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Tradicionalmente e incluso en la actualidad, el modelo dominante en la formación inicial del profesor, tanto en el ámbito nacional como internacional, es de corte positivista. No obstante, en los últimos años se ha dado un aumento de la investigación educativa bajo el prisma cualitativo. En ellas el paradigma proceso-producto ya no se considera la única fuente de conocimiento, sino que otros aspectos como: las tendencias sociales, los procesos de pensamiento del profesorado, la dimensión ética e ideológica de la educación, etc., son estudiados con mayor detenimiento y son considerados factores relevantes en la formación inicial y permanente del profesorado. En España, las investigaciones y estudios realizados se han centrado en diversos factores, entre los que destacan: el pensamiento del profesor, contenido curricular de los planes de estudio, la investigación colaborativa en la formación del profesorado y evaluación de programas de formación del profesorado basados en la reflexión.
Como podemos observar, la figura del profesor ha sido objeto de estudio desde diferentes perspectivas y enfoques. Sobre todo para dar respuesta a cuestiones, entre otras, referentes a: ¿Cómo debe ser un profesor?, ¿Qué tipo de formación profesional sería la más adecuada?, ¿Cuáles son las dificultades más comunes de la formación inicial?, ¿Cómo se podrían hacer mejor las cosas?, etc.
En nuestro caso, como ya hemos expuesto en el capítulo cuarto de este proyecto, consideramos que en el prácticum tienen entronque de manera integral todos los modelos que abordan el estudio de la formación inicial del universitario.
La Ley de Ordenación General del Sistema Educativo (LOGSE) y su normativa complementaria proponían como perfil profesional para el docente, aquel que para desarrollar su labor sea capaza de:
Analizar el contexto en el que se desarrolla su actividad educativo.
Elaborar proyectos y programaciones adecuándolas a cada alumno y a la realidad educativa de cada centro.
Combinar y equilibrar, según la evolución y el nivel de conocimiento de los alumnos, la comprensividad con la diversidad.
Fomentar el desarrollo de capacidades creativas y del espíritu crítico.
Tener un espíritu activo que le sitúe en la necesidad de una continua renovación personal, científica y didáctica.
Como puede observarse, el docente de nuestros días debe ser un profesional con una formación que le permita traspasar la frontera del profesor que simplemente ofrece una ilustración de contenidos conceptuales.
Actualmente la realidad educativa es mucho más compleja y lo que tradicionalmente ha servido para la formación del individuo, hoy no es suficiente. Las competencias educativas contemporáneas no sólo requieren del profesor un alto nivel en su conocimiento académico y científico de la materia que imparte, sino qué factores como:
El interés por la continua actualización
Los fundamentos que le permitan analizar los procesos educativos
La maestría para compensar y satisfacer las necesidades educativas de una población escolar diversa.
Son componentes tan relevantes en la acción educativa como el dominio escolástico que se supone en la disciplina que imparte.