la suma de los recursos disponibles por los individuos o los grupos en virtud de sus posiciones en la estructura, más o menos duradera, de relaciones sociales. Para estos dos autores, el capital social sería el conjunto de los recursos integrados en las redes sociales, entendiendo estas redes como la estructura de relaciones sociales. Esta estructura sería la armadura de la sociedad a través de la cual se intercambian una serie de recursos que componen el capital social. Siguiendo esta línea tenemos la definición de Bourdieu citada por Durston (2002), quien define el capital social como la suma de los recursos reales o potenciales ligados a la posesión de una red duradera de relaciones de reconocimiento mutuo más o menos institucionalizadas. 

Como vemos, auque aquí no las incluimos todas, el número de definiciones y los matices a las mismas son muchos. A la hora de realizar este trabajo asumiremos como base, la definición de capital social que hace la CEPAL (Comisión Económica para América Latina y Caribe), ya que consideramos que puede ser una de las más completas porque incluye la visión más sociológica y la más economicista, definiendo el capital social como un recurso que depende de las redes sociales de las personas y grupos y que fomenta comportamientos cooperativos y reciprocidad. Estas redes sociales estarían cohesionadas y unidas a través de normas, valores comunes y sistemas culturales que influyen en el comportamiento humano y también en el capital social que se posee. La estructura de relaciones sociales sería una red en la que unos individuos y otros se relacionan por medio de vínculos. A través de estos vínculos también se intercambian una serie de recursos que pueden ser tanto materiales como inmateriales (Robinson, Siles y Schmid, 2003).

Partir de este razonamiento supone un cambio en la manera de entender el comportamiento humano, no sólo en la economía, sino también en el resto de ciencias sociales. Tal y como sugiere Wellman (2000), ahora ha cambiado la manera de mirar a la sociedad, ésta ya no se percibe en función de grandes grupos o conglomerados con ciertos atributos, sino que se observa como un conjunto de redes que establecen relaciones entre personas y grupos diferentes, por lo que el estudio de la misma se vuelve mucho más complejo. El hombre ya no es sólo un animal social que presenta ciertos atributos grupales, sino que es un animal social con atributos propios que se interrelaciona con otros semejantes. El análisis se centra en las relaciones entre unidades, y no en la clasificación en categorías de esas unidades, por lo que se vuelve mucho más dinámico.

Por lo tanto, en el comportamiento humano influyen no sólo los atributos individuales, sino también el conjunto de relaciones y el lugar en el que se encuentre esa persona en la estructura de redes sociales. Esta estructura estaría compuesta por vínculos, los cuáles tendrían una doble función. Por un lado, serían los encargados de cohesionar la propia estructura en sí, uniendo a unos individuos con otros. Por otro, servirían para intercambiar recursos dentro de la red.  Los vínculos encargados de dar cohesión a la estructura tienen un componente inmaterial, mientras que los recursos que se intercambian a través de ella serían tanto materiales como inmateriales (información, productos, servicios…).  Por lo tanto, el capital social es este conjunto de vínculos que tienen una doble función, o un doble componente, aquel que permite la cohesión de la estructura social, y aquel que facilita el intercambio de recursos. Visto así, las personas que poseen más capital social tendrían una situación de intercambio ventajosa, frente a las personas que tienen menos capital social.

Este capital social, igualmente, puede ser de varios tipos. Una de las tipologías de capital social más conocidas es la de Woolcock, quien distingue tres tipos de capital social: capital social de unión o bonding, capital social de puente o bridging y capital social de escalera o linking (Semitiel y Noguera;  2008).

El capital social de unión se refiere al conjunto de lazos existentes entre los miembros de un mismo grupo. Son los lazos que existen entre familiares, amigos o vecinos. El capital social de puente se refiere a los vínculos que existen entre grupos distintos pero situados en un mismo nivel de poder, por ejemplo entre dos asociaciones de vecinos de barrios diferentes. Por último, el capital social de escalera, hace referencia al conjunto de relaciones entre grupos sociales distintos y con diferentes niveles de poder, por ejemplo entre un grupo de trabajadores de una fábrica y su junta directiva.

Capital social, conflicto y desarrollo

Antes de analizar la relación entre estos tres conceptos, cabe establecer las bases de lo que aquí entendemos por conflicto y por desarrollo, ya que son conceptos muy amplios y que han tenido acepciones diferentes a lo largo de la historia.
De manera general, podría decirse que un conflicto surge cuando dos o más personas, grupos o países se enfrentan porque tienen intereses contrapuestos. No obstante, la variedad de conflictos puede ser muy amplia, ya que éstos se pueden categorizar atendiendo a aspectos muy diferentes, que van desde los medios empleados en la lucha, a los actores en disputa, el objeto del enfrentamiento entre adversarios, la duración de la contienda o el contexto social donde estos se desarrollan (Harto de Vera; 2004).

Si atendemos al tipo de medios utilizados en la disputa, podríamos distinguir entre conflictos violentos y conflictos no violentos. En los primeros, la lucha armada se usa como medio para la obtención de los objetivos que se persiguen; mientras que los segundos serían aquellos que se desarrollan sin recurrir a la violencia.

Ausencia de violencia, por lo tanto, no es sinónimo de ausencia de conflicto, ya que aunque no haya violencia directa, en forma de conflicto armado, sí que puede existir violencia indirecta o estructural. Estos conceptos de violencia directa e indirecta fueron formulados por primera vez por Galtung en 1969, basándose en dos de los conceptos más importantes que él había acuñado un año antes, el de paz positiva y el de paz negativa. Para Galtung la paz negativa es igual a la ausencia de violencia y de guerra, pero no de violencia estructural o indirecta, que descansa en la estructura y se manifiesta como desigualdad de poder y de oportunidades. Mientras, para este autor, la paz positiva se conseguiría con la plena integración de la sociedad humana, basada en patrones de cooperación e integración entre los principales grupos humanos (Harto de Vera; 2004). Siguiendo la definición de Galtung, en este trabajo se defiende el papel positivo que el capital puede tener en la consecución de la paz negativa, pero sobre todo, de paz positiva.

Por otro lado, cuando hablamos de desarrollo, lo hacemos basándonos en el término de desarrollo humano acuñado por el PNUD (Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo) en su Informe de Desarrollo Humano de 1990, en el que el desarrollo se define como un proceso mediante el cual las personas adquieren la oportunidad de desarrollar todas sus capacidades, “entre éstas, las más importantes son una vida prolongada y saludable, la educación y el acceso a los recursos necesarios para tener un nivel de vida decente. Otras oportunidades incluyen también la libertad política, la garantía de los derechos humanos y el respeto a sí mismo” (PNUD; 1990:9).

Este concepto se basa en una visión del desarrollo multidimensional, que no sólo consiste en cubrir las necesidades humanas, sino que también se relaciona con la autoestima y la libertad de las personas. El desarrollo, no es sólo tener un buen sustento de vida, sino que es necesario buscar un buen estado de ánimo general para la humanidad, basado en tres elementos clave: garantizar un sustento vital para los individuos, generar una mayor autoestima nacional e individual, y aumentar las posibilidades de elección económica y social de los pueblos y sus gentes (Hidalgo Capitán; 1998).

Desde que nació y hasta la fecha, el término de desarrollo humano se ha erigido como el objetivo a perseguir, no sólo por las Naciones Unidas, sino por todas las agencias e instituciones que trabajan en el marco del desarrollo. Estas no sólo plantean como fin último el aumento del desarrollo humano de la población, sino que defienden un desarrollo humano sostenible, es decir, un desarrollo en el que la consecución del desarrollo humano de las generaciones actuales, no ponga en peligro que las generaciones futuras puedan hacer lo mismo (Comisión Mundial del Medio Ambiente; 1988).  

Una vez que sabemos a qué nos referimos cuando hablamos de conflicto y desarrollo, resulta más sencillo establecer la relación que el capital social puede tener con ellos. Tal y como describíamos anteriormente, los vínculos sociales tienen dos funciones principales. La primera de ellas es la de garantizar la cohesión de la sociedad y la segunda, facilitar el intercambio de recursos materiales e inmateriales. Siendo así, no resulta difícil entender las razones por las que aquí se defiende la hipótesis de que esa cohesión y ese intercambio de recursos, favorecidos por el capital social, son buenos para trabajar en la resolución de conflictos y en la mejora de los niveles de desarrollo.

Para Berkman y Kawahi (2000), la existencia de cohesión social es igual a la ausencia de conflicto latente o estructural. Según estos autores, esto se consigue a través de la ausencia de grandes diferencias económicas, étnicas o en la ausencia de desigualdades en la participación política de los distintos grupos. La cohesión social se ve favorecida por la presencia de grandes niveles de confianza y normas recíprocas entre los grupos, un gran número de asociaciones de puente y la presencia de instituciones capaces de gestionar los conflictos.

En cuanto a los niveles de desarrollo, la creación de vínculos sociales, creará un ambiente propicio para la mejora de indicadores económicos, especialmente a través de la facilitación del intercambio de recursos entre distintos grupos y la mejora de los procesos de innovación. En el caso de la salud y la educación, sucede lo mismo: una mayor cohesión social, una mejor fluidez en el traspaso de recursos y un mayor eslabonamiento entre distintos grupos de la sociedad civil y entre ésta y el Estado, ayudará a mejorar el acceso y la calidad de los servicios prestados por las instituciones públicas, rentabilizando las inversiones en educación y salud.  Por último, la propia naturaleza del ser humano como ser social, hará que las personas sientan que su nivel de bienestar es mayor, cuanto mayores sean los vínculos sociales, las redes y la solidaridad y cooperación entre unos y otros.  En la siguiente figura podemos ver representado este proceso.

Figura 1. Inputs y outputs del capital social en los procesos de desarrollo.

Elaboración propia.

Las diferencias sociales y las grandes desigualdades, se basan en la inexistencia de vínculos entre grupos sociales o individuos que son diferentes, así como en una distribución desigual de los recursos. En la medida en la que el papel del capital social resulta imprescindible a la hora de establecer y reforzar vínculos entre grupos e individuos separados y de favorecer el flujo de recursos, este será de vital importancia, en el trabajo de prevención del conflicto y construcción de la paz.

Pero, igual que el capital social puede favorecer la cohesión social y, por lo tanto, mitigar la posibilidad de conflicto violento, éste también puede llegar a ser perverso, actuando como instigador de la fragmentación social y como caldo de cultivo del conflicto. El capital social juega un papel esencial en la creación de vínculos sociales, así como a la hora de reforzar la identidad de grupo, creando mitos colectivos, cultura o tradición. Un sentimiento fuerte de pertenencia a un grupo puede aumentar las posibilidades de enfrentamiento con otro grupo diferente, sobre todo si esa identidad se asienta en función de “los de fuera”.

De esta manera, el capital social podría contribuir a la cohesión social, pero también a profundizar la fragmentación social. El capital social puede ser fuente de ayuda mutua y cooperación, pero también puede promover la movilización violenta y el enfrentamiento contra los grupos diferentes. De igual modo, puede establecer puentes de unión entre grupos diferentes, o reforzar el enfrentamiento tradicional entre grupos con fuertes señas de identidad contrapuestas. Y finalmente, puede profundizar la desigualdad de oportunidades o puede ayudar a la mayor eficiencia de los servicios de protección social. Que el capital social actúe de una u otra forma depende, en gran medida, del tipo de capital social que estemos considerando.

Figura 2. Cohesión social: la integración del capital social horizontal (unión y puente) y del capital social vertical (capital social de escalera).

Fuente: Galtung 1996 cit. en Colleta y Cullen 2000.

Como vemos en esta figura de Galtung (1996, cit. en Colleta y Cullen 2000), la baja cohesión social, basada en la existencia de exclusión social, desigualdad, presencia autoritaria del Estado y corrupción pública, está asociada con altas probabilidades de conflicto. En estos casos, Galtung se refiere a sociedades cerradas, ya que la mayoría del capital social existente es capital social de unión, pero no de puente o de escalera. Esto fomenta la fragmentación social, ya que la cohesión interna de los grupos es elevada, pero no así las relaciones con otros grupos o con el Estado.

Así, cuando hay un clima de tensión en las sociedades, es muy probable que las organizaciones sociales se separen y se agrupen en torno a los distintos grupos en conflicto. De esta manera, cada grupo acaba teniendo, por ejemplo, sus propias asociaciones de estudiantes y sus propios sindicatos. Esto puede profundizar la radicalización de las identidades grupales ya que hay una ausencia de vínculos entre grupos, algo que puede conducir al estallido de la violencia. Por ejemplo, el genocidio de Ruanda estuvo precedido por una desaparición de las asociaciones intergrupales y por el colapso del capital social entre grupos, combinado con un reforzamiento y aumento de los vínculos intragrupos (Colleta y Cullen; 2000).

Por otro lado, la alta cohesión social, caracterizada por altos niveles de inclusión social, la igualdad de oportunidades, eficiencia de la burocracia y la  existencia de un estado de derecho y democrático, son factores que disminuyen la probabilidad de conflicto. Estas sociedades, que Galtung llama abiertas, son ricas en capital social de puente y de escalera, estableciendo vínculos entre diferentes grupos sociales y entre éstos y el Estado.

De la misma manera que un conflicto entre grupos sociales puede reforzar la identidad dentro del grupo, los conflictos entre estados pueden, a menudo, conducir a un aumento de la unidad nacional y al crecimiento de la cohesión social interna. Sin embargo, los conflictos civiles dentro de un estado conducen, en la mayoría de las ocasiones, a un debilitamiento del estado y de su sociedad. Un conflicto de este tipo actúa eliminando la confianza intergrupal e interpersonal, destruyendo las normas y valores que dan lugar a la cooperación y a la acción colectiva por el bien común e incrementa la probabilidad de conflictos comunitarios, algo que ya se encontraba en niveles mínimos, siendo una de las causas del conflicto (Colleta y Cullen; 2000).

Por lo tanto, estamos hablando del capital social como una causa - efecto del conflicto. Mientras que los bajos niveles de capital social son un indicador de violencia estructural y pueden conducir al estallido de conflictos violentos, el conflicto también afecta de manera grave  al nivel de capital social y de cohesión social, lo que afectará igualmente al desarrollo de las comunidades en conflicto.

Figura 3. Circulo vicioso del capital social, el conflicto y el desarrollo.

Elaboración propia.

El conflicto tiene un efecto negativo sobre el capital social de las naciones, ya que daña las normas, valores y todo tipo de vínculos sociales, tanto de escalera, como puente o unión. Además, esto tendrá un impacto negativo en el desarrollo, tanto económico como social, el cual se verá mermado mientras el capital social no sea reconstruido. Analizando el caso de Nicaragua, podemos ver un caso práctico donde se aprecia este proceso.

Capital social, conflicto y desarrollo en nicaragua

En Nicaragua existen una serie de factores relacionados con la historia del país  que hacen que haya resultado de gran interés aplicar el marco teórico hasta aquí descrito a la realidad del país centroamericano. Nicaragua es el tercer  país más pobre de América Latina, según el Informe de Desarrollo Humano del PNUD, publicado en 2010. Por delante de él sólo se encuentran Guatemala y Haití. Actualmente Nicaragua ocupa el país número 115 del mundo, encontrándose entre los países de desarrollo humano medio, Guatemala el 116 y Haití el 145.  En 2010, la esperanza de vida al nacer de los y las nicaragüenses era de 73,8 años, y la tasa de alfabetización de adultos era del 78%, por lo que los índices de analfabetismo son todavía elevados, llegando al 22%.  En cuánto al PIB per cápita, este ascendía en 2009 a 2.632 $ (PPA)[2] y si atendemos a la línea de la pobreza situada en los 2 dólares por día, los pobres representan hoy un tercio de la población nicaragüense y, de ellos, más de la mitad viven en la pobreza extrema, con menos de 1,25 dólares al día (PNUD: 2010).

Además, en Nicaragua, aún puede sentirse la herencia de una Revolución Sandinista que en 1979 marcó un punto de inflexión en la historia del país y que fue seguida por una guerra sangrienta y desgarradora, cuyo impacto sigue aun presente, a pesar de que han pasado más de veinte años.

Por lo tanto, nos encontramos en un país con unos niveles relativamente bajos de desarrollo y relativamente altos de conflicto. En este trabajo, por tanto, hemos tratado de analizar el potencial rol del capital social dentro de este contexto. Aquí partimos de la hipótesis inicial de que en Nicaragua los niveles de capital social son bajos y por esto, el conflicto estructural está muy incrustado en la sociedad, lo que supone un freno al desarrollo del país. Esta primera afirmación: “en Nicaragua existe carencia de capital social”, coincide con los comentarios de los entrevistados. Cuándo preguntábamos sobre los niveles de capital social en las entrevistas, algunas de las respuestas fueron las siguientes:

“Regreso a la pregunta ¿hay o no posibilidades?, ¿hay o no hay capital social en Nicaragua? yo creo que no, porque estamos en una época en Nicaragua que es la época de salvase quien pueda, es una sociedad profundamente desintegrada, apática, egoísta, sin valores porque no quiere ni estar en el país. La última encuesta que me llegó me alarmo porque ya  hasta el 40% de los jóvenes en el país se quieren ir”. Sociólogo. Profesor Universitario.

“Donde yo he trabajado, lo que mas difícil me ha constado trabajar es en procesos de articulación, porque la gente no tiene ningún intereses en procesos cooperativos y las instituciones cada una trabaja por su lado, es un individualismo muy fuerte y eso te condiciona el capital social”. Especialista en trabajo de desarrollo con enfoque de capital social. 

Hemos contrastado los datos obtenidos en las entrevistas con algunos indicadores recogidos en el latinobarómetro[3], los cuales consideramos significativos a la hora de medir el capital social. Los indicadores que hemos utilizado hacen referencia a cuatro elementos: los niveles de confianza interpersonal en la sociedad, los niveles de participación social, la solidaridad y la conflictividad social. Tanto en las entrevistas como con el análisis de estos indicadores, hemos llegado a conclusiones bastante similares.

En el caso de los niveles de confianza personal, en la siguiente tabla se pueden observar algunos de los resultados.

Figura 4. Niveles de confianza interpersonal en la sociedad nicaragüense.

 

Confianza en las personas que trabajan o estudian con usted

Confianza en el vecino

Confianza en un familiar que no ha visto nunca

Mucha confianza

31,70%

18,70%

8,10%

Algo de confianza

25,50%

25,40%

15,30%

Poca confianza

25,80%

29,30%

29,10%

Nada de confianza

17,00%

26,60%

47,60%

Elaboración propia. Fuente: Latinobarómetro 2007.

Como podemos ver, los entrevistados confían más en las personas que trabajan o estudian con ellos, seguidos de sus vecinos. En último lugar estarían los familiares a los que no han visto nunca.  Sorprende que, excepto en el caso de las personas con las que se estudia y trabaja, donde los valores relativos a “mucha confianza” y “algo de confianza” superan a los de “poca confianza” o “nada de confianza”;  en el resto de casos sucede al contrario. En el caso de los vecinos, el 44,1% afirma que les tiene mucha confianza o algo de confianza, frente al 55,9% que afirma tener poca confianza (29,30%) o nada de confianza (26,60%). En el caso de los familiares a los que no se conoce, las cifras de desconfianza aumentan, ya que el 29,10% afirma que confía poco y el 47,60% que no confía nada en ellos. 

Igualmente, cuando se les pregunta a los encuestados, que muestren su acuerdo con la expresión “uno nunca es lo suficiente cuidadoso en el trato con los demás”, el 80,40% de los entrevistados se encuentra de acuerdo con esta frase, mientras que sólo el 19,60%, muestra su apoyo a la frase “se puede confiar en la mayoría de las personas”.

Si ahora nos centramos en el análisis de los niveles de participación social, se observa algo parecido. Mientras que el 56,6% de los entrevistados afirma que nunca trabaja en temas que afectan a su comunidad, sólo el 4,6% dice hacerlo muy frecuentemente y el 15,4%, frecuentemente.

Algo parecido sucede con los niveles de solidaridad nicaragüense. Como puede observarse en los datos del latinobarómetro, el 21,7% de los encuestados piensa que en Nicaragua la solidaridad es mucha, frente al 9,60% que piensa que es ninguna. Sin embargo, los valores de los que dicen bastante y poca, son semejantes: mientras el 33,40% de los encuestados piensa que la solidaridad de la sociedad es bastante, el 35,40% dice que es poca.

A estos niveles relativamente bajos de confianza, solidaridad y participación social, hay que sumar unos niveles altos de conflictividad. Todos nuestros entrevistados y entrevistadas coinciden en señalar la importancia de las divisiones partidistas, de clase, de religión y de etnia en la existencia de conflictos en Nicaragua. Igualmente, en el latinobarómetro aparece una pregunta de gran importancia a la hora de obtener información  acerca de las fuentes de conflicto de la sociedad nicaragüense: “cuáles son las razones por las que usted se pelearía con un amigo/a”. Como vemos en la siguiente tabla, el 22,30% de los encuestados afirma que discutiría con un amigo por un tema político, el 16,60% afirma que el motivo podría ser la religión y el  13,40%, pobreza.  El 13% admite que no discutiría por ninguno de esos temas.

Figura 5. Razones para pelearse con un amigo.

 

Temas por lo que se pelearía con un amigo

Discusión sobre la pobreza

13,40%

Sobre moral

6,90%

Sobre sexo

4,60%

Sobre religión

16,60%

Sobre economía

7,80%

Sobre temas políticos

22,30%

Sobre derechos humanos

3,80%

Temas de política internacional

0,80%

Otros temas

6,90%

Ningún tema

13,00%

No responde

3,90%

Elaboración propia. Fuente: Latinobarómetro 2007.

Estos porcentajes coinciden de manera clara con las principales “líneas de fricción”, observadas por las personas entrevistadas. Todas ellas, han señalado a la política como el origen de la mayor parte de los conflictos, algo que está completamente relacionado con la Revolución y los años posteriores de guerra. Tal y como señala la experta en desarrollo territorial entrevistada:

“En  general,  yo creo que….lo más evidente es la polarización política. Yo creo que ya te habrás dado cuenta ¿no?, y… porque eso divide mucho, divide muchísimo a la sociedad y deslegitima mucho a las instituciones”.  Experta en desarrollo territorial con enfoque de capital social.

Además de esta confrontación política, los entrevistados también mencionaban la diferenta de clase como otros de los puntos de fricción de la sociedad:

“La situación económica en los últimos 15 años viene en detrimento,  a como ha venido en el mundo en general desde los años ochenta hacia acá, en una inclinación suave, que aumentas por un lado, pero los sectores más desprotegidos o los que tienen menos se empobrecen mas, entonces eso crea ciertos conflictos”. Especialista en salud comunitaria.

En relación a la diferencia religiosa, las personas entrevistadas también ven en la religión una posible fuente de conflicto social, coincidiendo así con los datos del latinobarómetro. Tal y como señalan dos de las entrevistadas:

“La religión es otra discusión a muerte”. Mujer el Movimiento de Mujeres de Nicaragua.

Además de estas tres diferencias que parecen ser las principales (política, clase social y religión) tanto en los datos proporcionados por el latinobarómetro, como en las entrevistas en profundidad, se deberían añadir otras diferencias que son fuente de grandes conflictos en Nicaragua, a saber: las diferencias étnicas y las diferencias de género. En el caso de las diferencias étnicas, las desigualdades en los niveles de desarrollo entre mestizos y miskitos son enormes. Tal y como señala el sociólogo entrevistado:

“Los grupos étnicos en la Costa Atlántica, siguen siendo considerados como ciudadanos de segunda, como toda la vida pues”. Sociólogo. Profesor Universitario.

También existe una fuerte inequidad entre hombres y mujeres, la cual suele pasar desapercibida. En efecto, cuando se establece la diferenciación de género en los indicadores de desarrollo de Nicaragua, los indicadores de desarrollo relativos a las mujeres  caen de manera acentuada. Esa diferencia entre hombres y mujeres, que hace que la mitad de la población viva en condiciones de subordinación frente a la otra mitad es, sin duda, una fuente de conflicto y un freno muy importante para el desarrollo.

Este, además, es un conflicto preocupante, en la medida que es un conflicto estructural que en muchas ocasiones se convierte en violencia directa. Durante el año 2010, fueron más de 70 mujeres[4] las que murieron como consecuencia de la violencia intrafamiliar, además de la gran cantidad de ellas que son violadas y acosadas sexualmente cada año. Esta violencia directa es fruto de un conflicto estructural que está muy presente y que refleja la desigualdad.

En base a estos datos, se podría entender que los niveles de conflicto estructural son tan elevados en Nicaragua, que se encuentran en una delicada línea, entre los que es el conflicto violento y el no violento. Si nos centramos entorno al concepto de paz positiva, se podría decir que Nicaragua aún vive en un “estado de guerra”, mucho menos violento que en el pasado, pero con perjuicios negativos muy importantes para el desarrollo del país y el bienestar de sus ciudadanos y ciudadanas.

Trabajar con enfoque de capital social en nicaragua

Después de analizar el caso de Nicaragua, vemos que existe una estrecha relación entre capital social, conflicto y desarrollo, de manea que los altos niveles de pobreza en el país y el bajo índice de desarrollo humano podrían explicarse, en parte, por la falta de capital social existente. Por lo tanto, si la existencia de fuertes conflictos sociales supone una de las razones que frenan el desarrollo de Nicaragua, algo que se deriva de los bajos niveles de capital social, especialmente de puente y escalera, el trabajo en el fomento del capital social en Nicaragua es esencial para crear capacidades individuales y colectivas que ayuden a gestionar de manera no violenta las diferencias y tensiones existentes en la sociedad. 

Esto no quiere decir que las iniciativas que aquí se sugieren para el aumento de los niveles de capital social, supongan la solución única a un problema complejo y multidimensional como es la pobreza y el subdesarrollo, en el que hay numerosos actores implicados y en el que se unen causas muy diversas. Ante un problema de esta envergadura, se requieren soluciones muy variadas y no siempre fáciles de llevar a cabo. El trabajo en capital social es algo imprescindible, pero sabemos que no es el único factor a tener en cuenta en las actuaciones de lucha contra la pobreza. No obstante, su importancia resulta determinante, como ya se ha podido ver en el apartado anterior. Así, las políticas de creación de empleo, generación de bienestar económico, mejora del acceso a la salud y a la educación o, en definitiva, de mejora del bienestar, deberían ir acompañadas de políticas transversales de creación de capital social, si se quiere conseguir un desarrollo humano sostenible y sustentable en Nicaragua. 

Para esto, es esencial que toda política o actuación de desarrollo incluya tres ejes de trabajo que resultan básicos: a) la articulación de actores, b) la participación social y c) una visión de largo plazo.

El enfoque del capital social requiere que a la hora de iniciar cualquier actuación de desarrollo, no sólo se tenga en cuenta al grupo de destinatarios finales de la actuación, sino que es necesario identificar a todos los actores que influyen en un determinado área o territorio, y articular los esfuerzos de unos y otros en pro del desarrollo común. La búsqueda de un desarrollo sostenible debe basarse en el desarrollo endógeno de los propios territorios y por eso se hace imprescindible que se inicien acciones integrales en las que participen todos los actores. Entre estos actores se deben incluir a todas las instituciones estatales y locales presentes en el territorio, así como a los grupos organizados y  a los no organizados, de la sociedad civil.

En el caso de la sociedad civil no organizada, hay que prestar especial atención a la toma en consideración de los grupos más vulnerables o excluidos, atendiendo especialmente a la perspectiva étnica, generacional y de género, ya que las minorías étnicas, los y las jóvenes, la población infantil y las mujeres de manera general, han sido y son los grupos que quedan excluidos de estos procesos comunes.  Toda iniciativa debe tener en cuenta las divisiones sociales presentes en un terreno y fomentar la coordinación y cooperación entre todos los grupos sociales, a través del fomento de los vínculos entre unos y otros.

En la siguiente figura hemos intentado representar gráficamente lo que sería la incorporación del eje trasversal del capital social a las acciones de desarrollo. Para ello, nos hemos basado en como la Fundación Nueva Nicaragua[5] representa el trabajo que hace con jóvenes con alto riesgo social, en forma de un triángulo en el que en el centro se sitúan los jóvenes beneficiarios de sus programas y en los vértices las distintos actores con los que se articula este trabajo.

Figura 6. Incorporación del eje transversal de capital social a las actuaciones de desarrollo.

Elaboración propia

Como vemos en la siguiente figura, es esencial que se fomenten los vínculos entre unos actores y otros a través de la articulación de los mismos en espacios comunes de encuentro, diálogo y cooperación, y a través del aumento de la participación.

Como hemos señalado en la figura, los lazos que se establezcan entre las organizaciones de la sociedad civil y entre los diferentes actores y líderes comunitarios no organizados supondrían la creación de capital social de puente.

A su vez, es necesario que estos actores establezcan una relación con las instituciones estatales y con actores de fuera de la comunidad situados en un estatus diferente, como podría ser el caso de agencias de cooperación internacional o de fundaciones de fuera de la comunidad dispuestas a trabajar en él. En este caso, los lazos que se establecerían serían de capital social de escalera.

Por otra parte, no se puede olvidar el fomento del capital social de unión, el cual, si es fomentado de manera independiente a los demás, podría tener efectos perniciosos, avivando los conflictos existentes; pero, sin embargo, si se fomenta de manera conjunta al capital social de escalera y al de puente, este trabajo de capital social de unión puede tener efectos muy positivos para la superación de los conflictos estructurales y, por ende, para el desarrollo.

Esta articulación de los diferentes actores y la creación de vínculos entre ellos, debe desarrollarse a través de la creación de espacios comunes de trabajo, que ayuden a establecer redes de confianza, solidaridad y cooperación entre grupos enfrentados. Esto no sólo ayudará a la superación de los conflictos y enfrentamientos pasados, aún presentes en la sociedad nicaragüense, sino que también ayudará a prevenir posibles futuros conflictos. La creación de estos lazos resulta esencial para crear cohesión social que reduzca el conflicto estructural, ya que estos espacios serían espacios de conocimiento mutuo y de comprensión de las necesidades, visiones y opiniones ajenas. El desconocimiento se convierte, en la mayoría de las ocasiones, en el germen de ideas negativas y prejuicios, así como de falta de confianza hacia los que son diferentes o hacia las personas que no se identifican como del propio grupo. Romper esta barrera creando vínculos sociales y fomentando el capital social, es dar un gran paso en pro de prevención de los conflictos y la consolidación de la paz, entendida en su ámbito más amplio, de paz positiva.

Igualmente, establecer canales de comunicación y de trasmisión de información entre los distintos actores es esencial a la hora de desarrollar este trabajo. En la medida en la que los flujos de información entre unos y otros sean más ágiles y transparentes, también será más real la articulación entre los diferentes actores. Por otro lado, los líderes comunitarios juegan un papel de gran importancia, ya que en la medida que se consiga que los distintos líderes trabajen juntos, también se conseguirá que el resto de la comunidad lo haga. No obstante, es necesario identificar quienes son los líderes, ya que pueden darse enfrentamientos no sólo entre los líderes de los diferentes grupos de una comunidad, sino también entre estos líderes y la comunidad en general. Es necesario realizar un análisis del tipo de liderazgo ejercido por cada uno y apoyarse en el trabajo de los líderes con más representación. Así mismo, en los casos en los que el liderazgo existente sea de tipo más autoritario, es necesario establecer mecanismos de fomento de líderes capaces de representar los intereses de todos los miembros de su comunidad. A la hora de hacer esto, se hace imprescindible establecer mecanismos de consolidación de la participación social. 

La consolidación de la participación social es la única medida capaz de favorecer la inclusión de todos los grupos en los procesos de toma de decisiones comunitaria, así como del trabajo cooperativo. Que todos los actores estén articulados y tengan instrumentos de participación, hará que los intereses de todos queden recogidos, lo que será un impulso para el desarrollo humano y sostenible, el cual debe basarse siempre en procesos endógenos de desarrollo.

Además, la participación y el empoderamiento de la población son buenos, no sólo para aumentar las posibilidades de desarrollo, sino  en sí mismos, para que la población se sienta mejor, al sentirse protagonista de su propia vida. Con actitudes paternalistas y asistencialistas, las cuáles han sido una dinámica en Nicaragua y aún hoy lo siguen siendo en el caso de algunos programas estatales y de agencias de cooperación internacionales, se consigue todo lo contrario y los conflictos que frenan el desarrollo se siguen perpetuando en la estructura social.

Además, los procesos participativos permitirán la inclusión de actores tradicionalmente aislados o excluidos. Un rol positivo de las agencias de desarrollo puede ser el de actuar como catalizador para la inclusión de grupos sociales aislados o excluidos en los procesos de negociación y discusión política y social. Por ejemplo, fomentar que algunos grupos formen asociaciones para que haya un aprendizaje mutuo, un intercambio de información y un monitoreo conjunto de los avances, sería una de las maneras de crear capital social.

Además, este trabajo por la participación incluye realizar esfuerzos en el ámbito del fortalecimiento institucional y de la gobernabilidad. De esta manera, se consolidarán las bases sociales necesarias para que todos los actores en conflicto estén directamente interesados, no sólo en la resolución pacífica de los conflictos, sino también en la erradicación de las raíces de los mismos. 

A todo esto hay que sumar, que se trata de esfuerzos a realizar a largo plazo, ya que el desarrollo no es sólo un proceso económico, sino también social y como todo proceso social, requiere tiempo y esfuerzo. Es básico pensar a largo plazo, aunque en situaciones como la de Nicaragua, donde la preocupación principal de muchas personas es la supervivencia, esto pueda ser difícil. No obstante, las instituciones y agencias que trabajan en pro del desarrollo deben tener esta idea entre sus premisas principales, si quieren conseguir efectos reales sobre el desarrollo, saliendo al paso de políticas y actuaciones asistencialistas que resuelven situaciones presentes, pero que no suponen una solución a los problemas más profundos a los que se enfrenta el país.

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[1] El presente trabajo es un resumen de la investigación realizada para obtener el Diploma de Estudios Avanzados (DEA) dentro del Programa de Doctorado “Paz y Seguridad Internacional” impartido por el Instituto Universitario General Gutiérrez Mellado (Madrid). La investigación fue dirigida por Dr. Javier Gil Pérez y defendida el trabajo el 17 de octubre de 2011.

[2] Los precios en $ PPA expresan igualdad de poder adquisitivo, de manera que esa cantidad equivale a tener 2.632 en cualquier lugar del mundo.

[3] El latinobarómetro es un estudio de opinión pública publicado todos los años por una ONG chilena con el mismo nombre quien, en base a datos obtenidos a través de la realización de encuestas en un total de 18 países de América Latina, entre los que se encuentra Nicaragua, da información acerca de la opinión de los ciudadanos y ciudadanas latinoamericanas entorno a aspectos relevantes para estos países, como son el apoyo a la democracia o la percepción de la corrupción.

[4] En el año 2010 la Red de Mujeres Contra la Violencia (RMCV) registró el asesinato por motivos de género de 89 mujeres nicaragüenses, de las cuales 77 fueron asesinadas en su país y 12 en el extranjero. Esta cifra contrasta con los datos de la Dirección de la Policía Nacional que tan sólo contabilizó “39 mujeres muertas durante 2010” en Nicaragua.

[5] Fundación social con sede en Managua que trabaja con jóvenes de barrios conflictivos de la capital nicaragüense bajo el enfoque de desarrollo comunitario y en la cual trabaja una de las personas entrevistadas en esta investigación.

Antonia María Carrión López. Licenciada en Ciencias Políticas y Sociología, especialidad de Sociología, por la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) y Master en Desarrollo Económico y Cooperación Internacional en la Universidad de Murcia. Actualmente ha superado el periodo de docencia y de investigación del Programa de Doctorado en Paz y Seguridad Internacional del Instituto Universitario General Gutiérrez Mellado adscrito a la UNED. La autora ha trabajado en el ámbito de la cooperación al desarrollo desde hace tres años con la Comunidad Autónoma de la Universidad de Murcia y con la Agencia Española de Cooperación Internacional al Desarrollo, habiendo desempeñado su labor en Murcia, en Ecuador y en Nicaragua.

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